Por Juan Bolívar Díaz
Luego de una ausencia de cuatro semanas trato de volver a la vida que casi se me escapa en el accidente que sufrimos el 22 de agosto, del cual afortunadamente mi esposa, Ada Wiscovitch, salió casi ilesa. Yo también tuve bastante suerte, considerando lo aparatoso del accidente. La yipeta que conducía bajo lluvia se deslizó sorpresivamente. Tratando de impedir lo peor dimos de dos a tres vueltas sobre la pista antes de que nos fuéramos por una pendiente. El vehículo dio un vuelco en redondo, para quedar sobre sus ruedas.
Tengo que dar gracias a Dios y a la vida que me han dado una nueva oportunidad. Guardo gratitud hacia tanta gente que nos ayudaron y se solidarizaron con nosotros, que es imposible mencionarlos a todos. Al señor George Hart, el conductor que nos seguía y quien prestó apoyo a mi esposa en busca de auxilio.
Gratitud para los agentes que nos trasladaron al Centro de salud de Piedra Blanca. Al personal médico que allí me suturó la herida que sufrí en la barbilla. Al equipo médico de Aero-Ambulancia que me dio auxilio, incluyendo la virtual puñalada para introducirme un tubo para evitarme un colapso pulmonar.
Especial gratitud para todo el personal de Cedimat, a su director médico, el doctor Eduardo Yermenos, y los doctores José Miguel Stefan, Alejandro Báez y Ricardo Gutiérrez, y la directora administrativa, Milagros Ureña. Tuve la suerte de contar también con la asistencia de viejos amigos médicos, Bernardo Defilló, José J. Puello, Frank Valdés, y de otros generosos como Tomás Lambertus y Carlos Guzmán.
Agradezco al presidente Danilo Medina que se interesó de inmediato por ayudarnos. A los ministros Gustavo Montalvo y Gonzalo Castillo, al director de Amet y a todas las personas que se apersonaron al centro de salud y luego a mi residencia, o que escribieron o llamaron por teléfono, A obispos, sacerdotes, religiosas y parroquianos que me incluyeron en sus oraciones y me comunicaron su valiosa solidaridad.
De fundamental valor ha sido la solidaridad de compañeros y compañeras de Teleantillas y de HOY, incluyendo sus directivos, y a los que me han suplido con tanta generosidad como eficiencia. Lo mismo tengo que agradecer las atenciones de tantos colegas de otros medios.
Todavía estoy en proceso de recuperación, que parece será largo. Sufrí fracturas en la escápula y clavícula izquierda, y lesiones en dolorosas terminaciones nerviosas, lo que según algunos creyentes purifica el alma. Y como en mi juvenil militancia católica acumulé muchas indulgencias plenarias, espero tener garantizado un pase directo al paraíso.
Mientras tanto vuelvo al oficio que llena mi vida, con su carga de angustias y frustraciones, pero también de buenaventuras, esperando ser más merecedor de la solidaridad de estas últimas semanas. Como el poeta León Felipe podría decir que no he sido suficientemente bueno, porque estoy hecho de un barro que no está bien cocido todavía. Y que marcho siempre con las riendas tensas y refrenando el vuelo, consciente de que lo que importa no es llegar solo y de prisa, sino con todos y a tiempo.