Manuel Ramón Morel Cerda

Por Juan Bolívar Díaz
http://hoy.com.do/image/article/733/460x390/0/D04F44E2-653E-4450-9B28-6ECC9146BDC1.jpeg

En estos tiempos tempestuosos en que se sueña con jueces electorales en capacidad de sobreponerse a las lealtades políticas para hacer honor a la jurisprudencia, conviene recordar al doctor Manuel Ramón Morel Cerda, quien fuera presidente de la Junta Central Electoral (JCE) entre 1998 y 2003. Todavía ejerce la abogacía e imparte docencia en el Alma Máter de la Universidad  Autónoma de Santo Domingo.

Morel Cerda ostenta dos récords relevantes en su función al frente de la JCE: es el único en la historia de ese organismo que ha enmendado un fraude electoral y uno de los pocos ciudadanos dominicanos que ha tenido la dignidad de renunciar a un alto cargo por terco apego a sus criterios.

Llegó al cargo en medio de un conflicto político, elegido por un Senado de mayoría perredeísta, que rompió el consenso que había primado en la escogencia de los jueces electorales tras la crisis de 1994. Tuvieron una “justificación política”, ya que fue una respuesta a la compra de una decena de diputados por parte del primer gobierno del presidente Leonel Fernández, para imponer a Rafael Peguero Méndez como presidente de la cámara baja, convirtiéndolo desde entonces es un aliado fiel.

Esa circunstancia marcaría la gestión de Morel Cerda en la presidencia de la JCE. El presidente Fernández y el caudillo reformista Joaquín Balaguer se unieron para objetar aquel tribunal electoral. Como entonces la sociedad civil tenía poder disuasorio, contribuyó a enmendar parcialmente el desequilibrio con una reforma que elevó de cinco a siete el número de jueces electorales.

En ilustre abogado santiagués quedó atrapado en las contradicciones políticas. Fue ofendido sistemáticamente y aún cuando actuó con total honestidad, nunca se libró de la acusación de perredeísta.

Pero a decir verdad, Morel nunca fue dirigente ni militante del partido blanco. Comenzó su carrera pública como juez de paz de Santiago en 1956 y fue escogido  Procurador Fiscal del Distrito Nacional en el efímero gobierno perredeísta del profesor Juan Bosch en 1963, hasta el golpe de Estado.

Morel fue de los fundadores del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, pero su prestigio lo ganó como abogado y catedrático y muy especialmente cuando presidió la Asociación Dominicana de Abogados en tres períodos –ninguno consecutivo- entre 1967 y 1978, cuando esa institución fue un baluarte de defensa del  precario Estado de derecho. El mismo subía a los estrados para defender honoríficamente a perseguidos políticos, privándose de hacer fortuna con su profesión.

Fue en la presidencia de Morel que la JCE confeccionó el padrón electoral con fotografía integrada que desde las elecciones del 2000 se ha reiterado como un instrumento transparente y eficaz. Cuando hubo que escoger para auditar ese nuevo padrón, la tarea se le encomendó a Participación Ciudadana, pese a que había formulado reservas y críticas por la falta de consenso en la elección de aquellos jueces electorales.

Reaccionó desproporcionadamente frente a PC cuando se detectó un error de uno de los técnicos de CAPEL contratados para la auditoría del padrón. Pero no trató de estigmatizar ni de excluir al movimiento cívico y al final del proceso le hizo un reconocimiento público por su contribución al mejoramiento del sistema electoral.

Cuando tras los comicios del 2002, durante una audiencia de la Junta Electoral de Santiago le mostraron ocho actas de colegios electorales alteradas a favor del PRD,  allí mismo, sin esperar llevarlo al pleno de la Junta Central Electoral, Morel Cerda dictaminó la anulación de cuatro y la rectificación de las otras cuatro, restando 500 votos al PRD. Eso no cambió el estrecho resultado, pero sentó el único precedente de anulación de un fraude electoral.

Finalmente Morel terminó renunciando a la JCE cuando la reforma del 2003 que agregó otros dos miembros y dividió el organismo en dos cámaras y un pleno. Lo entendió como un pacto político para quitarle poder, y lo fue. Pero su dignidad y entereza estaban por encima de cualquier consideración.

Se fue como llegó, sin haberse doblado ante el partidismo político. Tengo entendido que disfruta de buena salud pero no quería esperar su desaparición para reivindicar su honorabilidad.

La JCE debe cuidar los avances logrados

Por Juan Bolívar Díaz

Ante la renuncia del jefe de informática se impone la transparencia y el apego a la ley, y abandonar el proyecto de financiar observadores electorales nacionales

 Las circunstancias que rodean la renuncia del Administrador General de Informática de la Junta Central Electoral proyecta sombras sobre el organismo que deben ser disipadas con absoluta transparencia y en consulta con los partidos políticos como dispone la ley.

 También es imperativo que la presidencia de la JCE abandone lo que parece un esfuerzo por auspiciar su propia observación electoral, entrando en un ámbito suficientemente cubierto por instituciones nacionales e internacionales que gozan de reconocimiento nacional e internacional.

 Hicieron saltar a García

No es que el licenciado Miguel Ángel García renunció como Administrador General de Informática de la JCE, sino que lo hicieron saltar del cargo, según se desprende de su carta de dimisión y los anexos que la acompanan. Ningún profesional de su nivel y prestigio, que se respete, podría aceptar que un subalterno se le sobreponga con o sin apoyo de la alta jerarquía sin un acuerdo previo.

 En la JCE era público el pugilato que se verificaba por la máxima dirección del importante departamento de informática entre el administrador general y el director de Informática, ingeniero Franklin Frías. Lo que determina la renuncia del superior fue un memorándum de Frías, del 23 de agosto, dirigido a todo el personal de programación y desarrollo, base de datos, subdirectores y asistentes de informática, donde les “queda terminantemente prohibido la tramitación y/o modificación a cualquier registro de la Base de Datos de la Junta Central Electoral, solicitados por otras instancias de la institución sin la debida autorización y/o conocimiento de quien suscribe”.

 Es obvio que el director Frías pasó por encima del Administrador General, su superior jerárquico, a quien reducía a subordinado en la materia clave de las modificaciones a la base de datos del organismo que controla el registro civil y electoral de la nación, y que para hacerlo tenía que contar con la aprobación de la superioridad que no siguió el procedimiento de rigor, que implicaba un acuerdo previo con el administrador general.

El 22 de septiembre el licenciado García dirigió una carta al doctor Roberto Rosario, presidente de la JCE, en la que primero se queja de la imposibilidad de verlo y responderle personalmente un correo del 29 de agosto, en el que aparentemente se avala

La decisión de Frías, ya que expresa que se le están desconociendo sus funciones y responsabilidades, fomentando un administrador general paralelo. García le citó la resolución de la JCE que lo designó en el cargo en el 2003 y termina poniendo su cargo a disposición del presidente Rosario. Cuatro días después, el 26, presenta renuncia.

 Ironías de la vida

En la sesión del plano de la JCE del 30 de septiembre, que aceptó la dimisión de García no hubo dudas de que Frías contaba con el apoyo del doctor Rosario, quien logró los votos de la doctora Rosario Graciano de los Santos, como él proveniente de la dirección del Partido de la Liberación Dominicana, y del politólogo José Ángel Aquino. La rechazaron el doctor Eddy de Jesús Olivares, vinculado al Partido Revolucionario Dominicano, y el doctor César Francisco Féliz, al Partido Reformista Social Cristiano.

 Lo irónico del caso es que García fue llevado a la JCE en el 2003 como consecuencia de los reclamos que formulaban el PLD y el PRSC cuando la mayoría de los integrantes del máximo organismo electoral, bajo la presidencia del doctor Luis Arias, se inclinaba hacia el PRD que, con el control del Senado, los había designado. Entonces el ingeniero Frías, ya director de informática, era objeto de suspicacias, razón por la que se apeló a García, un reputado técnico de la empresa Mercasid, en una clásica mediación de Monseñor Agripino Núñez Collado.

 Las suspicacias que predominaban a finales del 2003 estaban determinadas por el hecho de que el entonces presidente de la República, Hipólito Mejía, se había embarcado en una campana por su reelección. Se procuraba poner al frente del Centro de Cómputos un técnico que diera confianza a todos los actores políticos.

 La resolución 30/2003, del 1 de diciembre del 2003, no permite la menor duda, ya que tras consultar a los partidos, en la letra a del numeral 9, el pleno de jueces electorales resuelve “Aprobar el nombramiento del señor Miguel Ángel García como Administrador General de Informática de la Junta Central Electoral, estableciendo que es el funcionario de mayor Jerarquía en ese Departamento”.

Lo que ordena la ley

Tanto el memorándum de Frías como el respaldo de Rosario a su decisión de autoerigirse como mandante único del departamento del centro de cómputos de la JCE implican el desconocimiento de una resolución del organismo no solo legítima, sino también consensuada y negociada con los partidos en consonancia con un mandato de la Ley Electoral vigente.

 La JCE no puede eliminar el cargo de Administrador General de Informática ni conferir sus funciones al director del departamento sin violar la letra a de las funciones de la Cámara Administrativa, indicadas en el artículo 6 de la Ley Electoral donde se especifica que los titulares de los departamentos fundamentales, entre ellos el de Cómputos serán “designados previa consulta con los partidos políticos”.

Si se pretende modificar el organigrama de la JCE y dar facultades plenas al director, es obvio que se impone la previa consulta a los partidos, sobre todo si se quiere evitar ruidos y conflictos que revoquen los avances que la concertación y la transparencia han impreso a la administración del sistema electoral.

 La imposición, por autoritarismo o por cualquier conveniencia, de un administrador del Centro de Cómputos a la medida del presidente de la JCE implicaría un retroceso y es inevitable que genere incertidumbres y suspicacias ya en medio de un proceso electoral que se perfila altamente competitivo.

 De ahí las reacciones que la situación ha generado de parte de partidos políticos e instituciones de observación electoral, como el movimiento cívico Participación Ciudadana, que han demandado transparencia y consenso de las autoridades electorales con los actores fundamentales del sistema electoral que son los partidos. Participación Ciudadana lo hizo en el 2003 junto con otras instituciones que constituyeron una Coalición por la Transparencia y la Institucionalidad.

 No deben financiar observadores

Otro elemento que tiende a crear incertidumbres y que la JCE debe despejar es el interés que muestra su presidente Roberto Rosario por auspiciar, incluso con financiamiento, grupos de observación electoral, lo que se podría interpretar como intento por influir en una instancia que tiene que caracterizarse por la independencia de los actores y el arbitraje.

 Durante una reunión en Bruselas, Bélgica, el 20 de junio pasado con el director de la División para América Latina del Servicio Exterior de Acción Europea, Tomas Dupia Delmoral, y Jolita Butkeviciene, directora para América Latina y el Caribe de la Cooperación Europea, el presidente de la JCE les solicitó el envío de observadores a los comicios del 2012, lo que ha sido normal en los procesos electorales. Lo novedoso es que también les pidió fondos “para el financiamiento a organizaciones de la sociedad civil dominicana para la implementación de programas de observación electoral”. Le respondieron que el país no es prioridad por los avances registrados en ese campo.

 La doble petición fue publicada en periódicos dominicanos, aunque el pleno de la JCE no ha decidido financiar la observación electoral de la sociedad civil. Desde los comicios de 1996, Participación Ciudadana ha venido realizando programas de observación electoral, con la aceptación de las autoridades electorales y los partidos políticos. Estos la han aplaudido especialmente cuando están en la oposición o en desventaja en los órganos del arbitraje electoral.

 Participación Ciudadana ha realizado también conteos rápidos, reconocidos como de alta precisión, por organismos nacionales e internacionales que han financiado el movimiento cívico, el cual nunca ha buscado ni tenido financiamiento del gobierno, de la JCE o de los partidos. Sí de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, de la Unión Europea, de la Cooperación Española, de Canadá y otras agencias internacionales. Esa observación ha contado con la participación de decenas de organizaciones sociales dominicanas, desde empresariales, hasta religiosas y comunitarias y también en coordinación con misiones de observadores de la Organización de Estados Americanos, del Centro de Asesoría y Promoción Electoral para América Latina y otras entidades.

 En las dos últimas elecciones también otras entidades, como el Colegio de Abogados, la Universidad Autónoma de Santo Domingo y el Movimiento Cívico Toy Jarto pero creo en mi país han realizado observación electoral, sin recibir financiamiento oficial.

 Precisamente para este miércoles 5 de octubre la JCE había convocado a una serie de organizaciones sociales para estimularlas a la observación electoral, esfuerzo que parece innecesario. Pero cuando los dirigentes llegaron al local del organismo, en medio del conflicto por la renuncia del administrador de Informática, se les informó, sin dar razones, que la reunión estaba aplazada.-

 

 

La UASD: un triste espejo del país

Por Juan Bolívar Díaz

La Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), que con tanto orgullo enarbola su título de primera de las Américas, es cada vez más un triste espejo de la realidad dominicana, sumida en la pobreza y la ineficiencia, hacinada y sin servicios fundamentales, donde la politiquería impone sus reales aunque en cada elección de sus autoridades se promete una profunda renovación.

Para darle el crédito correspondiente, hay que señalar un par de diferencias importantes: La delincuencia en sus campus es bien baja y a la universidad estatal nunca ha llegado el nivel de corrupción del Estado dominicano.

Ni un solo rector, vicerrector o decano ha salido de sus claustros convertido en multimillonario y, para ser justos, hay que reconocer que algunos se empobrecieron por los bajos salarios que durante muchos años han predominado, aunque últimamente no tanto en los altos niveles ejecutivos.

 Pero la UASD es hoy día una institución ineficiente, con déficits crónicos que apenas la dejan sobrevivir, mendigando subvenciones extraordinarias, el mayor hacinamiento de la nación, especialmente en su sede central. Con más de 180 mil alumnos que “se acomodan” en promedio sobre 60 por aula, sin ventilación ni mobiliario y poco más de tres mil profesores, la mitad de los que precisa y en su mayoría mal pagados.  Empleados desincentivados y de ingresos de subsistencia.

 En la primera universidad americana faltan cientos de aulas, miles de pupitres y escritorios, los laboratorios tienen décadas de atraso y algunos como los de Ingeniería son apenas “memorias venerandas de otros días”, los baños son focos de infección pues la mayoría del tiempo no disponen de agua, aún en los nuevos centros regionales, como el de Santiago, por ejemplo.

 La academia nunca ha tenido el presupuesto mínimo que le permita ser comparada con sus similares del continente, el que apenas alcanza para salarios deprimidos, pues el 80 por ciento se  va en ese renglón. Y sus autoridades siguen soñando con el cumplimiento de la ley que le asigna el 5 por ciento del presupuesto nacional, que en cinco décadas ningún gobierno ha cumplido. El rector cuantifica en 52,676 millones de pesos lo dejado de percibir por eso en los últimos cinco años.

Las prioridades también andan mangas por hombros. El Gobierno se ha dedicado a construir magníficos centros regionales deslumbrantes para la pobreza que albergan, y acaba de inaugurar el edificio para 1,200 vehículos más caro del mundo, con un costo de mil millones de pesos, 833 mil por estacionamiento que, con diez metros cuadrados, salieron a 90 mil pesos, 2,177 dólares por metro cuadrado, el doble de lo que cuesta en la zona en apartamentos bien dotados que incluyen el alto costo del terreno. Construye una torre para la rectoría y otro edificio administrativo.

La universidad acaba de publicar una página que es una autoincriminación, al dar cuenta de que ha graduado más de cinco mil profesionales en los primeros 8 meses del año, incluyendo postgrados, lo que implica una proyección de 8 mil para todo el año, menos del cinco por ciento de su matrícula. Necesitaría 20 años para egresarlos a todos, aunque el promedio entre carreras y postgrados es de cuatro años.

 Pero la UASD requiere unos 600 millones de pesos en lo que falta del año para mantener sus servicios vitales, incluyendo el almuerzo a 8 mil estudiantes bien pobres ahora suspendido por deudas. Desde mañana será paralizada por las asociaciones de profesores y empleados que reclaman que les toque el 15 por ciento que se acaba de aumentar al salario de los maestros del Estado.

El Gobierno está en la obligación de acudir en auxilio de la Universidad del Estado. Al fin de cuentas ese subsidio es de sus mejores inversiones para combatir la pobreza y dejar abierta una ventana de ilusiones a decenas de miles de muchachas y muchachos que no encuentran otra cosa positiva que hacer. Mejor que la libra de arroz por día que permiten adquirir los 700 pesos mensuales que se da a cientos de miles de familias cada mes.

Eso mientras un día podamos tomar decisiones que conviertan a la UASD en un faro de luz y orientación de la sociedad dominicana, en vez de un oscuro y triste espejo de la misma.

 

Lo que sí debemos triplicar

Por Juan Bolívar Díaz
http://hoy.com.do/image/article/614/460x390/0/21BF243C-7127-4A96-8735-24BF52DB5CB6.jpeg

Con esa suave sonrisa y el tono de voz tan amigable que la caracterizan, la nueva ministra de Educación, doctora Josefina Pimentel, esbozó esta semana las líneas generales del Plan Decenal de Educación, resaltando la necesidad de cumplir las metas de acceso universal a la educación inicial, primaria y secundaria y desde luego elevar el  de su calidad. La cobertura inicial es apenas 25 por ciento, la primaria sobre 80 y la secundaria anda por el 50 por ciento.

En una extensa entrevista televisiva, la destacada sicóloga y experta en educación se refirió a la necesidad de ampliar el horario de la docencia para lo cual es imprescindible eliminar la doble y hasta triple tanda por planteles, así como de bajar el promedio de alumno por aulas, que en los centros urbanos del país ronda los 60.

Tenemos 5 mil 400 planteles escolares, donde se alojan 11 mil 400 centros educativos, lo que promedia más de dos tandas, y que en 600 de ellos hay triple, es decir mañana, tarde y noche, con promedio de apenas cuatro horas por tanda escolar. Y ya sabemos que múltiples factores reducen la docencia a menos de tres horas diarias.

El ministerio de Educación planea para el próximo año iniciar planes pilotos de una sola tanda por recinto, pero para poder generalizarlos tendríamos que duplicar el número de aulas, es decir pasar de las actuales 31 mil a más de 60 mil. Y casi habría que triplicarlas para reducir el promedio a unos 35 alumnos por aula. Eso implicaría también triplicar el número de maestros, que actualmente son 67 mil en el sistema público.

Por supuesto que la obra no estaría completa si paralelamente no se aumenta  considerablemente el salario promedio de los docentes, que según el economista Miguel Ceara, con estadísticas del 2010,  en el nivel básico es de 10 mil 120 pesos incluyendo incentivos, lo que no cubre siquiera el costo de la canasta familiar del quintil más pobre de la sociedad dominicana, que según las estadísticas oficiales asciende a 10 mil 400 pesos mensuales. En el nivel medio el salario promedio es de 11 mil 237 pesos.

Por esos pírricos salarios más del 50 por ciento de los maestros laboran en por lo menos dos tandas para reunir una suma que les permita vivir con alguna dignidad. Para lograr la tanda única habría que comenzar por duplicar el salario de los maestros sólo para mantenerlos en los niveles de pobreza actual. Que si es para dignificar la profesión y promover la educación de calidad, entonces habría que triplicarlos.

La situación de la educación pública universitaria no es diferente. El nuevo rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Mateo Aquino Febrillet, informó esta semana que el promedio de alumnos por aula es de 60, y que los docentes llegan a cargar hasta con 40 horas semanales, para  reunir un salario que les permita sobrevivir. Con 178 mil alumnos, más de la mitad del total nacional,  la UASD tiene sólo 2 mil 876 profesores, apenas el 25 por ciento de todas las universidades. Con 3 mil 696 millones de pesos de subsidio oficial para este año, la academia tiene un déficit de mil 500 millones en el 2011.

Es mucho lo que hay que hacer para vencer la vergüenza de que ocupemos los últimos escalones en el Índice de Competitividad del Foro Económico Mundial, entre 139 países evaluados, el 137 en calidad de la educación primaria, 136 en calidad de la educación en matemáticas y ciencias, y el 133 en calidad de la educación en general.

Ya lo vemos, en número de aulas y maestros y en calidad de la educación tenemos que triplicar los profesionales, el esfuerzo y la inversión, no en el Ejército  Nacional como propuso recientemente el Jefe de esa institución.

 

Por qué no da entrevistas Leonel

Por Juan Bolívar Díaz
http://hoy.com.do/image/article/527/460x390/0/D88E8D1E-48BC-40F2-AA93-E166FAE71F51.jpeg

La pregunta volvieron a formularla esta semana varios comunicadores: por qué no da entrevistas el Presidente Leonel Fernández, sorprendidos por la contradicción de que siendo el mandatario tan buen comunicador, evada sistemáticamente el encuentro con los reporteros dominicanos.

Ruedas de prensa formales, como se acostumbra en el mundo democrático, son muy escasas las concedidas por el doctor Fernández en casi diez años de gobierno. Ninguna en este período que ya se acerca a su primera mitad.

En los últimos seis años  ha preferido convocar tres o cuatro almuerzos con directores de medios de comunicación para tratar temas que le interesaban.

A veces para intentar desvirtuar cuestionamientos de la opinión pública, cuando tomaban dimensión escándalos como el del contrato con la Sun Land para colocar bonos por 130 millones de dólares en el mercado internacional a espaldas del Congreso, o cuando se descubrieron las nominillas o pagos ilegales a 42 mil 434 dirigentes  de comités de base de su partido por un monto mensual de 143 millones 120 mil pesos.

Hay que convenir en que en esos esporádicos encuentros  el primer mandatario se servía con la cuchara grande del manjar comunicativo, dando verdaderos recitales demostrativos de su capacidad discursiva, y muy pocos consideraban el escenario apropiado para cuestionamientos de fondo.  Faltaba el atrevimiento de los buenos reporteros, y las crónicas que se desprendieron fueron generalmente superficiales.

No había cámaras para difundir contradicciones.

Muchos no han podido entender el muro de silencio que ha erigido el gobernante  que durante años fue profesor de comunicación social de la Universidad Autónoma, asesor jurídico del Colegio de Periodistas durante los dos años que me tocó presidirlo entre 1989 y 1981.

Lo hizo con mucha generosidad, ya que nunca cobró un centavo y jamás falló en una diligencia durante  la larga litis con la Asociación de Diarios por violación de la primera Ley de Profesionalización y Colegiación de los Periodistas.

Sin embargo, no parece tan difícil entender la opción preferencial. Si diera ruedas de prensa, ya hubiese tenido que informar, por ejemplo, quién ganó la licitación internacional convocada el 19 de octubre pasado para construir la segunda línea del Metro de Santo Domingo.

Él se comprometió en varios discursos y en la campaña del 2008 a que haría mediante concesión privada, ya que el Estado carecía de los recursos necesarios.

El plazo para cerrar la licitación vencía el 4 de diciembre pasado y casi siete meses después el gobierno ha considerado innecesario informar resultados, aunque la mayor inversión en la historia del país se está ejecutando a la velocidad de múltiples tramos, sin importar que  esté dislocando el tránsito en esta ciudad de por así caótica.

Si Leonel diera ruedas de prensa ya hace tiempo que a algún “loco reporterito” se le hubiese ocurrido preguntarle por qué no hace transparentes los ingresos y gastos de su fundación Global, como estaría obligado a hacer todo presidente de la democracia contemporánea que reclama transparencia y sanciona los conflictos de intereses..

El presidente prefiere hablar a los periodistas extranjeros porque a ellos los puede impresionar con su conceptualización sobre la era de la información y la sociedad del conocimiento y de la transparencia. Esos no podrán encararle que su gobierno se caracteriza por el ocultismo, por vivir de espaldas a la opinión pública, y por violar la mil veces concertada ley que destina a la educación un mínimo del 4 por ciento del producto interno, quedándose alrededor de la mitad, para poder hacer otras obras visibles, como Trujillo y Balaguer, no como predicó Juan Bosch.

El presidente Fernández no es sólo mudo, sino también sordo. Al final de su primer período de gobierno nos dijo, a tres periodistas amigos, que él no veía televisión nacional.

De esa manera ni se mortifica. Y nadie puede esperar que va a cambiar de rumbo, por más algarabía que se produzca.

Hay que convenir que al fin de cuentas le ha dado beneficios políticos, con buenos niveles de aceptación.

La cultura autoritaria, el presidencialismo y el lambonismo de esta sociedad lo auspician.

Y para colmo sus contrincantes políticos no logran crear ilusión de cambios anhelados.

Ya no hay Juan Bosch ni Peña Gómez.