Putrefacción política e impunidad en los sobornos de Odebrecht

Por Juan Bolívar Díaz
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Por proporción poblacional, territorial y tamaño de la economía, la República Dominicana, junto con Panamá, lidera ampliamente el nivel de los sobornos internacionales por 788 millones de dólares, 92 millones en el país, admitidos por la constructora brasileña Odebrecht en el mayor escándalo internacional de corrupción documentada.

Aunque la Procuraduría inició investigaciones esta semana, las implicaciones políticas de gobernantes hace temer que corran la misma suerte de los expedientes de corrupción instrumentados contra los funcionarios y dirigentes del partido oficial Félix Bautista y Víctor Díaz Rúa, o de los casos Sun Land y aviones Tucanos.

RD y Panamá son lideres. Ratificando evaluaciones como las del Foro Económico Mundial y Transparencia Internacional que sitúan a la República Dominicana en los más altos niveles de corrupción, en los sobornos en 12 países por 788 millones de dólares reconocidos por la constructora brasileña Odebrecht, lídera el escándalo, junto con Panamá, atendiendo a la proporción poblacional y tamaño territorial y de la economía.

Según el acuerdo de Odebrecht con las autoridades judiciales norteamericanas, esa empresa pagó en sobornos en el país 92 millones de dólares del total de 788 millones en once naciones latinoamericanas y Angola, entre el 2002 y 2014 para cerrar más de un centenar de contratos de obras. El mayor monto fue en Brasil por 349 millones de dólares, y luego en Venezuela por 98 millones, dejando al país en tercer lugar, seguido por Panamá con 59 millones de dólares.

Brasil, la mayor economía latinoamericana, con población veinte veces superior y un territorio 176 veces mayor que RD, sólo cuadruplicó su monto. Venezuela 7 por ciento más, aunque triplica en población y es 20 veces mayor en territorio. Fuera de Brasil los sobornos sumaron 439 millones de dólares, el 21 por ciento en Dominicana. Perú está sacudido por el escándalo aunque sólo recibió 29 millones de dólares, con triple población y 27 veces el territorio dominicano. Panamá es el líder del escándalo, con 59 millones de dólares, pero menos de la mitad poblacional, aunque 60% más de territorio.

El maletín de Angel Rondón. Aunque arrancó con tres semanas de retraso, compelido por la consternación nacional, el procurador general dominicano Jean Alain Rodríguez inició el martes las investigaciones, interrogando al gerente general de Odebrecht en el país, Marcelo Hofke, tras lo cual aseguró que éste identificó al representante comercial de la firma, Ángel Rondón Rijo, como el receptor de los 92 millones de dólares para sobornos, lo que negó el abogado del brasileño, quien recibió un plazo de tres días para entregar toda la información.

Desde el principio era vox populi la implicación de Rondón, denominado como “el hombre del maletín”, con amplio récord de vinculación a escándalos de corrupción, de todos los cuales ha salido libre, incluyendo las quiebras del Banco Domínico-Hispano, y de Baninter, del tráfico del Plan Renove, y su nombre aparece en los “Panamá Papers”. Sus vínculos con políticos y gobernantes se iniciaron en el gobierno de Jorge Blanco y pasaron por los sucesivos gobiernos de Joaquín Balaguer, Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina. Ha conseguido contratos de diversas especies con organismos estatales.

Rondón admitió haber recibido “más o menos esa suma”, pero adujo que por comisiones de contratos. El Procurador le dio plazo de tres días para presentar comprobantes de los pagos y las cuentas bancarias, cuyo récord deberá indicar cómo se distribuyó tan alta suma, equivalente a más de 4 mil 300 millones de pesos. No se especificó si le pidieron constancia de haber pagado impuestos por esos ingresos personales, que deberían superar los mil millones de pesos. Lo que parece una buena coartada, choca con la confesión de sobornos de la Odebrecht ante la justicia norteamericana y su compromiso de pagar por eso una multa de 2,500 millones de dólares.

Una tecla muy peligrosa. Pese a la reciente gestión del procurador Rodríguez, prevalece la desconfianza, por los precedentes de grandes casos de corrupción quedados en la impunidad, aún después de sólidos expedientes del ministerio público, como los de los dirigentes del PLD Félix Bautista (por 26 mil millones de pesos) y Víctor Díaz Rúa, o el escándalo de los pagarés por 130 millones de dólares, que el expresidente de la Suprema Corte Jorge Subero admitió que se le dio una salida política y el de los aviones Tucanos.

El caso de Odebrecht es tan complejo que podría alcanzar altos niveles de los últimos gobiernos, cuyos presidentes sostuvieron relaciones directas con estamentos políticos y empresariales envueltos en la gran corrupción brasileña. Danilo Medina viajó a Brasil, como candidato en el 2011 y como presidente electo en julio del 2012. Se reunió con altos funcionarios de la Odebrecht y luego recibió al presidente Lula da Silva, bajo investigación por presunta responsabilidad en los escándalos.

Joao Santana, procesado por la corrupción de Petrobras y Odebrecht, fue asesor de las dos campañas electorales de Medina, y salió de aquí el 22 de febrero pasado reclamado por la justicia para ser apresado y procesado junto a su esposa Mónica Maura, bajo graves cargos. Las investigaciones de los periódicos brasileños revelan que recibió millones de dólares para campañas políticas que dirigió en varios países.

Esta semana el consorcio de investigación IDL Reporteros, que dirige el reputado periodista peruano Gustavo Gorriti, publicó un entramado de “Lava Jato en la República Dominicana”, mediante el cual la Odebrecht, entre 2013 y 14, realizó 16 transferencias de fondos por 3 millones 896 mil 450 dólares a la empresa Cine y Art 2013, registrada en Santo Domingo por el brasileño Marcelo Mascarenhas Kertész, vinculado al publicista Joao Santana, y con sede en el mismo local de la empresa de éste en Santo Domingo, la Polis Caribe, que ya antes había sido vinculada a otros financiamientos políticos millonarios.

La comisión Catalina. Las dimensiones del escándalo Odebrecht, con anuncios de reparaciones por los sobornos de 59 millones de dólares en Panamá, y por los 11 millones de dólares en Colombia y un adelanto de 8.9 millones de dólares en Perú, y la convocatoria de una protesta nacional pusieron presión, que en parte explicarían el decreto presidencial 6-17 que nombró a diez personalidades para investigar lo concerniente a la licitación y adjudicación del contrato a la Odebrecht para las plantas eléctricas de Punta Catalina, cuestionadas desde su ejecución en el 2013,por un comité de licitación integrado por el administrador de la CDEEE, Rubén Bichara y tres subalternos. De los otros tres integrantes, el entonces asesor económico de la presidencia Isidoro Santana y el experto energético Ramón Flores, no la avalaron.

Como presidente de la comisión apareció Monseñor Agripino Núñez Collado, miembro del consejo directivo de la constructora Estrella, socia nacional de Odebrecht en las obras físicas de las mismas plantas. Su renuncia a la empresa, no a la comisión, anunciada el viernes, no disipa el dislate ético. La comisión presidencial fue cuestionada también por haber incluido al ingeniero César Sánchez, ex administrador de la CDEEE y actual consultor de la misma, quien negoció y firmó el contrato con la Odebrecht para la presa de Pinalito en el 2004. Tampoco lució acertado incluir a Jaime Aristy, un reputado economista, pero consultor del Gobierno y a un pastor evangélico poco conocido.

Uno de los comisionados reconoció que la tarea no es cuestión de días, ni de semanas, que requiere especialistas y mucho trabajo, y que si se buscaba credibilidad, debió encargarse a una empresa de auditores internacionales.-

Alguien debería dar explicaciones

Por Juan Bolívar Díaz
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De inmediato me saltó a la cabeza la inquietud por saber qué pasó con los aviones Súper Tucano que compramos en el 2010, objetos de un escándalo internacional de soborno confesado por los vendedores y de sobreprecio sospechado y denunciado persistentemente. Se sabe que una de esas naves sufrió graves daños irreversibles el año pasado al salirse de la pista de aterrizaje de la base aérea de San Isidro. Pero como eran ocho, todavía deberían quedarnos los otros siete.

Dadas las circunstancias escandalosas envueltas en la compra de los 8 Súper Tucano, las autoridades debieron explicar de inmediato la justificación de la compra de otro avión para la misma tarea, apenas 6 años después que invirtiéramos para eso 93 millones 697,887 dólares, y de que se hubiese dicho muchas veces que con eso se logró reducir en gran medida las operaciones aéreas de narcotráfico sobre el territorio nacional.

Resulta difícil entender qué puede hacerse en materia de patrullaje aéreo con un avión de 975 mil dólares, que no pudiera hacerse con siete que costaron 11 millones 712,235 dólares por unidad. Más aún si tomamos en cuenta que el nuevo avión, Tecnam P2006T, solo costaba 443,900 dólares, en 2011, meses después de la adquisición de los Tucano, según el catálogo de venta del fabricante, consultado por el periódico digital Acento. Y es notable que su precio subiera más de un cien por ciento en solo cinco años.

Una hipótesis es que el nuevo avión vuela bajito y es eficiente para detectar naves marítimas. Pero se cae ante las preguntas de qué se puede hacer con uno solo, si lo volarán las 24 horas, y si no tiene más sentido atenernos a la multiplicidad de aviones de que dispone Estados Unidos para el patrullaje de los mares circundantes. Y cabe entonces otra interrogante, ¿cuál es la prioridad de esa inversión en un país con tantos hospitales carentes de equipos elementales como tomógrafos o rayos equis?

Aunque ese no fuera el propósito, uno de los efectos de esta nueva compra ha sido resaltar la barbaridad histórica de haber invertido aquellos 93 millones de dólares, de haber pagado hace 6 años 12 veces más por avión Súper Tucano, en relación al Tecnam de ahora. Pero 26 veces más si se calcula en base al costo de este último en 2011.

Aunque la transparencia, la rendición de cuentas y las respuestas a las interrogantes de la prensa son cada vez más escasas en el país, alguien del Gobierno debería dar explicaciones y justificaciones de esta compra. Mientras tanto, parece que ha sido inoportuna y hasta ofensiva, cuando la sociedad espera que se esclarezcan y sancionen las responsabilidades por lo menos de la recepción de 3.5 millones de dólares a un “alto oficial dominicano” para que el Congreso Nacional aprobara la compra de los 9 Súper-Tucano.

El soborno fue admitido por la empresa brasileña Embraer, por lo cual ya acordó pagar una multa de 205 millones de dólares ante la justicia de Estados Unidos. Aquí no se ha podido llegar a los legisladores sobornados. Mucho más difícil será que podamos disipar la duda de cuánto fue la sobrevaluación y a quién benefició. Porque eso no se dilucidó en la justicia, que no sanciona el que alguien quiera pagar demás por cualquier producto.

Pero es lógico pensar que si hubo corrupción en la aprobación, mayor debió ser en la negociación. En el 2006 Colombia compró Súper-Tucano a 2.5 millones de dólares menos. Y por cierto, nadie desmintió la reiterada información de que en Estados Unidos nos ofrecían diez aviones patrulleros por solo 25 millones de dólares.

Otra vergüenza nacional

Por Juan Bolívar Díaz
VERGUENZA

Los reportajes publicados esta semana por el diario newyorkino Wall Street Journal sobre el pago de comisiones en la compra dominicana de los famosos ocho aviones tucanos adquiridos en Brasil en el 2008, constituyen una nueva vergüenza nacional que de ninguna forma puede ser pasada por alto, por más que en este país hayamos perdido la capacidad de asombro.

No es que el periódico esté descubriendo el hilo en bollito, pues hace tiempo que se sabe que autoridades norteamericanas y brasileñas están investigando lo que aquí fue un secreto a voces desde que se anunció la compra y especialmente cuando fue aprobada por el Senado de la República, ocasión en que el rumor del soborno alcanzó dimensiones de río desbordado en tiempo de huracán.

Lo que ocasiona real vergüenza es la indiferencia con que las autoridades nacionales, de todos los estamentos, y el Congreso Nacional, han tomado la denuncia, y la complicidad o resignación con que se acepta en amplios espectros de los medios de comunicación, de los partidos políticos y de las instituciones sociales, donde aparentemente crece la convicción de que el destino nacional es la corrupción.

Desde el principio hubo debate sobre la procedencia de la compra. Evidentemente porque no era una prioridad nacional invertir casi un centenar de millones de dólares en ocho aviones que en última instancia no íbamos a poder mantener en el aire las 24 horas del día para impedir que el país siguiera siendo puente del narcotráfico. En última instancia porque el costo de la lucha contra el narcotráfico no se le debe cargar a un país pobre, sino a los ricos, responsables de la demanda que fomenta el primer o segundo más grande negocio de la historia humana.

El tufo de la corrupción se olfateó desde que no hubo una licitación transparente y se optó por aviones poco eficientes para la prevención del uso ilegítimo del territorio nacional y cuando abundaron las informaciones de que Chile y Colombia habían adquirido naves similares a mucho menor costo.

Ahora el Wall Street Journal informa que en Brasil hay ocho funcionarios de la empresa vendedora imputados del delito de corrupción, que eso es el pago de comisiones. Relevante por involucrar a una empresa que cotiza en bolsas de valores internacionales, donde algunas normas son fundamentales.

Para colmo de la vergüenza, se identifica por su nombre a un oficial militar al que se habría pagado una comisión de 3.5 millones de dólares, sin hacerse lo mismo con un senador, que según los informes en manos de los investigadores, habría repartido entre sus colegas una parte de esa comisión. Pero aquí, ya el mismo día de la publicación del diario de Nueva York una fundación radicaba una demanda judicial, precisando los montos de otras comisiones derivadas del mismo negocio.

En justicia no hay suficiente fundamento para dar por procedente la demanda radicada por la Fundación Primero Justicia, que eleva el pago de comisiones a 13 millones de dólares e involucra hasta al entonces presidente de la nación. No se puede descartar que se busque aprovechar la circunstancia para pasar una factura al expresidente Leonel Fernández. Pero los hechos obligan a una investigación judicial propia, de la nación dominicana, sin depender de lo que soliciten las autoridades brasileñas. Investigación que no debe dejar piedra sobre piedra hasta esclarecer esta vergonzosa denuncia internacional.

Los más interesados en esa investigación deberían ser los involucrados, comenzando por el Senado de la República, a quien corresponde el primer paso. Pero es probable que ellos no lo crean necesario y mucho menos procedente. Cuentan con la indiferencia generalizada, y con el olvido. Pensarán que otros escándalos de corrupción con sumas muchas veces mayores han quedado en la impunidad y el olvido. Por suerte en este caso la sanción final no dependerá de las deterioradas instancias judiciales nacionales.