Estudio sobre la reelección y constitucionalismo en RD

Por Juan Bolívar Díaz

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En un libro de 544 páginas, puesto a circular esta semana, el exrector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo Franklin García Fermín, realiza uno de los más amplios compendios y reflexiones sobre el crónico continuismo que ha castrado el proceso democrático en 171 años de la historia dominicana.

Se remonta a la conquista y colonización para mostrar el legado de imposición, autoritarismo caudillista y presidencialismo continuista que todavía caracterizan la sociedad dominicana con una democracia en ciernes y grandes precariedades institucionales.

Herencia de la España feudal

La obra comienza por la violenta imposición de la conquista y colonia de la España feudal de los siglos 15 y 16 que arraiga el autoritarismo y sumisión, que serían la base para el desarrollo del presidencialismo y el continuismo crónico, acomodando sistemáticamente la Constitución a los intereses de cada gobernante. Para llegar a los antecedentes históricos del Estado Dominicano considera necesario un estudio de los tres siglos de colonización, del 1,500 al 1,800.

“Aquí el hombre europeo ensayó todos los métodos de dominación que mente humana conocía: encomiendas, repartimientos, reducciones, mitas, esclavitud, trata negrera y factorías colombinas”. Luego agrega que “El Estado dominicano está cimentado, desde su nacimiento, sobre una estructura autoritaria y una cultura caudillista que como fenómeno político tiene sus raíces en una estructura de poder colonial española y 22 años de dominación haitiana, así como en una legislación constitucional que ha perpetuado el predominio personal por encima de las instituciones”.

La imposición de un sistema basado en el exterminio de una raza, en la explotación de las riquezas y la esclavitud, no puede dejar como herencia ideológica, menos que conductas autoritarias y caudillezcas, sostiene.

Fracaso de los Trinitarios

El libro conformó la tesis doctoral de García Fermín en la Universidad del País Vasco, aprobada a unanimidad y cum laude en el 2003, con un adéndum de actualización. Conduce por los vericuetos de la conformación del ser dominicano, con unos sectores dominantes sumisos a la corona, que no asumen el ideal independentista, ni se resignan al abandono de la madre patria y originan una España Boba, y que tras dos décadas de la creación del Estado independiente, se decantan por una reanexión.

García Fermín plantea que las relaciones de producción esclavista feudal del hato, determinan que Juan Pablo Duarte y los Trinitarios, expresión de la liberalidad pequeño burguesa, fueran descartados como jefes de la naciente República, que quedaría bajo control de los hateros atrasados, movidos más por el rechazo a los haitianos que por sentimiento patriótico, que persistirían en buscar un protectorado, fuere francés, inglés o norteamericano, y que finalmente retornarían a los brazos de la madre patria irresponsable.

“Los inspiradores de la gesta liberadora dominicana estaban imbuidos por las ideas más avanzadas del liberalismo que pregonaban los principios igualitarios consagrados en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de 1789; sin embargo se impuso el autoritarismo sostenido por los sectores más atrasados y conservadores, encabezados por el sector de los hateros”.

Las 39 constituciones

El capítulo 2 compendia las constituciones dominicanas, que ya suman 39, comenzando por resaltar que desde la fundacional los poderes militares y caudillistas, reclaman y obtienen poderes que limitan la democracia y la participación, citando el artículo 210 de la Constitución del 1844, fruto de la “persuasión” de los constituyentes por las tropas del general Pedro Santana.

Ahí nació también el continuismo, indicando que Santana y Buenaventura Báez gobernaron cada uno en cinco ocasiones aunque la reelección no fue instituida hasta 1972, en lo que denomina como “caudillismo constitucional” mantenido hasta el presente.

García Fermín repasa todas las constituciones dominicanas, por lo menos una por cada gobernante que logró mantenerse en el poder siquiera un año. Hubo reformas en marzo de 1874 y de 1875, y en mayo de 1877 y 1878, y 9 meses después, en febrero de 1879, así como en mayo de 1880. En años consecutivos se instituyeron constituciones también en 1907 y 1908. Entre 1874 y 1887 cuenta 18 gobiernos y 8 reformas constitucionales. A 11 días de publicada la Constitución de 1907, Ramón Cáceres convocó la del 1908 que extendió el periodo presidencial a 6 años. No los disfrutó porque lo mataron en el 1911, y volvieron los gobiernos efímeros, siete hasta el 2014.

El legado norteamericano

García Fermín documenta que las luchas de caudillos, el relajo constitucional y la inestabilidad, condujeron a la ocupación norteamericana de 1916-24, que en vez de legar instituciones democráticas, dejaría a Rafael Trujillo como jefe militar del país, para hacerse con el poder en 1930, ayudado por la ambición continuista de Horacio Vásquez, y tiranizar la sociedad durante 31 años.

Durante la dictadura de Trujillo hubo 7 reformas constitucionales, tres en sus últimos tres años, dos de ellas en cinco meses del 1960. Resalta como Trujillo comenzó rechazando la reelección presidencial, para quedarse en dominio del poder durante tres décadas. Así comenzarían también Joaquín Balaguer, Leonel Fernández e Hipólito Mejía, siendo éste el único de los gobernantes dominicanos que fracasó en el intento reeleccionista. Todas las reelecciones en base a la corrupción y al atropello de los valores democráticos. La transición democrática registró tres constituciones en años seguidos, de 1961 al 63, ésta última considerada la más avanzada de nuestra historia, lo que decretó el derrocamiento del presidente Juan Bosch, y tras la segunda ocupación militar norteamericana y su legado Joaquín Balaguer se registra la Constitución de más extensa vigencia del 1966 al 1994.

El dominio conservador

A lo largo de su extensa obra, García Fermín documenta el predominio del caudillismo, del autoritarismo y del conservadurismo como base del continuismo reeleccionista, lo que explica que entre Santana, Báez, Heureaux, Vásquez, Trujillo, Balaguer y Leonel Fernández hayan gobernado dos tercios de la historia de la República y los dos últimos dos terceras partes de la “etapa democrática” tras el ajusticiamiento de Trujillo.

En cambio los gobernantes que más han encarnado el liberalismo democrático de los trinitarios fundadores, como Ulises Francisco Espaillat y Gregorio Luperón en el siglo 19 y Juan Bosch en el 20, fueron efímeros en el poder.

La obra registra las frustraciones originadas en los gobiernos del PRD que no avanzaron en las reformas constitucionales para afianzar la democracia, y en los del PLD que han montado un dominio de todas las instituciones del Estado en base a la corrupción y la absorción de los partidos.

 

 

Déficit de cultura democrática

Por Juan Bolívar Díaz
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No pasan de la veintena los presidentes que han logrado gobernar durante dos períodos en la historia de la democracia latinoamericana de las últimas tres décadas, tras el derrumbe de las dictaduras que asolaron estos pueblos, cuando unos 140 fueron elevados al poder por mandato popular en los 20 países de la región, calculando un promedio de 7 elecciones. En la mayoría de los casos se han ido felices a disfrutar su éxito con sus familiares, en el mundo académico o a trabajar en el sector privado.

El período democrático dominicano arrancó en 1978, con diez elecciones, pero solo 6 presidentes, pues Joaquín Balaguer y Leonel Fernández agotaron tres períodos cada uno, con infinito abuso del poder para reelegirse, y el primero no sigue repostulándose porque lo venció el tiempo. Don Antonio Guzmán, recordado como el mejor mandatario de la etapa, prefirió suicidarse cuando no pudo conseguir un segundo período en un partido que entonces militaba en el postulado de que la reelección era la madre de las dictaduras y cercenadora de la democracia.

Patético es el caso de Leonel Fernández, integrante del exclusivo club de los que en la democracia mundial han gobernado tres períodos: José Velasco Ibarra, Franklyn D. Rossevelt, Konrad Adenauer, Margaret Thatcher, Felipe González, Hugo Chávez, Silvio Berlusconi y Daniel Ortega. El nuestro parece haberse propuesto alcanzar a Velasco, campeón con cinco períodos y a Rossevelt y González, que lograron cuatro, ya que ha reiterado que su partido gobernará hasta el bicentenario de la República, en el 2044, treinta años más. Él dice que su partido es una “fábrica de presidentes”, aunque en la práctica promueve un solo modelo.

Toda la historia nacional es un himno al continuismo, bajo el eterno predicamento de que “el poder no se cede”. Por eso entre Santana, Báez, Lilís, Horacio, Trujillo, Balaguer y Leonel se han ido dos terceras partes de los 170 años de la República. Los dos últimos cuentan también dos tercios del período post tiranía de Trujillo. El otro tercio de la República corresponde a unos 60 gobernantes, en su gran mayoría sin haber completado un período, incluyendo a los dos mayores civilistas de nuestra historia Ulises Francisco Espaillat y Juan Bosch, ambos coincidencialmente solo gobernaron 7 meses, aunque con un siglo de distancia.

No hay en el mundo democrático de hoy nadie que luego de tres períodos de gobierno esté batallando como Fernández por volver, y en medio de circunstancias bien adversas como alta tasa de rechazo. En la oposición, Hipólito Mejía, quien fue electo presidente hace 14 años y fracasó luego dos veces intentando regresar, también parece lanzarse a una difícil batalla para volver, por igual con alta tasa de rechazo. Su caso es también único en la actual democracia universal.

En la pobre cultura democrática dominicana no se concibe el relevo ni la renovación, aunque la historia regional referida demuestra que eso no es lo predominante, que el poder sí se cede y se traspasa a los compañeros. Balaguer le cerró el paso a todos los suyos que intentaron sucederle, dando vigencia al postulado que se atribuye a Horacio de que “después de mí el diluvio, o que entre el mar”. Y su partido devino en insustancial.

Pero no vayan a creer que eso solo ocurre en la política, tampoco se retiran los directores de los diarios, obispos y rectores, así como dirigentes sociales. Tenemos líderes sindicales con más de medio siglo en los cargos. Y ni siquiera las glorias del béisbol, como Juan Marichal, Sammy Sosa, Pedro Martínez, Manny Ramírez o Moisés Alou anunciaron a tiempo su retiro. Terminaron cuando ya nadie los contrató y algunos mendigaron otra oportunidad de forma penosa.

El continuismo y la negación de la alternabilidad no solo está en la cumbre del poder, sino que es expresión de una pobre cultura democrática, de un presidencialismo a ultranza y del rentismo, el clientelismo y la corrupción que lastran el desarrollo de nuestra institucionalidad democrática. Es que no queremos entender que la vida es una continua renovación y desconocemos los planteamientos bíblicos del Eclesiastés: Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo. Todo surgió del polvo y al polvo todo volverá.

 

Traumas del alma dominicana

Por Juan Bolívar Díaz
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Los estudiosos de la cultura y el comportamiento psicosocial deberían insistir en desentrañar más a fondo los traumas y atavismos que atan el alma de los dominicanos y que les impiden desplegar las energías necesarias para desarrollarse como nación y crear mejores condiciones de vida para todos. Porque hay carencias y actitudes que resultan inconcebibles y que se repiten a lo largo de nuestra historia.

Entre los mayores atavismos que deberá superar esta sociedad están la disposición a aceptar la imposición, la violencia, el autoritarismo, el despojo y hasta el crimen como sinónimo de autoridad, a pesar de todos los códigos  que hemos adoptado, y la propensión a un caudillo dominante que imponga el orden que no podemos lograr aunque aceptemos teóricamente los preceptos democráticos y los derechos inalienables.

A esa subordinación ante lo despótico y el autoritarismo más rampante ha contribuido uno de los orígenes religiosos más atrasados, que durante siglos despreció no solo las reformas, sino que ha persistido en una interpretación verticalista del cristianismo, que en teoría predica la democracia, pero la niega firme y persistentemente en sus propias estructuras.

La Iglesia Católica, a la que se adscribe la mayoría de los dominicanos, aunque muy circunstancial y superficialmente, cultiva y vende una cultura de subordinación, como si el Jesús de Galilea preferiría la autocracia y la imposición si viniese al mundo de hoy. Sus discípulos originales establecieron una iglesia verticalista porque en su época ni asomaban los conceptos democráticos y participativos, pese a que fue la doctrina de su maestro la que sentó las primeras bases.

La imposición de la cruz mediante la espada del conquistador tuvo su mayor expresión en esta isla, donde en cuatro o cinco décadas fue exterminada la población aborigen, pese a lo pacifista y resignada que fue. Una corriente “doctrinal” nos indujo a venerar la Virgen de las Mercedes dizque porque ella apareció en el “Santo Cerro” de La Vega, en defensa del codicioso y exterminador conquistador, al extremo de que “devolvía a los mismos indios”, las flechas que estos disparaban a los invasores en defensa de sus vidas y propiedades. Todavía nuestra Constitución establece el Día de las Mercedes como fiesta nacional inamovible.

La historia nacional es un solo rosario de caudillos, desplazados por breves períodos cuando las carencias culturales impuestas y sostenidas nos han impedido imponer el imperio de la Constitución, de las leyes y de los principios de convivencia. Entonces caemos en la garata y la algarabía, dando justificativos para que se siga predicando la necesidad de hombres fuertes que piensen y actúen por todos, sin la menor transparencia, mediante el engaño y la mentira, subordinando las instituciones y destruyendo las organizaciones para perpetuarse en el poder.

Por eso a las pocas semanas de fundada la República el padre de la patria tuvo que huir del país, donde jamás pudo vivir, y varios de sus compañeros fundadores fueron fusilados. Meses después Pedro Santana envió a San Cristóbal sus macheteros para imponer su reelección en la primera Constitución. Santana,  Báez y Lilís se impusieron durante la segunda mitad del siglo 19. Y el 20 fue de Horacio, de la intervención americana, de Trujillo, Balaguer y el 21 es ahora de Leonel, cuyo pronto retorno ya se perfila, aunque dejara desguañangada la economía nacional.

Por contraposición al caudillismo, es aleccionador que los dos mayores civilistas de la historia gubernamental dominicana, Ulises Francisco Espaillat y Juan Bosch, solo pudieran gobernar durante siete meses, uno en el siglo 19 y el otro en el 20.

Nuestros siete grandes caudillos, que han gobernado dos tercios de la historia de la República han sido grandes sembradores de infraestructuras, pero negadores de la educación, que es el ascensor que nos permitirá superar tan ignominiosos niveles de subordinación. Ojalá que el presidente Danilo Medina, quien no tiene facha caudillista, comprenda que con las arcas vacías que le dejó el caudillo de turno no podrá adscribirse a los sembradores de cemento y persista en la educación para ver si comienza la transformación del alma dominicana.

 

Libertad de prensa

 Por Juan Bolívar Díaz
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Una de las mayores víctimas de la recién concluida campaña electoral ha sido la libertad de prensa que incluye relevantemente el derecho a la libre expresión sin por ello ser objeto de persecución y que tanto han defendido los periodistas y la sociedad dominicana desde la liquidación de la tiranía de Trujillo hace más de medio siglo.

Desde los días difíciles de la represión política que siguió a la revolución constitucionalista y la intervención norteamericana de 1965, nunca se había desarrollado desde el Estado tanto esfuerzo por controlar los medios de comunicación y reducir la libre expresión de los profesionales del periodismo. Y nunca se había tenido tanto éxito.

Tampoco había habido tanto servilismo en los medios y tantos de ellos convertidos en simple resonancia del interés partidista, con acciones que ruborizan, hiriendo las más elementales normas éticas de la comunicación social y del periodismo.

Nunca habíamos visto tantos periodistas al servicio de un gobierno y un partido, dedicados a atacar agresivamente a  otros periodistas, descalificándolos, con calumnias  y mentiras, pretendiendo tender una nube oscura de silencio o uniformar la sociedad reduciendo la disensión y la pluralidad.

Tampoco habíamos visto que ataques tan alevosos alcanzaran a los ejecutivos y propietarios de los medios, en un abierto chantaje pretendiendo convertirlos en carceleros de la libertad de expresión y el ejercicio periodístico.

Nunca habíamos visto el espectáculo de un senador poniendo en riesgo la vida de una periodista, para acallar denuncias documentadas de corrupción,  alegando que le habían informado que podría ser víctima de un partido político y de narcotraficantes. Con el agravante de que tal barbaridad no fue rechazada editorialmente.

Ni en los años de la represión balaguerista periodistas y comentaristas habían acusado a reconocidos comunicadores de conspiración por haber sostenido una reunión con un candidato presidencial, ni se habían montado programas radiales y televisivos para denostar a otros periodistas, alentando el espionaje.

Nunca se había reclamado que todo el que disiente del discurso oficial deba declararse partidario en una campaña electoral, con un maniqueísmo fruto del sectarismo y la intolerancia.

Jamás habíamos esperado que desde la dirección de prensa del gobierno se distribuyera por Internet un mensaje tan calumnioso y vulgarmente mentiroso como el que circuló la tarde del martes 22 con el siguiente texto que copiamos tal como lo escribieron: “PPH cabildea con el diario francés lemonde una noticia de un supuesto fraude y peligro de guerra civil en RD. Juan Bolívar, Fausto rosario y el grupo de periodistas que se juntaron con Hipólito en la casa de Miguel Guerrero, trazan estrategia mediática para intranquilizar el país y construir un ambiente de crisis política. Los capos de la droga están reclamando la inversión que hicieron tenga consecuencias”.

Lo peor es que el Colegio Dominicano de Periodistas y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa hayan guardado tan denso silencio ante estos desafueros. En cuanto a la Asociación Dominicana de Diarios y la Asociación Dominicana de Radiodifusores parece que hace tiempo duermen el sueño eterno.

Ahora que ha terminado la campaña electoral, ¿quién tomará la iniciativa para devolver un poco de decencia al ejercicio del periodismo y la comunicación?

Aún sobrevive la cultura trujillista

Por Juan Bolívar Díaz
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A medio siglo de la gesta histórica del 30 de mayo de 1961 resulta banal discutir si la nación ha avanzado o se encuentra estancada, tanto en el desarrollo material como social e institucional. Debe ser muy difícil identificar una sociedad que no haya dado pasos de avance en cincuenta años.

Lo que sí resulta relevante es determinar cuáles son los rezagos, en qué aspectos nos hemos estancado y por qué no logramos avanzar tanto como debimos, por ejemplo en el desarrollo humano,  habida cuenta de que generamos riquezas que debieron permitirnos colocarnos en mucho mejor posición y no figurar entre las diez naciones de mayores carencias entre las 34 del continente americano, según los indicadores del desarrollo humano de las Naciones Unidas.

En una de las cuestiones básicas que este país no ha avanzado es en erradicar la cultura trujillista autoritaria, excluyente, implacablemente violenta, de sumisión y resignación, cultivadora de la apropiación del Estado mediante todo género de corrupción y del presidencialismo y el continuismo en el poder.

Una prueba de que aún sobrevive la cultura del trujillismo es que  hay abundante espacio para discutir las supuestas bondades de una tiranía que desde su inicio y durante 31 años impuso su dominio a base de asesinatos, individuales y masivos, que violentó todo el código de los derechos humanos y políticos, acomodando el orden institucional a los propios intereses, que convirtió el país en una finca privada,  que se apropió hasta de las mujeres, vírgenes, casadas y hasta viudas de sus propias víctimas.

No había que haber vivido esa era para comprender los niveles de oprobio y opresión, de humillación y expropiación que conllevó por parte del tirano, de su numerosa familia y de sus asociados más serviles, entre los cuales se destacaron gran parte de los intelectuales de la época, doblegados, comprados y pagados con parte de lo que se apropiaba a la sociedad en su conjunto.

Todavía es frecuente escuchar loas a la “modernización del país”, a los avances en infraestructuras y al desarrollo material de la sociedad dominicana, como si Trujillo hubiese gobernado uno o dos períodos de cuatro años. ¿Qué nación latinoamericana no registró grandes transformaciones y modernizaciones entre 1930 y 1961? sin tener que pagar el precio de opresión y humillación que se impuso a los dominicanos.

La justificación de niveles de corrupción que nos hacen campeones mundiales, la prevalencia del criterio de que al poder se llega para apropiarse de lo público y para quedarse, son expresiones de la cultura trujillista. Baste señalar que en los cincuenta años del post trujillismo sólo dos hombres, Joaquín Balaguer y Leonel Fernández, nos han gobernado por 33 años, es decir en dos terceras partes, y aún han pretendido más por encima de la institucionalidad democrática, mientras Juan Bosch, el verdadero padre de la democracia dominicana, sólo pudo hacerlo por siete meses.

La ejecución sin piedad de los violentadores del orden, sea político o social, llámense Manolo Tavárez, Francisco Caamaño o los palmeros, hasta hace poco el asesinato político generalizado, y todavía la ejecución cotidiana de delincuentes o supuestos delincuentes, o de cualquier infeliz que intente escapar de una cárcel, son prendas del más acendrado trujillismo.

Muchas de esas prácticas son todavía “justificadas” y aplaudidas por amplios sectores de esta sociedad, incluyendo a religiosos y creadores de opinión. El aprovechamiento del Estado pervive hasta en la cultura popular.

Rindamos tributo a los héroes del 30 de mayo esforzándonos por erradicar los rasgos sobrevivientes de la cultura de dominación y perversión de la tiranía trujillista.

Angel Miolán: un gran precursor

Por Juan Bolívar Díaz
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Con la partida de Angel Miolán al caer esta semana desaparece el último de la legión de líderes políticos que encarnaron las luchas contra la tiranía de Trujillo muy joven dentro del país y luego desde el exilio, y que sembraron la semilla de la  democracia dominicana en la primavera democrática de 1961.

Don Angel Miolán como todos los seres humanos tuvo virtudes y debilidades, aciertos y errores, pero la balanza se inclina grandemente a su favor y hay que reconocerlo como un gran precursor, no sólo de la libertad y la democracia, sino muy especialmente del desarrollo turístico dominicano.

 Fruto de sus andanzas por un largo exilio de 27 años, desde que retornó al lar nativo en 1961 estuvo convencido de las potencialidades turísticas del país, abogando por el desarrollo de esa industria. Director de Turismo en los finales de los sesenta y principios de los 70, estableció las bases para lo que hoy es una de las actividades productivas fundamentales. Todavía resuenan las burlas cuando impulsaba la celebración del Festival del Merengue y le preguntaban “y los turistas dónde están”, para responder: “en la mente de Miolán”.

Pero por más relevante que fuera su promoción del turismo, a don Angel habrá que recordarlo principalmente como un político de cuerpo entero y tiempo completo. Baste recordar que contaba apenas dos décadas de haber nacido en 1912 en Dajabón, cuando llegó a Santiago y se involucró en los primeros movimientos de resistencia a la incipiente tiranía de Trujillo. Tras una conspiración en 1934 tuvo que huir a Haití y de ahí al exilio que lo llevó a Cuba, México, Venezuela y Costa Rica.

Junto a Juan Bosch, Juan Isidro Jiménez Grullón, Cotubanamá Henríquez y Nicolás Silfa, le correspondió fundar en La Habana en 1939 el Partido Revolucionario Dominicano, la más duradera de las instituciones políticas nacionales que sería un instrumento fundamental en las luchas por la libertad y la democracia.

Cuando tras el ajusticiamiento de Trujillo en 1961 se discutió en el exilio si desafiaban a sus familiares y seguidores que pretendían mantener el régimen, Miolán fue de los que no dudó y se puso al frente de aquella comisión que llegó al país 35 días después. Ese mismo día cayeron las cortinas oscurantistas que dramáticamente  habían desgarrado durante un año los bravos del Movimiento Popular Dominicano encabezados por don Máximo López Molina.

Angel Miolán no sólo era un hombre valiente, sino un político inteligente, graduado en las fraguas de aquellas décadas de luchas contra las tiranías que azolaban la región, un gran estratega y organizador que se movió en el filo de la navaja de los remanentes del trujillismo sin darle oportunidad a que aplastaran la alborada democrática, siendo objeto de incomprensiones y sospechas porque dejaba a otros las actitudes radicales.

Todos los que tuvimos la oportunidad de verlo de cerca en aquellos días, lo recordamos sereno y confiado, insuflando optimismo, como buen maestro que fue, enseñando a cultivar el árbol de la libertad, descubriendo y promoviendo nuevos líderes.

Luego Don Angel tuvo sus vaivenes políticos, como casi todos los de su generación, en una democracia aún hoy adolescente, pero fue miembro distinguido de una generación de líderes que cultivaban la honestidad, que se adscribían a corrientes ideológicas, que apostaban al devenir de una nación mejor organizada y con justicia social.

De recia estirpe fue sindicalista y periodista, senador, diplomático y sirvió al Estado durante muchos años, hasta morir casi en la pobreza, sin nunca haber acumulado riquezas, que no las pretendió.

Su vida frugal y ordenada le premió con casi 98 años sin perder la lucidez. Hace sólo tres años fue ofendido cuando le regatearon una modesta pensión que le aprobó la Cámara de Diputados, con sobrados méritos por haber desempeñado múltiples y altos cargos públicos durante más de 30 años, cuando se han otorgado centenares por montos muy superiores a personas que nunca fueron servidores públicos, incluyendo a personas ricas y muchos que no la necesitan.

¡Salve don Angel Miolán! Precursor de libertades y del turismo nacional, que siempre conservó la humildad, la honestidad y la fraternidad, cuya memoria nos permite reivindicar la política, esa actividad tan vituperada en nuestros tiempos.