Por Juan Bolívar Díaz
Me ha conmovido en los últimos días ver a jóvenes dominicanos de clase media vistiendo una camiseta con la inscripción Give Haití a chance, que podemos traducir como démosle una oportunidad a Haití.
La oportunidad viene a propósito de las elecciones presidenciales del próximo martes día 7, cuyo primer desafío es que puedan transcurrir en términos aceptables para la comunidad haitiana y la internacional, y que queden revestidas de legitimidad.
Nadie debe esperar un proceso perfecto ni nada parecido. Demasiado dificultades ha habido que sortear para llegar a estos comicios después de dos años de incertidumbres y cuatro aplazamientos, y en medio de un ambiente de creciente inseguridad, violencia y delincuencia de todo género, hasta el punto de que se han reportado más de una decena de secuestros por día.
Después será preciso que la comunidad política haitiana, al menos los partidos reconocidos y los líderes más responsables, sumen esfuerzos y restan ambiciones para respaldar a quien resulte electo presidente y constituir un gobierno de amplia base política que permita iniciar una nueva etapa en la sufrida y empobrecida nación hermana.
Ese es el gran desafío, de ahí depende en gran medida que Haití pueda aprovechar esta nueva oportunidad para borrar del escenario internacional esa imagen de nación inviable que ha proyectado especialmente en los últimos años. Muestra de que no es fácil es que a las elecciones de este martes concurren 32 candidatos, después de la muerte de uno y el reciente retiro de otros dos. El minifundismo político, el sectarismo y la ambición no pueden tener mayor expresión.
Dentro de esa treintena de candidatos los que encabezan las encuestas son René Preval, Leslie Manigat, Charles Henry Baker, Serge Gilles y Paul Denis, todos personalidades reconocidas. Con mucha ventaja figura Preval, quien fuera primer ministro y luego presidente y único electo que ha concluido un período y entregado a un sucesor, que en este caso fue el presidente Jean Bertrand Aristide, depuesto hace dos años, en medio del desprestigio y el rechazo de importantes sectores sociales.
La ventaja que han dado las encuestas a Preval, con más del 30 por ciento de las intenciones de voto y muy lejos del 10 por ciento que otorgan al segundo lugar ocupado por Manigat, parece definir el panorama electoral, aunque tal vez tenga que ir a una segunda vuelta el 19 de marzo, al no alcanzar más de la mitad de los votos válidos.
En caso de que el favorecido fuera Manigat estaríamos frente a un prestigioso intelectual y catedrático internacional, que tuvo un efímero gobierno en 1988, tras un conato electoral auspiciado por los militares, que en poco tiempo se mostraron insatisfecho y lo depusieron.
Tanto Preval como Manigat podrían encabezar un gobierno y tener el reconocimiento internacional, fundamental para que Haití reciba la ayuda de todo género que precisa para sacudirse de sus dolores ancestrales y emprender un nuevo viaje hacia la superación. Ambos tienen también suficiente claridad sobre la necesidad de establecer nuevas y más auspiciosas relaciones con la República Dominicana, que abran una nueva era de cooperación y entendimiento en esta isla bendita.
Todos los dominicanos y dominicanas debemos hacer augurios y hasta oraciones para que Haití aproveche esta nueva oportunidad. Otra frustración acabará por sembrar la anarquía y elevar la violencia, la miseria y la fragmentación a términos inconmensurables. Debemos esperar que la mayoría de los políticos haitianos lo comprendan.
Justamente las elecciones tienen lugar al conmemorarse 20 años del final de la dictadura duvalierista, que por tres décadas maniató al pueblo haitiano y aniquiló gran parte de sus energías vitales. Son 20 años en los que se han sucedido golpes de estado, intentos electorales, frustraciones como la de Aristide y su movimiento Lavalás y dos intervenciones extranjeras, la última de las cuales todavía se mantiene.
Roguemos porque Haití pueda sacudirse de sus viejos dolores y preparémonos para aprovechar cualquier brechita de esperanza que aliente el inicio de un período de arranque democrático y de fortalecimiento de sus instituciones básicas.
Más allá de prejuicios y diferencias, los más interesados en que Haití salga adelante como nación y ponga remedos a su pobreza tenemos que ser los dominicanos y dominicanas. Nuestra comprensión tiene que ser un aliento a los que del otro lado de la frontera luchan por superar rémoras ya históricas. Sí, alentemos el aprovechamiento de esta nueva oportunidad para Haití. Con la alegría, frescura y oportunidad que lo reclaman en sus pechos generosos muchachos y muchachas dominicanas.-