El continuismo es endémico en RD

Juan Bolívar Díaz

La República Dominicana registra el 36 por ciento de las 14 reelecciones presidenciales ocurridas en América Latina en los últimos 40 años, duplicando a los otros siete países donde se han producido, y Joaquín Balaguer es el líder indiscutible con cuatro, con un intervalo de ocho años, seguido del peruano Alberto Fujimori, quien logró dos.

Más de un centenar de presidentes latinoamericanos se han retirado definitivamente tras cumplir sus períodos de gobierno, mientras apenas una decena logró retornar al poder tras uno o más períodos de alternabilidad.

Muy pocas reelecciones.  Cuando se pasa balance al proceso político latinoamericano de las últimas cuatro décadas se comprueba que, contrario al planteamiento nacional de que el poder no se abandona, las reelecciones presidenciales han sido mas bien excepciones que norma, y sólo República Dominicana y Brasil y Perú registran más de dos.

De dieciocho países latinoamericanos, excluyendo a Cuba, donde no ha habido comicios con más de un partido, sólo en seis se han producido reelecciones de los presidentes, ninguna de ellas en las naciones centroamericanas, donde más de 50 mandatarios se han retirado tras cumplir períodos de cuatro años de gobierno.

La República Dominicana es la líder en el reeleccionismo latinoamericano de las últimas cuatro décadas, cuando se ha fortalecido la tendencia a elegir sus gobernantes, aunque varios países, particularmente sudamericanos, pasaron por regímenes militares, el más prolongado en Chile donde se extendió por 17 años.

Joaquín Balaguer encabeza con amplia ventaja la lista de los gobernantes que han sido reelectos en esos 40 años, habiéndolo logrado en dos etapas, la primera en 1970 y 1974, y tras un intervalo de 8 años fuera del poder, nuevamente en 1990 y 1994. A esas cuatro hay que sumar la conseguida en el 2008 por el presidente Leonel Fernández, para totalizar cinco, que son el 36 por ciento de las 14 reelecciones ocurridas en la región.

Brasil y Perú son los otros países de la región donde se han registrado más de una reelección. En el primer caso por los presidentes Fernando Henrique Cardoso, que gobernó entre 1995 y 2003, y Luiz Inácio Lula da Silva, quien el año próximo concluye el período iniciado en el 2003. El peruano Alberto Fujimori es, aparte de Balaguer, el único que ha conseguido dos reelecciones consecutivas, aunque no pudo concluir su tercer mandato, habiendo gobernado del 1990 al 2001.

Los otros cinco presidentes que consiguieron una segunda elección consecutiva (una sola reelección) fueron Raúl Menem en Argentina (1989-99), Álvaro Uribe en Colombia (2002-10), Evo Morales en Bolivia (2005-15), Rafael Correa de Ecuador (2007-13) y  Hugo Chávez en Venezuela (1999-2013). Este tiene en realidad tres elecciones consecutivas, porque acortó su primer período a dos años tras una nueva Constitución.

Los que regresaron.   Son apenas diez los presidentes latinoamericanos que han logrado retornar al poder entre el 1970 y el 2010, después de por lo menos un período de intervalo. El primero en lograrlo fue Juan Domingo Perón, en Argentina,  el que más tiempo tardó en volver, del 1955 en que fue derrocado al 1973, pero para morir un año después. Le siguieron los venezolanos Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, quienes iniciaron sus segundos períodos en 1989 y 1994. Habían concluido sus primeras gestiones en 1979 y 1974, respectivamente.

Oscar Arias, de Costa Rica, retornó en el 2006, tras haber gobernado entre 1986 y 1990. El peruano Alan García salió del poder en 1990 para retornar en el 2006 y Daniel Ortega salió también en 1990 y volvió en el 2007. En Bolivia Gonzalo Sánchez de Lozada fue presidente entre 1993 y 97 y volvió a ser electo en el 2002, pero fue desplazado al año siguientes  por una asonada popular. Jean Bertrand Aristide y René Préval, en Haití,  también registran dos elecciones con intervalos cada uno, el primero en 1991 y 2001 y el otro en 1996 y 2006. El décimo que volvió fue Leonel Fernández, quien lo consiguió sólo 4 años después de haber salido del poder en el 2000.

Durante las cuatro décadas indicadas la República Dominicana, Colombia, Guatemala y Costa Rica son de los que más elecciones con intervalos regulares han tenido, 11 en cada caso. México y Venezuela registran menos porque sus períodos presidenciales han sido de 6 años en el primer caso, y de 5 y ahora 6 en el segundo.

Han sido muy escasos los que han fracasado en el intento de volver tras un intervalo fuera del poder. Más de un centenar se resignó a un solo período. Por ejemplo en los seis países de América Central, incluyendo a Panamá,  ha habido 53 presidentes electos y sólo Arias y Ortega se repostularon y volvieron después de haber dejado el poder.

Puro providencialismo.   El continuismo que hasta mediados del siglo pasado fue una epidemia política en América Latina, está fundado en el providencialismo. Comienza siempre proclamando imprescindible al gobernante de turno, que al principio se sonroja, luego deja correr la pelota y al final entra al juego, a menudo incentivado por temor a que su partido pierda el poder y le pasen cuenta por malversaciones y hasta crímenes.

El primer pretexto para alentar las ondas reeleccionistas es que si el mandatario se acoge a la Constitución y proclama que no se va a repostular, “lo dejan solo” y se debilita el gobierno. Eso obliga a sus partidarios a hacer el coro o por lo menos guardar discreto silencio para no caer en desgracia, mientras se prepara el escenario para la continuidad.

Cientistas sociales como Daniel Zavatto, quien ha venido múltiples veces al país, atribuyen el continuismo a las debilidades institucionales, la personalización de la política y al hiperpresidencialismo. Siempre tiene un costo institucional, democrático y hasta económico, pues se practica abusando de los recursos del Estado.

En el caso dominicano el continuismo invade todas las instituciones y los funcionarios y líderes no conciben el retiro. Don Antonio Guzmán no pudo pasar la prueba de la descompresión del poder y prefirió suicidarse. Hipólito Mejía intentó continuar en medio de una terrible crisis financiera cuando muy pocos lo veían posible, y ya está en ajetreos para retornar. Balaguer, ciego, quería volver a los 94 años, y Juan Bosch fue candidato con dificultades mentales y casi nonagenario.

Pero la renuencia al retiro supera la política y se constituye en una endemia cultural en el país. Por eso los actuales jueces de la Suprema Corte interpretaron que no se les puede aplicar la ley de carrera judicial que plantea su retiro a los 75 años, aún cuando le garantiza el 90 por ciento de su salario, como justa compensación. Tres extraordinarios directores de periódicos, Don Rafael Herrera, Germán Ornes y don Mario Álvarez, murieron en sus puestos de mando, pese a sufrir largas enfermedades. Y glorias del béisbol como Samuel Sosa y Pedro Martínez han rehuido proclamar su retiro.-

El tercero traumático

El planteamiento de que un tercer período de gobierno consecutivo es dañino se convierte en un axioma, a la luz de la historia latinoamericana. En el caso de Joaquín Balaguer desde su primera reelección en 1970 medió la fuerza militar y el abuso total del poder. Lo mismo ocurrió en 1974. Esas dos elecciones no catalogan como democráticas. Y la siguiente, en 1978, concluyó en derrota y una grave crisis política cuando intentó desconocer por la fuerza ese  resultado.

Lo mismo ocurriría en el segundo período de gobiernos balagueristas, con sus reelecciones  de 1990 y 1994, ésta última derivada en la peor crisis política nacional tras la guerra civil y la intervención norteamericana de 1965.

El caso de Alberto Fujimori en Perú es paradigmático. Logró una cómoda y fácil reelección en 1995, tras haber tenido suerte con la captura del líder de Sendero Luminoso Abimael Guzmán y con la estabilización de la economía que había encontrado maltrecha en 1990. Para repostularse la primera vez hubo de reformar una Constitución que la prohibía, instituyendo una reelección. Para buscar una segunda reelección sustituyó tres jueces del Tribunal Constitucional para conseguir una “Ley de interpretación auténtica”, según la cual con la nueva carta magna se contaba de nuevo y por tanto podía postular para un tercer período consecutivo. Es justamente lo que postulan aquí quienes plantean que las elecciones del presidente Leonel Fernández anteriores a la Constitución proclamada en enero no cuentan para la prohibición de la reelección inmediata que postula su artículo 124, lo que, según esa “interpretación auténtica”, le permite postularse de nuevo en el 2012.

Para lograr el tercer período consecutivo, Fujimori pervirtió no sólo el Tribunal Constitucional, sino muchas otras instancias democráticas, y Vladimiro Montesinos compró políticos, comunicadores y hasta empresarios y religiosos. Se impuso a todo costo, pero la explosión de los “Vladivideos”, desató una crisis política que lo obligó a huir del Perú cuatro meses después, en noviembre del 2000. Extraditado en el 2007 cumple condenas que suman 32 años de cárcel por latrocinio, matanzas, secuestros y abuso de autoridad.

 

Es urgente renovar el diálogo con Haití

 Por Juan Bolívar Díaz
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Todavía no está segura la visita del presidente Préval  que renovaría la Comisión Mixta Bilateral para una etapa de negociaciones sobre asuntos de interés mutuo.

Aunque aquí se ha puesto fecha dos veces para una tentativa visita del presidente de Haití, René Préval, la realidad es que todavía no se ha concretado nada y parece necesario crear las condiciones adecuadas para lograrlo, con la expectativa de que abra una nueva etapa de negociaciones bilaterales tras una década de interrupción.

Tanto en el gobierno dominicano como en sectores empresariales y sociales aumenta la convicción de la necesidad de buscar acuerdos sobre problemas fundamentales como la migración, el comercio y la cooperación, sobre todo al entrar en vigor el tratado de libre comercio con la Unión Europea.

Una iniciativa positiva   La opinión pública nacional fue sorprendida cuando el 18 de diciembre el secretario de Economía, Planificación y Desarrollo, Temístocles Montás, viajó a Haití y se entrevistó con el presidente René Préval y con su nuevo primer ministro, Jean Max Bellerive, a lo cual siguió el anuncio de que el mandatario visitaría el país en enero en interés de reactivar la Comisión Mixta Bilateral creada hace trece años, pero inactiva desde hace una década.

En principio se dijo que la visita de Préval sería en la primera semana de enero y luego fuentes extraoficiales la anunciaron  para la segunda, mientras se informaba que el embajador dominicano en Puerto Príncipe, Rubén Silié, coordina con las autoridades.

Sin embargo, todavía el viernes el embajador Silié no estaba en condiciones de precisar fecha, aunque sí confirmó que el asunto se maneja diplomáticamente, razón por la cual no podía entrar en detalles. Pero en fuentes cercanas al gobierno de Haití se advirtió que todavía es temprano para anunciar una fecha. Uno de los consultados dijo que de materializarse ya sería para la segunda mitad del mes.

Las fuentes haitianas indican que la visita del secretario Montás fue bien acogida por las máximas autoridades haitianas y citaron las palabras del primer ministro en la cena que dedicó al visitante: “Toda la gente responsable en Haití sabe que no hay futuro, no hay estabilización, no habrá paz si no se plantea una relación positiva entre los dos países”. Bellerive expresó su esperanza de que lo antes posible sea reactivada la Comisión Bilateral, incluso sugiriendo que podría ser antes de la visita al país del presidente Préval.

Crear condiciones   Asesores del presidente Préval tendrían la misión de esbozar pasos concretos, primero para viabilizar la visita y, luego, para que la misma no resulte en una nueva frustración, quedándose en lo meramente protocolar. En Puerto Príncipe se  considera que todo lo relacionado con la visita y tentativos acuerdos ha de manejarse en forma bilateral, empezando por las informaciones. Y aunque no lo dicen abiertamente, está de por medio un largo período de muchos desencuentros y pocas coincidencias.

La circunstancia de que este es un año electoral en los dos países hace más difícil el tránsito a la cooperación, debido al creciente nacionalismo en las dos naciones. Para el próximo 28 de febrero están programadas elecciones legislativas en Haití, y para fin de año las presidenciales. Y el presidente Préval está estrenando su nuevo partido Le Unité. También se toma en cuenta que en República Dominicana hay elecciones legislativas y municipales en mayo.

La situación es tan sensible que recientes deportaciones masivas de haitianos podrían dificultar los avances bilaterales. En los últimos meses la opinión pública haitiana fue impactada por acontecimientos tan negativos como el asesinato e incineración de tres haitianos en el suroeste dominicano. Al comenzar noviembre una treintena de influyentes intelectuales, artistas y dirigentes políticos y sociales haitianos dirigieron una carta al presidente Leonel Fernández en tono respetuoso y conciliatorio pidiéndole sus  buenos oficios para garantizar la seguridad de los haitianos residentes en el país.

 Los signatarios se quejaban de campañas antihaitianas, pero se manifestaban “conscientes de la obligación de nuestro país de regular su migración hacia la República Dominicana a fin de no superar un nivel manejable por las autoridades dominicanas”. Y pedían “reactivar con el Ejecutivo haitiano los mecanismos de cooperación binacional para debatir, en la serenidad, todos los problemas y controversias actuales entre nuestros dos países”.

El presidente Fernández todavía no ha respondido la carta de los haitianos, pero al visitar Francia un mes después se dio el lujo de señalar las reformas constitucionales que a su juicio deben hacer los haitianos, entre otras para eliminar el primer ministro, y además pidió extender por diez años la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilidad de Haití, que se renueva por un máximo de un año y que el estamento intelectual y político haitiano había comenzado a pedir su final. Un intelectual haitiano preguntó recientemente cómo reaccionaría la opinión pública nacional si un presidente haitiano planteara las reformas constitucionales que deben hacer los dominicanos.

Creciente conciencia   Aunque las posiciones ultranacionalistas han estado muy activas en el país, cada vez hay más conciencia en diversos sectores dominicanos de la necesidad de lograr acuerdos con Haití para institucionalizar la migración, el comercio y la cooperación entre las dos naciones, indisolublemente unidas por la geografía insular.

 Las mejores muestras de ello son los dos gruesos  documentos emitidos por la Conferencia del Episcopado Dominicano en el 2005 y por el Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP) en el 2008, en los que se reclama una nueva etapa de entendimiento y cooperación entre las dos naciones, sin limitarse al interés nacional de controlar la masiva inmigración haitiana.

 En un extenso análisis titulado “El Reto Haitiano en la República Dominicana”, el CONEP plantea que el tema haitiano es prioritario en la agenda nacional. No puede seguir siendo desconocido, tampoco desatendido”, y sostiene que Haití, concomitantemente con los Estados Unidos, “es la nación a la que debemos prestar mayor atención, no sólo porque compartimos ecosistemas, tenemos una frontera común y un significativo intercambio comercial con esa nación sino también de manera más perentoria por la masiva inmigración anual de jornaleros haitianos al país”.

El máximo organismo empresarial dominicano formuló una veintena de propuestas en asuntos de interés para las dos naciones, desde el cumplimiento de la ley de migración promulgada en el 2004 y aún sin el correspondiente reglamento, hasta la garantía de derechos humanos y laborales de los inmigrantes haitianos. Aludiendo al tratado de libre comercio y cooperación con la Unión Europea, ya ratificado por República Dominicana y Haití, el CONEP plantea que “estos dos países deberán otorgarse entre sí lo que le  conceden a Europa, no sólo en el aspecto arancelario, sino también en las demás disciplinas y los procedimientos incorporados en el EPA”.

Los empresarios dominicanos han descubierto progresivamente que los haitianos no sólo suplen mano de obra barata e incondicional, sino que son un mercado privilegiado para las exportaciones nacionales que, en 2009, alcanzaron a 900 millones de dólares, quinta parte del total, según declaró por Teleantillas el presidente de la Asociación Dominicana de Exportadores, Ricardo Koenig. Y apenas importamos de Haití diez millones de dólares.-

Falta voluntad política

Uno de los firmantes de la carta al presidente Fernández cree que la visita de Temístocles Montás a Haití fue la respuesta del presidente Fernández, quien estaría acogiendo la petición de “reactivar los mecanismos de cooperación binacional” y aprecia la iniciativa. Pero enfatiza en la necesidad de que una reunión de los jefes de Estado de las dos naciones no sea meramente protocolar. Se requiere una firme voluntad política de ambos lados para adelantar acuerdos.

Señala que es en ese nivel donde tendrán que darse pautas definitivas para lograr nuevos acuerdos y que sean cumplidos en materias tan delicadas como migración, seguridad fronteriza y comercio. Tienen que partir de un reconocimiento de las crecientes dificultades en ambos lados para canalizar acuerdos y ayudarse mutuamente, tomando en cuenta las dificultades crecientes. Dejar las políticas fundamentales en manos de comisionados, sin capacidad para tomar decisiones, es seguir dándole largas a los problemas y aplazar soluciones.

La Comisión Mixta Bilateral Domínico-Haitiana fue creada mediante una declaración conjunta de los presidentes Joaquín Balaguer y René Préval en ocasión de una visita de éste al país el 13 de marzo de 1996. Se reunió por primera vez en Puerto Príncipe en septiembre de ese año, tras el inicio del primer gobierno del presidente Fernández, y celebró reuniones semestrales en las dos capitales hasta 1999.

Los comisionados lograron acuerdos sobre migración, seguridad fronteriza, comercio, cooperación para salud humana, animal y vegetal y en deportes, y para estudios universitarios. Pero algunos de los acuerdos, especialmente para garantizar repatriaciones ordenadas y con respeto a los derechos humanos fueron ignorados, lo que creó un muro de incomunicación que lleva diez años.

El 22 de mayo del 2007 el presidente Fernández dio un paso adelante en interés de reactivar la Comisión Bilateral. Con su decreto 263 renovó los comisionados dominicanos y hasta designó tres asesores: Bernardo Vega, Wilfredo Lozano y el fallecido Frank Marino Hernández. Nunca han sido convocados.

 

Haití en la hora de la conciliación

Por Juan Bolívar Díaz

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Una vez más las élites políticas  y sociales de Haití afrontan el desafío de la conciliación para garantizar la gobernabilidad y un período de recuperación, tras los resultados de las elecciones del pasado día 7 que dieron a René Preval como nuevo presidente.

El éxito de la jornada de votación quedó empañado por denuncias de fraude,  presiones callejeras y precaria superación del 50 por ciento de los votos por el candidato proclamado presidente por el Consejo Electoral con obvio respaldo de la comunidad internacional presente en la vecina nación.

Corresponde a Preval y su partido tomar lainiciativa para iniciar un régimen político de amplio espectro, de inclusión y conciliación, que le permitagobernar con autonomía de los grupos radicales que siguen al expresidente Aristide y al mismo tiempo viabilizar una amplia ayuda económica internacional.

El resultado electoral

El pueblo haitiano no dejó dudas sobre su disposición al juego democrático y sus expectativas de superar la crisis política en que se ha debatido durante demasiado tiempo. Más de dos tercios de la población apta para el sufragio acudió a las urnas el 7 de febrero y lo hizo en orden, con paciencia y entusiasmo, aunque en dos o tres centros de votación hubo desbordamientos.

Dos muertos por asfixia y otros tanto en un acto de violencia no fueron suficientes para manchar la jornada de votación. Casos similares se han registrado en votaciones dominicanas y en otros países de más arraigo democrático. Proporción insignificante en relación a la violencia cotidiana que sacude a la vecina nación.

Lo que sí ha arrojado sombras sobre el proceso ha sido la lentitud del cómputo, que no había concluido todavía en la madrugada del jueves, nueve días después de la votación, cuando se proclamó el triunfo de Preval, y todavía se ignoran los resultados para la integración del parlamento llamado a escoger el primer ministro, quien es el responsable de la formación del gabinete de gobierno.

Las denuncias de fraude, poco documentadas más allá de unas cuantas bolsas de votos halladas en basurero, que bien podrían haber sido sobrantes, y la presión de las masas con amenazas de violencia en las calles, también han dejado manchas sobre el proceso electoral haitiano.

La sombra más relevante es que hayan tenido que prorratear los votos en blanco para que Preval alcanzara el 51 por ciento del sufragio, y pudiera ser proclamado presidente, lo que ha dejado margen para los alegatos de ilegalidad que aduce el bloque de partidos que había pactado una alianza en torno al que quedara en segundo lugar para una segunda vuelta el 19 de marzo. Los votos en blanco fueron el 4.67 por ciento de la votación. Parecía más lógico que lo hubiesen hecho con el 7 por ciento de los anulados.

Préval es el presidente

De cualquier forma, con el 48.76 por ciento de los votos era inevitable que René Preval se alzara con la presidencia, superando la totalidad de los alcanzados en conjunto por los demás 32 candidatos participantes, sobre todo cuando el segundo más votado, Leslie Manigat, apenas llegaba al 11.83 por ciento.

Con tales proporciones era una insensatez someter ese país a los costos y riesgos de una nueva campaña electoral, ya que era virtualmente imposible evitar que Preval consiguiera la victoria en la segunda ronda el 19 de marzo. Eso sólo serviría para dividir más profundamente el país en dos bloques, y generar una nueva crisis de ingobernabilidad en el remoto caso de que el segundo pudiera salir victorioso.

Con 49 a 12 por ciento era más imperativo que se reconociera la victoria de Preval que aquí en el 2000 cuando Hipólito Mejía logró el 49.85 por ciento frente al 25 por ciento de Danilo Medina. Otro precedente de sensatez política se registró en Perú en el 1985, cuando Alfonso Barrantes declinó la segunda vuelta con un registro del 24 por ciento frente a un 47 de Alan García.

Fue evidente que la comunidad internacional, presente en Haití con una fuerza militar de intervención, no estaba dispuesta, en tales circunstancias, a correr los costos y riesgos de una segunda ronda que consideraba inútil. Aunque el secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, lo negara, han quedado pocas dudas de que hubo presión externa para la proclama de Preval. Se atribuye al asesor del presidente brasileño Lula Da Silva, Marco Aurelio García, la solución del prorrateo.

Manigat y sus seguidores se aferran al imperativo de la ley, que lo mismo hubiese regido si faltara un solo voto para la mitad del sufragio. El problema se resolvía con el reconocimiento de que ante tales proporciones no había nada que buscar en segunda vuelta, siguiendo los precedentes peruano y dominicano.

En Perú no hubo que presionar a Barrantes, quien era un caballero de la política. Aquí Joaquín Balaguer, quien casi tenía los mismos votos que Medina, forzó el retiro de éste, al dar por elegido a Mejía.

Aparentemente en Haití no pudieron persuadir a Manigat y los suyos de que declinaran a favor de la gobernabilidad.

Aunque aducen que la segunda vuelta fortalecería la institucionalidad y salvaría el respeto a la ley, el bloque en torno a Manigat también reaccionaba frente al chantaje de la violencia puesto en marcha con las masas de seguidores de Preval en las calles. Consideran que la salida fue “un premio a la violencia”, como dijo un destacado intelectual haitiano. También rechazan la presión internacional. La llamada Alianza de los Nueve, que respaldaría a Manigat en segunda vuelta, incluye al candidato que ocupó la tercera posición, con 9 por ciento del sufragio, el empresario Charles Henry Baker, a los partidos que encabezan Serge Gilles, Paul Denis y Evans Paul, así como a la Organización del Pueblo en Lucha OPL que lideraba el fallecido Gerard Pierre Charles.

Hora de la conciliación

Más allá de la legalidad, en las presentes circunstancias Haití pasa necesariamente por una negociación política que permita superar la crisis de las últimas décadas y valerse por sí mismo al margen de los 8 mil 867 soldados y policías y 160 voluntarios de las Naciones Unidas y de los 438 funcionarios internacionales presentes en el país.

A 35 años de la muerte del tirano Francois Duvalier y a 20 de la expulsión del poder de su hijo Jean Claude, Haití ocupado por tropas extranjeras que precariamente evitan el caos, tal vez precise de una transacción al estilo dominicano, que en varias oportunidades, la última en 1994, no respetó la ortodoxia institucional, pero impidió que este país cayera en el abismo y abrió puertas al crecimiento económico-social y al mejoramiento de las instituciones democráticas.

Tal como expresó recientemente el intelectual haitiano Steven Gehy en un artículo publicado en Clave Digital, las expectativas y el alborozo que siguieron al final de la dictadura duvalierista de tres décadas se esfumaron y el resultado es “todo lo contrario de lo esperado: la miseria creció, los pobres se hicieron más pobres y la democracia que se intentó implementar más de una vez, fue constantemente agredida por numerosos golpes de estado encabezados por sectores conservadores y retrogrados”.

El problema haitiano luce más complicado por la extrema precariedad económico-social y por la carencia de fuertes y representativos partidos políticos, lo que explica que los candidatos presidenciales llegaran a 33, después que decenas fueron descalificados al no llenar los requisitos legales. Los protagonismos y ambiciones individuales están por encima de las instituciones.

El secretario general de la OEA, Insulza, y el delegado de las Naciones Unidas Juan Gabriel Valdez, parecieron certeros al proclamar el jueves en rueda de prensa que para Haití ha llegado la hora del diálogo nacional y la reconciliación.

Corresponde a los sectores más esclarecidos de la sociedad haitiana, nucleados en la Alianza de los Nueve, reconocer la realidad de su país con todas sus precariedades  y disponerse a una transacción que abra las puertas a la recuperación de la soberanía y a un cierto orden para, con la ayuda internacional, empezar a recrear la esperanza.

Un gobierno de unidad

En las actuales circunstancias sólo un gobierno de unidad permitiría iniciar la recuperación de Haití. Ya pasa necesariamente por el reconocimiento del relativo triunfo de René Preval, a quien corresponde la iniciativa, hasta para garantizarse un mínimo de gobernabilidad. Jean Michel Caroit, el corresponsal de Le Monde en la isla, cree que es posible porque el presidente electo se lo planteó antes de los comicios.

Un gobierno que incluya a las demás fuerzas concurrentes al proceso político haitiano es fundamental para que Preval pueda gobernar con autonomía del aristidismo. Tiene que tener más disposición a la negociación por la precariedad con que ha sido proclamado presidente. En una segunda vuelta el 51 por ciento podría haberse convertido en 60 o 70 por ciento y entonces hubiese sido más difícil que se aviniera a un gobierno de amplia base política.

No hay que olvidar que los sectores opuestos a Preval estaban enfrentados al caudillo Aristide que había devenido en dictador, y que provocaron su caída hace dosaños, junto a la intervención extranjera. Desde entonces la crisis se agrava sistemáticamente. Evitar que Preval tenga que apoyarse en el exsacerdote, parece fundamental para superar la crisis.

El sistema semi-parlamentario haitiano puede facilitar la constitución de un gobierno de unidad, con una negociación política que determine un primer ministro de conciliación, alguna figura de la intelectualidad o la tecnocracia aceptable para todos y con participación pluralen el gabinete.

La iniciativa de Preval no puede dilatar, ni siquiera esperar la definición del parlamento, para lo cual es casi seguro que habrá segunda vuelta el 19 de marzo.

Debe jugar un papel la mediación de la comunidad internacional, no sólo de las naciones participantes en la fuerza de las Naciones Unidas, sino también los bloques de partidos a los cuales están vinculadas las organizaciones políticas haitianas. La alternativa sería la profundización  del caos y la miseria que consumen y degradan a la primera nación independiente de América Latina.-