La inmigración sacude a Europa

Por Juan Bolívar Díaz
06_09_2015 HOY_DOMINGO_060915_ Opinión9 A

Europa, el viejo continente, la expresión primigenia de la llamada civilización occidental y cristiana, está sacudida y fuertemente dividida por una invasión de refugiados políticos y económicos en proporciones sin precedentes, realmente alarmantes, que constituyen una auténtica calamidad humana.

Oleadas de inmigrantes asiáticos y africanos desafían el mar en frágiles embarcaciones que naufragan una y otra vez, arrojando una carga de cadáveres sobre las playas. Ya 71 aparecieron asfixiados en un camión abandonado en una carretera de Austria. El cuerpo exánime de un niño de tres años, recogido por un guardia costero ha estremecido la conciencia de millones de europeos que no saben qué hacer con tanta calamidad.

Suman 351 mil los migrantes que han alcanzado territorio europeo en los primeros 8 meses del año, 60 por ciento superior al mismo período del 2014, de los cuales decenas de miles hubieron de ser salvados de los naufragios. Aunque dramáticamente otros 2,643 fueron rescatados cuando ya se habían ahogado en el portal europeo.

Dos terceras partes, 234 mil, han entrado por Grecia y casi el resto, 114 mil, por Italia. La mayoría quieren llegar a Alemania, la tierra prometida europea, lo que han logrado unos 300 mil, de los cuales 114 mil han solicitado refugio político, en un fuerte desafío para esa sociedad, donde grupos nacionalistas han protagonizado más de 300 ataques a hogares de acogida y centros de refugio. Aunque muchos más alemanes han mostrado sensibilidad y solidaridad con ayuda hasta excedente para los recién llegados.

El Gobierno alemán reclama, con justicia, que todos los países de la Unión Europea reciban proporciones de los inmigrantes, advirtiendo que peligran los acuerdos de libre tránsito y las esencias de la Unión Europea. La crisis llevó esta semana al cierre del euro túnel que une a Gran Bretaña con el continente, cuando oleadas humanas lo invadieron, buscando ensanchar esa alternativa. Estaciones de trenes y carreteras también han sido objeto de restricciones.

El drama es mayúsculo, como si los europeos estuvieran pagando las invasiones colonialistas, la dominación política, extracción de recursos y explotación esclavista que ejercieron por siglos sobre los países tercermundistas. O la creación de naciones artificiales, en alianzas con grupos dominantes que han monopolizado las riquezas locales.

Una gran parte de los que ahora asaltan la frontera del bienestar europeo son víctimas directas de las guerras y desestabilización que han sacudido en las últimas décadas a Irak, Afganistán, Siria, Líbano, Libia, Túnez, Medio Oriente, con armamentos, financiamiento, animación y participación directa europea y norteamericana. La tercera parte son mujeres, niños y niñas verdaderas víctimas de la violencia, incluida las últimas bárbaras expresiones del Ejército Islámico.

Media también un enorme tráfico con la pobreza de muchos otros países africanos, cuyos habitantes hacen lo que siempre ha hecho la humanidad, moverse en dirección al bienestar. Pero Europa naufraga con esa proporción de inmigrantes, nueva expresión de que un mundo tan desigual, violento y excluyente no ofrece garantía para nadie.

Estadistas y humanistas expresan preocupaciones, porque “la humanidad se estrella en las costas europeas”. El Papa advierte contra la tentación de “la globalización de la indiferencia”. No hay espacios para la xenofobia ni se concibe la expulsión de tan grandes contingentes humanos. Queda la necesidad de soluciones de fondo, compartidas, solidaridad humana, nuevas políticas que promuevan la paz y la inclusión y mayor inversión económica en el mundo de la pobreza.

 

Gonzalo Vargas Llosa

Por Juan Bolívar Díaz
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El discurso de odio y exclusión que ha proliferado en el país en el último año se ha concentrado en este hombre de tanta gentileza y suavidad, que parece un dechado de fuerzas espirituales que se prodigan a su alrededor con la firmeza de quien es consciente de encarnar un papel de humanidad, aunque con la voz peruana que no suele pasar del medio tono.

Los que lo hemos tratado durante los casi cinco años en el país como representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) hemos encontrado en Gonzalo Vargas Llosa un ser humano elegante, que conjuga las dotes del diplomático con la convicción de quien tiene una misión que trasciende el empleo para ganarse la vida.

Pero Gonzalo fue escogido como chivo expiatorio del radical rechazo universal al genocidio civil que inició en el 2007 la Junta Central Electoral y que pretendió revestir de legitimidad la sentencia 168 del Tribunal Constitucional en perjuicio de decenas de miles de dominicanos de ascendencia extranjera, en su mayoría haitianos. A él le han cobrado el vigoroso artículo con que su padre, el laureado escritor Mario Vargas Llosa, rechazó el genocidio civil dominicano.

El ACNUR, como todos los organismos internacionales, ya de las Naciones Unidas como de la Organización de Estados Americanos, al igual que la inmensa gama de organizaciones internacionales no gubernamentales, ha defendido vigorosamente a una extensa población colocada en situación de apatridia, excluida en su propia tierra, condenada de vivir una especie de apartheid.

Nada de lo que hizo o dijo Vargas Llosa rebasó los límites de la prudencia y contó siempre con la aprobación de sus superiores jerárquicos, pero los grupos que han saturado de odio el medio ambiente de la isla le han querido cobrar el generalizado rechazo internacional, sin el cual el genocidio civil hubiese quedado como hecho cumplido, sin el remedio limitado de la Ley 169-14, que algunos todavía resisten.

La ignorancia de la historia del ACNUR llevó el fanatismo al extremo de pedir la declaración de “no grato” o la expulsión de Gonzalo Vargas Llosa, incluyendo resoluciones de la Cámara de Diputados y de del Concejo de Regidores del Ayuntamiento del Distrito Nacional. Han sido acciones irreflexivas que en nada ayudan a mejorar la imagen internacional del país en materia de derechos humanos. Porque esa institución solo ha sido no grata para tiranías y dictaduras, donde ha salvado miles de vidas y protegido el derecho a la libertad.

Gonzalo debería ser desagraviado por el Gobierno del presidente Danilo Medina, como ya lo fue por unos sesenta amigos que le ofrecieron una cena de despedida esta semana, y lo que también están haciendo embajadas y organismos internacionales que reconocen su entereza y dedicación.

El discurso de Roberto Alvarez en la despedida expresó el profundo aprecio de sus amigos dominicanos, tras dar cuenta de las delicadas tareas cumplidas por este ilustre peruano antes de llegar al país, en escenarios tan complejos como la guerra de Bosnia, Libia, Afganistán, Pakistán, Sudán e Indonesia.

Gonzalo respondió con elegancia expresando admiración por “los valores que verdaderamente caracterizan al dominicano y a la dominicana, por los que “quieren tender puentes de entendimiento con sus vecinos y hermanos haitianos, y no levantar muros fronterizos de la discordia”. Para terminar planteando que “donde sea que me lleve el ACNUR en los próximos 15 años antes de jubilarme, cada vez que me encuentre en una situación muy difícil, donde hasta puede que llegue a dudar de mi vocación, buscaré nuevamente inspiración y motivación en el recuerdo de esos dominicanos solidarios con las víctimas del terremoto de Haití, en la lucha valiente de Juliana Deguis Pierre y en el coraje ejemplar de todos los aquí presentes”.