El hombre más peligroso

 

 

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Un comentarista de la cadena de Televisión Foxnews ha causado impacto por haber calificado al Papa Francisco como el hombre más peligroso de nuestro tiempo, a propósito de su última encíclica “Laudato Si” en la que denuncia a los grandes poderes del mundo por estar matando la tierra y todo lo que hay en ella con la alarmante contaminación que genera destructivos cambios climáticos, planteando la necesidad de “eliminar las causas de las disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente”.

En ese reciente documento el Papa sostiene que de continuar la actual destrucción “este siglo podría ser testigo de cambios climáticos inauditos y de una destrucción sin precedente de los ecosistemas, con graves consecuencias para todos”. Pero seguramente lo que mueve la preocupación del comentarista de la cadena de televisión más conservadora de Estados Unidos, fue la siguiente frase papal: “la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable, el derecho a la propiedad privada”.

Ya anteriormente el obispo argentino de Roma, en su exhortación pastoral Evangelii Gaudium había proclamado que “esta economía mata”, sobre lo que abundó elocuente y firmemente en el discurso que pronunció ante el encuentro de Movimientos Populares en su reciente viaje a Bolivia donde se identificó con los esfuerzos por disminuir la exclusión de las mayorías, para disgusto de los neoconservadores de todo el mundo.

Allí se agigantó la figura del Papa que reivindica la pobreza de San Francisco de Asís diagnosticando que “cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos y la avidez por el dinero tutela todo el sistema socio-económico, arruina la sociedad, condena al hombre y lo convierte en esclavo”. Llamó a los campesinos, indígenas y trabajadores de 40 países, allí representados, a “luchar por la triple T, tierra, techo y trabajo,” y a organizarse para poner la economía al servicio de los pueblos.

“Queremos un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta. No lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos. Y tampoco lo aguanta la tierra, la hermana Madre Tierra, como decía San Francisco”, proclamó.

Todavía más, el Papa les dijo: Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está en gran medida en sus manos. Les invito a construir una alternativa humana a la globalización excluyente. No se achiquen”. Aunque dijo no tener recetas, los llamó a buscar un cambio para “poner la economía al servicio de los pueblos y a oponerse a una economía de exclusión e iniquidad”.

Se trata del discurso más progresista de Papa alguno, incluso más atrevido que el de las encíclicas papales que como la Rerum Novarum de 1891, la Quadragésimo Anno de 1931 y la Mater et Magistra de 1961, constituyeron planteamientos revolucionarios para sus épocas. Y Francisco lo dijo directamente a los líderes de los movimientos populares.

Es indudable que este Papa es peligroso, porque con su ejemplo personal está trazando nuevas pautas a una iglesia cuyos pastores se confundieron con los poderes establecidos y perdieron su responsabilidad profética, renunciando hasta a promover las organizaciones intermedias que en la doctrina social de la Iglesia Católica están llamadas a ser sal y levadura de la tierra. Abundaron los que sentados a las mesas de los poderosos, abominaron de las protestas y reclamos de los excluidos.

Hay que celebrar los atrevimientos de este Papa peligroso que rescata la mansedumbre del inmenso rabit de Galilea y proclama la liberación de la opresión, de la miseria y la exclusión. Cuyo ejemplo de vida modesta, su renuncia al oropel y a estar a la sombra de los poderes dominantes, lo proclaman como un gran profeta de nuestro tiempo.

 

Que justicia y paz se encuentren

Por Juan Bolívar Díaz
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El Mensaje de la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) emitido con motivo del 171 aniversario de la Independencia Nacional ha sido considerado uno de los más progresistas y abarcadores de la historia de esa institución, comparándosele con la histórica pastoral de enero de 1960 que denunció los excesos de la ya entonces moribunda dictadura de Trujillo.

Esta vez los obispos no están denunciando una dictadura, pero diagnostican con claridad y valentía muchos de los males que agobian a la sociedad en los ámbitos económicos, institucionales, políticos y sociales, formulando propuestas para que la justicia y la paz se hagan realidad. Las preocupaciones y el lenguaje parecen fruto de ese nuevo “aggiornamento” que para la Iglesia Católica está representando el Papa Francisco.

El mensaje, titulado “Que la Justicia y la Paz se encuentren”, se fundamenta en el concepto bíblico de la paz que “designa el bienestar de la existencia cotidiana, el estado del ser humano que vive en armonía con la naturaleza, consigo mismo, con Dios; concretamente, la paz es bendición, reposo, gloria, riqueza, salud, vida.” Citan el Salmo 18: “la justicia y la paz se besan”.

Tras la fundamentación en la doctrina social de los católicos, el documento plantea que en el país la justicia y la paz no se encuentran, coincidiendo con los estudios que diagnostican una enorme inequidad y sosteniendo que “persiste una violencia institucionalizada”, con niveles de pobreza de 40 por ciento, muy superior al 19 por ciento de la región, con 20 por ciento en la indigencia, que fueron las cifras del reciente informe 2015 de la Comisión Económica para América Latina, CEPAL.

La CED sostiene que “Es en este modelo excluyente de crecimiento económico material que se debe buscar la explicación fundamental del desasosiego y la violencia cotidiana en que vive la generalidad del pueblo dominicano”. Y lo primero que desasosiega “es no saber a quién acudir ni a qué atenerse”, por una débil institucionalidad que se percibe en casi todas las esferas, como salud, vivienda, descanso, trabajo, circulación pública, seguridad, contratos y “especialmente en los aspectos fiscales, es decir en la manera en que el gobierno recauda y gasta los recursos que son de todos”.

Denuncian la corrupción pública y privada, fuente de inequidad y desconfianza, el clientelismo y la política concebida como negocio, las carencias del sistema eléctrico, la baja inversión en salud, la menor en la región, que “no puede seguir secuestrada por intereses económicos privados que basan su actividad empresarial en el lucro desmedido”.

El mensaje es descarnado al referirse a “la preocupante situación de la independencia de los Poderes del Estado” que son percibidos “sujetos a unos cuantos líderes y a un solo partido”, con cuotas de poder institucional utilizadas “para agendas políticas e ideológicas, en detrimento del reconocimiento automático de los derechos fundamentales. Tampoco evaden denunciar un endeudamiento excesivo.

Los obispos siguen la línea del Papa Francisco que se preocupa por los inmigrantes, en tanto población vulnerable, y abordan con serenidad el problema de la inmigración, que requiere una solución “racional y justa”, quejándose de que las soluciones para los descendientes de inmigrantes nacidos en el país contempladas en la Ley 169-14 y en el Plan de Regularización para los extranjeros indocumentados, “son obstaculizadas por múltiples sectores involucrados”.

Merecen atención las propuestas de la CED para el dinamismo económico, la institucionalidad y justicia, cultura de derechos, política laboral apegada a principios de justicia universal, así como para la ley de partidos y la regulación de la actividad política y electoral, “con los principios fundamentales de la vida democrática”, y para reencauzar institucionalmente las relaciones internacionales, especialmente con Haití. con regulación del comercio, la migración y la colaboración mutua.