Hemos ayudado a Danilo

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Llegó como una tromba cuando ya se agotaban las preguntas tras una exposición sobre las perspectivas para las elecciones de mayo 15, y con furor y en el más elevado tono de voz impugnó a la parroquia por haber invitado a un político parcializado, sin méritos para dirigirse a la comunidad católica de Villa Duarte.

Confieso que me impresionó el enojo con que hablaba aquel joven que se identificó como profesor. El párroco y los laicos que habían organizado la charla lo dejaron desahogarse, hasta que empezaron a hacerle señas de que terminara y tras agotar su rosario de descalificaciones se marchó con el mismo furor con que había llegado hasta el podio.

Los organizadores se extendieron en reconocimientos al periodista y charlista, apenados por el incidente y le obsequiaron la Agenda Latinoamericana, que desde hace 25 años editan los teólogos liberacionistas y defensores de derechos humanos José María Vigil y Pedro Casaldáliga, el obispo emérito de Sao Félix de Araguaia en Matto Groso, Brasil.

Me reconfortó el regalo, más todo cuando al salir del templo leí el mensaje de los editores: “85 personas tienen una riqueza equivalente al patrimonio de la mitad pobre de la humanidad. Y el 1% más rico de la población, en este año 2016, va a superar su propio récord patrimonial traspasando la barrera psicológica del 50% de la riqueza del mundo (y continúa creciendo). ¿A qué porcentaje de la tarta habrá de reducirnos la riqueza extrema para que despertemos y decidamos poner fin a esta situación indigna de la humanidad?

No me correspondía otra cosa que lamentar el enojo del profesor peledeísta y restarle importancia, señalando que nunca espero unanimidad, que la pluralidad y la diversidad son esencia de la libertad y de la democracia, y que todos deberíamos soportar criterios divergentes, sobre todo si se expresan sin faltarle el respeto y la consideración a los demás.
Aparte de la descalificación, el inquisidor se refirió a los grandes logros del gobierno del presidente Danilo Medina, especialmente a la inversión en educación, ya habíamos reconocido. Hice conciencia de cuánto habíamos contribuido los periodistas y activistas sociales, opositores, críticos y exigentes al mayor logro del cuarto gobierno del PLD.

Durante años reclamamos el cumplimiento de la ley general de educación promulgada en 1997 que destina el 4 por ciento del PIB a la educación. Pasaron tres gobiernos del PLD y uno del PRD, sin que se alcanzara la meta. Cargamos los paraguas amarillos por parques y calles, los abrimos en nuestros programas televisivos, escribimos cientos de artículos y en el 2012 hicimos que los candidatos presidenciales firmaran un compromiso de cumplir la ley.

Reconocemos que el presidente Medina está honrando ese compromiso, aunque la inversión se ha concentrado demasiado en edificaciones, y poco en otros elementos esenciales para la calidad de la educación. Y sentimos satisfacción de haber contribuido al mayor galardón que exhibe su gobierno.

Y no es la única contribución, los críticos rechazamos aquel decreto de Medina que reconocía los títulos usurpados de Bahía de las Águilas, y logramos que el mandatario lo rectificara. En su informe del pasado 27 de febrero lo celebró como gran logro. La pasada semana inauguraron la carretera Ocoa-Piedra Blanca, que une las regiones norte y sur del país, que los críticos promovimos cuando los fieles defendían una vía directa entre Santiago y San Juan, por el medio de la cordillera Central, que rompería tres parques nacionales, con altísimo costo ecológico y económico, y que tomaría años para inaugurar.

Algo similar ocurrió cuando el presidente Medina buscaba un paliativo al problema, de graves repercusiones internacionales, creado por la sentencia que dejó sin nacionalidad a decenas de miles de dominicanos de ascendencia haitiana. Contra una enorme confabulación que incluyó a gran parte de su partido y acólitos mediáticos, los críticos y defensores de derechos humanos ayudamos al presidente a desligarse de esa ignominia con la ley 169-14.

Es una pena que el presidente no se dejara ayudar en otras cosas, como por ejemplo en las reformas políticas, en el cumplimiento de las leyes, en el combate real a la corrupción y la inseguridad o en no haber comprado el Congreso para buscar la reelección.

Es realmente preocupante el terreno que ha ganado la intolerancia y los afanes concentradores en los ámbitos del partido gobernante. Tanto que se irritan y quieren acallar las cada vez menos voces disidentes.

Por qué no da entrevistas Leonel

Por Juan Bolívar Díaz
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La pregunta volvieron a formularla esta semana varios comunicadores: por qué no da entrevistas el Presidente Leonel Fernández, sorprendidos por la contradicción de que siendo el mandatario tan buen comunicador, evada sistemáticamente el encuentro con los reporteros dominicanos.

Ruedas de prensa formales, como se acostumbra en el mundo democrático, son muy escasas las concedidas por el doctor Fernández en casi diez años de gobierno. Ninguna en este período que ya se acerca a su primera mitad.

En los últimos seis años  ha preferido convocar tres o cuatro almuerzos con directores de medios de comunicación para tratar temas que le interesaban.

A veces para intentar desvirtuar cuestionamientos de la opinión pública, cuando tomaban dimensión escándalos como el del contrato con la Sun Land para colocar bonos por 130 millones de dólares en el mercado internacional a espaldas del Congreso, o cuando se descubrieron las nominillas o pagos ilegales a 42 mil 434 dirigentes  de comités de base de su partido por un monto mensual de 143 millones 120 mil pesos.

Hay que convenir en que en esos esporádicos encuentros  el primer mandatario se servía con la cuchara grande del manjar comunicativo, dando verdaderos recitales demostrativos de su capacidad discursiva, y muy pocos consideraban el escenario apropiado para cuestionamientos de fondo.  Faltaba el atrevimiento de los buenos reporteros, y las crónicas que se desprendieron fueron generalmente superficiales.

No había cámaras para difundir contradicciones.

Muchos no han podido entender el muro de silencio que ha erigido el gobernante  que durante años fue profesor de comunicación social de la Universidad Autónoma, asesor jurídico del Colegio de Periodistas durante los dos años que me tocó presidirlo entre 1989 y 1981.

Lo hizo con mucha generosidad, ya que nunca cobró un centavo y jamás falló en una diligencia durante  la larga litis con la Asociación de Diarios por violación de la primera Ley de Profesionalización y Colegiación de los Periodistas.

Sin embargo, no parece tan difícil entender la opción preferencial. Si diera ruedas de prensa, ya hubiese tenido que informar, por ejemplo, quién ganó la licitación internacional convocada el 19 de octubre pasado para construir la segunda línea del Metro de Santo Domingo.

Él se comprometió en varios discursos y en la campaña del 2008 a que haría mediante concesión privada, ya que el Estado carecía de los recursos necesarios.

El plazo para cerrar la licitación vencía el 4 de diciembre pasado y casi siete meses después el gobierno ha considerado innecesario informar resultados, aunque la mayor inversión en la historia del país se está ejecutando a la velocidad de múltiples tramos, sin importar que  esté dislocando el tránsito en esta ciudad de por así caótica.

Si Leonel diera ruedas de prensa ya hace tiempo que a algún “loco reporterito” se le hubiese ocurrido preguntarle por qué no hace transparentes los ingresos y gastos de su fundación Global, como estaría obligado a hacer todo presidente de la democracia contemporánea que reclama transparencia y sanciona los conflictos de intereses..

El presidente prefiere hablar a los periodistas extranjeros porque a ellos los puede impresionar con su conceptualización sobre la era de la información y la sociedad del conocimiento y de la transparencia. Esos no podrán encararle que su gobierno se caracteriza por el ocultismo, por vivir de espaldas a la opinión pública, y por violar la mil veces concertada ley que destina a la educación un mínimo del 4 por ciento del producto interno, quedándose alrededor de la mitad, para poder hacer otras obras visibles, como Trujillo y Balaguer, no como predicó Juan Bosch.

El presidente Fernández no es sólo mudo, sino también sordo. Al final de su primer período de gobierno nos dijo, a tres periodistas amigos, que él no veía televisión nacional.

De esa manera ni se mortifica. Y nadie puede esperar que va a cambiar de rumbo, por más algarabía que se produzca.

Hay que convenir que al fin de cuentas le ha dado beneficios políticos, con buenos niveles de aceptación.

La cultura autoritaria, el presidencialismo y el lambonismo de esta sociedad lo auspician.

Y para colmo sus contrincantes políticos no logran crear ilusión de cambios anhelados.

Ya no hay Juan Bosch ni Peña Gómez.