Nuestra baja presión fiscal

Por Juan Bolívar Díaz
O2

Un nuevo informe vuelve a dejar el país en los últimos escalones en las mediciones internacionales, esta vez en la presión fiscal. En efecto un estudio sobre estadísticas tributarias en América Latina y el Caribe 1990-2013, presentado esta semana en la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), indica que República Dominicana ocupa el penúltimo lugar en contribuciones fiscales, en relación al producto bruto interno (PBI).

Con una presión fiscal del 14 por ciento, sólo Guatemala queda por debajo, con un 13 por ciento, ambos muy lejos del 21.3 por ciento que promedia la región, en la que países como Brasil y Argentina llegan a registrar tasas de 35.7 y 31.2 por ciento de su PBI, lo que se corresponde con las proporciones de las naciones desarrolladas.

El estudio viene a confirmar las persistentes quejas de funcionarios dominicanos del área económica, los cuales casi nunca hurgan en las raíces para determinar las causas de esa baja contribución: un sistema tributario inequitativo, excesivamente dependiente de los gravámenes indirectos, altísima deficiencia de los servicios públicos fundamentales, lo que se relaciona con mala calidad del gasto, así como prevalencia de un fuerte dispendio y corrupción que desincentivan la contribución y fomentan la evasión.

Hay que verificar lo que tiene que gastar una familia promedio de clase media para proporcionar a sus hijos una educación de calidad mínima y unos servicios de salud que no proporciona el Estado, para garantizarse energía eléctrica y agua potable que hace un siglo ya eran expresión de la modernidad, y para el transporte de toda la familia. Si se calcula lo que representa el gasto en estos cinco renglones y se suma a las contribuciones fiscales, seguramente que se duplicaría nuestra presión fiscal y tal vez alcance el nivel de los países desarrollados.

La mayoría de los dominicanos entiende que ya no puede pagar más impuestos, especialmente los que dependen de salarios que según el ministro de Economía tienen ahora mismo un poder de compra menor al 2003, es decir a 12 años atrás. Son tan bajos que nueve de cada diez salarios están exentos del impuesto sobre la renta, y la inmensa mayoría de los trabajadores informales, que a su vez integran el 57 por ciento del empleo, no contribuyen directamente de sus ingresos.

El dispendio y la corrupción, con la rampante impunidad imperante en el país y la mala calidad del gasto y la inversión, relacionado excesivamente con un descarado clientelismo político, desincentivan la contribución fiscal y promueven la evasión.

Estamos ante un círculo vicioso, pues resulta obvio que el Estado requiere mayores contribuciones fiscales para invertir mucho más en los servicios fundamentales y para mejorar los míseros salarios de la mayoría de los servidores públicos. Pero para cultivar un clima que lo haga propicio tiene que comenzarse por una disminución drástica y sanción de la corrupción, del nepotismo y del clientelismo, por una reducción de las campañas electorales y control y transparencia de los ingresos y gastos de los partidos.

De esa forma se irá creando el clima necesario para impulsar una reforma tributaria que promueva la equidad y una mejor distribución del ingreso nacional, con mayores gravámenes sobre la propiedad y los ingresos de los segmentos más altos de la sociedad, extendiendo la contribución a sectores profesionales independientes situados en las capas más elevadas de las clases medias.

Para esas transformaciones y un salto al desarrollo se requiere verdadera voluntad política, una firme decisión de sanear esta sociedad, con austeridad y honradez en el manejo de la cosa pública, reivindicando la dimensión ética y social de la actividad política que no puede seguir siendo el concurso de voracidad, rapacidad y pragmatismo oportunista sin límites en que la hemos convertido.

 

El Presupuesto no debe festinar el pacto fiscal

Por Juan Bolívar Díaz
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Aplazadas las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el gobierno presentará esta semana al Consejo Económico y Social (CES) su propuesta de pacto fiscal, mientras el ministro de Economía adelanta que esperan elevar la tarifa de electricidad en 20 por ciento y los impuestos entre 44 y 66 mil millones de pesos.

En la sociedad civil, incluidos el empresariado y  economistas, se espera un programa fuerte de reducción y reorientación del gasto público y un proyecto de presupuesto “conservador” para el 2013 que no obligue a festinar el pacto fiscal que debe fundamentar un nuevo modelo de desarrollo económico y social.

En búsqueda del pacto fiscal.   Ante  la realidad de que no será fácil ni rápido un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), como fue evidente tras la visita de diez días de una misión del organismo, el gobierno parece decidido a retomar la negociación por un pacto fiscal en el marco del Consejo Económico Social (CES) que sería convocado para el próximo jueves 4 de octubre, según informó el Ministro de Economía y Planificación, Temístocles Montás.

El presidente Danilo Medina retomará el encuentro que estuvo programado para el 30 de agosto y que fuera aplazado para privilegiar las conversaciones con la misión del FMI que estuvo en el país entre el 10 y el 19 del mes en curso, la cual concluyó prometiendo una segunda fase en noviembre y remitiendo para enero la posibilidad de formalizar un acuerdo.

En el gobierno se tienen expectativas de un rápido acuerdo en el marco del CES para el pacto fiscal previsto en la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo, para entonces elaborar el proyecto de presupuesto de ingresos y ley de gastos públicos para el 2013, que ya el presidente Medina dijo que no podrá ser introducido al Congreso “a más tardar el 1 de octubre” (mañana) como dispone el artículo 128 de la Constitución de la República. Se acoge al artículo 235 que reduce a la mayoría simple la posibilidad del Congreso para reformar el proyecto de presupuesto cuando sea sometido después del límite, lo que no implica mayores riesgos dado el control de ambas cámaras legislativas por el partido de gobierno.

A su regreso esta semana del viaje a las Naciones Unidas, el presidente dejó entendido que no someterá el proyecto de presupuesto hasta lograr el pacto fiscal, lo que pondría presión en el CES, pero sectores de este, incluidos reconocidos economistas, entienden que el gobierno puede enviar un proyecto de presupuesto conservador al Congreso Nacional que no tiene que aprobarlo necesariamente antes del 10 de enero, límite constitucional para que rija el del año anterior, por lo que daría tiempo para introducirle enmiendas dentro de ese plazo.

Elevarían la presión fiscal.  En escenarios diferentes el ministro de Economía adelantó esta semana dos de los planteamientos básicos que haría el gobierno al CES: la elevación de la tarifa eléctrica en un 20 por ciento, y de la presión fiscal entre 2 y 3 por ciento del PBI, lo que equivaldría a impuestos por una suma oscilatoria entre 44 y 66 mil millones de pesos, similar a un proyecto elaborado en Julio por el Ministerio de Hacienda.

Un estudio elaborado por el Ministerio de Economía con asistencia de técnicos del Banco Mundial presentado el jueves 27 plantea elevar la tarifa eléctrica en un 20 por ciento para lograr la estabilidad financiera del sector energético y de paso cumplir un requerimiento que estuvo en el pacto con el FMI 2009-12 de aplicar una tarifa técnica y un mecanismo flexible de fijación de precios. Eso aunque entre diciembre del 2010 y febrero del 2011 la tarifa de la electricidad fue aumentada en 19 por ciento.

La noche del mismo jueves, conversando con un grupo de periodistas españoles que visitó el Palacio Nacional, Temístocles Montás dio otro avance del proyecto de pacto fiscal que contempla el gobierno, afirmando que “necesariamente implicará un aumento de la presión fiscal de 2 a 3 puntos, para llevarla de 13 a 15 o 16 por ciento”.  Advirtió que es difícil hablar de redistribución e inversión social si no se dispone de mayores ingresos fiscales.

Incluso la estrategia gubernamental contempla condicionar la asignación a la educación del 4 por ciento del PIB a la aprobación de mayores cargas tributarias. Ya  el miércoles el presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, Víctor Sánchez, advirtió que si el gobierno se maneja el próximo año con los mismos ingresos del 2012, no podrá cumplir el compromiso de mayor atención a la educación instituido en ley de 1997, reclamado por un gran movimiento social y al cual se comprometió Danilo Medina en la campaña electoral.

Arduas negociaciones.  El gobierno tiene por delante arduas negociaciones tanto con el FMI como con la sociedad civil representada en el CES. Sobre el organismo internacional el gobernador del Banco Central, Héctor Valdez Arbizu, reveló esta semana que está pidiendo mayores informaciones, mientras los sectores empresariales, sindicales y sociales, representados en el CES, esperan a Medina con un fuerte pliego de reclamos contenidos en lo que ya consensuaron como “Principios Orientadores del Pacto Fiscal”.

 De hecho los sectores sindicales y sociales ya han acordado acciones comunes incorporando decenas de organizaciones populares a la defensa de sus intereses  y ayer sábado celebraban una asamblea “por un pacto fiscal equitativo y justo”, mientras el sector empresarial insiste en que no avalará otro parche fiscal como los siete de la última década.

Los “Principios Orientadores” que el CES acordó presentar al gobierno proclaman un pacto fundado en una reforma fiscal integral, que implique la totalidad de  los ingresos y gastos del Estado, con mejor calidad del gasto y de la inversión social, superando la discrecionalidad y el despilfarro, con equilibrio y sostenibilidad que no dependa del endeudamiento y que estimule la competitividad de los sectores productivos, la inversión, la producción y las exportaciones.

 Los dirigentes empresariales, sindicales  y sociales han insistido una y otra vez en que no avalarán otro incremento tributario sin un firme y claro compromiso gubernamental por reducir el gasto corriente y la malversación que coloca el país entre los más corruptos del mundo, por lo que se cree que será arduo y extenso el proceso de negociaciones con el gobierno para arribar al prometido pacto fiscal. Será difícil consensuar mayores cargas tributarias al igual que reducir las exenciones fiscales que benefician a los sectores productivos como el turismo y las zonas francas, así como a los industriales nacionales que se quejan de condiciones adversas para competir en el mercado internacional y hasta en el nacional.

Con el Presupuesto del 2012

Consultores empresariales y economistas vinculados a la sociedad civil han insistido en que el gobierno tiene que presentar un proyecto de presupuesto conservador para el 2013, similar al formulado originalmente para el año que termina, de 430 mil millones de pesos, sin los 71 mil millones complementarios aprobados en julio dentro del festival del déficit fiscal. Incluso el Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles, creación de altos empresarios, propuso esta semana que sea reducido a 392 mil millones de pesos.

Las formulaciones parten de la consideración de que el gobierno tiene que producir un fuerte ajuste y de la prioridad a la educación y la producción, como condición para que la sociedad acepte mayores contribuciones fiscales. Estiman que en aras del presupuesto para el próximo año no se puede festinar el objetivo del Pacto Fiscal y que las negociaciones tomarán tiempo. Si hay acuerdo antes de fin de año habría tiempo para someter enmiendas al proyecto de presupuesto, y aún después de aprobado si las negociaciones se extienden hasta el próximo año.

El economista Pavel Isa Contreras, uno de los relatores propuestos por el gobierno para las negociaciones del CES, planteó el miércoles en su artículo semanal de El Caribe que “El trance fiscal por el que atraviesa la economía dominicana es la punta del icebert de una crisis mucho más profunda. No es sólo el fisco lo que está en crisis sino el modelo económico y social, el cual no sólo no ha traído desarrollo humano, sino que ya no genera crecimiento”.

La estrategia gubernamental procurará forzar acuerdos a corto plazo, sosteniendo que es imposible destinar 4 por ciento a la educación preuniversitaria sin nuevas cargas impositivas. Mientras en la sociedad civil, por lo menos en la “Coalición por una Educación Digna se reivindica que el compromiso es cumplir la ley de educación, independientemente del monto del presupuesto. Y reclaman que para destinar más recursos a la educación fue que se hicieron las dos últimas reformas tributarias.-

 

Dilema del gobierno, ¿FMI o Sociedad Civil?

Por Juan Bolívar Díaz
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Cunde la alarma en los sectores sociales frente a la posibilidad de que el Gobierno llegue a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que haga imposible la concertación del Pacto Fiscal instituido en la Estrategia Nacional de Desarrollo y con el que se ha comprometido el presidente Danilo Medina.

Aunque ambos proyectos no son incompatibles una coalición socio-sindical plantea que el Gobierno no puede comprometerse con el FMI ni elaborar el presupuesto del 2013 sin abrir una consulta y considerar los “principios orientadores del Pacto Fiscal” ya consensuados por el Consejo Económico Social (CES).

Pánico pues llegó el FMI.  Esta semana el Gobierno inició conversaciones con una misión del FMI en busca de un acuerdo para equilibrar las finanzas públicas, mientras se elevaban las proyecciones del déficit fiscal de este año, hasta 140 mil millones de pesos,  y trascendía que hay retrasos de tres y cuatro meses en la entrega de las partidas presupuestales de los hospitales públicos.

Al mismo tiempo se expandió el temor de que se haya impuesto en el Gobierno una línea que, pregonando el pragmatismo político, pretenda pactar un acuerdo con el FMI para elevar la presión fiscal, relegando el pacto fiscal dispuesto por la Estrategia Nacional de Desarrollo y con el que se ha comprometido reiteradas veces el presidente Danilo Medina.

Aunque apenas se han iniciado las conversaciones llamadas a continuar la semana que hoy comienza, la circunstancia de que no se haya vuelto a hablar del encuentro del mandatario con el CES que fuera aplazado hace dos semanas en vísperas de su realización, ha disparado la incertidumbre en los ámbitos de la sociedad civil, incluyendo sectores del empresariado.

De ahí la conformación de una coalición de organizaciones sociales y sindicales que el jueves saltó al ruedo público con un comunicado donde califican de “lamentable error que se maniobre posponiendo la consulta y la puesta en común con la sociedad, mientras se dan pasos para comprometerse con el FMI”.

Contribuyó a disparar la alarma la declaración del presidente del Senado y secretario general del partido de gobierno, Reinaldo Pared Pérez, planteando la necesidad de elevar la presión fiscal en cuatro o cinco por ciento del producto bruto interno y de “apretar cinturones”, como condición para cumplir el compromiso de cumplir la ley que marca la prioridad en la inversión educativa.

¿De $88 a 120 mil millones?  Tal vez Reinaldo Pared no calculó bien cuando consideró “insólito” que la presión fiscal dominicana esté en 13 por ciento del producto bruto y planteó que “tengo entendido que para fines de mayores recursos estos deben incrementarse en cuatro o cinco por ciento”, pues eso significaría impuestos adicionales entre 88 y 120 mil millones de  pesos, lo que rebasa con mucho los 44 mil millones de pesos contemplados en un proyecto elaborado en julio pasado por el Ministerio de Hacienda.

Expresiones como esa generan incertidumbre mientras siguen saltando a la luz pública informes que disparan cada vez más los estimados del déficit fiscal de este año, que ya el economista perredeísta Iván Rodríguez elevó hasta 140 mil millones de pesos, con aterrizajes tan concretos como la deuda del sector eléctrico cuantificada por el nuevo ejecutivo de la CDEEE en mil ochocientos millones de dólares (72 mil millones de pesos) y de otros mil millones de pesos en deudas de los hospitales públicos.

El economista Pavel Isa Contreras, uno de los relatores propuestos por el Gobierno para el diálogo con el CES, recogió el dilema de las autoridades ante el ajuste fiscal, si privilegia un drástico recorte del gasto o un paquete tributario con menos exenciones. En artículo en El Caribe el miércoles, consideró que en el primer caso abriría posibilidad de lograr acuerdos con la sociedad para cambios de largo plazo, pero con severa restricción económica, pero si impone una reforma tributaria sacrificará su capital político y la oportunidad de lograr transformaciones sustanciales. Reconoce que la sociedad organizada ve la coyuntura como “una oportunidad para disciplinar la maquinaria partidaria enquistada en el Estado”, mientras que el historial reciente le confiere razón al FMI para desconfiar de un ajuste sólo por el lado del gasto.

Por su parte el economista Miguel Ceara Hatton (Hoy del viernes) tras quejarse del despilfarro gubernamental que  ha generado “un hoyo fiscal superior al del Baninter” sostiene que “Esa estructura política convertida en una tremenda corporación de complicidades, impunidades y corrompida busca al FMI para que le diga al país que debemos pagar más impuestos”.

No son incompatibles. El acuerdo con el FMI y el pacto fiscal con la sociedad no son necesariamente incompatibles. Al privilegiar el inicio de negociaciones para el primero, el Gobierno estaría buscando reducir la resistencia de la segunda a nuevas cargas impositivas. Enarbolaría el viejo argumento de que la reducción de las exenciones fiscales y subsidios, el alza de la tarifa eléctrica y las mayores cargas contributivas, “son  un reclamo del FMI” e imprescindibles para destinar el 4 por ciento del PIB a la educación preuniversitaria.

Pero los sectores empresariales y sociales se aferran a que esta vez hay que compartir los sacrificios y no están dispuestos a permitir que siga la zafra clientelista que ha elevado el gasto año tras año, con déficits fiscales sobre 300 mil millones de pesos en los últimos cinco años, mientras la nómina pública crece  desproporcionadamente.

El Centro Regional de Estudios Estratégicos, una agencia empresarial creada el año pasado, documenta que el gasto público aumentó 151 por ciento entre el 2004 y 2011, consumiendo las repetidas reformas tributarias y apelando a un endeudamiento interno y externo que casi se triplica en 8 años.  Mientras el empleo privado de calidad se estancó, el Gobierno se convirtió en el mayor suplidor de empleos, en gran proporción improductivos, botellas.

El gasto general creció también en mucho mayor proporción que los ingresos. Sólo entre el 2007 y agosto del 2012, la nómina estatal, incluyendo los pensionados, creció de 456 mil 924 a 777 mil 631, según las estadísticas de la Contraloría General. Los empleados del Gobierno central pasaron de 275 mil 201 a 365 mil 760, con elevación de 90 mil 559, equivalente a 32.90 por ciento. Los pensionados pasaron de 82 mil 941 a 152 mil 862, es decir 69 mil 921 más, con incremento del 84 por ciento. Cuando se incluyen los empleados del sector descentralizado la nómina total del Estado creció en esos cinco años 70 por ciento al pasar de 456 mil 924 a 777 mil 631.

Sólo el año 2011 y en los primeros ocho meses del 2012 la nómina del Gobierno central creció en 57 mil 58 y los pensionados en 20 mil 313 para un total de 77 mil 371, equivalente al 18 por ciento. El escándalo está en el sector descentralizado, incluyendo  a los ayuntamientos, cuya nómina saltó, inexplicablemente, un 91 por ciento, de 142 mil 395 a 259 mil 009, con lo que la carga de personal de todo el Estado creció en 19 meses en 200 mil 487 puestos, un 35 por ciento.

Si el Estado pudo desbordarse de esa manera, también debería poder achicarse siquiera un poco, pero todo apunta a darlo  por hecho cumplido en aras del clientelismo y endosar su costo a una sociedad que por lo menos reclama compartir el costo y  superar el facilismo del simple incremento de la carga impositiva para que siga el derroche.

El sociólogo Cándido Mercedes, un experto en administración, sostiene que con un empleado estatal por cada 11 electores y por cada 13 habitantes, la República Dominicana se sitúa junto a Venezuela y Argentina en el liderazgo continental en carga burocrática. Con la desventaja de que tiene mucho menores recursos. Otra distinción negativa para esta nación.

Temores al engaño.

El temor a que el Gobierno imponga otro parche tributario, como los siete de la última década, determina una actitud militante en los sectores empresariales, sindicales y sociales. Los primeros más cautos, aunque ya los de zona franca han advertido que si eliminan las exenciones se iría el 80 por ciento de esas empresas y el presidente del CONEP ha vuelto a rechazar que se precise de nuevos impuestos. Los otros dos decidieron formalizar una coalición que se expresó en rueda de prensa el jueves, rechazando la negociación con el FMI antes del pacto fiscal.

Una amplísima alianza de 66 organizaciones que incluye a las centrales sindicales, y a instituciones académicas, comunitarias, religiosas, populares  y  sociales, como el Centro Bonó, el Consejo de Unidad Evangélica, el Frente Amplio de Lucha Popular (Falpo), Participación Ciudadana, La Multitud y Toy Jarto, rechaza el acuerdo con el FMI al margen de la voluntad soberana de la nación considerando que amarraría el presupuesto del 2013 y condenaría al pueblo a mayor miseria.

Reclaman participación activa, directa y transparente en la discusión del presupuesto del 2013, advirtiendo que las fuerzas sociales y laborales “esperan no ser entretenidas ni burladas como en procesos anteriores” y piden que el Gobierno se exprese sobre los “Principios del Pacto Fiscal”  ya consensuados en el marco del CES junto al sector empresarial.

Esos principios (análisis en HOY del 2 de septiembre) proclaman una reforma fiscal integral que abarque la totalidad del gasto e ingresos del Estado, con mejor distribución y aumento de la inversión social, superando el despilfarro y la malversación, y garantizando la sostenibilidad, sin depender del endeudamiento, y la competitividad de los sectores productivos.

 

Contemplan rescatar la concertación social

Por Juan Bolívar Díaz

La decisión del Gobierno de elevar la carga impositiva, aun a costa de los sectores productivos, ha generado una fuerte preocupación en ámbitos sociales convencidos de que el crecimiento fundado en el gasto público por vía de mayores impuestos y endeudamiento está agotado, lo que obliga a implementar un nuevo  modelo de desarrollo económico.

Algunos sectores se plantean la conveniencia de rescatar la concertación social que entre 1994 y 2003 generó el Grupo de Apoyo a la Democracia, el Foro Ciudadano y la Coalición por la Transparencia y la Institucionalidad que dieron fuerza a la sociedad civil para motorizar reformas y contener los desbordamientos gubernamentales.

Confrontación a la vista. La decisión gubernamental de indexar la inflación de los últimos tres años en los impuestos a los combustibles y de unificar la administración, recaudación y fiscalización de los impuestos selectivos a los combustibles, suprimiendo exoneraciones, ha generado fuertes preocupaciones en los ámbitos empresariales, especialmente entre los industriales que hace tiempo vienen demandando un cambio de modelo económico que incentive la productividad y las exportaciones.

Tanto el empresariado, como la oposición política y economistas han planteado la revocación de las medidas, convencidos de que desatarán inflación y pondrán en mayores dificultades competitivas a los sectores productivos, especialmente el industrial y el turístico, además de los consumidores que tendrán que pagar más caros los combustibles, el transporte de pasajeros y de mercancías y la energía eléctrica. Y los efectos llevarían por dos vías: la indexación de los impuestos y la supresión de exoneraciones a los autogeneradores. Al turismo le tocaría también por el alza del combustible de los aviones. Aunque Bengoa se lanzó casi solo tras la búsqueda de recursos para paliar un déficit presupuestario que en la primera mitad del año supera en unos 25 mil millones de pesos los 47 mil millones que se habían contemplado como déficit para el 2010, es obvio que se trata de un proyecto de gobierno, avalado en la reunión del presidente Leonel Fernández con su equipo económico la noche del miércoles 21 en el Palacio Nacional.

El lunes de esta semana Bengoa pronunció un discurso por una cadena estatal de televisoras y posteriormente salieron en su auxilio los ministros de Economía e Industria y Comercio, así como el vicepresidente de la República, Rafael Alburquerque, mientras el primer mandatario, como ya es habitual, guarda silencio. Ello dio margen para que el liderazgo empresarial apelara a él y consiguiera que se anunciara una “reunión de concertación” el lunes próximo, a lo que contribuyeron pronunciamientos del Asesor Industrial del Poder Ejecutivo Antonio Isa Conde y del mediador eclesiástico Agripino Núñez Collado.

Más allá de lo anunciado.  Pero por encima de lo anunciado hasta ahora, lo que más preocupa a los empresarios es el discurso contra los incentivos a la producción que enarbola el ministro de Hacienda, Vicente Bengoa, como punta de lanza de una línea gubernamental que promueve la captación de recursos a cualquier precio con tal de mantener niveles insostenibles de gastos.

Un influyente dirigente empresarial explicaba el viernes que está en juego un problema estratégico y de poderes, ya que el Fondo Monetario Internacional (FMI) mantiene en suspenso el acuerdo con el Gobierno dominicano, a consecuencia del desbordamiento del gasto durante la reciente campaña electoral.

Como no concibe la austeridad y está en una desenfrenada carrera por construir otra línea del Metro sin claro financiamiento ni transparencia, agotado el límite de financiamiento, no tiene otra opción que recurrir a los impuestos.

Esa línea de acción conduce a la supresión de incentivos a los  sectores productivos, incluyendo algunos de los instituidos en la “Ley de Proindustria”, la 392-07, que formó parte del Plan Nacional de Competitividad iniciado en marzo del 2007 como fruto de las negociaciones del empresariado con el Gobierno que viabilizaron la última reforma tributaria de finales del 2006. Esa concertación arrojó también una “Ley de Austeridad” promulgada el 28 de diciembre del 2006, que el Gobierno ignoró por completo.

El asesor Isa Conde llegó a decir la semana pasada que “Bengoa apuesta a subir las tasas, y nosotros a incrementar el producto” (semanario Clave del jueves 22) y esta semana varios medios recogieron su afirmación de que la modificación de la Ley de Proindustria “es un monumento a la mediocridad” y “un negocio de capar perros” ya que a su juicio no aumentará las recaudaciones.

La oposición a las medidas anunciadas se alimenta también de la convicción de que son apenas el inicio de una ofensiva, porque el déficit gubernamental demanda mucho mayores recursos, que incluirían extensión del ITBIS a productos y servicios de primera necesidad y supresión de incentivos y subsidios a la producción, que están en el discurso del FMI para los países en desarrollo, no para Estados Unidos y la Unión Europea, donde se mantienen altos subsidios y políticas proteccionistas para sectores productivos.

Poder político desbordado.  En sectores empresariales y sociales crece la convicción de que el poder político se ha desbordado en la última década mediante el incremento del gasto corriente y los subsidios improductivos de corte clientelistas que ya alcanzan a cerca de millón y medio de personas, además del aumento de una burocracia con salarios e incentivos que superan a los de la mayor parte del sector privado.

El presidente de la Asociación de Industrias, Manuel Díez Cabral, se quejó el 30 de junio de que mientras el empleo en la industria manufacturera caía en la última década un 23 por ciento, en la administración pública aumentaba un 24 por ciento. Los niveles de incremento del gasto corriente no se han detenido ni en los momentos más críticos de la crisis económica de los últimos dos años.

Entre abril del 2009 y el mismo mes del 2010 la nómina gubernamental creció en 23 mil 766 personas para un 15 por ciento. En el primer semestre de este año se elevó en 4.5 por ciento, según la encuesta del mercado de trabajo del Banco Central citada el jueves por Edwin Ruiz en el semanario Clave.

Un factor que dificulta que asomen planes de austeridad en el Gobierno es el desbordamiento del liderazgo del presidente Fernández y la predominancia política de su partido, apoyada con el gasto gubernamental que en las dos últimas elecciones ha implicado graves déficits fiscales.

Cuando ya se promueve abiertamente la continuidad del mandatario pese a los límites establecidos en la Constitución promulgada hace apenas seis meses, luce más incierto el tránsito por la austeridad que se han impuesto las naciones europeas.

Como el Gobierno no puede prescindir del acuerdo con el FMI, por sus graves repercusiones en la confianza, la inversión y el crédito, ni luce dispuesto a reducir sus gastos, y como está llegando al límite del endeudamiento, se teme que apelará con fuerza al incremento impositivo, sobre todo porque el ministro de Economía, Temístocles  Montás, dijo el jueves 29 que la presión tributaria ha bajado del 16 al 13 por ciento en los últimos dos años.

Plantear nuevos impuestos le está resultando difícil, ya que en la campaña electoral los dirigentes del área económica juraron que no se contemplaba otra reforma tributaria.

Y la cuestión se tornará más crítica este mes cuando tendrán que empezar a definir el proyecto de presupuesto para el 2011, que debería estar listo en septiembre.

Vuelta a la concertación

Por esas múltiples razones y el secretismo que impera en el Gobierno, y de cara a las profundas reformas del Poder Judicial instituidas en la nueva Constitución, algunos dirigentes sociales, incluyendo empresariales, plantean la conveniencia de rescatar instrumentos de concertación de la sociedad civil como el Foro Ciudadano y más específicamente la Coalición por la Transparencia y la Institucionalidad que tanto coadyuvó a contener los excesos continuistas del presidente Hipólito Mejía.

Las instituciones empresariales, con excepción de los Industriales de Herrera y la Federación de Asociaciones Industriales, igual que las entidades sindicales, protagonizaron una virtual retirada del Foro y la Coalición, instrumentos que podrían desatar presiones para contener el poder peledeísta en el Consejo Nacional de la Magistratura que en pocos meses deberá reestructurar la Suprema Corte de Justicia y constituir los nuevos tribunales Constitucional y Superior Electoral. El Congreso, bajo absoluto control del partido gobernante, también está llamado a escoger una nueva Junta Central Electoral, la Cámara de Cuentas y el Defensor del Pueblo.

Los escenarios de concertación fueron debilitados por una política gubernamental de cooptación de cuadros dirigenciales abajo y en el medio, mientras arriba se repartían contratos y favores gubernamentales. Casi todo el liderazgo sindical y gran parte del popular, sectores intelectuales, dirigentes feministas y comunicadores fueron incorporados a la elástica nómina estatal. El resultado ha sido una gran desarticulación.

Lo relevante es que dirigentes empresariales que habían abandonado los escenarios de concertación social comienzan a darse cuenta de que hay que reconstituirlos como elemento de presión y contención, sobre todo teniendo en cuenta la debilidad de la oposición política partidista.