Con la partida de Angel Miolán al caer esta semana desaparece el último de la legión de líderes políticos que encarnaron las luchas contra la tiranía de Trujillo muy joven dentro del país y luego desde el exilio, y que sembraron la semilla de la democracia dominicana en la primavera democrática de 1961.
Don Angel Miolán como todos los seres humanos tuvo virtudes y debilidades, aciertos y errores, pero la balanza se inclina grandemente a su favor y hay que reconocerlo como un gran precursor, no sólo de la libertad y la democracia, sino muy especialmente del desarrollo turístico dominicano.
Fruto de sus andanzas por un largo exilio de 27 años, desde que retornó al lar nativo en 1961 estuvo convencido de las potencialidades turísticas del país, abogando por el desarrollo de esa industria. Director de Turismo en los finales de los sesenta y principios de los 70, estableció las bases para lo que hoy es una de las actividades productivas fundamentales. Todavía resuenan las burlas cuando impulsaba la celebración del Festival del Merengue y le preguntaban y los turistas dónde están, para responder: en la mente de Miolán.
Pero por más relevante que fuera su promoción del turismo, a don Angel habrá que recordarlo principalmente como un político de cuerpo entero y tiempo completo. Baste recordar que contaba apenas dos décadas de haber nacido en 1912 en Dajabón, cuando llegó a Santiago y se involucró en los primeros movimientos de resistencia a la incipiente tiranía de Trujillo. Tras una conspiración en 1934 tuvo que huir a Haití y de ahí al exilio que lo llevó a Cuba, México, Venezuela y Costa Rica.
Junto a Juan Bosch, Juan Isidro Jiménez Grullón, Cotubanamá Henríquez y Nicolás Silfa, le correspondió fundar en La Habana en 1939 el Partido Revolucionario Dominicano, la más duradera de las instituciones políticas nacionales que sería un instrumento fundamental en las luchas por la libertad y la democracia.
Cuando tras el ajusticiamiento de Trujillo en 1961 se discutió en el exilio si desafiaban a sus familiares y seguidores que pretendían mantener el régimen, Miolán fue de los que no dudó y se puso al frente de aquella comisión que llegó al país 35 días después. Ese mismo día cayeron las cortinas oscurantistas que dramáticamente habían desgarrado durante un año los bravos del Movimiento Popular Dominicano encabezados por don Máximo López Molina.
Angel Miolán no sólo era un hombre valiente, sino un político inteligente, graduado en las fraguas de aquellas décadas de luchas contra las tiranías que azolaban la región, un gran estratega y organizador que se movió en el filo de la navaja de los remanentes del trujillismo sin darle oportunidad a que aplastaran la alborada democrática, siendo objeto de incomprensiones y sospechas porque dejaba a otros las actitudes radicales.
Todos los que tuvimos la oportunidad de verlo de cerca en aquellos días, lo recordamos sereno y confiado, insuflando optimismo, como buen maestro que fue, enseñando a cultivar el árbol de la libertad, descubriendo y promoviendo nuevos líderes.
Luego Don Angel tuvo sus vaivenes políticos, como casi todos los de su generación, en una democracia aún hoy adolescente, pero fue miembro distinguido de una generación de líderes que cultivaban la honestidad, que se adscribían a corrientes ideológicas, que apostaban al devenir de una nación mejor organizada y con justicia social.
De recia estirpe fue sindicalista y periodista, senador, diplomático y sirvió al Estado durante muchos años, hasta morir casi en la pobreza, sin nunca haber acumulado riquezas, que no las pretendió.
Su vida frugal y ordenada le premió con casi 98 años sin perder la lucidez. Hace sólo tres años fue ofendido cuando le regatearon una modesta pensión que le aprobó la Cámara de Diputados, con sobrados méritos por haber desempeñado múltiples y altos cargos públicos durante más de 30 años, cuando se han otorgado centenares por montos muy superiores a personas que nunca fueron servidores públicos, incluyendo a personas ricas y muchos que no la necesitan.
¡Salve don Angel Miolán! Precursor de libertades y del turismo nacional, que siempre conservó la humildad, la honestidad y la fraternidad, cuya memoria nos permite reivindicar la política, esa actividad tan vituperada en nuestros tiempos.