El 4% es también para los maestros

Por Juan Bolívar Díaz

El gobierno y la Asociación Dominicana de  Profesores (ADP) han dado una elocuente demostración de las dificultades de la sociedad dominicana para concertar aún cuando se comparten posiciones políticas que frecuentemente se imponen sobre los intereses colectivos.

En el debate general resalta la prevalencia de una cultura política que subestima la función del maestro en el proceso educativo y que entiende el desarrollo y el progreso como sinónimo de construcciones materiales tras las que se oculta el tráfico de comisiones y el reparto de beneficio a los asociados más cercanos.

Confrontación inexplicable.  Al caer la semana el Ministerio de Educación (MINERD) y la ADP parecían haber recuperado la capacidad de dialogar, después que se perdieran varias jornadas docentes y que se intercambiaran expresiones virulentas y descalificaciones, en una confrontación que muchos no lograban entender dado que el secretario general y otros importantes dirigentes magisteriales son militantes del partido de gobierno.

La confrontación pareció más encendida cuando desde finales de la semana anterior la batuta no parecía estar en manos del MINERD, sino más bien de funcionarios del Palacio Nacional, a los que se atribuyen “duras advertencias” a los dirigentes de la ADP, y donde se habría originado un comunicado que produjo indignación en el ámbito gremial.

La respuesta de la ADP no se hizo esperar dejando mal parados algunos de los datos básicos contenidos en el comunicado ampliamente publicitado bajo el membrete  del MINERD. Tras la radicalización de ambas posiciones algunos divisaban un interés por hacer naufragar la gestión de la ministra Josefina Pimentel, una reputada profesional  que aunque miembro del partido gobernante siempre ha sabido sobreponerse al sectarismo partidista. En ámbitos políticos se señalan numerosos aspirantes a la dirección del ministerio que tiene el mayor presupuesto del Estado, este año cifrado en 99 mil millones de pesos, casi el 19 por ciento del total.

La respuesta de la ADP, paralizando las labores docentes el martes disparó los mecanismos de defensa del Gobierno y creó una situación que obligó a instituciones sociales y universitarias a plantearse de mediadores. El jueves se acordó un cese de hostilidades para dar oportunidad a que una comisión de cuatro viceministros de educación se sentara al diálogo con la asociación magisterial, lo que debió producirse desde que la ADP formulara su reclamo salarial en octubre pasado.

Un error recurrente.  Como es habitual, la ADP partió de un reclamo desproporcionado cuando hace 5 meses planteó que el salario básico de los maestros de 8 mil 972 pesos fuera triplicado a  27 mil, pero con la llegada del año, se moderaron a una duplicación, con el cien por ciento de incremento, todavía muy por encima de lo razonable. En contraposición, el MINERD se quedó en el otro extremo, también habitual, ofreciendo en principio un pírrico 15 por ciento, elevado más tarde al 20. Entre ese 20 y el 100 por ciento hay una amplia distancia para la negociación.

Pero en vez de sentarse al diálogo las posiciones se fueron extremando. La ADP inició su tradicional programa de asambleas y paros regionales, y una consulta nacional que casi a unanimidad rechazó el incremento salarial del 20 por ciento. Apareció el comunicado atribuido al MINERD con otra exageración, que los maestros querían en salario el equivalente al 50 por ciento del incremento del presupuesto para educación de este año. Remachaba que “la sociedad dominicana no luchó por el 4% para terminar repartiéndolo pura y simplemente en aumento de salarios”.

Se dramatizaba acusando a los maestros de querer “castigar la alimentación escolar, sacrificar la construcción de 10 mil aulas, detener la adquisición de pupitres y paralizar la contratación de nuevos maestros y maestras para la tanda extendida”. El comunicado también subestimaba la labor docente al repetir que “trabajan solo 4 horas”.

Las exageraciones seguían en alza, ya que la demanda de incremento del 100 por ciento al salario básico de los maestros quedaba muy lejos de la mitad de los 47 mil 365 millones de pesos adicionados este año al presupuesto de educación básica. Tampoco impedía el desayuno escolar ni la construcción de aulas o nuevas contrataciones de docentes, y el último que debe asumir que la jornada es solo de 4 horas, es el ministerio, pues con preparación de clases, seguimiento a alumnos, corrección de tareas y de exámenes, debería reclamarse por lo menos 6 horas.

Cogido fuera de base.  La incomunicación llegó a extremos tales que el comunicado reitera la oferta de aumento general del 20 por ciento pero indica que con efecto a febrero pasado “no habrá un solo maestro o maestra que gane menos de 15,000 pesos por 4 horas de trabajo”, que los maestros con licenciatura ganarán “por cuatro horas de clase”  un mínimo de 15,830 pesos, que los que tienen el salario más bajo, sin incentivos, “recibirán un aumento del 58 por ciento”. Para más confusión se afirma que “en lo sucesivo ganarán en promedio 33,241 pesos por jornada completa y 18 mil 996 pesos los que trabajan solo 4 horas”.

Esas cifras implican mucho más que un incremento del 20 por ciento y se aproxima tanto al cien por ciento que pide la ADP que ésta se apresuró en comunicado el martes 5 a tomarle la palabra al MINERD, diciendo que no quieren tanto y se conformarían con que se aumente el salario base “tan solo a 15 mil pesos por tanda, de forma que se ahorre 3,996 para fortalecer otros programas”. No entiende cómo se pagaría 18,996 pesos por una tanda, pero solo 33,241 por dos. Sostiene que con incremento del 20 por ciento, 9,780 maestros que solo tienen el incentivo de titulación, apenas alcanzarían a recibir 12,920 pesos.

Esas cifras indican múltiples manipulaciones que en el diálogo pactado el jueves podrían quedar rápidamente aclaradas. Pero indican que las posiciones no están distantes, a menos que una de las dos partes esté hablando simplemente por hablar.

Para resaltar la condición de pobreza de la mayoría de los maestros, la ADP sostuvo que “el año pasado el Gobierno de manera oficial colocó en el rango de pobre a una familia de 4 miembros con ingresos por debajo de 18,927 pesos mensuales”.

Economistas como Iván Rodríguez estiman el costo de la canasta básica en más de 12 mil pesos para el quintil poblacional más bajo y sobre 18 mil para el segundo. En 2010 estaban en 10 mil 400 y 15 mil respectivamente. Esta semana las centrales sindicales estimaron el costo promedio de la canasta familiar básica en 35 mil para la Capital y 24 mil 600 en el resto del país.

El docente es fundamental.  En el debate ha quedado claro que en muchos funcionarios, políticos y comunicadores subyace la cultura de que el progreso es solo construcción, y que la labor docente es secundaria.

Así se justifica que el programa de construcción, ampliación y rehabilitación de escuelas tenga este año una partida de 30 mil 914 millones de pesos, el 75 por ciento del incremento presupuestal de educación, y el 31 por ciento del total, pero se defienda que al docente se le aumente un 20 por ciento con salario a nivel del mínimo, de obreros o mensajeros, al mismo tiempo que se le exige titulación universitaria y dedicación.

Hay quienes sostienen que los maestros dominicanos son tan deficientes que ni triplicándole el sueldo mejorarán la calidad de la enseñanza, criterios que no aplican para el pago de los políticos, funcionarios, legisladores y hasta regidores que ya reciben hasta 150 mil pesos mensuales por asistir a una o dos sesiones mensuales.

La Coalición por la Educación Digna, que encabezó la lucha por el 4 por ciento del PIB para educación, entiende que los aumentos de sueldos por sí mismos no garantizan el mejoramiento de la calidad, pero que éste objetivo no se puede alcanzar sin dignificar la función y la vida de los docentes.

 En un comunicado emitido el jueves sostiene que el 55 por ciento de los maestros gana menos de 10 mil pesos mensuales, incluidos los incentivos y que con un incremento del 20 por ciento, el 83 por ciento quedaría con menos de 15 mil pesos mensuales, aún con los incentivos.

 Al llamar a las autoridades y a la ADP a dialogar, la Coalición sostuvo que “es falso que una mejora significativa de los salarios de los maestros y las maestras ponga en peligro las metas que concebimos al luchar por el 4 por ciento del PIB para la educación pre-universitaria”.

Del debate ha quedado claro que el magisterio sigue siendo una de las profesiones más subestimadas, sobre todo si es para el ejercicio público, y que eso cambiaría si los políticos y forjadores de opinión tuvieran que mandar sus hijos a las escuelas del Estado, pues entonces ya se habrían percatado de que el docente es el primer factor clave para superar el desastre de la educación nacional.

 

Otra burla a la voluntad popular

Por Juan Bolívar Díaz
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El monitoreo del presupuesto destinado a educación que realiza una coalición de instituciones sociales demuestra que el Gobierno volvió a burlarse de forma múltiple de la voluntad popular clara y contundentemente expresada en favor del cumplimiento de la Ley General de Educación 66-97 que destina al sector un mínimo anual del 4 por ciento del producto interno bruto, que desde el 2010 pasó a ser un mandato constitucional en virtud del numeral 10 del artículo 63 de la nueva carta fundamental.

Según un boletín del Foro Socioeducativo, integrado por tres universidades y otras reputadas instituciones, el Gobierno solo ejecutó el 85.2 por ciento del presupuesto que había asignado al Ministerio de Educación, quedándose con 6 mil 788 millones de pesos, el 14.8 por ciento de los 45,835.6 millones que debió entregarle.

Como hubo de admitir la ministra de Educación, Josefina Pimentel, el recorte afectó los planes y programas diseñados por esa cartera en el marco del Plan Decenal de Educación 2008-18, elaborado por los técnicos de este mismo Gobierno, tras amplias consultas con las entidades sociales del sector. Era lógico ya que el 89 por ciento del presupuesto ejecutado se fue en gastos corrientes, en gran proporción inevitable.

Además de la burla a la Constitución y la Ley 66-97, ambas promulgadas por el presidente Leonel Fernández, se violó también la Ley 236-11 que en septiembre pasado aumentó en 4,300 millones de pesos el presupuesto de Educación, atendiendo al compromiso que contrajo el mandatario a finales del 2010 con los sectores que desde ese año realizaron una intensa y extensa campaña por el aumento de la inversión en educación. Pero además de no entregar la partida adicional, el Gobierno se quedó con 2 mil 478.5 millones del presupuesto originalmente aprobado.

Se trata también de una inmensa burla al amplio movimiento social de los últimos dos años que reclama mayor inversión en educación como fundamento del desarrollo, que según las encuestas ha obtenido hasta el 90 por ciento de aprobación de la población. Se burla también el consenso al respecto de la llamada Cumbre de las Fuerzas Vivas, celebrada con bombos y platillos en el 2009, así como del Foro Presidencial por la Excelencia de la Educación que auspició el presidente Fernández entre el 2005 y 2006.

El consenso para la priorización del gasto en educación proviene del primer Plan Decenal de Educación puesto en vigor a partir del 1992  y formó parte de los acuerdos del Diálogo Nacional auspiciado entre 1997 y 98, en el primer Gobierno del ilustrado doctor Leonel Fernández, que desde entonces lo ha hecho parte de su discurso.

La sustracción del dinero que correspondía a educación dejó en apenas 1.82 por ciento del PIB lo destinado al sector en el 2011, en reducción en relación al año anterior,  menos de la mitad de lo que establece la ley y casi la tercera parte del 5.5 por ciento del PIB al que se comprometió el presidente Fernández en la última Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estados celebrada en Argentina en diciembre del 2010. Proporción ratificada meses después en una cumbre centroamericana por el vicepresidente Rafael Alburquerque en representación del Gobierno dominicano.

La grosería es más grave y hasta irritante porque desde los últimos meses del año pasado el Gobierno dispuso mayores recursos para programas viales, que además de ser su gran prioridad, constituyen una inversión de clara connotación electoral, dentro del marco de lo anunciado en Nueva York por el presidente Fernández en septiembre.

En la Coalición por una Educación Digna, que ha promovido tan hermosas jornadas de lucha por el cumplimiento de la ley, deben de estar contando los días para que acabe este Gobierno burlesco y cínico.

 

Lo que sí debemos triplicar

Por Juan Bolívar Díaz
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Con esa suave sonrisa y el tono de voz tan amigable que la caracterizan, la nueva ministra de Educación, doctora Josefina Pimentel, esbozó esta semana las líneas generales del Plan Decenal de Educación, resaltando la necesidad de cumplir las metas de acceso universal a la educación inicial, primaria y secundaria y desde luego elevar el  de su calidad. La cobertura inicial es apenas 25 por ciento, la primaria sobre 80 y la secundaria anda por el 50 por ciento.

En una extensa entrevista televisiva, la destacada sicóloga y experta en educación se refirió a la necesidad de ampliar el horario de la docencia para lo cual es imprescindible eliminar la doble y hasta triple tanda por planteles, así como de bajar el promedio de alumno por aulas, que en los centros urbanos del país ronda los 60.

Tenemos 5 mil 400 planteles escolares, donde se alojan 11 mil 400 centros educativos, lo que promedia más de dos tandas, y que en 600 de ellos hay triple, es decir mañana, tarde y noche, con promedio de apenas cuatro horas por tanda escolar. Y ya sabemos que múltiples factores reducen la docencia a menos de tres horas diarias.

El ministerio de Educación planea para el próximo año iniciar planes pilotos de una sola tanda por recinto, pero para poder generalizarlos tendríamos que duplicar el número de aulas, es decir pasar de las actuales 31 mil a más de 60 mil. Y casi habría que triplicarlas para reducir el promedio a unos 35 alumnos por aula. Eso implicaría también triplicar el número de maestros, que actualmente son 67 mil en el sistema público.

Por supuesto que la obra no estaría completa si paralelamente no se aumenta  considerablemente el salario promedio de los docentes, que según el economista Miguel Ceara, con estadísticas del 2010,  en el nivel básico es de 10 mil 120 pesos incluyendo incentivos, lo que no cubre siquiera el costo de la canasta familiar del quintil más pobre de la sociedad dominicana, que según las estadísticas oficiales asciende a 10 mil 400 pesos mensuales. En el nivel medio el salario promedio es de 11 mil 237 pesos.

Por esos pírricos salarios más del 50 por ciento de los maestros laboran en por lo menos dos tandas para reunir una suma que les permita vivir con alguna dignidad. Para lograr la tanda única habría que comenzar por duplicar el salario de los maestros sólo para mantenerlos en los niveles de pobreza actual. Que si es para dignificar la profesión y promover la educación de calidad, entonces habría que triplicarlos.

La situación de la educación pública universitaria no es diferente. El nuevo rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Mateo Aquino Febrillet, informó esta semana que el promedio de alumnos por aula es de 60, y que los docentes llegan a cargar hasta con 40 horas semanales, para  reunir un salario que les permita sobrevivir. Con 178 mil alumnos, más de la mitad del total nacional,  la UASD tiene sólo 2 mil 876 profesores, apenas el 25 por ciento de todas las universidades. Con 3 mil 696 millones de pesos de subsidio oficial para este año, la academia tiene un déficit de mil 500 millones en el 2011.

Es mucho lo que hay que hacer para vencer la vergüenza de que ocupemos los últimos escalones en el Índice de Competitividad del Foro Económico Mundial, entre 139 países evaluados, el 137 en calidad de la educación primaria, 136 en calidad de la educación en matemáticas y ciencias, y el 133 en calidad de la educación en general.

Ya lo vemos, en número de aulas y maestros y en calidad de la educación tenemos que triplicar los profesionales, el esfuerzo y la inversión, no en el Ejército  Nacional como propuso recientemente el Jefe de esa institución.

 

El cemento ha sido la prioridad nacional

Por Juan Bolívar Díaz

Pese al discurso de modernidad que caracteriza al presidente Leonel Fernández, el proyecto de Presupuesto para el 2011 vuelve a quedar rozando el 2 por ciento del producto interno bruto (PIB) para educación, 1.63 por ciento en las últimas cuatro décadas, que es menos de la tercera parte del 5.5 por ciento que invertirá este año la región latinoamericana.

Muchos no logran entender por qué los dominicanos no pueden alcanzar la meta del 4 por ciento del PIB para la educación que incluso se estableció por ley hace trece años, pero la explicación está en la predilección de los gobernantes por las construcciones buscando perpetuarse en cemento y piedra y en las comisiones que dejan.

Rezago presupuestario.  Con un presupuesto de gastos públicos de 390 mil 475 millones de pesos para el 2011, la nación apenas dispondrá de 41 mil 568 millones para el sector educativo, una vez más rezagado en relación a la Ley General de Educación. Esa partida es apenas el 10.6 por ciento del total y equivale a poquito menos del 2 por ciento del producto interno bruto estimado.

La Acción para la Educación (EDUCA) estimó la partida en 1.98 por ciento del PIB, en tanto que la ex presidenta de la Asociación Dominicana de Profesores María Teresa Cabrera la dejaba en 1.95, absolutamente insuficiente para la demanda de recursos que deben destinarse a la educación para alcanzar las metas de competitividad nacional y comenzar a superar la pobreza que afecta a más de un tercio de la población.

El propio ministro de Educación, Melanio Paredes, ha dicho por segundo año seguido que lo destinado al sector impide cumplir las metas que se había trazado esa cartera. El año pasado dijo que “los programas de expansión y mejoramiento de la calidad de la enseñanza” no podrían ejecutarse por insuficiencia presupuestal y llegó a reclamar públicamente entre 4 y 6 mil millones de pesos adicionales que no le fueron asignados. Ahora dice que a pesar de un incremento de 4 mil 500 millones de pesos tendrá que “desacelerar la ejecución de los programas iniciados este año e incluso desistir del reajuste salarial a los docentes”.

Educa pegó el grito sosteniendo que el 1.98 por ciento del PIB para educación es violatorio de la Ley General de Educación 66-97, que establece un mínimo del 4 por ciento. Pero también del Plan Decenal 2008-18 elaborado por este Gobierno, así como de los acuerdos de la Cumbre por la Unidad Nacional celebrada a principios del 2009. Esta elaboró un calendario de incremento que llevaría la asignación del 2011 al 3.42 por ciento del PIB, lo que hubiese implicado 71 mil 797 millones de pesos, es decir 30 mil 229 millones más que lo consignado.

Pírrico promedio de 1.63% .  En un artículo publicado en HOY (página 14-B del 1 de octubre pasado), el ministro Paredes incluyó un gráfico indicativo de que entre 1970 y 2008 el promedio de la inversión nacional en educación fue apenas de 1.63 por ciento del PIB, el cual  ha variado muy poco ya que en los últimos dos años supera en muy poco el 2 por ciento.

El pico más bajo se registró en 1991 cuando la inversión quedó en 0.56 por ciento del producto bruto, siendo presidente de la nación el afamado intelectual Joaquín Balaguer, y el más alto, de 2.70 en el 2002 cuando lo era el agrónomo Hipólito Mejía. El “presidente agricultor” Antonio Guzmán había elevado el promedio al 2.43% en 1979. Entre 1987 y 92  se mantuvo por debajo de 1.50, originando un deterioro tan grande de la educación que generó una reacción nacional. Se consensuó el Plan Decenal de Educación 1992-02 y todo un movimiento que llevó al consenso de una inversión  mínima del 4% del PIB o del 16% del monto del Presupuesto, consignada en la Ley General de Educación.

La República Dominicana se sitúa en los últimos escalones en inversión en educación en el continente y en el mundo. La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) estimó  el promedio de la región para este año en 5.1% del PIB, aunque uno de sus funcionarios dijo el mes pasado en Buenos Aires que podría llegar al 5.5. En cualquier caso la inversión nacional no alcanza el 40 por ciento del promedio regional.

En su primer período de gobierno, 1996-2000, el presidente Leonel Fernández logró elevar la inversión del 1.93 al 2.63 por ciento del PIB. Con la crisis financiera del 2003 descendió a 1.30, y en el período 2004-10 no ha pasado del 2.33 logrado el año pasado. El mandatario atribuyó reiteradamente al peso de la deuda externa la imposibilidad de destinar mayores recursos a la educación.

Si el argumento es válido las perspectivas son peores ya  que el endeudamiento estatal casi se ha duplicado en los últimos seis años, elevando la proporción de los ingresos que conlleva el pago de la deuda, 41 por ciento para el 2011.

Palacios y monumentos.  Lo que explica la contradicción entre crecimiento económico y educación es la vocación de constructores de los gobernantes, especialmente de los que más tiempo han gobernado el país en el último siglo, Rafael Leónidas Trujillo, Joaquín Balaguer y Leonel Fernández.

La cultura de lo monumental ha sido introvertida por la población y por eso se habla de palacios nacionales, de justicia, municipales y policiales aún en jurisdicciones de extrema pobreza. De lo que no hay dudas es que el país se ha “modernizado” en materia de urbanismo, desde las edificaciones públicas, las carreteras, aeropuertos, elevados y hasta un Metro, especialmente durante los gobiernos que menos han invertido en educación.

El gasto superfluo, de lo que se ve, sin prioridad, ha superado no sólo el de educación y salud, sino también el de energía eléctrica, acueductos y alcantarillados pluviales y sanitarios, constituyendo una cultura nacional. De ahí que muchas personas se compren un automóvil de lujo antes que una vivienda y que el país tenga un parque vehicular más caro que el de naciones ricas como Argentina, Chile o Uruguay.

La explicación hay que buscarla en la cultura política del continuismo en el poder. La inversión en obras materiales se puede exhibir en cuatro años y en educación requiere períodos más prolongados para demostrar sus frutos. Pero también las obras implican grandes tráficos en comisiones y sobreprecios que financian la costosa política nacional y explican la prosperidad de los agentes políticos.

 De nada han valido las leyes ni los consensos, los discursos y las promesas, por lo que dirigentes sociales se preguntan qué podrán hacer para convencer a los gobernantes de que la prioridad por la educación se demuestra primero que nada en los presupuestos, como planteó el ex presidente de España Felipe González, en el Congreso Iberoamericano de Educación recién celebrado en Buenos Aires.

Grave contradicción

El desprecio de los gobernantes dominicanos por la educación, especialmente de los más ilustrados, queda de manifiesto en el hecho de que mientras el país es el que menos recursos dedica a la formación de los recursos humanos, es al mismo tiempo el de mayor crecimiento económico en la región latinoamericana durante los últimos 50 años, como lo han resaltado los informes del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Según la CEPAL, en las últimas cinco décadas la República Dominicana registró un crecimiento económico promedio de 5.4 por ciento, 59 por ciento superior al 3.4 por ciento de América Latina en el mismo período. Aún en la llamada “década perdida” de los años ochenta, que impactó en el país con los duros ajustes económicos impuestos por el Fondo Monetario Internacional, el crecimiento económico dominicano más que duplicó el promedio de la región, con tasa de 2.64% contra 1.02%.

A todos los analistas llama poderosamente la atención que la inversión en educación entre 1970 y 2008 promedie 1.63 por ciento, apenas el 30 por ciento del crecimiento de la economía, lo que demuestra que el liderazgo del Estado ha despreciado todos los planteamientos de que la educación es la base del desarrollo, y lo que es peor, ha ignorado la experiencia de las naciones que han dado el salto al progreso, en todos los casos privilegiándola  con tasas de inversión del 5 al 10 por ciento de su producto bruto.

El resultado no ha podido ser más catastrófico, pues los dominicanos tienen todavía un promedio educativo del sexto año de primaria y el país aparece en los últimos escalones de las evaluaciones internacionales sobre calidad de la educación. En el reporte sobre Competitividad del Foro Económico Mundial 2010-11, publicado el mes pasado, el país ocupa la posición 137, de 139 países evaluados, en calidad de la educación primaria. Ninguna de las universidades dominicanas aparece entre las 200 mejores del continente en las evaluaciones internacionales.

 

Aquellos tiempos del liceo nocturno

Por Juan Bolívar Díaz
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Nunca había sentido tanta nostalgia por aquellos años en que recibíamos la educación secundaria en el Liceo Eugenio María de Hostos, que entonces era el único que en Santo Domingo ofrecía una alternativa a los muchachos y jóvenes pobres para que siguieran el proceso educativo en las noches, ya que las precariedades familiares los obligaban a trabajar durante el día.

Ignoro si en Santiago o en alguna otra ciudad ya los trabajadores tenían derecho a completar la formación secundaria, pero aquí en la calle Juan Isidro Pérez, entre Duarte y Hostos, donde durante el día operaba el Liceo Intermedio Argentina, seguía la fiesta educativa de 6 a 10 de la noche. Y éramos más de medio centenar los privilegiados que disfrutábamos de aquella oportunidad. La mayoría bajábamos  de “la parte alta” de la ciudad, caminando a pies desde el barrio “Mejoramiento Social”, a veces con mi hermano Arismendi, pero casi siempre con mi inolvidable enllave Ismael Cotes Morales.

Por el rendimiento que han tenido muchos de sus alumnos en la sociedad no parece que la educación del Hostos fuera deficiente. En realidad rendían las cuatro horas y parece que los matriculados eran conscientes de que tenían que fajarse para igualarse con los de los liceos diurnos que impartían entre cinco y seis horas diarias.

Pero es que además teníamos un cuerpo profesoral de primera categoría, donde resaltaban Ivelisse Prats Ramírez (de las más críticas, a pesar de su padre) Darío Solano y Juanita Gómez, José del Carmen Ramírez, Octavio Ramírez Duval, Dolores Jiménez, Francisco Méndez, Delfina Pérez, Guarín Pérez, Pedro Flores, Trigo Fondeur, José Calasanz, Villalona  y José Miguel Vendrel, entre otros.

Corrían los finales de los cincuenta y el país era sacudido por la masiva inmolación de los héroes de Maimón, Estero Hondo y Constanza,  la cual repercutió en nuestro liceo a pesar de que hasta militares y policías eran parte del alumnado. Desde antes de la gesta corrían en los pasillos y aulas referencias libertarias como las de Hostos, José Ingenieros, Pablo Neruda y hasta Miguel Hernández diciéndonos desde su apresurada tumba que para la libertad sangro, lucho y pervivo.

La fiebre antitrujillista que se incubaba en el liceo se convirtió en festival cuando a mediados de 1960 los López Molina y un puñado de intrépidos se atrevieron a montar el local, con altoparlantes incluidos, del Movimiento Popular Dominicano al lado del Cine Max en la Duarte, con el Jefe vivito y coleando. Aquella provocación estaba a sólo cuatro cuadras del liceo, hasta donde a veces llegaban los gritos de “1961: año de la libertad o de la muerte”.

Nunca la Librería De la Rosa, en la acera de enfrente del MPD, había tenido tanta clientela. Gastábamos tiempo “hojeando” libros, como recurso para disimular el frenesí con que recibíamos los mensajes libertarios. Llegamos a sabernos de memoria los títulos y el orden de los libros de aquel templo difusor de sabiduría.

Algunos de nuestros profesores fueron de los primeros que dieron pasos al frente y el liceo hizo aportes a las luchas libertarias de aquel glorioso 1961. Aunque, lo recordamos con tristeza, tuvimos el destape del profesor Jerez Cruz, quien impactó en la muchachada cuando apareció entre los dirigentes del MPD para luego causar tremenda decepción cuando se supo que había sido un infiltrado calié trujillista.

Las memorias del Hostos revolotean en mi cabeza desde que escuché recientemente que se contempla cerrar los liceos nocturnos porque sólo logran impartir un promedio de hora y media de docencia por día, a causa de los apagones. Entre las alternativas se baraja que comiencen en las tardes o hacerlos semi presenciales sábado y domingo.

De alguna manera hay que salvar la educación nocturna que hoy se imparte en 183 locales de todo el país, con 197 mil 885 alumnos, según las estadísticas del Ministerio de Educación, aunque tengamos que comprar una planta eléctrica para cada uno. ¡Oh Dos! Más de medio siglo después que anotamos tantas carreras en el inolvidable liceo nocturno Eugenio María de Hostos y en pleno gobierno de la postmodernidad, de la sociedad del  conocimiento y de la superación de la brecha digital. Definitivamente “hoy me habitan distancias y caminos.”