Por Juan Bolívar Díaz
La llamada de atención pública al embajador de Estados Unidos Hans Hertell por parte del gobierno dominicano es una expresión de la hipersensibilidad dominicana cuando se trata el problema de la inmigración haitiana y de un doble estándar, puesto que aplicamos otro rasero en el caso de la también masiva emigración dominicana y latinoamericana hacia esa nación.
Esa hipersensibilidad no es sólo manifiesta en el gobierno, sino también en gran parte de la sociedad dominicana, incluyendo los medios de comunicación que no escatiman calificativos para condenar las políticas norteamericanas de restricción o persecución de inmigrantes, incluyendo el vergonzoso muro en la frontera con México.
Hace varias décadas que el concepto de soberanía nacional se ha reducido en un mundo globalizado, donde los medios de comunicación y el sistema financiero han concretado la aldea global que Marshall Mcluhan auguraba hace medio siglo. La migración, consubstancial a la naturaleza humana y la evolución social, ha roto todas las fronteras, imponiendo una mezcla racial que ningún nacionalismo ni concepto rígido de la soberanía nacional ha podido contener.
Eso lo reconocía el presidente Leonel Fernández en su último discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas cuando dijo que la República Dominicana participa del criterio de que el fenómeno migratorio representa un gran aliado a la causa del desarrollo, pero que en el mundo de hoy hay una contradicción, ya que se promueve la libre circulación de mercancías, capitales y servicios, al tiempo que se establecen rigurosas restricciones a la libre circulación de mano de obra.
Más específicamente nuestro presidente proclamó que “La migración no es ni una invasión de los pobres hacia los países desarrollados ni tampoco una amenaza a la civilización actual. La migración, simple y llanamente, constituye uno de los medios a los cuales siempre han acudido los seres humanos y que se continúan haciendo para alcanzar mayores niveles de bienestar y justicia”.
Seguramente que los senadores Arlen Specter y Jeff Sessions, presidente y miembro de la Comisión de Justicia del senado estadounidense, no consideraron un desconocimiento de la soberanía de su país cuando el presidente Fernández y el canciller Carlos Morales Troncoso les hablaron el 16 de abril pasado sobre el proyecto de ley de inmigración que cursaba en el Congreso de Estados Unidos.
Fue precisamente en la casa de Morales Troncoso donde les expresaron la preocupación del gobierno dominicano por la legislación que en esos momentos se debatía en Washington. El canciller declaró públicamente que “se planteó a los congresistas que República Dominicana cuenta con una población numerosa en Estados Unidos, una parte de ella indocumentada, por lo que el gobierno alberga la esperanza de que se apruebe una legislación justa que plantee soluciones favorables”.
Que sepamos Estados Unidos tampoco reclamó soberanía cuando el 11 de enero pasado nuestro gobierno suscribió una declaración conjunta, junto a Centroamérica, México y Colombia, en la que según comunicado de nuestra cancillería “se acuerda aplicar medidas conjuntas en defensa de los derechos de los migrantes que trabajan en Estados Unidos, e impulsar acciones para brindarles apoyo en sus propios países”.
La declaración planteaba que “debe dársele a todo inmigrante, “sin importar su condición migratoria, la protección plena de sus derechos humanos y la observancia plena de las leyes laborales que les aplican”, al tiempo que prometía “promover mecanismos de difusión para dar a conocer a la sociedad estadounidense la importancia de la contribución de los migrantes para la economía de esa nación”.
Otro comunicado de la Cancillería, del 2 de mayo pasado, daba cuenta de la participación de don Carlos Morales Troncoso, junto a los cancilleres de otras 7 naciones latinoamericanas y miembros de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, en una mesa redonda en Washington sobre la ley migratoria en discusión.
“Antes de que se comentan iniquidades desastrosas con nuestros inmigrantes indocumentados, residentes precariamente en los Estados Unidos, hay que abocarse a examinar fríamente los pro y los contra de una situación que aporta soluciones y genera no pocos desequilibrios en las dos partes vinculadas a este tema tan complejo, tan importante, y al cual necesariamente hay que buscar una salida justa, sabia y oportuna”, planteó allí Morales Troncoso.
Si en algunos de esos pronunciamientos Estados Unidos alegó incursión en sus ámbitos soberanos, no lo supimos. Habría sido confidencial. Por eso la carta pública al embajador Hertell constituye un doble estándar dominicano en materia migratoria. Y dejó claro que sólo en ese ámbito reclamamos soberanía, ya que para nada se aludió a muchas otras expresiones del diplomático sobre problemas dominicanos, incluyendo la corrupción administrativa y la crítica al hecho de que después de 6 años de iniciado el proceso por el PEME, que envuelve a funcionarios del actual gobierno en la malversación de más de mil quinientos millones de pesos, todavía el caso no ha sido conocido en los tribunales.-