El Consejo Binacional Quisqueya

Por Juan Bolívar Díaz

23_08_2015 HOY_DOMINGO_230815_ Opinión9 A

En medio del océano de incomprensiones, descalificaciones y exclusiones que en los últimos dos años han caracterizado las relaciones domínico-haitianas, lo más reconfortante y positivo ha sido el lanzamiento del Consejo Económico Binacional Quisqueya, un ambicioso proyecto de inversiones que tiene como meta la creación de decenas de miles de empleos en la línea fronteriza.

Es satisfactorio escuchar el entusiasmo con que grandes inversionistas dominicanos, asociados con colegas haitianos, han emprendido este proyecto, convencidos de la urgente necesidad de reordenar las relaciones bilaterales y de que no hay mejor forma que invirtiendo para producir bienes y generar empleos.

Desde el comienzo se trata de una alianza entre grandes empresarios de las dos naciones, abierta a la participación de todo el que quiera generar riqueza. No se trata de una obra de beneficencia, sino de importantes inversiones para generar beneficios económicos, sociales y políticos. Legítimas ganancias para los inversionistas, pero generando desarrollo social llamado a estabilizar instituciones.

En cuatro áreas de las comunidades fronterizas de ambos lados se proyectan inversiones para industrias, turismo, generación eléctrica y producción agropecuaria y artesanal y para infraestructuras portuarias. Se proyectan inversiones por etapas de miles de millones de dólares, aprovechando, en parte, incentivos que ha acordado Estados Unidos para ayudar al desarrollo de Haití y que ya ha favorecido instalaciones industriales de zona franca en Juana Méndez, promovidas por el Grupo M que preside Fernando Capellán.

La positividad y el éxito económico social de Juana Méndez está a la vista de todo el que quiere ver, con la transformación de esa comunidad haitiana por efecto de la creación de unos 7 mil empleos, y el consiguiente incremento del comercio y la cooperación bilateral. También ha sido muy positivo el proyecto agrícola promovido por Manuel Castillo en la zona fronteriza de Elías Piña, donde miles de hectáreas han sido reforestadas con la siembra de aguacates para exportación, generando un millar de empleos.

La creación de empleos y de oportunidades de vida es fundamental para estabilizar la frontera, donde la miseria de enseñorea en poblados fantasmas sin electricidad ni agua potable y escuelas apenas elementales, de donde huye aceleradamente cualquier joven que tenga mínimas expectativas de progreso.

Todavía hace poco más de un año nos quejábamos de que los empresarios dominicanos no tuvieran relaciones de cooperación y entendimiento con sus colegas haitianos. Una iniciativa universitaria de Miami los reunió y en poco tiempo se ha comprobado su alta positividad.

No habría que recordar lo que todos sabemos de sobra; la pobreza material e institucional de Haití es mucho mayor que la nuestra. El comercio bilateral que envuelve formalmente poco más de mil millones de dólares anuales y otros 500 millones en la informalidad, beneficia a los dominicanos en proporción de 10 a uno. Miles de dominicanos viven de la producción que se exporta hacia Haití en un mercado que deben desarrollar y conservar. Las inversiones dominicanas han penetrado profundamente hasta ciudades de la vecina nación. Empresas constructoras hacen también buenos negocios allí.

El Consejo Binacional Quisqueya cuenta con la cooperación de los dos gobiernos y está llamado a abrir puertas al entendimiento. Como estaremos en la isla para siempre, lo mejor que puede ocurrirles es la cooperación y la solidaridad. Hay que felicitar a los promotores del proyecto, en la esperanza de que no se dejen chantajear por radicalismos, ni se atemoricen por la confusión o el odio que tanto abundan por estos predios de Dios.

 

Sobre la seguridad fronteriza

Por Juan Bolívar Díaz

Ahora que por fin el Gobierno dominicano parece interesado en establecer políticas serias que pauten las relaciones con Haití, incluyendo el control de la inmigración y la reglamentación de las relaciones comerciales, habrá que esperar una gran inversión para mejorar la vigilancia de la frontera, no solo con mayor número de personal, sino también mejor equipado, justamente pagado y con adecuada tecnología y apoyo logístico general.

Los pasos fronterizos ya no son solo de inmigrantes haitianos, sino que han cobrado una importancia capital debido al incremento del comercio, formal e informal, del que tanto beneficio obtienen los productores dominicanos, con una balanza comercial de cien a uno, probablemente las más desequilibradas del mundo. Y es casi la única con inclinación hacia la República Dominicana.

Por la frontera, especialmente por el segmento sur de Jimaní, transitan diariamente cientos de furgones de mercancías, incluyendo importaciones de la vecina nación a través de puertos dominicanos. Esta también deja beneficios a empresas transportistas y trabajadores nacionales.

Los mercados binacionales dan vida no solo a los exportadores dominicanos, sino también a las comunidades fronterizas, mediante una multiplicidad de servicios. Por ejemplo, la prosperidad de la comunidad de Dajabón depende en gran parte del intercambio bilateral, con unas 800 habitaciones hoteleras, lo mismo que Juana Méndez y otras del lado occidental.

Hay un creciente tráfico hacia Haití de profesionales y empresarios dominicanos de la construcción que han aprovechado las oportunidades derivadas de la reconstrucción de la devastación sufrida por el hermano país hace cuatro años.

Arraigados prejuicios han dilatado las relaciones entre dos naciones unidas indisolublemente por la geografía, ya que las fallas geológicas de la isla se extienden de oeste a este por lo que es casi imposible que las separe una hecatombe telúrica. Mientras más pronto nos entendamos mucho mejor será para ambas partes.

La precariedad de la vigilancia de la frontera es indicativa de la desidia con que se ha afrontado esa tarea, favoreciendo la trata de personas, la extorsión y la disposición de una abundante mano de obra incondicional y sin capacidad de reclamo, lo que a su vez degrada el salario en actividades productivas como la agrícola y la construcción.

El Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza (Cesfront) es un botón de muestra, luego de 8 años de su creación. Con apenas 820 miembros, su actual director está a la espera de conseguir otros 250. Necesitaría por lo menos llevarlos a 1,500, aunque reconoce que deberían ser 2,500, es decir el triple del número actual. Desde su creación en el 2006 diversos comandantes han reclamado más personal para atender el desafío de la seguridad fronteriza, que no ha de ser solamente de carácter migratorio, sino también para prevenir todo género de tráfico, especialmente de drogas y armas.

No se puede entender que con unas fuerzas armadas de 55 mil miembros, no hayamos dispuesto siquiera de un cinco por ciento para atender la seguridad de una frontera de casi 300 kilómetros de extensión. Pero tiene que ser un personal bien entrenado, pagado adecuadamente, vigilado con recursos tecnológicos para evitar la tradicional corrupción, con suficientes equipos de transporte terrestre y aéreo.

Hay que alentar la esperanza de que se profesionalizará la seguridad fronteriza después que en Venezuela incentivaran a los dos gobiernos de la isla a iniciar una etapa de negociaciones y reencuentros. Como también en Miami convocaron al diálogo a los empresarios dominicanos y haitianos que tienen más cosas en común que desacuerdos, con un mercado total de 20 millones de personas, en perspectivas de fortalecerse en proporción directa al progreso económico y social de ambos lados de la isla.

Es una pena que extranjeros hayan tenido que convencernos de cuestiones que hace tiempo debimos haber asumido, por la prosperidad de ambos pueblos. Pero debemos resignarnos a que más vale tarde que nunca.

Mejores perspectivas de relación con Haití

Por Juan Bolívar Díaz
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La reciente crisis en la relación domínico-haitiana originada en la veda a las exportaciones avícolas nacionales podría revertirse positivamente en la medida en que en el país  se va descubriendo que la vecina nación no es sólo una carga inmigratoria sino también un mercado de oportunidades.

Dominicanos y haitianos están desafiados a la negociación y el entendimiento superando prejuicios y resentimientos, y mientras más pronto lo logren mejor será para ambas partes que por separado enfrentan serias dificultades de competitividad en los mercados internacionales.

 Descubriendo a Haití.   Más allá de las pérdidas sufridas por los productores dominicanos de pollos y huevos, la veda impuesta por  las autoridades haitianas podría contribuir a que los dominicanos terminen de descubrir que Haití no es solamente una carga migratoria, sino también una gran oportunidad de negocios y coloquen como prioridad la consecución de importantes acuerdos acariciados durante décadas en materias fundamentales  de migración, comercio, medio ambiente, de salubridad e inversiones.

De golpe muchos dominicanos de estratos tan importantes como el empresarial y la comunicación pudieron darse cuenta de que los gestos prepotentes revestidos de derecho soberano no sólo pueden originarse al este de la frontera, sino también en el oeste, perjudicando intereses de la contraparte.

Más allá de la algarabía del rampante antihaitianismo, heredado de la tiranía de Trujillo y de su mejor discípulo Joaquín Balaguer como elemento de manipulación política, que resaltaba la decisión haitiana como un agravio intolerable, al extremo de que hasta legisladores exigieron el cierre de la frontera, se fue descubriendo que los productos avícolas representan apenas un 2 por ciento de las exportaciones formales dominicanas hacia Haití, con unos 18 millones de dólares al año. Aunque podría duplicarse en la informalidad de los mercados binacionales.

Consciente de la creciente importancia del mercado haitiano, el gobierno dominicano ha manejado el diferendo con serenidad e inteligencia, distanciándose de apasionados sembradores de discordias, y el propio presidente Danilo Medina se ha involucrado en gestiones para superarlo. En diálogo con el presidente Michel Martelly, habría de descubrir que lo sanitario fue un pretexto, y que el asunto apunta a recaudaciones aduanales por las exportaciones dominicanas a través de  los mercados binacionales que podrían ser limitados.

 Otras ventajas nacionales.  En el comercio informal de los mercados binacionales este país mantiene también una enorme ventaja, aunque menor, que se puede apreciar a simple vista, pero por sus características es difícil cuantificar. Hace unos cinco años en Dajabón se estimaba que el balance era de diez a 1. El año pasado se calculó que las exportaciones dominicanas por esos canales podría  oscilar entre 250 y 300 millones de dólares. El grueso son productos industriales, incluyendo de zonas francas,

Otros que han descubierto el mercado haitiano, sobre todo después del terremoto del 2010, son unas siete empresas constructoras dominicanas, que ejecutan obras viales, edificaciones y viviendas por cientos de millones de dólares, e incluso profesionales dominicanos de la ingeniería que han conseguido trabajo con empresas e instituciones haitianas y de otros países.

Se estima creciente también el número de empresarios nacionales que invierten en diferentes renglones de la economía haitiana, relevantemente el Grupo M, consorcio empresarial santiagués que preside Fernando Capellán, que desde el 2002 mantiene un inmenso parque de zona franca en Juana Méndez, la contraparte de Dajabón en el noroeste fronterizo, que emplea unas 6 mil 500 personas.

Empresas de transporte de cargas figuran entre las beneficiarias del mercado haitiano, sobre todo por la actual demanda de materiales para la reconstrucción tras la devastación telúrica. Una ventaja adicional proviene de unos 12 mil estudiantes haitianos, de clases medias y altas, que cursan estudios en  universidades dominicanas, representando cerca de 100 millones de dólares anuales.

Habría que sumar a los beneficiarios del intercambio comercial con Haití a miles de pequeños y medianos comerciantes, a los prestadores de todo género de servicios, incluyendo los operadores de  unas 800 habitaciones hoteleras en Dajabón. La vida en esta población y en Jimaní sería afectada dramáticamente si desaparecieran los mercados binacionales.

Mientras más rápido mejor.  Entre los empresarios más visionarios crece la convicción de que el país tiene que hacer mayores esfuerzos por institucionalizar y mejorar las relaciones de todo género con Haití, y que mientras más rápido ocurra será mejor para el interés nacional. Ven las ventajas de un mercado que duplica los 10 millones del país, más rentable en la medida en que se estabilice la situación política de Haití y se produzca crecimiento económico. El marco de entendimiento debe adelantarse a la incursión de capitales y exportadores más competitivos, señalándose la versión de que empresarios brasileños instalarían granjas avícolas que afectarían las exportaciones dominicanas.

Es obvio que con discriminaciones y prepotencias frente a los haitianos el país perderá oportunidades. Y en la medida en que Haití salga adelante reclamará más derechos y compensaciones a las ventajas comerciales dominicanas. La reactivación definitiva de la Comisión Mixta Bilateral que amaga desde su creación en 1996, es un paso fundamental. Pero tal como dijo aquí la semana pasada el visionario exembajador haitiano Guy Alexandre, tiene que renacer con una clara voluntad política del más alto  nivel para concretar  acuerdos en las claves materias comercial y migratoria.

El país tendrá que aterrizar un reglamento migratorio más respetuoso de la condición humana y la realidad haitiana, sin pretender convertir en fuente de recaudación el proceso de regularización de los trabajadores provenientes de Haití, a los que se obliga a salir del país para cobrarle hasta 8 mil pesos por una visa de reingreso, y Migración les impone una cuota de 9 mil pesos (llegó a requerir 15 mil) para su registro y autorización.

Compromiso social y político.  Tanto en Migración como en la cancillería dominicana prevalecen actitudes antihaitianas que dificultan el entendimiento. Contrastan con un embajador dominicano en Haití, como Rubén Silié, de amplia visión concertadora, y con una sociedad civil que progresivamente evoluciona en dirección al entendimiento, consciente de que no hay  manera de separar  los dos países.

De ahí el “Compromiso Social y Político por un Nuevo Modelo de Gestión de las Migraciones”, ampliamente consensuado y suscrito recientemente por unas 150 instituciones dominicanas, desde empresariales, religiosas, académicas, sindicales y sociales. Resalta que lo firmaron 8 organizaciones empresariales, como la Asociación de Industrias de la República, la Asociación de Comerciantes e Industriales de Santiago, la Confederación Patronal Dominicana, las centrales sindicales y la Universidad Católica Madre y Maestra.

Las perspectivas apuntan a cambios significativos para lo cual el presidente Danilo Medina tendría que ignorar el chantaje político en que se sustenta el antihaitianismo y que hace un par de meses llegó al extremo de denunciar a la Universidad Madre y Maestra porque junto a la UNESCO, realizó un proyecto de acercamiento con periodistas de ambos lados de la isla. Se impone una nueva política estatal que supere irritaciones e iniquidades, como el insostenible genocidio civil de los dominicanos descendientes de haitianos. Eso permitiría demandar racionalidad y reducir también el antidominicanismo que se anida al oeste de la frontera.-

Balanza comercial de cien a uno

Este es un país tan especial que aunque tiene frente a Haití lo que puede ser la mayor ventaja comercial del mundo, en rango de 100 dólares exportados por cada uno importado, en sondeos populares de medios de comunicación predominaba el criterio de que por la veda a las exportaciones avícolas se debía cerrar la frontera, lo que denota una terrible manipulación, ignorancia o prejuicio.

Como consecuencia del debate generado, se puede esperar que muchos comentaristas e “interactivistas profesionales” se hayan enterado que en el 2011, último año completo disponible, las exportaciones formales de Dominicana  hacia Haití sumaron mil 13 millones de dólares, y las compras apenas 10 millones de dólares.

Más significativo es el crecimiento que han registrado las exportaciones dominicanas hacia el vecino país, que se duplicaron de 433.7 millones de dólares en el 2007 a 874.6 millones de dólares en el 2010, para alcanzar los 1013.8 millones en el 2011, crecimiento de 580.1 millones de dólares, 134 por ciento, en sólo cuatro años.

La ventaja del comercio con Haití, segundo mercado dominicano, es más significativo, si se tiene en cuenta el creciente déficit del país en su intercambio comercial con su primer socio, que es Estados Unidos, donde en el 2001 registró un déficit de 3,191.6 millones de dólares, fruto de importaciones por 7,346.2 y exportaciones de apenas 4,154.6 millones de dólares. Otro socio importante es China donde en el mismo 2011 RD tuvo un déficit de 648.9 millones de dólares, importaciones de 904.8 y exportaciones de apenas 255.9 millones de dólares.

La crisis avícola desnudó que la competitividad frente a Haití no es solo por la vecindad, sino por las características del vecino y por las dificultades dominicanas para competir en otros mercados más exigentes de calidad y precios.