La frontera se nos cae a pedazos

A2Por Juan Bolívar Diaz

            Cada vez que he podido caminar por las provincias fronterizas tengo la misma sensación de descubrir un mundo realmente macondiano, donde no alcanzan los adjetivos para describir el inmenso drama de pobreza y abandono, de donde huyen todos los que pueden, relevantemente la población más joven que escucha decir que este ya es un país de clase media, lo que por cierto se traduce en reducción de los programas asistenciales internacionales.

Llego siempre a la misma conclusión: que los políticos, comentaristas y  periodistas viven muy alejados de la realidad nacional, y lo vacío que es el discurso antihaitiano, y los ímpetus ultranacionalistas que buscan tras la frontera explicaciones pueriles a nuestras carencias, irresponsabilidades y hasta miserias y que pretenden que la contención de la inmigración es asunto de arengas radiofónicas y televisivas.

La República se nos está derrumbando en la zona fronteriza, más parecida a Haití que a las prosperas regiones del Cibao y, desde luego, muy distante del Nueva York chiquito del polígono central de Santo Domingo. Quien quiera comprobar la enorme disparidad tiene que darse un viaje por el tramo fronterizo que integran Pedernales, Independencia, Bahoruco y Elias Piña, donde muchos pueblos y parajes parecen arrancados de la madre patria Africa.

Entre el 30 de abril y el 7 de mayo la exquisita periodista Leonora Ramírez publicó una serie de reportajes sobre las provincias fronterizas, que seguramente pasó desapercibida para gran proporción de los lectores de este diario HOY, y otros no lograron hacerse una clara representación de sus alcances.

Las cifras oficiales establecen que en la provincia Elías Piña el 83% de la población vive en la pobreza, la mitad en pobreza extrema, con 63 % desocupados, y que tiene municipios como Guananico y Juan Santiago, donde 9 de cada 10 habitantes viven bajo el agobio de la pobreza. En Bahoruco y Pedernales los niveles de pobreza con del 75%, y del 73% en Independencia, con poblaciones como Boca de Cachón con 80% de pobres, o Cabeza del Toro donde el 62% vive en extrema pobreza.

Escapa un poco a esos niveles de miseria la provincia de Dajabón, dónde “sólo la mitad de la población es pobre”, por tener el mayor mercado fronterizo, ese que algunos desaprensivos gritan que deben cerrar cada vez que se presenta algún incidente con los vecinos. A lo largo de la franja fronteriza el intercambio binacional es fundamental, tanto que en Pedernales hubo que apresurare a levantar el cierre del mercado binacional hace par de meses tras graves incidentes.

Pero las cifras no son suficientes. El que quiera conocer la honda y golpeante realidad tiene que caminar por esos poblados fronterizos, más allá de las cinco o seis grandes poblaciones, para ver cómo se le caen las alas del alma. Los colmaditos con algunos productos imprescindibles, sin energía eléctrica la mayor parte del tiempo, sin que les llegue agua potable, y las escuelitas casi deshabitadas.

Viendo ese submundo se puede explicar que los jóvenes lo abandonen y lo dejen dependiendo de la mano de obra haitiana para cualquier pequeño o mediano emplazamiento agrícola, casi de subsistencia todos. En Oviedo hace 8 años levantaron un liceo secundario que no ha podido ser utilizado porque sus vicios de construcción no garantizan seguridad. Nadie ha salido responsable ni parece que haya prisa en sustituirlo. Total, que la mayoría de sus potenciales alumnos ya levantaron vuelo hacia la civilización.

En Boca de Cachón el actual gobierno desarrolló un proyecto habitacional modelo para albergar a 600 familias damnificadas de la crecida del Lago Enriquillo, pero no les han entregado  las tierras y animales para producir, lejos de las otras poblaciones, sobreviven en sus estanques de miseria, con viviendas de bloques y edificaciones comunitarias, pasando hambre, sin energía ni agua potable, a la buena de Dios y por obra y gracia del Espíritu Santo.

A la frontera alguna vez el verdadero nacionalismo, la racionalidad y la sensibilidad tendrán que echarle una mirada, cuando dejemos de pasarnos la vida discutiendo miserias políticas y exhibiendo impúdicamente las carencias institucionales. Ojalá que sea pronto que dejemos de hablar tantas pendejadas y nos ocupemos de los problemas fundamentales.-

El Consejo Binacional Quisqueya

Por Juan Bolívar Díaz

23_08_2015 HOY_DOMINGO_230815_ Opinión9 A

En medio del océano de incomprensiones, descalificaciones y exclusiones que en los últimos dos años han caracterizado las relaciones domínico-haitianas, lo más reconfortante y positivo ha sido el lanzamiento del Consejo Económico Binacional Quisqueya, un ambicioso proyecto de inversiones que tiene como meta la creación de decenas de miles de empleos en la línea fronteriza.

Es satisfactorio escuchar el entusiasmo con que grandes inversionistas dominicanos, asociados con colegas haitianos, han emprendido este proyecto, convencidos de la urgente necesidad de reordenar las relaciones bilaterales y de que no hay mejor forma que invirtiendo para producir bienes y generar empleos.

Desde el comienzo se trata de una alianza entre grandes empresarios de las dos naciones, abierta a la participación de todo el que quiera generar riqueza. No se trata de una obra de beneficencia, sino de importantes inversiones para generar beneficios económicos, sociales y políticos. Legítimas ganancias para los inversionistas, pero generando desarrollo social llamado a estabilizar instituciones.

En cuatro áreas de las comunidades fronterizas de ambos lados se proyectan inversiones para industrias, turismo, generación eléctrica y producción agropecuaria y artesanal y para infraestructuras portuarias. Se proyectan inversiones por etapas de miles de millones de dólares, aprovechando, en parte, incentivos que ha acordado Estados Unidos para ayudar al desarrollo de Haití y que ya ha favorecido instalaciones industriales de zona franca en Juana Méndez, promovidas por el Grupo M que preside Fernando Capellán.

La positividad y el éxito económico social de Juana Méndez está a la vista de todo el que quiere ver, con la transformación de esa comunidad haitiana por efecto de la creación de unos 7 mil empleos, y el consiguiente incremento del comercio y la cooperación bilateral. También ha sido muy positivo el proyecto agrícola promovido por Manuel Castillo en la zona fronteriza de Elías Piña, donde miles de hectáreas han sido reforestadas con la siembra de aguacates para exportación, generando un millar de empleos.

La creación de empleos y de oportunidades de vida es fundamental para estabilizar la frontera, donde la miseria de enseñorea en poblados fantasmas sin electricidad ni agua potable y escuelas apenas elementales, de donde huye aceleradamente cualquier joven que tenga mínimas expectativas de progreso.

Todavía hace poco más de un año nos quejábamos de que los empresarios dominicanos no tuvieran relaciones de cooperación y entendimiento con sus colegas haitianos. Una iniciativa universitaria de Miami los reunió y en poco tiempo se ha comprobado su alta positividad.

No habría que recordar lo que todos sabemos de sobra; la pobreza material e institucional de Haití es mucho mayor que la nuestra. El comercio bilateral que envuelve formalmente poco más de mil millones de dólares anuales y otros 500 millones en la informalidad, beneficia a los dominicanos en proporción de 10 a uno. Miles de dominicanos viven de la producción que se exporta hacia Haití en un mercado que deben desarrollar y conservar. Las inversiones dominicanas han penetrado profundamente hasta ciudades de la vecina nación. Empresas constructoras hacen también buenos negocios allí.

El Consejo Binacional Quisqueya cuenta con la cooperación de los dos gobiernos y está llamado a abrir puertas al entendimiento. Como estaremos en la isla para siempre, lo mejor que puede ocurrirles es la cooperación y la solidaridad. Hay que felicitar a los promotores del proyecto, en la esperanza de que no se dejen chantajear por radicalismos, ni se atemoricen por la confusión o el odio que tanto abundan por estos predios de Dios.

 

Un llamado a la ponderación

 Por Juan Bolívar Díaz
11_01_2015 HOY_DOMINGO_110115_ Opinión9 A

No hubo secuestro de personal consular y militares dominicanos destacados en Anse-A Pitre, Haití, como tampoco es cierto que se hayan hecho asentamientos de inmigrantes haitianos en bateyes del desmantelado ingenio Montellano en Puerto Plata, como se ha denunciado reiterativamente en la primera semana de este año, alimentando el clima nacional de confrontación y exclusión que grupos radicales promueven cada vez con mayor entusiasmo.

Sí fue cierto que un grupo de haitianos disgustados por disposiciones de preservación del espacio marítimo dominicano, donde pescaban, en las proximidades de Pedernales, apedrearon el local del consulado, lo que obligó al personal a permanecer en su interior hasta que las autoridades locales les garantizaron su seguridad. Así lo informó al gobierno el director del Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza, general Carlos Manuel Aguirre Reyes. También lo reconoció el director de Migración, José Ricardo Taveras, un funcionario nada sospechoso de cordialidad con los haitianos. A pesar de ello múltiples comentaristas y medios informativos nacionales han seguido denunciando el supuesto secuestro, y algunos llegaron a reclamar acciones militares.

Sin duda hubo un incidente desagradable y peligroso, una actitud agresiva ante la cual la Cancillería nacional procedió con altura y ponderación, tramitando la correspondiente protesta y pidiendo las necesarias garantías, en un lenguaje diplomático evadiendo echar combustible sobre las pasiones bilaterales.

Lo del supuesto asentamiento de inmigrantes haitianos por parte de una entidad canadiense es absolutamente falso, como ha documentado el regidor reformista Juan Arismendy Medina, quien preside la Fundación Samaritana, responsable de haber construido unas 1,500 modestas viviendas escuelas y consultorios médicos en diez comunidades de extrema pobreza en ese municipio del que fuera síndico 1986-90.

El munícipe testimonió por Teleantillas, que todo comenzó en 1988 cuando un potentado empresario canadiense, que vino de turista, chocó con la extrema pobreza y se acercó a la Asamblea de Iglesia Cristiana de la que el señor Medina era animador. Otros contribuyentes canadienses se sumarían posteriormente a una obra de carácter humanitario. Fue aprobada por autoridades nacionales e incentivada por personas sensibles como el recordado Freddy Beras Goico. Reportajes en periódicos nacionales como el Listín Diario, y el canadiense Toronto Star dieron cuenta de la humanitaria renovación de bateyes y parajes abandonados tras el cierre del Ingenio Montellano. Algunas de las entregas de viviendas han sido reproducidas en Teleantillas y en periódicos digitales y en Youtube.

Como en todas las zonas cañeras del país, la decadencia de la industria azucarera dejó en la miseria y el mayor abandono a ciudadanos dominicanos, haitianos y dominico-haitianos. De las tres categorías han sido beneficiarios de las viviendas con costo promedio de 4 mil dólares.

Reportajes televisivos han mostrado que se trata de personas residentes en esos lugares por décadas, muchos de ellos mostrando sus cédulas de identidad, tarjetas del programa oficial Solidaridad y de Senasa.

No hay dudas que también se dieron viviendas a inmigrantes haitianos, pero de los que han trabajado y vivido allí por décadas y sus descendientes, al igual que ha ocurrido en los mínimos proyectos que en el pasado desarrolló en algunos bateyes el Consejo Estatal del Azúcar, y muy recientemente el Consorcio Vicini, que ha invertido muchos millones de pesos para mejorar el rostro de los residentes en sus bateyes.

Por suerte las máximas autoridades nacionales han actuado con responsabilidad y no se han dejado arrastrar por los promotores de la confrontación. El vocero del gobierno, Roberto Rodríguez Marchena, habló con admirable inteligencia y serenidad llamando a la ponderación, especialmente a los responsables de la información y la orientación. Toman en cuenta la delicada situación política e institucional por la que atraviesa Haití, cuyo agravamiento en nada beneficiaría al país, al control migratorio, ni a los cada vez mayores intereses económicos de empresarios dominicanos, exportadores y constructores.-

Sobre la seguridad fronteriza

Por Juan Bolívar Díaz

Ahora que por fin el Gobierno dominicano parece interesado en establecer políticas serias que pauten las relaciones con Haití, incluyendo el control de la inmigración y la reglamentación de las relaciones comerciales, habrá que esperar una gran inversión para mejorar la vigilancia de la frontera, no solo con mayor número de personal, sino también mejor equipado, justamente pagado y con adecuada tecnología y apoyo logístico general.

Los pasos fronterizos ya no son solo de inmigrantes haitianos, sino que han cobrado una importancia capital debido al incremento del comercio, formal e informal, del que tanto beneficio obtienen los productores dominicanos, con una balanza comercial de cien a uno, probablemente las más desequilibradas del mundo. Y es casi la única con inclinación hacia la República Dominicana.

Por la frontera, especialmente por el segmento sur de Jimaní, transitan diariamente cientos de furgones de mercancías, incluyendo importaciones de la vecina nación a través de puertos dominicanos. Esta también deja beneficios a empresas transportistas y trabajadores nacionales.

Los mercados binacionales dan vida no solo a los exportadores dominicanos, sino también a las comunidades fronterizas, mediante una multiplicidad de servicios. Por ejemplo, la prosperidad de la comunidad de Dajabón depende en gran parte del intercambio bilateral, con unas 800 habitaciones hoteleras, lo mismo que Juana Méndez y otras del lado occidental.

Hay un creciente tráfico hacia Haití de profesionales y empresarios dominicanos de la construcción que han aprovechado las oportunidades derivadas de la reconstrucción de la devastación sufrida por el hermano país hace cuatro años.

Arraigados prejuicios han dilatado las relaciones entre dos naciones unidas indisolublemente por la geografía, ya que las fallas geológicas de la isla se extienden de oeste a este por lo que es casi imposible que las separe una hecatombe telúrica. Mientras más pronto nos entendamos mucho mejor será para ambas partes.

La precariedad de la vigilancia de la frontera es indicativa de la desidia con que se ha afrontado esa tarea, favoreciendo la trata de personas, la extorsión y la disposición de una abundante mano de obra incondicional y sin capacidad de reclamo, lo que a su vez degrada el salario en actividades productivas como la agrícola y la construcción.

El Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza (Cesfront) es un botón de muestra, luego de 8 años de su creación. Con apenas 820 miembros, su actual director está a la espera de conseguir otros 250. Necesitaría por lo menos llevarlos a 1,500, aunque reconoce que deberían ser 2,500, es decir el triple del número actual. Desde su creación en el 2006 diversos comandantes han reclamado más personal para atender el desafío de la seguridad fronteriza, que no ha de ser solamente de carácter migratorio, sino también para prevenir todo género de tráfico, especialmente de drogas y armas.

No se puede entender que con unas fuerzas armadas de 55 mil miembros, no hayamos dispuesto siquiera de un cinco por ciento para atender la seguridad de una frontera de casi 300 kilómetros de extensión. Pero tiene que ser un personal bien entrenado, pagado adecuadamente, vigilado con recursos tecnológicos para evitar la tradicional corrupción, con suficientes equipos de transporte terrestre y aéreo.

Hay que alentar la esperanza de que se profesionalizará la seguridad fronteriza después que en Venezuela incentivaran a los dos gobiernos de la isla a iniciar una etapa de negociaciones y reencuentros. Como también en Miami convocaron al diálogo a los empresarios dominicanos y haitianos que tienen más cosas en común que desacuerdos, con un mercado total de 20 millones de personas, en perspectivas de fortalecerse en proporción directa al progreso económico y social de ambos lados de la isla.

Es una pena que extranjeros hayan tenido que convencernos de cuestiones que hace tiempo debimos haber asumido, por la prosperidad de ambos pueblos. Pero debemos resignarnos a que más vale tarde que nunca.

Dajabón quiere orden

Por Juan Bolívar Díaz

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 Los prejuicios y la irracionalidad pusieron en jaque el mercado dominico-haitiano  que se desarrolla dos veces por semana en la fronteriza comunidad de Dajabón que se puso de pie la semana pasada para defender sus derechos y reclamar ser escuchada por las autoridades.

 Cuando se creía que se había levantado un muro de separación y rechazo con el recién creado Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza Terrestre (CESFRONT), la comunidad encontró un extraordinario interlocutor en el comandante del mismo, mayor general Adriano Silverio Rodríguez, quien respondió positivamente a los reclamos.

 Ha quedado claro que el mercado binacional tiene que ser preservado en beneficio no solo de los dajabonenses, sino también de los productores agropecuarios e industriales de todo el país, beneficiarios de una balanza comercial absolutamente inclinada hacia el lado este de la isla a razón de 43 por 1.

Beneficio repartido

 La mayor parte de las exportaciones hacia Haití cruzan por el punto fronterizo de Dajabón, en patanas y camiones. Lo que se registra del mercado que opera lunes y viernes en Dajabón no se precisa, pero los estimados rondan alrededor de los 50 millones de pesos semanales, mil millones al año, equivalentes a unos 33 millones de dólares.

 También en este el balance es ampliamente favorable para los productores nacionales. Se exportan productos industriales principalmente harina, cemento, salami,  pasta de tomate, catchup, plásticos; y agropecuarios como pollos, huevos y puntilla de arroz, además de repuestos de vehículos. Los haitianos venden básicamente ropa, zapatos y electrodomésticos, nuevos y de medio uso, bebidas alcohólicas y frutas.

 La comunidad de Dajabón se beneficia no tanto por la exportación, pues la local es agropecuaria, sino por la comercialización y venta de servicios, hoteleros (hay 25 hoteles con más de 800 habitaciones), de comidas y bebidas, alquiler de sanitarios, transporte y otros, que se ofrecen no solo a los compradores haitianos, sino también a los dominicanos que provienen de distintas regiones para comprar y vender. Los mayores beneficiarios son los productores industriales y de huevos del Cibao y de todo el país.  El mercado binacional no sólo es víctima de irracionalidades dominicanas, sino también de intereses haitianos, que a principios de noviembre impusieron restricciones al paso hacia Dajabón. Los grandes importadores de Puerto Príncipe están pensando en el mercado del norte haitiano, que se suple en gran proporción desde Dajabón. Una razón adicional por la que la sociedad civil dajabonense cree que su mercado tiene que ser organizado y protegido, en vez de reprimírsele.

Una comunidad unida

 No era sólo el padre jesuita Regino Martínez y su Solidaridad Fronteriza la que reclamaba. Estaba toda la Iglesia Católica, con el párroco Roberto Guzmán, y la influyente Radio Marién que dirige el padre Guillermo Perdomo, y la Iglesia  Evangélica Misionera con su pastor Raymundo Abad. Lo mismo las asociaciones de Hoteleros, de Comerciantes, de Vendedores del Mercado, de Distribuidores de Pollos, de Ganaderos, de dueños de Farmacias y Farmacéuticos, de Coqueros, de Profesores, y juntas de vecinos, clubes de madres, Club Rotario, y otras.

 En clara demostración de lo que querían era el orden esas entidades se agruparon en un Comité de Defensa y Desarrollo de la Sociedad Civil de Dajabón, la que en vez de decretar un paro o quemar gomas en las calles se dirigió a la gobernación para entregar un documento contentivo de sus reclamos. No encontraron a nadie que lo recibiera.

 No rechazaban el CESFRONT ni se oponían al cumplimiento de su misión. Un documento del 15 de noviembre comienza planteando que desde hace muchos años abogan por la legalidad en la frontera, con estricto control para el tráfico de indocumentados, de los robos, del contrabando, el tráfico de armas y de drogas.

 Se referían a varias propuestas anteriores “para que haya normas claras para el comercio en la frontera dominico-haitiana, que nuestro mercado sea justo, legal y organizado”, con regulaciones para el tráfico de personas, denunciando el maltrato en los puestos fronterizos y especialmente en el puente que une las dos naciones, con el saqueo de compradores que regresaban a Haití con mercancías adquiridas aquí, sosteniendo que “la ilegalidad y   el desorden dan grandes beneficios a quienes la mantienen”.

 El punto quinto del pliego decía que “En múltiples ocasiones hemos pedido un cuerpo especializado para la frontera, con equipos que les permitan hacer un trabajo eficiente y una labor a favor del crecimiento de Dajabón”

 Eso es lo que esperaba la comunidad dajabonense del CESFRONT, pero la llegada de las nuevas tropas en vez de poner límites a los abusos de las tradicionales los incrementó, en nombre del orden. Se despojaba a compradores de mercancías adquiridas en el mercado, se prohibió a los comerciantes mayoristas haitianos que llegaran el día anterior a los de mercado y se incrementaron hasta 9 los puestos de control en los 40 kilómetros de carretera que separan a Dajabón de Montrecristi, donde comerciantes y compradores dominicanos tenía que pagar peaje o someterse a minuciosos, lentos y humillantes registros.

Algunas pruebas documentales fueron tan contundentes que provocaron la cancelación de una decena de integrantes del nuevo cuerpo militar, incluyendo un oficial.

Pero las autoridades dominicanas parecían coincidir con las haitianas en reducir el mercado que da vida a Dajabón y a la región y que beneficia a productores y comerciantes nacionales.

Acuerdos para el orden

 Como las autoridades locales ni siquiera conversaban con el Comité de Defensa, vinieron a la capital el jueves 15 y desde Teleantillas, y luego en rueda de prensa, denunciaron la situación, obteniendo inmediata respuesta del   mayor general Adriano Silverio Rodríguez, comandante del CESFRONT, quien llamó al telediario Uno más Uno para manifestar su disposición a reunirse con los dirigentes sociales.

 Se acordó que el encuentro sería el martes 20 en Dajabón,   pero antes el oficial analizó la situación con los altos mandos militares y el lunes se reunió con el gobernador, la síndica, comandantes locales del Ejército y la Policía, el fiscal y otras autoridades, mientras los dirigentes del   Comité eran invitados a reunirse con el secretario de las Fuerzas Armadas la noche del lunes. Cuando llegó a la reunión del martes en el salón parroquial y antes de que hablaran los dirigentes sociales, con extraordinaria habilidad e inteligencia, el general Silverio Rodríguez se adelantó a anunciar que aceptaba casi todas las propuestas de la comunidad, buscando precisar los alcances de algunas. La reunión fue un ejemplo de rápida concertación y demostró que sólo prejuicios y actuaciones tradicionales separaban al CESFRONT del Comité de Defensa. Duró apenas hora y media y al final, tras la visita de una decena de diputados integrantes de la Comisión de Fronteras, se firmó el pliego contentivo de los acuerdos.

 En resumen: el general se reuniría con los demás comandantes para contemplar la reducción y funcionalidad de los puestos de control; la oficina local de Migración otorgará un carnet de identificación a las haitianas que hacen trabajos domésticos en Dajabón; los pequeños y medianos comerciantes haitianos podrán cruzar la frontera los martes, miércoles y jueves con un carnet especial. También los compradores que se provean de un papel de autorización; los comerciantes haitianos podrán cruzar los jueves y domingo para hospedarse en los hoteles de la ciudad en espera de los días del mercado abierto, donde todo lo que se compre será lícito, excepto artículos prohibidos por ley. También se acordó que el CESFRONT no intervendrá en la realización del mercado, a menos que lo soliciten las autoridades civiles o judiciales; controlará las entradas por el río Masacre para impedir la proliferación de haitianos en áreas fuera del mercado; coordinará con los demás organismos militares y policiales para garantizar la seguridad ciudadana; y se compromete con el respeto a los derechos humanos.

 La sociedad civil recompromete a colaborar con las autoridades identificando los puntos vulnerables de la frontera por donde pasan contrabandos, mientras la Dirección de Migración facilitará la carnetización de la mano de obra haitiana que trabaja en el cultivo del arroz.-

Tremendo desbalance

 La comunidad de Dajabón expresaba con enfado su indignación frente a comunicadores y autoridades que presentaban sus reclamos de respeto al intercambio comercial con Haití y reglas claras para la vigilancia en la frontera como oposición a la legítima actuación de las autoridades.

 Se dijo que detrás de la sociedad civil dajabonense se ocultaban los intereses de contrabandistas, narcotraficantes y prohaitianos que se amparaban en la anarquía con que opera el mercado binacional, por lo que se justificaba cualquier actividad represiva sin importar que quebrara una actividad comercial de decenas de millones de dólares al año.

En los 9 años entre el 1997 y el 2005, los dominicanos exportaron hacia Haití productos por 659 millones 140 mil dólares, que si se les suman los 96 millones 316 mil de las zonas francas, totalizan 755 millones 457 mil dólares. En cambio las importaciones desde Haití apenas sumaron 15 millones 711 mil dólares. Sin los productos de zona franca la relación es 43 dólares de exportación por 1 de importación.

 En el 2005 el balance es más desproporcionado. Las exportaciones nacionales fueron por 122 millones 88 mil dólares, y las importaciones alcanzaron apenas los 2 millones 196 mil dólares, para una relación de 56 por 1.Incluidas las zonas francas el desbalance es de 161 millones 49 mil a 2 millones 196 mil dólares, 73 por 1.