Compromiso con los héroes de Abril

Por Juan Bolívar Díaz
26_04_2015 HOY_DOMINGO_260415_ Opinión9 A

Fue particularmente reconfortante concluir en Uno+Uno esta semana un ciclo de cinco paneles sobre la trascendencia de la Revolución Constitucionalista con la participación del ingeniero Ludovino Fernández Fernández, del teniente coronel Francis Caamaño Acevedo y del mayor Juan Lora de León, sendos hijos de los máximos héroes militares de 1965: Rafael Fernández Domínguez, Francisco Caamaño Deñó y Juan María Lora Fernández.

Es relevante que coincidieron en sus apreciaciones sobre la justeza de la gesta histórica de la que estamos conmemorando medio siglo, sobre los ideales y propósitos que guiaron a sus propulsares, civiles y militares, y especialmente cómo han asumido el sacrificio de sus padres. Los tres fueron bien expresivos, pero la condición de civil del ingeniero Ludovino Fernández, hijo del ideólogo militar de la lucha por la restauración del orden constitucional interrumpido por un golpe de Estado, le permitió mayor franqueza.

Fernández, reflejando la integridad y grandeza que adornan también a su madre Arlette Fernández, contó cómo fue educado y criado con alegría, sin tristezas ni resentimientos, empoderado del legado histórico de su padre, pero expresó insatisfacción por el Estado de la nación cincuenta años después, y sus esperanzas de que le demos un cambio para acercarnos a los ideales de tantos que murieron tratando de cambiar el atraso histórico nacional.

La Revolución Constitucionalista fue la gesta más trascendente del siglo pasado, y la de mayor gloria después de la independencia y la restauración de la República. Fue la expresión de varias generaciones que habían luchado contra la opresión y la anarquía y contra la ocupación norteamericana de 1916-24 que nos legó la peor tiranía de América que durante 31 años conculcó todos los derechos y libertades.

Fue la conjunción del valor y la decisión de líderes civiles y militares, mujeres y hombres de diversos estratos sociales, con ideales democráticos, socialistas y socialcristianos que pretendían la restauración del gobierno democrático de Juan Bosch, pero también el reino de la libertad, el imperio del orden y la justicia social. La masiva y valerosa participación popular fue indicativa de los anhelos del pueblo dominicano.

La ignominiosa nueva invasión militar de Estados Unidos cercenó el salto democrático que pretendían los dominicanos, que no se rindieron pese a la infinita superioridad militar del invasor y durante más de cuatro meses escribieron una epopeya patriótica que asombró al mundo con ejemplos de integridad y sentimiento patrio.

Los que sobrevivimos de aquella gesta, en cualquier campo que nos encontremos, tenemos una responsabilidad histórica con la memoria de los héroes y heroínas de abril, no sólo con Caamaño, Fernández y Lora, con Juan Miguel Román, Yolanda Guzmán, Oscar Santana, Ilio Capocci, Jacques Viau o el padre Arturo, para recordar algunos de los más relevantes y diversos, sino con la infinita legión de héroes anónimos.

Hay que recordar el compromiso derivado del valor de todos los combatientes civiles y militares, incluyendo a los que pagarían su osadía en la represión que siguió al acuerdo de paz, y a aquellos seis sacerdotes que evadieron la huida de sus superiores y lucharon en la zona Constitucionalista con el aliento del Nuncio Enmanuel Clarizio. También a los periodistas de Ahora, La Nación y Patria, que compensaron con creces el silencio y la complicidad de los periódicos dominantes. Y los locutores, intelectuales y artistas que mantuvieron en alto la moral de los constitucionalistas. Sin olvidar la voz tronante de José Francisco Peña Gómez, con sus cotidianas arengas patrióticas, y la integridad de Antonio Guzmán, quien renunció a la presidencia que se le ofrecía al no aceptar establecer campos de concentración para los presuntos comunistas.

Con todos y todas pervive el compromiso de superar las dolencias históricas de la nación, que sí podemos, lo que comienza ahora luchando para proscribir el pesimismo, la indiferencia y la resignación que afecta a gran parte de la sociedad dominicana ante la corrupción, la impunidad y la corrosión institucional.

 

A 30 años de un histórico libro

Por Juan Bolívar Díaz

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Un día como mañana, 16 de febrero de 2010, se cumplirán treinta años de la primera edición del libro testimonial “Caracoles; la guerrilla de Caamaño”. Cuando se publicó, habían transcurrido apenas siete años de los acontecimientos que se describen en esa obra.

Los que habían gobernado en 1973 mantenían vigencia en el poder político de la nación, tal como lo hacen todavía. Joaquín Balaguer estaba entonces en una pausa de su oficio de Presidente de la República y los genocidas ostentaban impunidad y riquezas como si nada hubiera pasado. Marcaba ese libro la primera vez que se publicaba en República Dominicana el testimonio de un guerrillero sobreviviente en el que acusaba y condenaba a los autores de tanto crimen y corrupción. Evidentemente era, para ese momento, un reto audaz al poder político predominante en el país y al sistema de represión creado y patrocinado por Estados Unidos.

Las funciones editoriales fueron asumidas por la Editora El País, empresa que publicaba el periódico El Sol, dirigido por Juan Bolívar Díaz. Dadas las limitaciones tecnológicas, las portadas del libro se imprimirían en la Editora Alfa & Omega, encabezada por Miguel Cocco. Debe reconocerse al paso del tiempo la lectura previa de la obra por Arnulfo Reyes Gómez. Ellos, junto al autor, superaron grandes obstáculos, así como neutralizaron los temores de algunos vacilantes que consideraban el contenido de esa obra como innecesaria provocación a los sanguinarios personajes de “los doce años” de Balaguer. Se desarrolló entonces una campaña periodística de expectativa coordinada por Quiterio Cedeño con imágenes fotográficas tomadas por Pedrito Guzmán a lugares y personajes vinculados con la insurrección guerrillera. Así se preparó al pueblo dominicano para recibir las vivencias y percepciones de uno de los sobrevivientes de la gesta encabezada por el Presidente de la República en armas, Francisco Caamaño Deñó.

La tirada en formato de revista fue de ochenta mil ejemplares que se vendieron al precio de un peso dominicano cada uno. Un record editorial nunca alcanzado por otra obra escrita en nuestro país. En aquellos momentos, la moneda nacional equivalía casi a un dólar de Estados Unidos. Esa enorme edición se agotó en apenas nueve días. Las instalaciones del periódico El Sol fueron protegidas por guardianes ante el masivo reclamo. Así lo exigían las intenciones de compra simultánea de parte de miles de personas.

“Caracoles…” fue, también, el primer libro vendido al pregón. En las principales intersecciones de avenidas de Santo Domingo, aquellas donde habitualmente se vendían periódicos, los canillitas voceaban el libro con provocadoras referencias a Balaguer y a sus Generales. Los transeúntes compraban la obra en cantidades, dado el bajo precio establecido. La ultraderecha, con Bonillita a la cabeza, se desgañitaba gritando que esa obra había sido patrocinada por Fidel Castro. Su argumento era la imposibilidad de que alguien publicara un libro tan extenso al precio de un peso dominicano. Para la tradicional ultra derecha golpista, no podía producirse obra alguna en la que no se obtuvieran ganancias económicas. La memoria histórica para ellos nada vale como tampoco daban importancia al deseo del autor de que perviviera para siempre el esfuerzo realizado por un reducido grupo de patriotas que prefirieron arriesgar su vida antes que soportar el oprobio balaguerista.

Treinta años después de la primera edición, ese testimonio escrito del movimiento insurreccional se mantiene incólume como referencia veraz y obligada de los sucesos acontecidos a principios de 1973, contra el régimen despótico y criminal de Joaquín Balaguer que el Gobierno actual mantiene como arquetipo.

Es un homenaje a los combatientes Francisco Alberto Caamaño Deñó, Mario Nelson Galán Durán, Ramón Euclides Holguín Marte, Eberto Geordano Lalane José, José Ramón Payero Ulloa y Alfredo Pérez Vargas, quienes dieron su vida luchando por construir un país mejor. Preservar la memoria histórica y continuar con el empeño tenaz de estos compañeros es una tarea que Claudio Caamaño Grullón y yo, como sobrevivientes de aquella gesta, hemos asumido cual misión de vida.

Vaya este recordatorio de la primera edición de “Caracoles; la guerrilla de Caamaño” para recordar que, aunque nos gobiernen personas sin decoro, hay siempre otros muchos que tienen el decoro que a aquellos les falta.