“La maldita reelección”: el desafío de tres en uno

Por Juan Bolívar Díaz

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La forma acelerada, atropellada y de reparto del Estado en que se ha manejado la reforma de la Constitución para permitir la repostulación del presidente Danilo Medina vuelve a mostrar el alto costo que ha tenido en la historia nacional la reelección fundada siempre en la corrosión de las instituciones y la compra de conciencias.

Aunque para muchos la triple alianza parece invencible, por su premura no deja de ser indicativa de debilidad, y podría reproducir aquí la avalancha de rechazo al sistema político que se vive en la región, si un frente de oposición apela a los dos tercios de la población que viene expresando insatisfacción y desconfianza en los partidos políticos.

Costo de la financiación. Aunque la reforma constitucional no contaba con suficiente apoyo ni en el propio partido de gobierno, terminó imponiéndose con repartos antidemocráticos sin precedente primero en sus propias entrañas y luego con el sistema político. Nadie podrá precisar el costo de financiación de la 39 reforma de la Constitución dominicana que comenzó doblegando a la mitad de los legisladores del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que dejaron solo a su líder Leonel Fernández, y siguió con los 42 diputados del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), 9 del Reformista Social Cristiano (PRSC) y 2 de los 36 del nuevo Partido Revolucionario Moderno (PRM), estos últimos en vías de expulsión.

La reforma reeleccionista de Medina no tiene precedente en la adolescente democracia dominicana, ya que nunca los tres partidos dominantes durante más de medio siglo, se habían puesto de acuerdo para constituir un frente electoral. Aún a nivel mundial es difícil encontrar una concertación parecida, a no ser en las luchas contra las tiranías, como en Chile para rescatar de Pinochet el sistema político e institucional.

El pacto reeleccionista que implica a los tres partidos comenzó por sus diputados, que lo hicieron público, arrastrando a sus dirigentes, que para no quedarse en el descalabro han tenido que plegarse. Ningún organismo del PRD o el PRSC discutió ni aprobó el acuerdo, y sus líderes, candidatos presidenciales, no lo han explicado.

En el debate en la Cámara de Diputados el vocero del PRM Nelson Arroyo responsabilizó a los ministros de Obras Públicas y Economía y al reformista Marino Collante de haberse ocupado de persuadir a sus colegas, y nadie lo enfrentó. La diputada Minou Tavárez dijo sentirse asqueada del mercado en que convirtieron el Congreso. Los votos de diputados se habrían cotizado hasta a 10 millones de pesos. Algunos líderes y senadores, recibirían otros incentivos, como asignaciones de obras públicas.

Costo para el presidente. Todo el reparto antidemocrático y las protestas que ya está generando hasta en el propio PLD, donde miles de precandidatos que habían invertido fuertes sumas en su promoción, se ven amenazados, podría generar un alto costo, más aún al conllevar el aplastamiento de un liderazgo tan fuerte como el de Leonel Fernández y seguidores.

La palabra de Danilo Medina queda devaluada, tanto que en todo el proceso no ha justificado el haber cambiado sus promesas de que solo gobernaría 4 años, para involucionar a lo que siempre se ha hecho en la historia dominicana, desde Santana, Báez y Lilís, hasta Horacio, Trujillo, Balaguer y Leonel, a quien estigmatizó por ello en el 2008.

Abundan los vídeos y las citas de Medina en la Internet, resaltando el costo económico, institucional y democrático del reeleccionismo, desde su campaña por la nominación presidencial para el 2008 cuando le “venció el Estado”, a la lucha por el poder en el 2012 y al comenzar su gobierno. En “Las Propuestas de los Candidatos” del Grupo de Comunicaciones Corripio al final de la campaña del 2012, Danilo Medina se explayó explicando por qué nunca buscaría reelegirse, tras recordar que estaba prohibido “y es muy difícil que ningún presidente pueda conseguir los votos suficientes para modificar la Constitución”. Fue tajante: “yo quiero cuatro años y nada más”.

Danilo se extendió en explicaciones sobre cómo la reelección es antidemocrática, “porque tenemos instituciones democráticas muy débiles todavía. Tal vez en los próximos 20 años, cuando tengamos un período sucesoral de cuatro o cinco gobiernos, y hayamos avanzado en el fortalecimiento de las instituciones democráticas, entonces esas instituciones estén en capacidad de soportar la reelección”. Y agregó que “los funcionarios, cuando van a un proceso de reelección, no distinguen la línea que separa los bienes públicos de los bienes partidarios, y terminan dañando la imagen de los presidentes, dañando la imagen de los partidos y dañando la economía”.

Parece que las premoniciones de Medina se están dando en el actual proceso, que ya tiene alto coto en el PLD, y que “la maldita reelección”, como abjuraba Hipólito Mejía antes de caer en la tentación de modificar la Constitución para fracasar en su persecución, amenaza con enterrar lo poco que venía quedando de los dos partidos más antiguos de la historia nacional. Y todavía faltan más de once meses para las elecciones.

Un gran desafío nacional. Aunque hay propensión a creer que ante el pacto de tres en uno no hay mucho por hacer, el mismo representa un enorme desafío para la sociedad dominicana, si acaba de fraguar la planteada “Convergencia por un Mejor País”, que tendría como base principal al PRM y su candidato Luis Abinader, configurado en las encuestas como alternativa.

Si estos se manejan con el acierto que tuvieron en sus elecciones primarias y abren un real y amplio espectro político y social, por lo menos producirían una bipolarización del proceso y trazarían una línea de Pizarro, haciendo insubstancial a todo el que quede fuera de los dos polos, y nutriéndose aún más de la disidencia que producirá el reparto antidemocrático, por ejemplo en un PRD que desde hace meses viene reduciéndose en las encuestas a menos del 5 por ciento de las preferencias.

En el país podría repetirse una coyuntura como la del 1978, de todos contra el poder absoluto, cuando todo el presupuesto nacional, y el control total de las instituciones y empresas estatales, incluyendo junta electoral, militares, policías y jueces no fue suficiente para imponer la reelección. Ahora no hay un líder opositor de las capacidades de Peña Gómez, pero una ola de indignación está relegando los partidos tradicionales en todo el continente. Empezó por Venezuela, Perú, Brasil, Bolivia, Uruguay y Ecuador, y se ha extendido a Colombia, llegando a Centro América por El Salvador. El año pasado Varela y Solís fueron electos presidentes de Panamá y Costa Rica, aunque las encuestas los situaban en tercer lugar de preferencias, desplazando a partidos tan antiguos como el tico Liberación Nacional. Y en Guatemala y Honduras las masas piden la renuncia de los presidentes, en el primero tras liquidar a la vicepresidenta y los jefes del Banco Central y la seguridad social.

Muchos creen que República Dominicana vive aislada del mundo, pero seguramente no tienen en cuenta que las encuestas registran una fuerte insatisfacción y desconfianza en los partidos políticos. La última Encuesta sobre Cultura Política de la Democracia en RD, 2012, auspiciada por reconocidas instituciones, arrojó una caída del 58 al 49 por ciento de apoyo al sistema político, solo un 37 por ciento con militancia partidista y con los partidos en el último escalón de confianza ciudadanía, 32 por ciento, por debajo hasta de la Policía, entre las 12 más importantes instituciones nacionales.

Aún con la alta aprobación que ha registrado el presidente Medina, el tres en uno conlleva riesgos.-

 

Un alerta al sistema político

Por Juan Bolívar Díaz
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La encuesta  sobre Cultura Política de la Democracia en República Dominicana 2010 publicada esta semana ha venido a ratificar las voces de alerta que se vienen expresando en el país sobre una creciente insatisfacción con la endeble democracia dominicana y muy especialmente con el sistema partidista.

El Barómetro de las Américas del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP) registra un declive en el país del apoyo a la democracia como sistema de gobierno y en la satisfacción con su funcionamiento, lo que “unido al declive en el apoyo al sistema político, señalan un malestar creciente con el funcionamiento de la democracia en la población dominicana”. Con reducción del 54 al 51 por ciento.

Todavía es considerablemente alta la lealtad de los dominicanos a los partidos políticos, ya que un 54% dijo simpatizar con alguno de ellos, pero es relevante una caída de 16 puntos en relación al 70% que había marcado en la medición del 2008 del Barómetro de las Américas. Es altamente significativo que los partidos políticos son la institución que menos confianza generan en la población nacional, con apenas un 33%, seguidos de la Policía, la Suprema Corte y el Congreso. Todas estas muy distantes de los medios de comunicación que tienen un nivel de confianza del 73%, seguidos por la Iglesia Católica, las Juntas de Vecinos y las iglesias evangélicas.

El apoyo al sistema político de redujo en el país “más de lo esperado”, colocándose en una posición relativamente baja en la comparación regional, ya que el porcentaje de la población dominicana que se coloca en la casilla de democracia estable se redujo del 38 al 25% entre el 2006 y 2010.

El país registra niveles muy por encima del promedio regional en renglones como percepción de inseguridad y de corrupción, pero donde resulta campeón indiscutible es en ofertas clientelistas durante las campañas electorales, con un 18%, pero superando al segundo, que es Argentina, casi en un cincuenta por ciento, mientras la gran mayoría quedó por debajo del 10%.

No hay dudas que estos resultados avalan las preocupaciones que se vienen expresando sobre la debilidad y vulnerabilidad de la democracia dominicana, frente a las cuales el liderazgo político reacciona argumentando que disfrutan de un amplio apoyo. Al presentar la encuesta del Barómetro de las Américas, la cientista social  Rosario Espinal  advirtió que la democracia dominicana se encuentra en una encrucijada, resaltando la urgencia de detener  la “avalancha de des-institucionalización que se registra en la nación dominicana al comienzo de este 2011”.

Las advertencias provienen de todos los frentes, incluyendo a autoridades como el presidente de la Junta Central Electoral, Roberto Rosario, quien al inaugurar un seminario internacional sobre partidos políticos, planteó la necesidad de reducir el costo de la democracia dominicana. O el ex presidente de la Cámara de Diputados Julio César Valentín, quien esta semana se quejó de los altísimos niveles de ingresos de los funcionarios públicos dominicanos contrastándolos con la pobreza del país.

Se vuelve a discutir sobre la necesidad de aprobar una Ley de Partidos Políticos que lleva más de una docena de  años de consensos y formulaciones diversas, que ha sido introducida al Congreso en unas siete ocasiones, sin que el sistema político termine de convencerse de la conveniencia de regulaciones para el fortalecimiento de los partidos mismos y de la democracia.

Muchos observadores se preguntan qué señal será la que están esperando los líderes políticos dominicanos para poner límites al deterioro institucional y democrático. La experiencia venezolana, por ejemplo, muestra que el sistema partidista fue fuerte y tuvo un gran apoyo de la población durante casi medio siglo, pero se derrumbó de repente, sin previo aviso, socavado por la corrupción, la malversación y por la erosión de las instituciones fundamentales del sistema democrático.