Bienvenido Corominas Pepín

Por Juan Bolívar Díaz
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A un ser humano de la categoría de Bienvenido Corominas Pepín no se le puede decir adiós. Hay que retenerlo por siempre y enarbolarlo como bandera para reivindicar la rectitud, generosidad y entrega en un mundo tan signado por la mediocridad y el egoísmo.

 Al doctor Corominas lo traté durante cuatro décadas como parte de la familia periodística nacional, y lo recordaré con orgullo por el respeto que profesó al quehacer de la comunicación social, muy especialmente por su vocación por la libertad más allá de los intereses empresariales y políticos.

 Su debut en el periodismo fue durante la transición democrática de 1961 cuando le tocó dirigir el periódico La Nación y desde entonces se adscribió a las luchas por la constitución de una sociedad democrática. Por ello fundó el diario El Sol en su nativa ciudad de Santiago en 1971. Allí no hubo suficiente sustento para un periódico innovador, por lo que hubo de ser trasladado a Santo Domingo.

Me tocó dirigirlo durante 4 años, ya bajo otra propiedad, en el período l977-81 y fue entonces que estreché relación con el antiguo propietario, quien desde lejos siempre alentaba el tipo de periodismo que hacíamos. Disfrutaba el apogeo de El Sol como si siguiera siendo el propietario.

 Por eso cuando un grupo de comunicadores decidimos abandonar El Sol para iniciar una nueva aventura periodística, pensamos en él sabiendo que encontraríamos un firme aliado.  Y así fue, porque junto a Pedro Bonilla y Miguel Cocco (también fallecidos) constituyeron el respaldo fundamental al milagro cotidiano que fue El Nuevo Diario, tal vez la mayor utopía periodística de la historia. Salió con un capital de apenas 20 mil pesos.

 Corominas Pepín puso dinero y dedicación para ayudar a sostener el periódico y aún cuando muchos de sus fundadores fuimos capitulando ante las precariedades, él se mantuvo hasta su muerte respaldando a quienes quisieron seguir adelante.

Resistió presiones en aquellos primeros años cuando las campañas de El Nuevo Diario despertaron tantas ronchas que le ganaron la hostilidad de sectores empresariales y políticos.

Aquel emprendedor empresario pionero en seguros y tarjetas de crédito mantuvo su presencia en la empresa periodística sin que jamás sugiriera una  capitulación ni propusiera mediatización. Estaba convencido de que la sociedad dominicana necesitaba   periódicos contestatarios y que empujaran el desarrollo de las instituciones democráticas. Por eso en los últimos años se empeñó en la dignificación del magisterio a través de su Fundación Consuelo Pepín.

Conversar con el doctor Corominas fue siempre alentador. El sabía insuflar optimismo y esperanza, con una voz que a veces era como un susurro, pero con un finísimo sentido del humor, hasta en las circunstancias más difíciles.

Con mucho humor transcurrió nuestro último encuentro hace un par de meses aunque ya los malestares físicos le ganaban la batalla a su espíritu indomable y a los desvelos de su querida doña Carmen Peña de Corominas.

Creo que don Bienvenido Corominas partió satisfecho de haber vivido 84 años de plenitud, sembrando esperanzas e irradiando fe en los supremos valores humanos. Por eso quedará presente por siempre en su distinguida familia y entre quienes tuvimos el privilegio de recibir sus generosidades incondicionales.  No se le puede decir adiós, sino hasta siempre al más periodista de los empresarios dominicanos.

A 30 años de un histórico libro

Por Juan Bolívar Díaz

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Un día como mañana, 16 de febrero de 2010, se cumplirán treinta años de la primera edición del libro testimonial “Caracoles; la guerrilla de Caamaño”. Cuando se publicó, habían transcurrido apenas siete años de los acontecimientos que se describen en esa obra.

Los que habían gobernado en 1973 mantenían vigencia en el poder político de la nación, tal como lo hacen todavía. Joaquín Balaguer estaba entonces en una pausa de su oficio de Presidente de la República y los genocidas ostentaban impunidad y riquezas como si nada hubiera pasado. Marcaba ese libro la primera vez que se publicaba en República Dominicana el testimonio de un guerrillero sobreviviente en el que acusaba y condenaba a los autores de tanto crimen y corrupción. Evidentemente era, para ese momento, un reto audaz al poder político predominante en el país y al sistema de represión creado y patrocinado por Estados Unidos.

Las funciones editoriales fueron asumidas por la Editora El País, empresa que publicaba el periódico El Sol, dirigido por Juan Bolívar Díaz. Dadas las limitaciones tecnológicas, las portadas del libro se imprimirían en la Editora Alfa & Omega, encabezada por Miguel Cocco. Debe reconocerse al paso del tiempo la lectura previa de la obra por Arnulfo Reyes Gómez. Ellos, junto al autor, superaron grandes obstáculos, así como neutralizaron los temores de algunos vacilantes que consideraban el contenido de esa obra como innecesaria provocación a los sanguinarios personajes de “los doce años” de Balaguer. Se desarrolló entonces una campaña periodística de expectativa coordinada por Quiterio Cedeño con imágenes fotográficas tomadas por Pedrito Guzmán a lugares y personajes vinculados con la insurrección guerrillera. Así se preparó al pueblo dominicano para recibir las vivencias y percepciones de uno de los sobrevivientes de la gesta encabezada por el Presidente de la República en armas, Francisco Caamaño Deñó.

La tirada en formato de revista fue de ochenta mil ejemplares que se vendieron al precio de un peso dominicano cada uno. Un record editorial nunca alcanzado por otra obra escrita en nuestro país. En aquellos momentos, la moneda nacional equivalía casi a un dólar de Estados Unidos. Esa enorme edición se agotó en apenas nueve días. Las instalaciones del periódico El Sol fueron protegidas por guardianes ante el masivo reclamo. Así lo exigían las intenciones de compra simultánea de parte de miles de personas.

“Caracoles…” fue, también, el primer libro vendido al pregón. En las principales intersecciones de avenidas de Santo Domingo, aquellas donde habitualmente se vendían periódicos, los canillitas voceaban el libro con provocadoras referencias a Balaguer y a sus Generales. Los transeúntes compraban la obra en cantidades, dado el bajo precio establecido. La ultraderecha, con Bonillita a la cabeza, se desgañitaba gritando que esa obra había sido patrocinada por Fidel Castro. Su argumento era la imposibilidad de que alguien publicara un libro tan extenso al precio de un peso dominicano. Para la tradicional ultra derecha golpista, no podía producirse obra alguna en la que no se obtuvieran ganancias económicas. La memoria histórica para ellos nada vale como tampoco daban importancia al deseo del autor de que perviviera para siempre el esfuerzo realizado por un reducido grupo de patriotas que prefirieron arriesgar su vida antes que soportar el oprobio balaguerista.

Treinta años después de la primera edición, ese testimonio escrito del movimiento insurreccional se mantiene incólume como referencia veraz y obligada de los sucesos acontecidos a principios de 1973, contra el régimen despótico y criminal de Joaquín Balaguer que el Gobierno actual mantiene como arquetipo.

Es un homenaje a los combatientes Francisco Alberto Caamaño Deñó, Mario Nelson Galán Durán, Ramón Euclides Holguín Marte, Eberto Geordano Lalane José, José Ramón Payero Ulloa y Alfredo Pérez Vargas, quienes dieron su vida luchando por construir un país mejor. Preservar la memoria histórica y continuar con el empeño tenaz de estos compañeros es una tarea que Claudio Caamaño Grullón y yo, como sobrevivientes de aquella gesta, hemos asumido cual misión de vida.

Vaya este recordatorio de la primera edición de “Caracoles; la guerrilla de Caamaño” para recordar que, aunque nos gobiernen personas sin decoro, hay siempre otros muchos que tienen el decoro que a aquellos les falta.