Es poco lo que se ha dicho en el país sobre la extensa e intensa obra del poeta, periodista, abogado, sociólogo y antropólogo dominicano Héctor Díaz Polanco, radicado en México desde hace casi cuatro décadas, donde ha hecho grandes aportes en el más alto debate sobre la identidad cultural y los derechos de las comunidades indígenas mexicanas y latinoamericanas.
Baste consignar que ha publicado una veintena de libros y comparte la autoría de otros 70 con numerosos investigadores sociales, algunos de los cuales llevan múltiples ediciones en diversos países, con premios y reconocimientos de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la Editorial Siglo XXI, de Casa de las Américas de Cuba, y de innumerables entidades académicas, sociales y culturales. Además ha publicado más de 200 trabajos de sus especialidades en revistas especializadas.
Profesor e investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de Antropología Social y miembro destacado del Sistema Nacional de Investigaciones de México, ha sido también docente de la UNAM y de otras prestigiosas academias mexicanas y latinoamericanas, siendo considerado maestro de dos nuevas generaciones de sociólogos, etnólogos y antropólogos mexicanos y latinoamericanos.
Díaz Polanco es de los investigadores socio-antropológicos de mayores aportes en el intenso debate sobre cómo abordar la opresión y la exclusión que afecta a cerca de 50 millones de indígenas que sobreviven en el continente, el cual cobró mayor actualidad a partir de la rebelión de los nativos de Chiapas, en el Sur de México, encarnada en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Aquel acontecimiento estremeció a México al amanecer de 1994 y repercutió en el mundo como el grito profundo de los pueblos indígenas, sometidos y casi exterminados tras el choque de culturas con que se saldó el siglo XV, obligando al gobierno a contener los resabios represivos y a negociar con los insurgentes. Tocó al domínico-mexicano ser uno de los asesores de los zapatistas chiapanescos en las difíciles negociaciones con los poderes estatales mexicanos que todavía no han concluido definitivamente.
Me correspondió presentar su último libro Ensayos de identidad, Visiones desde México, editado en ocasión de la Feria Internacional del Libro, en el cual fundamenta el planteamiento teórico de la autonomía como mecanismo de reivindicación y preservación de los pueblos y culturas indígenas, dejando atrás el viejo el indigenismo y el multiculturalismo como mecanismos que sólo han servido el primero como intento compasivo de preservar la mano de obra para beneficio de la colonización y el segundo para ocultar el proceso de avasallamiento cultural de las comunidades nativas.
La creación de los caracoles y las Juntas de Buen Gobierno en Chiapas, y las recientes reformas constitucionales de Bolivia y Ecuador han fortalecido el autonomismo como instrumento reivindicador de los pueblos indígenas, aporte fundamental de Díaz Polanco, que lo planteó y defendió apenas junto a otros dos o tres investigadores, cuando aquello parecía una simple utopía intelectual hace más de tres décadas.
La lectura de los Ensayos sobre Identidad es fundamental para comprender el largo y difícil debate sobre los pueblos indígenas y las perspectivas reivindicativas en que se encuentran, a pesar de las teorías neoliberales y la globalización que hasta hace poco se creía que terminarían avasallando culturas ancestrales.
Los aportes de Héctor Díaz fueron posibles al establecerse en México, país multicultural donde sobreviven más de medio centenar de grupos indígenas, sumando entres 12 y 14 millones de seres humanos, con lenguas y expresiones culturales propias y cuyas universidades y el Estado mismo dedican cada año grandes recursos para promover la investigación social y la producción intelectual.
Pero sus raíces están en San Cristóbal y en Santo Domingo y sigue siendo un dominicano excepcional, y un estímulo viviente a la demanda nacional de mayor inversión en la educación y la actividad creativa. Además es un académico comprometido con los seres humanos y sus luchas concretas por la justicia y el desarrollo social, sin neutralidades hipócritas y cómplices.