Se advierte un eclipse de las ilusiones

Por Juan Bolívar Díaz

Importantes sectores de la sociedad dominicana, en especial de las clases medias, atraviesan por lo que se podría diagnosticar como grave desilusión de la política causada por las decepciones que provoca la gestión gubernamental de un partido y un presidente que se proyectaban como negación de las degeneraciones tradicionales.

En las tertulias se advierte un crecimiento de la insatisfacción pero también la convicción de que los demás partidos y líderes no representan una real alternativa sin que se advierta el liderazgo renovador que se esperaba con la desaparición de los tres que dominaron las últimas cuatro décadas del siglo pasado.

Percepción de corrupción.  En la medida en que corre el segundo período gubernamental consecutivo del presidente Leonel Fernández crece la percepción de que la corrupción se ha generalizado, ya a través de la apropiación individual de los bienes públicos, por la malversación, o mediante la distribución del patrimonio nacional en aras del afianzamiento y hasta desbordamiento del clientelismo.

Es difícil que transcurra una semana sin que no salte a la luz pública algún uso escandaloso de los fondos públicos, y aunque el Gobierno lo considera como falsa percepción, las encuestas vienen registrando hasta un 80 por ciento de la población que da por cierta una mayor corrupción.

Llama la atención que ya las denuncias de irregularidades, aprovechamiento del poder o repartición de lo estatal no perdonan ni a figuras que antes eran señaladas como paradigmas de los planteamientos boschistas de nítido y transparente manejo del Estado. Son los casos recientes del ministro de Salud Pública, Bautista Rojas Gómez y del superintendente de Seguros Euclides Gutiérrez Félix. Con el agravante de que ahora guardan silencio y se niegan a responder cuestionamientos, convencidos de que ninguna sanción ni reprobación les alcanzará.

En ese sentido muchos de los funcionarios cuestionados en los últimos tiempos siguen el patrón de comportamiento impuesto por el propio presidente Fernández, quien evade sistemáticamente responder preguntas de los periodistas o referirse a los reclamos de la sociedad, como ha ocurrido, por ejemplo, con el que reivindica el mandato legal, ahora con rango constitucional, en virtud del inciso 10 del artículo 63 de la nueva carta magna, que dispone privilegiar la inversión en educación.

El creciente involucramiento de los órganos de seguridad del Estado en escándalos del narcotráfico, el sicariato y otras graves expresiones de la criminalidad han contribuido a la percepción generalizada de corrupción y degeneración.

Vuelve y vuelve.  En los círculos más críticos de las clases medias, incluyendo a profesionales y empresarios, la decepción abarca al propio presidente Fernández, por haber escogido el viejo camino del caudillismo continuista en aras del cual ha adoptado como prioridad la política trujillo-balaguerista de la siembra de varilla y cemento.

A pesar de que el Presupuesto Nacional ha pasado de 120 mil millones de pesos a casi 400 mil millones en los seis años de consecutiva gestión leonelista, con crecimiento económico promedio del 7 por ciento, la inversión en educación se mantiene a la mitad del mandato de la ley.

La decepción es mayor por cuanto el presidente sostiene un discurso modernista que proclama la era del conocimiento y la educación como fundamento del desarrollo, cuando él mismo podría ser un ejemplo de las potencialidades que desata la alta formación de los recursos humanos.

Tras diez años de gobierno de Fernández, con un período de interregno, tampoco obtiene mejores notas en la solución de problemas como la energía eléctrica, el combate a la corrupción y el narcotráfico, la seguridad ciudadana, la inmigración haitiana incontrolada y los niveles de pobreza que se mantienen sobre el 48 por ciento, como acaba de certificar el último informe sobre desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Para la generalidad de los analistas políticos nacionales Leonel Fernández llegó al poder con todas las credenciales personales para superar el legado histórico caudillista clientelista  e imponer un estilo de gobierno más acorde con la modernidad, pero sobre todo en los últimos seis años se ha dedicado en cuerpo y alma a cultivar los  valores balagueristas como modelo de perpetuación política, cifrado especialmente en un asistencialismo que beneficia a casi millón y medio de personas. Para estabilizar, no para reducir la pobreza.

Sin alternativa a la vista.  Sin haber podido traducir al bienestar colectivo la estabilidad y el crecimiento económico que son sus mayores logros, el gobierno parece sufrir el desgaste del tiempo, sobreviviendo en base a un desproporcionado endeudamiento mientras los sectores productivos siguen perdiendo terreno en la  competitividad, lo que incuba inconformidad.

Pero las insatisfacciones no parecen traducirse en el fortalecimiento de una opción alternativa porque muchos de los críticos no la encuentran en los otros dos partidos que han dominado el escenario del casi medio siglo que ya dista de la liquidación de la tiranía trujillista, el Partido Reformista Social Cristiano fraccionado en seis o siete grupos que pugnan por los favores del Gobierno, y el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) atrapado en su irrefrenable  lucha grupal que consume gran parte de sus energías y lo distancia de los sectores más críticos de las clases medias y alta.

La esperada emergencia de una nueva y real alternativa política sigue sin hacerse visible, a pesar de que en los últimos años emergieron grupos políticos en torno a personalidades como Hatuey de Camps, Eduardo Estrella y Guillermo Moreno, tras negar prácticas políticas de los partidos tradicionales.

Contrario a lo que ha ocurrido en América del Sur, donde han emergido o se afianzaron opciones de izquierda para acceder al gobierno, en la última década, aquí la evolución parece ser a posiciones más conservadoras, dejando atrás grupos contestatarios que casi desaparecen en alianzas primero con el PRD y ahora con el PLD.

El PRD sigue apareciendo como la más probable alternativa para los comicios presidenciales dentro de 18 meses, pero hay quienes creen que la enconada y aparentemente apretada lucha por la candidatura presidencial lo conducirlo sino a una división, por lo menos a enfrentamientos desgarradores generadores de rechazos y desconfianza.

Los perredeístas no han podido siquiera insistir en la aprobación del proyecto de ley de partidos políticos, pactado con el presidente Fernández para aprobarle su proyecto de Constitución, que reduciría el abuso de los recursos estatales en la próxima elección presidencial, los que ya viciaron los dos últimos comicios nacionales.

Más bien los grupos se disputan el favor gubernamental para alcanzar migajas en la repartición de los cargos que para nada cambiarán el dominio peledeísta en organismos como la Junta Central Electoral o la Cámara de Cuentas.

Siembra de frustraciones

Los problemas nacionales insolubles, el pragmatismo político de los partidos dominantes, con rangos de retroceso en el proceso democrático, las luchas políticas sin diferencias programáticas, las sistemáticas burlas de los consensos, la corrupción de la política y los políticos, y las debilidades institucionales conforman una carga que empuja a la indiferencia y la frustración de la ciudadanía.

La queja es profunda pero cargada de amargura en muchos ámbitos sociales, incluyendo las tertulias de grupos organizados de profesionales y empresarios, que no traducen su inconformidad a acciones concretas, porque no logran incubar ilusiones de alternativas. Los opositores se diferencian poco de los gobernantes.

En la sociedad dominicana parecen agotadas las energías renovadoras que impulsaron cambios institucionales y mejoramiento del proceso democrático en la década de los noventa. Algunos analistas lo explican en que durante gran parte del último medio siglo siempre hubo opciones alternativas que despertaban ilusiones en los segmentos sociales más críticos, ya fuera Juan Bosch o José Francisco Peña Gómez.

En la medida en que esos líderes se fueron agotando o desaparecían se creía que emergería un nuevo liderazgo renovador. Pero en vez de ello el pragmatismo y la corrupción parecen barrer con los valores de la política hasta provocar que ahora muchos añoren el viejo liderazgo pro positivo y motivador.

Y no faltan quienes consideran que el nuevo liderazgo político nacional es responsable de cierta reivindicación del caudillo Joaquín Balaguer, a quien declararon “Padre de la democracia”, y lo han convertido en una especie de carmelita descalzo por los niveles del boato, la malversación y la corrupción que se exhibe impunemente.

 

Gran desilusión en clase media en estas elecciones

Por Juan Bolívar Díaz
http://hoy.com.do/image/article/515/460x390/0/FC87FC6D-94F4-4169-98B4-E6D1166C942F.jpeg

Aunque suman 6 millones 116 mil 397 las ciudadanas y ciudadanos empadronados  para votar, se puede esperar que alrededor de 3.5 millones serán quienes elegirán hoy a los 4 mil 36 funcionarios municipales y legisladores, que representan un incremento de cargos del 66 por ciento y esta vez para un período extendido a seis años.

Los resultados de estos comicios podrían ser importantes para el proceso de institucionalización democrática de la nación, debido a que los legisladores serán decisivos en la elección de los nuevos Tribunal Constitucional y Tribunal Superior Electoral, además del Consejo Nacional de la Magistratura que deberá renovar la Suprema Corte de Justicia.

Participación tentativa

El promedio de votos válidos sobre el padrón electoral en las tres elecciones congresuales y municipales separadas de las presidenciales a partir de 1998 es del 52.23 por ciento, el menor en el 2002 cuando se registró 49.16 ptor ciento, y el mayor en el 2006, que ascendió al 56.23 por ciento. Hace cuatro años la abstención fue del 41 por ciento y los votos nulos 3 por ciento. En 1998 la votación fue 50.77 por ciento. En las elecciones presidenciales el promedio de participantes válidos es del 72 por ciento, entre los más altos de la región.

Si hoy se diera el promedio de las legislativas, sobre un padrón de 6 millones 116 mil 397, los votos válidos serían 3 millones 183 mil. Si se repitiera el 56.23 por ciento de hace cuatro años, entonces llegarían a 3 millones 439 mil. Empero, los funcionarios electorales esperan que la ampliación de los funcionarios a ser electos, con los 229 distritos municipales, incentive la participación. De alcanzar un 60 por ciento los votos validos llegarían a 3 millones 666 mil.

Apatía y desilusión

La proporción de los abstencionistas dependerán en grado significativo de la participación de las clases medias urbanas, concentradas en el Distrito Nacional y las provincias Santo Domingo, Santiago, San Cristóbal, La Vega, Duarte, Puerto Plata, San Pedro, Espaillat y San Juan que representan el 70 por ciento del padrón electoral.

La percepción de los analistas sociales es de una creciente insatisfacción con el sistema político en las clases medias y medias altas, donde a la tradicional apatía se les suma una “tremenda desilusión” por la corrupción, el clientelismo, el transfuguismo y la falta de discurso que afectan a todo el sistema político nacional y no sólo al partido hegemónico.

Una motivación de última hora podría empujar a una proporción de los electores a acudir a las urnas buscando evitar una mayor concentración del poder, a lo que podrían contribuir las crecientes denuncias de abusos de los recursos estatales en la campaña electoral, así como la saturación publicitaria del partido gobernante que acaparó los medios de comunicación electrónicos en gran parte del país en los últimos dos días.

Un factor de creciente influencia en la participación electoral es el alto número de dominicanos que tiene subsidios del Estado, que ya sobre pasa el millón 441 mil personas, de los cuales hay 525 mil en el programa “Comer es Primero”, mediante el cual se les otorga 700 pesos mensuales. Otros 200 mil son beneficiarios de programas de incentivo escolar y de asistencia a la vejez. Además de unos 800 mil incorporados al programa bono gas. La circunstancia de que dependan de una tarjeta, que se les puede quitar, los hace más vulnerables a las presiones políticas para votar.

Ofertas por paquetes

La persistencia de un sistema de votación que cultiva el arrastre, dejando pocas opciones de escogencia a los electores es un factor que desalienta la participación de los sectores más educados y críticos de la sociedad. Aunque desde el 2002 se instituyó el voto preferencial por los diputados, todavía no hay posibilidad de votar por el senador de un partido diferente. En la boleta municipal es peor porque el voto por el síndico arrastra a todos los regidores.

 Este año los cargos electivos son 1,538 más,  65.6 por ciento de incremento sobre los 2,438 de 2006, para totalizar 4,036. El voto en la boleta A para el Congreso, se lleva ahora no sólo a los 32 senadores y los 178 diputados por circunscripciones, sino que también arrastra a los 20 representantes e igual número de suplentes al Parlamento Centroamericano y los cinco diputados nacionales  por acumulación de votos. El sufragio por el alcalde arrastra ya no sólo a los regidores, sino también a los directores y subdirectores y a los vocales de los Distritos Municipales, a ser electos por primera vez.

La elección de 155 alcaldes y vicealcaldes evidencia el mini fraccionamiento territorial dominicano, pues en 1998 eran sólo 103, lo que marcan un incremento del 50 por ciento.

Las escasas posibilidades de elección desalientan la participación de los sectores más críticos de la sociedad que tienen escrúpulos por votar en paquetes que mezclan a buenos candidatos con la escoria del sistema político.

La conformación de dos grandes coaliciones sin mayores compromisos programáticos es otro factor que desincentiva y genera cuestionamientos a un sistema político donde tradicionalmente las alianzas terminan con la repartición de cargos. Esta vez el Partido de la Liberación Dominicana lleva 14 partidos reconocidos como aliados, conformando la mayor coalición de la historia nacional. El Partido Revolucionario Dominicano se sumó como aliados a otros 7 partidos. Sólo el Partido Revolucionario Social Demócrata, el Partido Revolucionario independiente y Dominicanos por el Cambio llevan boletas separadas y no en todas las circunscripciones.

Incremento

Es razonable esperar algún incremento por la elección de directores, subdirectores y vocales de los distritos municipales que suman mil 173, pero hay que tener en cuenta que  en las provincias más pobres y de menor población, donde tienen mayor incidencia, la votación generalmente supera el promedio de las presidenciales. Por ejemplo en Independencia, Dajabón, Elías Piña y Santiago Rodríguez, sobrepasó el 72 por ciento hace 4 años. En cambio en las grandes concentraciones urbanas, como Santo Domingo, Distrito Nacional y Santiago la votación válida quedó por debajo del 51 por ciento. Hay diez distritos electorales que registran apenas entre 610 y mil 237 electores.

En la medida en que el padrón electoral envejece, y el vigente se puso en vigor en los comicios presidenciales del 2000, crece la proporción de los abstencionistas forzados por los movimientos migratorios dentro y hacia fuera del país. También por el subregistro de los fallecidos, parte de los cuales permanecen en el padrón pero no podrán votar.

Importancia de esta elección

La circunstancia de que hoy se elige por seis años es una de las determinantes de la alta proporción de candidatos que buscan ser reelectos, 27 de los 32 senadores, para un 84 por ciento, 131 de los 178 diputados, equivalentes al 74 por ciento, y 90 de 155 alcaldes, para un 58 por ciento.

El nuevo congreso tendrá la misión de revisar decenas de leyes en virtud de la  Constitución proclamada en enero, y aprobar muchas otras nuevas. Pero también tendrá incidencia en la constitución de nuevas instituciones como el Tribunal Constitucional, el Tribunal Superior Electoral y el Defensor del Pueblo y en la renovación de la Junta Central Electoral y la Cámara de Cuentas. Con la mitad de los miembros del  Consejo Nacional de la Magistratura influirá en la reestructuración de la Suprema Corte de Justicia.

Las perspectivas apuntan a un afianzamiento de un bipartidismo, por el progresivo debilitamiento del Partido Reformista Social Cristiano que seguiría siendo absorbido por el Partido de la Liberación Dominicana. Al mismo tiempo podría darse una inclinación mayor de la balanza a favor de éste, por causa de la dispersión que afecta al Partido Revolucionario Dominicano llamada a incrementarse si decrece su representación.

En ese escenario saldría fortalecida una nueva tendencia caudillista-autoritaria representada por el presidente Leonel Fernández, quien tendría todas las posibilidades de conformar los nuevos órganos de control constitucional, judicial y electoral, a la medida de sus particulares intereses, dentro de los cuales resalta eternizarse en el control político de la nación, al viejo estilo de Joaquín Balaguer, sin ni siquiera responder a los cuestionamientos de la opinión pública.

Una mayor concentración del poder municipal en el partido de gobierno tampoco contribuiría a la descentralización ni a la equidad en la inversión pública propugnada en la Ley 176-07 del DN  y los Municipios.-