Nostalgias de Leonardo Favio

Por Juan Bolívar Díaz

http://hoy.com.do/image/article/780/460x390/0/E8D248BB-1F38-40DC-A7E8-42A7907DDEA6.jpeg

La partida de ese sublime cantor del amor y las cosas sencillas que fue Leonardo Favio en este noviembre otoñal cuando el calor empieza a dar paso al suave invierno caribeño, nos ha remitido directo, en vivo y sin escala a los gloriosos años sesenta cuando él y cientos de millones pretendíamos cambiar el fusil por la flor, el odio por la fraternidad, y el amor se imponía por encima de todos los prejuicios.

He tenido que darme un baño de Favio evocando los amores que fueron y los que se quedaron en la pibe o la chava o la compañera cuyas expectativas eran inalcanzables y hubimos de resignarnos simplemente a regalarle una rosa. Ay y cómo jugaba el viento con su pelo de niña…

Argentina ha llorado en estos días la partida de Favio más por actor y productor cinematográfico que por cantautor, ya que dos de sus películas son consideradas entre las mejores de la historia cinematográfica de ese país. Pero sin duda que se ha evocado también al poeta cantor, que fue como trascendió en el resto del mundo en la época en que todos queríamos aprender de memoria con la boca tu cuerpo muchacha de abril.

Pero Leonardo también ganó respeto por haber sido un combatiente por la vida, un ser humano de firmes convicciones, un artista que no concebía la felicidad como un arrebato individual. En una de sus últimas canciones dijo adiós, seguro de que volverá en los sueños de los niños y en la lucha de los trabajadores.

El cantor despierta las nostalgias de los finales de los sesenta cuando llegó su primer disco de larga duración a Radio Cristal. Allí lo impusimos lo mismo que a Joan Manuel Serrat. Porque en aquel templo de la 19 de Marzo se verificaba la mayor concentración de talento y sensibilidad radiofónica de la época.

En el departamento de producción estaban los poetas filósofos Miguel Alfonseca y Rafael Añes Bergés, además de Nobel Alfonso, Milton Peláez y Armando Almánzar. Se le sumaban Freddy Beras Goico y Cuquín Victoria. Casi todos idos a destiempo, lo mismo que Miguel Núñez y Felipe Gil, quienes junto a René Alfonso, José Enrique Trinidad, William Tavárez y Miguel Angel Herrera se encargaron de ponernos un Serrat o un Favio hasta que todos los radioescuchas los entendieron. Para saber cómo es la soledad, la soledad es un amigo que no está. O caminante son tus huellas el camino y nada más, porque caminante no hay caminos, se hace camino al andar.

Entre noticias vivas desde el lugar del hecho, palos y asesinatos políticos, desde el departamento de prensa, los prensúes  según Milton, se enviaban papelitos a la cabina para vibrar con los poemas de Machado que Serrat universalizó y recomponernos quedándonos con el clavel y la rosa de Favio. Es que el equipo de prensa también irradiaba versos. Allí estaba Elsa Expósito, a quien ya entonces llamábamos viejita, aunque transitábamos la segunda década. También Diógenes Céspedes, Aníbal de Castro, Roberto Nivar, Luis Minier, Julio César Espaillat y otros. Me tocó dirigir una verdadera pléyade periodística.

¿Cómo se juntó en Radio Cristal un paquetazo de talentos como ese? Fue gracias a la sensibilidad y la valentía del empresario Elizardo Dickson, ejecutivo de la Casa Vicini, quien compró a Radio Cristal y la puso en manos de “izquierdistas y comunistas”, relegados en otros medios. Eran años de un asesinato político  cada 28 horas y los 24 de diciembre nos íbamos para La Victoria anticipando al mediodía la cena de Nochebuena con un paquete de presos políticos.

Ya ven cómo nos ha llegado la nostalgia y las gratitudes por los compañeros y compañeras, los que siguen y los que emigraron definitivamente, especialmente por la viejita Expósito, que lleva años reducida por las enfermedades que anticiparon la partida del gran Leonardo Favio.

 

El mejor legado de Freddy Beras

Por Juan Bolívar Díaz
http://hoy.com.do/image/article/568/460x390/0/7E25C986-5305-42CA-A10D-8297464B1A8E.jpeg

Tanto se ha hablado y escrito de Freddy Beras Goico a raíz de su sentida transmutación que pareciera que queda poco por agregar sobre este espléndido ser humano cuya figura multifacética llenó medio siglo de la televisión y la sociedad dominicana, infiltrándose en nuestras almas para siempre.

 Tuve el privilegio de haberlo conocido en su primera etapa cuando aún despuntaba, aunque ya era un gran cultor del humor, con esa vocación para hacer reír aún en los momentos más dramáticos. Justo hasta el estallido de la revolución constitucionalista en 1965 trabajamos juntos en Radio ABC en lo que intentaba ser un proyecto periodístico, junto a la colega Clara Leyla Alfonso. Cuando estalló la guerra, y sobre todo al momento de la invasión extranjera, Freddy no titubeó en determinar el sitio que le correspondía. Y fui de los que nos quedamos sorprendidos por el ímpetu y la determinación de aquel hombre del humor y el espectáculo.

Otra vez volvimos a trabajar bajo el mismo techo en el período 1968-69 cuando me tocó dirigir el departamento de prensa de Radio Cristal, y él comenzó a producir allí el “Show de Noticias”, junto a Cuquín Victoria y el inolvidable Milton Peláez. Esos tipos entraban a mi despacho al caer la tarde y me arrebataban las noticias del día para montar su espectáculo al caer la noche. Yo a veces no sabía si debía reír o llorar, pero disfrutaba sus ocurrencias y además ellos  se inscribían en la defensa de los valores sociales, democráticos y libertarios.

Nunca más tuve el privilegio de trabajar cerca de Freddy y su banda de peligrosos humoristas, pero cuando nos veíamos el abrazo compendiaba la solidaridad que nos reciprocábamos, sobre todo porque con los años el impertérrito predicador, el luchador democrático, el hombre de infinita sensibilidad humana parecía superar al humorista.

La sociedad dominicana le ha rendido tributo al humanista que se nos acaba de marchar, por lo que sería redundante insistir en sus múltiples facetas. Yo quiero detenerme en lo que considero uno de sus mayores legados: su extraordinaria capacidad para persistir en la lucha por los valores sociales y  comunitarios, su persistencia en reclamar, su decisión de no dejarse cansar.

Beras Goico nunca perdió la capacidad de asombro ni de indignación y aún consciente de lo difícil que es cambiar la sociedad, persistió hasta el hálito final en promover la solidaridad, el orden social, y el imperio de la ley, y encontraba una gran satisfacción en no dejarse vencer.

Los problemas de salud de los últimos años fueron minando  sus energías físicas hasta perder la batalla de la vida, pero sus pujos espirituales lo hicieron trascender. Seguro que se marchó como había vivido, entre la risa y el llanto. Muerto de la risa porque nadie le pudo cansar, y llorando porque quería seguir en la batalla en la que, lo sabía,  le echaríamos de menos.

Cuando supe que el cuerpo de Freddy le había flaqueado a su indomable espíritu, además de pensar en su compañera Pilar y en sus queridos hijos y nietos, me vino a la memoria el poema Reír Llorando de Juan de Dios Peza, quien evoca a los que “enfermos de pesar, muertos de tedio, hacer reír como el actor suicida, sin encontrar para su mal remedio.” La estrofa final parece haber sido escrita para la ocasión:

El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.