Ese dinero es de los trabajadores

Por Juan Bolívar Díaz
REVOLUCION456

En la medida en que aumentan los fondos de pensiones acumulados, que ya pasan de 270 mil millones de pesos, hay que afinar la vigilancia para evitar que la rapacidad y las centrífugas concentradoras pretendan apoderarse de ellos, secuestrarlos o dilapidarlos. La Ley de Seguridad Social 87-01 tiene suficientes previsiones para preservarlos, pero eso no será suficiente mientras prevalezca una cultura autoritaria y de despojo que pasa por encima de toda ley y principio constitucional.

En las últimas semanas se han verificado dos atentados contra los fondos de pensiones: por un lado un proyecto de ley que pretende apropiarse del diez por ciento de los mismos para destinarlos a recapitalizar el mal administrado Banco Nacional de la Vivienda para, cambiándole el nombre, destinarlo al financiamiento de exportaciones. El otro es la congelación de los fondos de los mayores de 60 años que se retiran sin haber podido acumular lo necesario para una pensión digna.

El intento de apropiarse por ley del diez por ciento de los fondos de pensiones atenta contra la filosofía del sistema, basado en la capitalización individual a través de empresas administradoras en las que descansa la responsabilidad de invertirlos adecuadamente en instrumentos financieros que permitan una rentabilidad que supere la tasa de inflación para que se reproduzcan en vez de extinguirse.

La ley tiene muchas previsiones para garantizar que los aportes de los trabajadores y sus empleadores sean preservados. Podrán invertirse en instrumentos financieros que deben ser aprobados por el Consejo Nacional de Seguridad Social, sólo previa ponderación y recomendación de una Comisión Clasificadora de Riesgos. Y como ocurre con todas las decisiones del sistema, se trata de organismos donde los representantes de los empleadores y los trabajadores tienen poder de veto.

Ninguna ley puede disponer de esos fondos, ni siquiera en mínima proporción, porque equivaldría a un despojo. Y de ninguna forma se puede permitir un precedente, porque eso pondría en peligro las pensiones de todos los contribuyentes, dada la voracidad de los administradores del sector público. La experiencia de aquel Banco de los Trabajadores, quebrado por la corrupción política, debe ser suficiente alerta.

La Resolución 356-13 de la Superintendencia de Pensiones constituye una apropiación de los aportes acumulados en las cuentas de capitalización individual de las personas que ingresaron al sistema cuando ya tenían más de 45 años, a quienes desde el principio se les garantizó que podrían recibir la totalidad de sus fondos cuando se retiraran después de los 60 años de vida. Así lo instituyó la Resolución 126-14 del Consejo de la Seguridad Social, el 10 de marzo del 2005.

Como la ley establece un mínimo de 300 cuotas (25 años) para disfrutar de las pensiones, se asumió que los que sobrepasaban los 45 años de edad y no alcanzaran la acumulación suficiente para una pensión mínima, podrían retirar la totalidad de sus ahorros cuando decidieran pensionarse. Más aún, podrían hacer contribuciones adicionales a la cuota legal. Cambiar eso en el 2013 es un despojo, un cambio retroactivo de la norma, que contradice principios constitucionales.

El superintendente de Pensiones, Joaquín Gerónimo, ha prometido una revisión de la nueva normativa, que esperamos se produzca de inmediato y sin cortapisas. Al fin y al cabo el mismo funcionario ha reconocido que los fondos reclamados hasta ahora por 47 mil 996 trabajadores de ingreso tardío sólo totalizan 3 mil 323 millones de pesos, promediando apenas 69 mil 235 por persona, y representan un ínfimo 1.2 por ciento del total de los fondos de pensiones acumulados.

Es una mezquindad disponer la entrega en cuotas de cantidades irrisorias, muy lejos de la “pensión digna” y aún del salario mínimo. Más grave aún por cuanto el 75 por ciento de los fondos de pensiones están concentrados en instrumentos del Banco Central, del Ministerio de Hacienda y del Banco de Reservas, lo que los deja sujetos a los vaivenes de la política. Nadie garantiza que con el progresivo endeudamiento que registra el Estado, esos fondos aparezcan cuando en unos 14 años cientos de miles de personas tengan derecho al mismo tiempo a una pensión completa.

Mientras tanto hay que preguntar quién defiende a los trabajadores. Por qué sus representantes aceptaron que se emitiera esa resolución corralito.

Una positiva rectificación

Por Juan Bolívar Díaz

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El Consejo Nacional de Seguridad Social (CNSS) ha tenido la valentía de revocar la devolución a los empleadores públicos y privados de 10 mil millones de pesos de los fondos del Seguro de Riesgos Laborales, lo que había lesionado su propio crédito y el de sus actores fundamentales, del Estado, empresariado y sindicalistas.

Como fuimos de los que cuestionamos la legalidad y la moralidad de esa expropiación, estamos en el deber de reconocer la sabiduría de la rectificación, contenida en la resolución 274-01 que deroga las 257-01 y la 260-06 de diciembre y enero pasados, las que habían ocasionado sensibles divisiones internas en las representaciones del régimen tripartito del Estado, sector privado y sindicalistas.

Aunque en los tres sectores hubo disensiones, tanto como en el mismo CNSS, se  validó un acuerdo que devolvía al gobierno tres mil 12 millones 856 mil pesos, pagaderos de inmediato, y 6 mil 982 millones 647 mil pesos a los empleadores privados acreditándolos con cargos a cuotas durante 60 meses. Parte de la representación laboral se hizo cómplice del dislate seguramente por los 60 millones de pesos que les dejarían caer como borona durante cinco años para programas de capacitación.

El mayor crédito por esta rectificación corresponde al Colegio Médico Dominicano, cuyo representante el doctor Fulgencio Severino encabezó la resistencia y denuncia de la operación, tomando la iniciativa de elevar un recurso ante el Tribunal Contencioso Administrativo para invalidarla. Este órgano, cuya  naturaleza se supone de acción rápida, ha dado en este caso una pobre demostración de ineficiencia, ya que a casi seis meses de la petición de amparo aún no se ha pronunciado.

Mantenemos la esperanza de que, contrario a lo denunciado, el gobierno no se haya apoderado de los tres mil millones de pesos que se atribuyó, porque la experiencia y las actuales circunstancias generan temores de que puedan recuperarse.

Ahora como colofón de este deplorable conflicto debe esperarse que los órganos de la seguridad social adopten cuanto antes las medidas correspondientes para simplificar los mecanismos y elevar considerablemente los montos de las pensiones por accidentes laborales, que según una evaluación de la Dirección de Defensa de los Afiliados al sistema de seguridad social son dramáticamente pocas e  irrisorias.

Esa evaluación demostró que el monto de 202 pensiones otorgadas por discapacidad era hasta fines del año pasado de 240 pesos mensuales y que “los 779 beneficiarios de pensiones de sobrevivencias (155 viudas y 624 huérfanos) reciben pensiones de hasta RD$93.50 mensuales”, el 54 por ciento menos de mil pesos mensuales. Se trata de montos vergonzosos, indignos de un sistema de seguridad social. Con razón se han acumulado más de diez mil millones de pesos.

Como en efecto esos fondos pertenecen a los trabajadores bien podrían servir para reparar una grave deuda contraída con por lo menos 18 mil trabajadores que cotizaron durante años al Instituto Dominicano de Seguros Sociales y que esperan las pensión que en justicia les corresponden, muchos de ellos enfermos, muriéndose a plazos y en la mayor indigencia. Debemos suponer que ninguno de los sectores que integran el sistema de seguridad social se opondría a una reivindicación como esa.

Mientras tanto, hay que celebrar la rectificación dispuesta por el CNSS y felicitar a los que se mantuvieron firmes y a quienes escucharon el clamor de justicia y de respeto a la ley.