Una gran oportunidad perdida

Por Juan Bolívar Díaz
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 Cuando la Suprema Corte de Justicia (SCJ) se inclinó reverente ante el presidente Leonel Fernández, entonces en verdadero aprieto por el nunca esclarecido escándalo de los bonos por 130 millones de dólares entregados a la empresa Sun Land, se frustró y empezó a revertirse el más significativo esfuerzo de la sociedad dominicana por institucionalizar la justicia y dar plena vigencia al Poder Judicial.

 Fue obvio para todos que la mayoría de los integrantes de esa corte se rindió ante las presiones del Poder Ejecutivo en la persona del presidente Leonel Fernández, quien había violentado el orden constitucional al autorizar un endeudamiento internacional sin la aprobación del Congreso Nacional. Con la agravante de que el empréstito se hizo clandestinamente, que el dinero no ingresó al Banco Central y que nunca se ha podido documentar convincentemente el destino que se le dio.

 En cualquier país de mediana intensidad democrática, ese escándalo hubiese con- llevado el procesamiento judicial de los responsables y probablemente la pérdida de los cargos que ocupaban. Desde luego que en ninguna nación donde funcionen las instituciones de la democracia podría producirse un fraude tan obvio y de esa magnitud y grosería.

 Para exonerar de responsabilidad al presidente Fernández y a su subalterno Félix Bautista, esa SCJ tuvo que renegar de su propia jurisprudencia, restringiendo la concepción de “parte interesada” que había consagrado y mantenido desde su sentencia del 8 de agosto de 1998 que declaró inconstitucional una limitación legal de la inamovilidad de los jueces, acogiendo una instancia de un grupo de organizaciones de la sociedad civil.

En el caso Sun Land, la SCJ declaró inadmisible la instancia de inconstitucionalidad negando esa facultad a un grupo de ciudadanos y al Partido Revolucionario Dominicano que recurrieron en sendos documentos del 15 y 18 de octubre del 2007. Tras más de un año, el 18 de diciembre de 2008, la corte restringió el derecho a los presidentes de las cámaras legislativas en base a la consideración de que solo le correspondía a ellos “siendo una potestad exclusiva del Senado de la República y de la Cámara de Diputados aprobar o no el préstamo a que se contraen las acciones en inconstitucionalidad en cuestión”.

Siempre se había considerado que aquella sentencia constituyó una prevaricación de los jueces supremos de la nación. Pero esta semana el país recibió la confesión del doctor Jorge Subero Isa, quien presidía la SCJ, de que “fue un crespón negro en la toga de los jueces”, que  al expediente Sun Land “se le dio una solución política”.

Es indiscutible que esa Suprema Corte tuvo múltiples realizaciones que implicaron importantes avances al saneamiento e independencia del Poder Judicial. Pero aquella claudicación ante el poder fue un lastre y abrió las puertas al retroceso, auspiciando que tras la reforma constitucional de 2010 el presidente Fernández se considerara sobre el bien y el mal, y constituyera una nueva Suprema Corte a su imagen y conveniencia personal, lo mismo que el Tribunal Constitucional y el Tribunal Superior Electoral, a partir del absoluto control del Consejo Nacional de la Magistratura.

Si hubo una corte que debió ser plenamente independiente del poder político fue la que presidió Subero Isa, entre otras razones porque sus integrantes no le debían el cargo al presidente de turno. Porque su elección fue fruto de un amplio consenso de las fuerzas políticas impulsado por las organizaciones más relevantes de la sociedad civil. Fue una gran oportunidad perdida para afianzar definitivamente la independencia de la justicia y la fortaleza institucional del Poder Judicial y para que ese colectivo judicial se inscribiera en las páginas gloriosas de la historia nacional.

Como tantas veces en la historia de la nación, esos jueces fueron incapaces de jugársela, con tres honorables excepciones, las de las magistradas Ana Rosa Bergés y Eglys Margarita Esmurdoc y el magistrado Julio Aníbal Suárez, a quienes el presidente Fernández cobró su osadía separándolos de la Suprema Corte de Justicia, tras la claudicación colectiva que lo instituyó intocable.

2011: un año de incertidumbres

Por Juan Bolívar Díaz
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El  2011 concluye con tantas incertidumbres como comenzó, primero  institucionales y políticas, y ahora en el orden económico sin que pueda asegurarse si el Gobierno quiere y puede mantener el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), congelado en el último trimestre.

A pesar de altos déficits fiscal y en la cuenta corriente de la balanza de pagos, con un volátil escenario económico internacional y encarecimiento de las importaciones que agravan el déficit de balanza de pagos, el Gobierno logró mantener la estabilidad macroeconómica y el crecimiento gracias a un alto endeudamiento.

Fracaso del continuismo.  Durante todo el primer trimestre del año el país fue sometido a un fuerte estrés político-institucional cuando tomó cuerpo el intento de imponer una nueva repostulación del presidente Leonel Fernández a pesar de la prohibición incluida en la Constitución que él mismo había promulgado un año antes.

Una parte de los funcionarios del Gobierno y dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y hasta la primera dama se manifestaron partidarios de otra reelección del doctor Fernández, mientras desarrollaban una movilización nacional en procura de dos millones de firmas para avalar el proyecto.

Paralelamente se desarrollaban acciones como la elección de un secretario general “provisional” de la Liga Municipal, la aprobación de la Ley Orgánica del Consejo Nacional de la Magistratura sin los dos tercios de los votos que manda la Constitución e intento de desconocer el límite de los 75 años para la elección de los miembros del nuevo Tribunal Constitucional, que configuraron un “relajamiento institucional para condicionar la sociedad a cualquier salto”.

El 14 de marzo aumentó la tensión cuando el Presidente se declaró “en reflexión” sobre la posibilidad de repostularse. El domingo 27 de marzo en un acto masivo recibió “más de dos millones 200 mil firmas” en libros encuadernados donde se le pedía que se postulara. Fue el 8 de abril cuando finalmente el mandatario anunció que declinaba la candidatura, aunque avalaba el argumento de los “ingenieros constitucionalistas” y algunos abogados de que podía optar por la reelección.

Para entonces ya se había lanzado la precandidatura presidencial del vicepresidente Rafael Alburquerque y el 10 de abril la de la primera dama Margarita Cedeño, tratando de crear una alternativa a la de Danilo Medina que había corrido casi solo. En medio de tensiones intrapartidarias  ella pronunciaría un dramático discurso de declinatoria al final del mes. Y Alburquerque apoyaría a Medina antes de que éste fuera finalmente electo candidato presidencial el 26 de junio, poniendo fin a las incertidumbres. Predominó la voluntad democrática en el partido gobernante.

 Intensa movilización social.  Por encima de las profundas insatisfacciones expresadas en las encuestas y recogidas por los medios de comunicación, especialmente por el desempleo, elevación del costo de la vida, la corrupción generalizada y el incremento del narcotráfico y la inseguridad, la sociedad dominicana protagonizó este año intensas luchas que incluyeron marchas, protestas y un paro casi general de actividades en junio.

Lo más relevante del año ha sido la amplia movilización social en reclamo del cumplimiento del mandato legal y ahora también constitucional de destinar el 4%  del Producto Interno Bruto a la educación. La incorporación de grupos juveniles y segmentos de clases medias y altas a las manifestaciones constituyó un aliento para los que promueven un mayor sentido de ciudadanía como contrapeso el pragmatismo salvaje en que ha devenido la actividad política.

Una Coalición por la Independencia de la Justicia concertó también a numerosas entidades de diversos estamentos sociales en los reclamos porque se elijan los jueces de la Suprema Corte y los nuevos tribunales Constitucional y Superior Electoral en función de la integridad y la capacidad y no por simple conveniencia política. También hubo grupos que se movilizaron contra la delincuencia y la corrupción, aunque los órganos del ministerio público no produjeron ni un solo proceso judicial y ni siquiera parecieron preocuparse por las denuncias de malversación que se produjeron casi cada semana, incluso en auditorías de la Cámara de Cuentas.

La movilización más exitosa del año fue la que en el primer trimestre logró hacer respetar la Constitución, reivindicando el carácter de las leyes orgánicas y poniendo freno a los intentos continuistas que amenazaron hasta la integridad del partido de gobierno y sobre todo la institucionalidad democrática nacional. El empresariado, las iglesias, las instituciones que luchan por la vigencia de la democracia y el fortalecimiento institucional, así como gran parte de los medios de comunicación constituyeron un sólido valladar social.

El mayor éxito del Gobierno.  El Gobierno ratificó su éxito en mantener la estabilidad macroeconómica con un crecimiento del producto bruto proyectado al 4.5%, en el promedio regional, inflación del 8% e ínfima devaluación, pero continuando el endeudamiento interno y externo que ha duplicado la deuda dominicana en 7 años.

Crece la convicción de que esa pista se está agotando. En este 2011 por primera vez hubo que dedicar más del 50% del monto de los ingresos fiscales al servicio de la deuda.

El déficit fiscal que a finales de septiembre el Banco  Central cuantificó en más de 35 mil millones de pesos, volverá a sobre pasar los 50 mil millones, por cuarto año consecutivo. Aunque en junio hubo que hacer una rectificación fiscal poco ortodoxa para buscar unos 12 mil millones de pesos. Peso a ello las recaudaciones quedaron por debajo de lo presupuestado en diez mil millones de pesos. Mientras el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos se proyecta sobre los 5 mil millones de dólares, un diez por ciento del PIB.

A lo largo del año siguieron siendo intensos los cuestionamientos a la política de inversiones y el gasto social a lo que se atribuye que la población no perciba los beneficios del crecimiento económico, mientras devastadoras evaluaciones internacionales dejaban al país en absoluto descrédito, como las de competitividad del Foro Económico Mundial que lo declaró campeón mundial en malversación de los recursos públicos y en confianza en la Policía, entre 142 naciones evaluadas.

El año concluye con gran incertidumbre sobre la suerte de la institucionalidad democrática y la estabilidad económica en medio de una nueva dispendiosa campaña electoral que se vaticina con ribetes de arrebatos por la incursión de todo el Gobierno en la promoción de su candidatura para cuyo triunfo ya el propio presidente Fernández tuvo la osadía de anunciar que invertiría 40 mil millones de pesos.

El acuerdo con el FMI ha quedado frisado. El Gobierno no ha pasado con éxito ninguna de las evaluaciones trimestrales desde su firma en el 2009, y desde septiembre no ha podido presentar una nueva carta de intención para reanudarlo, mientras adelantaba venta de bonos por 250 millones de dólares con cargo al presupuesto de 2012 de por sí sobrevaluado, convertía en deuda una línea de crédito de 210 millones de dólares en el Banco de Reservas y elevaba sobre esa cifra su deuda con los generadores eléctricos.

Economistas, empresarios, comunicadores y hasta el gobernador del Banco  Central han dejado constancia de la conveniencia de reanudar el acuerdo con el FMI, con la esperanza de que pueda moderar el vaticinado desguañangue de la economía nacional en aras de la prolongación en el Gobierno.

Resucitó y llegó papá

El mayor partido de la oposición, el Revolucionario Dominicano (PRD) también fue sometido a fuertes tensiones en el proceso de elección de su candidato presidencial para los comicios de 2012, lo que culminó temprano el 6 de marzo con la resurrección política del expresidente Hipólito Mejía, quien fuera derrotado de forma aplastante en el 2004 cuando intentó la reelección en medio de una devastadora crisis financiera.

Al grito de “llegó papá”, el agrónomo Mejía logró una victoria que muy pocos creían posible al comienzo del año, superando por 7 puntos al presidente del partido blanco Miguel Vargas  Maldonado, el cual había sido candidato para la elección del 2008. La elección de Mejía fue más sorpresiva por cuanto su contendiente controlaba los cargos ejecutivos del partido, su Comisión Política y gran parte de los legisladores, alcaldes y dirigentes provinciales.

La elección generó grandes tensiones que sacudieron el PRD y sólo a regañadientes Vargas aceptó dos meses después que Mejía fuera proclamado candidato, y desde entonces mantiene una “presidencia institucional” del partido, sin participar en ninguna actividad de la campaña electoral y más bien proyectando una imagen de resentimiento sin límites en lo que parece un hecho sin precedentes en el mundo, aunque gran parte de quienes le promovieron han optado por la decisión partidaria.

Pero la resurrección del agrónomo Mejía no fue sólo en su partido, sino en el ámbito nacional, pues la generalidad de las encuestas, especialmente las más acreditadas, como la Gallup y la Penn Schoen-Berland lo han proyectado encabezando las preferencias electorales, bordeando el cincuenta por ciento. Para los analistas políticos él posicionamiento de Hipólito Mejía ha constituido “el retorno del año” como lo proclamaron los seis periodistas que participaron el viernes en el debate periodístico de fin del año de Teleantillas.

De política y políticos en la justicia

Por Juan Bolívar Díaz

Nunca he pretendido estigmatizar la política ni a los políticos. De la primera convengo con el patricio Juan Pablo Duarte en que es la ciencia más digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias humanas. En cuanto a los políticos tengo mis preferencias que se podrían sintetizar en el más noble y visionario de los contemporáneos: Nelson Mandela.

 Con los políticos dominicanos me he llevado bastante bien, sin perder nunca la criticidad, dentro de una pluralidad y respeto a toda prueba. Pero hasta en mi profesión del periodismo y la comunicación siempre he disentido de quienes creen que no requiere ninguna norma, pues está objetivamente demostrado que toda actividad humana que no se regula tiende al desbordamiento, y se revierte contra el bien común. Y si una ha sido histórica y sistemáticamente pervertida es la de los políticos, sobre todo en naciones de gran debilidad institucional.

El tema se actualiza ahora que el Consejo Nacional de la Magistratura busca renovar la Suprema Corte de Justicia y elegir los jueces de los nuevos órganos judiciales instituidos por la Constitución del 2010: el Tribunal Constitucional y el Tribunal Superior Electoral. Son los máximos órganos del Poder Judicial, que por su naturaleza deben ser independientes de los otros poderes, el Legislativo y sobre todo el Ejecutivo. Si estos dos son en la democracia de naturaleza esencialmente política, el Judicial está concebido como independiente de todos los poderes.

 El artículo 151 de la Carta Magna no deja dudas: “Las y los jueces integrantes del Poder Judicial son independientes, imparciales, responsables e inamovibles”… Su numeral 1 establece que “El servicio en el Poder Judicial es incompatible con cualquier otra función pública o privada, excepto la docente. Sus integrantes no podrán optar por ningún cargo público, ni participar en actividad político partidista”.

 Del cumplimiento de esos mandatos constitucionales es que se trata cuando se reclama que no lleven a las altas instancias judiciales a miembros de los órganos directivos de los partidos. El presidente de la Suprema Corte, Jorge Subero Isa, lo ha expresado diplomáticamente al decir que no teme a los políticos sino a la política en la justicia. Es decir que no se puede temer ni discriminar a alguien porque sea político, sino porque puede transportar la política a los tribunales. Sobre todo en un país donde la política lo invade todo. Tratando de acondicionarnos a la manipulación de la justicia, se ha impugnado al mismo magistrado Subero porque su elección, como la de otros, fue fruto de un acuerdo político en 1997.

El Consejo de la Magistratura era y es una instancia integrada mayoritariamente por políticos. No puede condenárseles porque concierten en función del interés nacional, pero sí que impongan sus mayorías mecánicas.

En 1997, como ahora, había actores políticos que querían imponer sus intereses grupales, pero el activismo positivo, la presión de una sociedad civil entonces en auge, obligó a la moderación, para lo cual fue fundamental la transparencia total en las evaluaciones y elección. Como corresponde a decisiones de tanta trascendencia, a puertas abiertas, como las del Congreso Nacional y los tribunales. En 1997 no hubo pureza, pero no pudieron predominar Amable Aristy ni Peguero Méndez, aunque podían sumarse otros dos votos para tener la mayoría. Lo que reforzó la minoría que representaban el presidente Fernández y Milagros Ortiz fue la transparencia. La televisión impidió una mayor exhibición de miserias ante la sociedad dominicana.

Subero Isa ni los demás jueces integrantes de Suprema Corte han actuado en favor de los intereses políticos que representaban Aristy y Peguero, quienes también lograron su cuota en el organismo. Pero tres cuartas partes fueron electos por sus méritos e independencia política, y toda la sociedad lo celebró como un éxito.

Ahora lo que deberíamos aspirar es a superar la elección de hace 14 años, no al retroceso, como algunos pretenden.

Mucho más ahora que también se eligen los jueces de otras dos instancias superiores y de trascendencia institucional.

Nueva oportunidad para el presidente LF

Por Juan Bolívar Díaz

El presidente Leonel Fernández tiene una buena oportunidad para mejorar la aprobación de su gestión, con la próxima elección de los jueces de los nuevos tribunales Constitucional (TC) y Superior Electoral (TSE) y  la renovación de la Suprema Corte de Justicia (SCJ), en un proceso de más de un mes que se inicia el próximo jueves 11.

Con una mayoría absoluta en el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), el mandatario podría responder las expectativas de la opinión pública y las instituciones sociales de fortalecimiento institucional, repitiendo el éxito que alcanzó en 1997, o, por el contrario, imponer jueces a la medida de sus intereses políticos, como algunos temen.

Preciosa oportunidad.  Al doctor Fernández le correspondió estrenar el CNM en su primera elección de jueces supremos en 1997, en virtud de la reforma  constitucional de 1994, y ganó amplio crédito por lo que la opinión pública catalogó de transparente y equilibrada elección. Atendió los reclamos de un movimiento social con sesiones televisadas, que redujeron el margen de predominio de los intereses partidistas.

Pero entonces el mandatario sólo disponía de su propio voto en un organismo donde predominaba la oposición política. Ahora tiene garantizados cinco de los 8 votos, incluido el del procurador general, los presidentes de las dos cámaras legislativas y el segundo delegado del Senado, llevado a esa representación en desmedro del único senador electo en la boleta de otro partido. Si le fallare uno, con una votación empatada a cuatro, apelaría al voto decisorio establecido en la Ley Orgánica del CNM.

Las expectativas de una justa elección de los jueces superiores fueron  recogidas en términos dramáticos por el presidente de la SCJ, doctor Jorge Subero Isa, quien reaccionó a la convocatoria clamando porque “el proceso sea transparente, público y abierto. Que los buenos que se alijan se sepa que son buenos, pero que si se decide elegir a los mediocres, que la sociedad sepa y conozca que son mediocres”.

Empero, el presidente del Senado y secretario general del partido oficial, Reinaldo Pared Pérez, reaccionó proclamando que el presidente Fernández “es un hombre transparente en todo lo que hace”, y asegurando que la elección “no será afectada por intereses particulares”.

Por su parte el Ministro de la Presidencia, dirigente del PLD y reconocido jurista César Pina Toribio aludió a la experiencia del presidente Fernández en la elección de 1997 para reiterar que habrá transparencia, indicando que “ha dado muestras múltiples de gran equilibrio cuando se trata de hacer selecciones, pero fundamentalmente de propiciar la participación y el consenso”.

Para algunos observadores, el proceso es una oportunidad para que el doctor Fernández mejore la valoración de su gestión, que las encuestas vienen mostrando en picada.

Por lo menos un mes.  Si esta múltiple elección de jueces superiores se conduce con participación social, evaluaciones y ponderaciones, como la de 1997, conllevará al menos un mes, como está previsto en un proyecto de reglamento del CNM que circula sin autoría, aunque en los ámbitos de la sociedad civil se atribuye a legisladores oficialistas.

El artículo 1 del borrador indica el objetivo de regular el funcionamiento de este órgano, el procedimiento a seguir para la selección de los jueces y la evaluación de desempeño de los de la SCJ. El artículo 13 señala cinco pasos: convocatoria, identificación y preselección de postulantes, vistas públicas de evaluación, selección de jueces, y juramentación. En el 23 se indica el perfil con 16 condiciones profesionales, de integridad, temperamento, reputación, independencia y otras.

El proyecto, de 9 capítulos y 35 artículos, demandaría más de una semana para su estudio, ponderación y aprobación. Prevé un mecanismo que incluye un plazo de 10 días para que instituciones y personas presenten candidaturas con los correspondientes expedientes de acreditación,  luego una reunión del CNM para realizar una preselección de postulados, 5 días para hacerlos público y llamar a vistas públicas y televisadas de evaluación individual, que pudieran agotar varios días dependiendo de la cantidad de aspirantes. Y sólo después las sesiones necesarias para elegir los jueces de los tres organismos, las que serían “a puerta cerrada”.

El proyecto de reglamento ya ha sido analizado por los dirigentes y juristas que integran una “Coalición por la Transparencia en la elección de los jueces” encabezada por FINJUS, Asociación de Jóvenes Empresarios, Participación Ciudadana, Cámara Americana de Comercio y Confederación Patronal. Abogan, como lo hicieron en 1997, porque las deliberaciones y votaciones para elegir también sean televisadas, y preparan observaciones al borrador.

La experiencia de 1997.  En 1997 el CNM se estrenó con 7 miembros. Con el Congreso casi parejo en virtud del trauma electoral de 1994, el Partido Reformista Social Cristiano y el Partido Revolucionario Dominicano disponían cada uno de dos delegados. Amable Aristy Castro y Francisco Féliz y Féliz por los primeros, y Milagros Ortiz Bosch y Rafael Peguero Méndez por el otro. Los reformistas contaban con un tercer voto, el del presidente de la SCJ Ernesto Contín Aybar. Amadeo Julián, el otro delegado y voz crítica del desprestigiado tribunal, se mantuvo independiente. Aspiraba a ser ratificado y tenía merecimientos pero al final fue víctima de la barrida total.

El presidente Fernández y la senadora Ortiz Bosch, fueron claves para la transparencia del proceso y el predominio de juristas independientes de los intereses partidistas y de reconocimiento profesional, con tres sesiones televisadas de vistas públicas y votación, a quienes tendió a sumarse el juez Julián. Peguero Méndez apareció más inclinado a coincidir con los reformistas buscando intercambios de patrocinados, y despertando a Contín Aybar cuando le tocaba votar.

En años de apogeo, la coalición de la sociedad civil tuvo un papel relevante, con una campaña que reclamó y obtuvo participación y transparencia. 48 organizaciones sociales presentaron candidaturas. Evaluaron a los 20 más votados en dos programas de dos horas cada uno realizados por Teleantillas, modelo que aceptó seguir el CNM para la elección que concluyó a la 1.50 de la madrugada del 3 de agosto.

Al final se logró que no fuera electo ningún dirigente político, como se pretendió. De los 16 jueces escogidos, 12 (el 75 por ciento) fueron de los promovidos por la sociedad civil, incluyendo los 6 electos a unanimidad y los 5 que obtuvieron 6 de los 7 votos del CNM. Cinco fueron mujeres, equivalentes al 31 por ciento.

El doctor Subero Isa, promovido originalmente por los reformistas para presidir la SCJ, fue aceptado por los perredeístas, mientras el presidente Fernández se abstuvo de votar por él. La sociedad civil no lo objetó, reconociéndole capacidad y honestidad. El doctor Bernardo Fernández Pichardo, quien aspiraba a presidir el tribunal, no aceptó ser un juez más y declinó su elección. La opinión pública celebró la elección de los jueces como esperanzadora para la institucionalidad de la justicia.

Trascendente coyuntura

Con la convocatoria del CNM para el día 11 se abre un proceso trascendente para la institucionalidad democrática nacional, ya que serán escogidos los 13 jueces que integrarán por primera vez el TC, los cinco para el TSE, y sus respectivos suplentes, instituidos en la Constitución del 2010. Al mismo tiempo será renovada por lo menos la mitad de la SCJ, para sustituir a dos titulares fallecidos y a seis que superan la edad límite de 75 años. Los otros ocho serían objeto de evaluación atendiendo al artículo 181 de la carta magna. El total a elegir será un mínimo de 31 y máximo 39 jueces.

La trascendencia de esta elección cobra mayor dimensión por tratarse de jueces inamovibles que en el caso de la SCJ serán evaluados a los 7 años, los del constitucional tendrán un único período de 9 años y los electorales por 4 años, y porque sobre ellos recaerá el control de la justicia, la interpretación de la Constitución de la República y la función contenciosa de los actos electorales.

Entre políticos opositores, juristas y líderes sociales se han venido expresando temores de que la concentración de poder en manos del presidente Fernández pueda trascender su mandato imponiendo jueces que respondan a sus intereses personales y partidistas, lo que podría originar por lo menos tensiones con un próximo presidente de la nación, aún de su propio partido.

Los temores fueron reiterados esta semana tras la convocatoria del CNM, por parte de comentaristas y, especialmente, de las instituciones sociales que promueven el fortalecimiento institucional y democrático. La Fundación Institucionalidad y Justicia (FINJUS), a través de su vicepresidente ejecutivo, doctor Servio Tulio Castaños, apeló a la responsabilidad del mandatario, indicando que “él tiene la oportunidad de catapultarse en este proceso, más aún cuando ya casi se retira del Gobierno”.

El presidente disipa las incertidumbres

Por Juan Bolívar Díaz

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La decisión del presidente Leonel Fernández de no buscar la repostulación para las elecciones del próximo año, que sería seguida por la revocación de la aprobación irregular de las leyes orgánicas, disipa las incertidumbres y temores que se venían expresando sobre la institucionalidad democrática nacional.

Debe satisfacer a la sociedad organizada el anuncio de que el mandatario se concentrará en la gestión gubernamental para enfrentar los problemas de la nación y que asumirá un rol de neutralidad en la elección del candidato de su partido sin inclinar la balanza a favor de ningún precandidato y que respaldará al que resulte electo.

Arbitraje democrático.  Lo que sí fue para muchos sorpresivo es la afirmación de Fernández de que como presidente del PLD asumirá un “rol de neutralidad”, de que no influenciará para inclinar la balanza a favor de ninguno de los que competirán por la nominación presidencial, los que serán proclamados hoy domingo, así como que respaldará y trabajará a favor de quien su partido escoja.

 La tajante afirmación provocó alivio entre los seguidores de Danilo Medina, quien aparece en las encuestas y en la percepción general con una gran ventaja en relación a los demás competidores, y contradice a muchos que juraban que el mandatario se emplearía a fondo para cerrarle el paso por haberlo desafiado al buscar la candidatura presidencial hace 4 años. Se le ha atribuido incentivar la precandidatura del vicepresidente Alburquerque, lanzada con profusión de propaganda desde diciembre, y la de la primera dama en los últimos días.

Al asumir ese papel el presidente muestra racionalidad política, pues dadas las ventajas en que las encuestas colocan a Medina, comprometerse con algún precandidato conllevaría el riesgo de auto inflingirse una derrota política, de abusar de los recursos del poder y de provocar una fractura en su partido.

Entre los aspectos más positivos del discurso presidencial estuvo el planteamiento de que “en lo inmediato mi objetivo central será el de concentrarme en la tarea de Gobierno, a fin de enfrentar los distintos desafíos globales que tanto impacto tienen en los diversos sectores de la vida nacional”.

Los problemas económicos derivados de las alzas de precios internacionales y los déficits fiscales acumulados por el Gobierno, particularmente por la campaña electoral del 2010, que mantienen en suspenso el vital acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, es de los factores que desaconsejaban emprender el camino continuista y que más preocupaciones generaban, sobre todo en un empresariado temeroso de los desbordamientos de gastos que históricamente conllevan las campañas reeleccionistas.

Seguirá la distensión.  Ya el martes 5 uno de los senadores que había aparecido promoviendo el continuismo expresó en forma confidencial que el Presidente había tomado la “decisión definitiva” de no repostularse y dio seguridades de que además “a partir del lunes también se resolverá el asunto de las leyes orgánicas”. Por de pronto la del Tribunal Constitucional ya fue enviada a una comisión de la Cámara de Diputados, que podría solucionar el conflicto rechazando con dos terceras partes las observaciones del Poder Ejecutivo, o admitiendo que sin esa proporción queda como ley lo ya aprobado.

El problema es más complejo con la Ley Orgánica del Consejo Nacional de la Magistratura, que fue la que los diputados dieron por aprobada con las observaciones del Presidente sin contar con los dos tercios de los votos como instituyen los  artículos 102 y  112 de la Constitución, lo que generó un escándalo entre expertos constitucionalistas, legisladores, dirigentes sociales y comunicadores que lo estimaron como un golpe de Estado constitucional.

La rectificación podría ser dada por no aprobada y, en consecuencia, rechazada la observación presidencial y promulgar el texto original que fue sancionado con los votos de la oposición. También contemplan promulgar el texto dado por aprobado irregularmente y que de inmediato el Presidente someta un proyecto de modificación para que sea procesado acorde con la Constitución.

Lo relevante es que al abandonar el proyecto continuista carece de sentido insistir en aprobar las leyes orgánicas sin los dos tercios de los votos. Porque ya no requieren un voto adicional para el Presidente en el Consejo de la Magistratura, ni imponer a Luciano Pichardo, con más de 75 años, en el Tribunal Constitucional, ni condicionar a la opinión pública a las interpretaciones de la Constitución. En otras palabras, que “muerto el perro se acabó la rabia”.

Confunde tanta generosidad.  Al presidente Fernández le faltó elegancia al no señalar las reales causas por las que declinó su repostulación, validando la opinión de un par de abogados que se atrevieron a sostener que hasta el 2016 no se le aplica el artículo 124 que prohíbe la reelección, pero ignorando la opinión casi unánime de los expertos constitucionalistas, incluidos los que redactaron su proyecto de Constitución.

La realidad fue que Fernández se encontró con un muro de contención que le interpusieron los jerarcas de las iglesias, particularmente los obispos católicos, el sector empresarial, las organizaciones más activas de la sociedad civil, la comunidad jurídica en general, más de un tercio de los diputados  y los medios de comunicación que exigieron hasta el cansancio respeto a la Constitución, muchos sosteniendo que no podían concebir que el doctor Fernández la fuera a violentar.

Asumió que la Constitución es como las leyes que no tienen efecto retroactivo, pero ignorando el “nunca jamás” de la anterior Carta Magna. Pero al mismo tiempo se comparó con el legendario Aníbal que a la puerta de Roma consideró que tenía fuerzas para tomarla, pero temió destruirla. Habló de las vías de la reforma constitucional y del referendo consultivo y aprobatorio, pero olvidó que no tiene los votos para transitarlas y que el simple intento dividiría hasta su partido.

Lo mismo hizo cuando aludió a la primera vez que “generosamente” eludió el camino continuista, en 1998. Olvidó decir que entonces también lo definitivo fue que no contaba con los votos precisos para modificar la Constitución, y que aunque intentaron comprarlos, no pudieron conseguir los necesarios.

Aquel sábado 25 de julio del 1998, cuando el Senado pasó el día reunido esperando el proyecto de reforma constitucional que el presidente Fernández no envió, pese a la histórica exhortación de Amable Aristy a que se pusiese los pantalones, el conteo que se hizo en el Palacio Nacional no arrojó los votos necesarios para aprobarlo. El PLD sólo tenía un senador y 14 diputados, apenas el 10 por ciento de la Asamblea Nacional Revisora. Aún contando con todos los reformistas sólo llegaban al 55 por ciento y necesitaban el 67 por ciento. Habían “convencido”  a una decena de perredeístas, pero eran 18 los que tenían que “conquistar”.

Cuando en agosto del 1998 cambió el Congreso la correlación de fuerzas fue peor, porque entonces el PRD pasó a tener 107 legisladores,  60 por ciento de la Asamblea. Por eso fue que entonces, como ahora, el presidente Fernández no pudo seguir el camino del continuismo.

Discurso tranquilizador

Solo, sin las multitudes que le acompañaron 12 días antes cuando le entregaron  2 millones 200 mil firmas en reclamo de que se repostulara aún por encima de la Constitución, el presidente Leonel Fernández disipó las incertidumbres este viernes 8 de abril, al anunciar que desestima la petición. Lució rígido y adusto, a diferencia del domingo 27 de marzo en el Palacio de los Deportes, cuando apareció triunfalista proclamando que “el país entero dijo sí”.

La decisión presidencial provocó alivio en amplios sectores sociales y políticos, particularmente en el liderazgo de la sociedad civil, del empresariado, las iglesias y la comunicación social, que durante meses se empeñó en advertir con insistente reiteración que el artículo 124 de la Constitución cerraba la posibilidad de una reelección, sin que sus propulsores contaran con el necesario apoyo legislativo para modificarlo y que el proyecto dividía hasta el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), de Gobierno.

El discurso del doctor Fernández no fue sorpresivo,  pues fue precedido de  advertencias desde el fin de semana pasado de que él había adoptado la decisión. Incluso los principales promotores del continuismo, los “ingenieros constitucionalistas” Félix Bautista y Freddy Pérez, habían dado señales de que su proyecto estaba definitivamente en caída. El primero publicó una página en los diarios con una carta que pareció un tambor de retirada.

La multiplicación de la promoción de la precandidatura presidencial de la primera dama, la doctora Margarita Cedeño, que incluyó cinco páginas en casi todos los diarios en días consecutivos, fue otra señal de que el Presidente había tomado la difícil decisión. En tanto dirigentes y legisladores oficialistas se volvieron locuaces para dar seguridades de que las turbulencias de las que había hablado Danilo Medina estaban a punto de cesar para estabilizar la nave del PLD y su Gobierno.

 

 

Crisis de la democracia y la institucionalidad

Por Juan Bolívar Díaz
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La sociedad dominicana se debate nuevamente entre la autocracia caudillista que proclama al Presidente de turno como ser providencial insustituible y la anarquía de los arrebatos como expresión de las debilidades institucionales y una cultura de carencias y flaquezas democráticas.

Esta semana el presidente Leonel Fernández se situó en el borde mismo del poder total autocrático con un partido que se consume en el silencio, mientras la oposición perredeísta, sacudida por las impudicias del arrebato y la garata, llegaba al límite mismo de la división y la dispersión.

El poder personal.  Tal como se había advertido, tras la aprobación de la Ley Orgánica del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) violando el precepto de dos tercios de los votos, el presidente Fernández inició la semana observando también la del Tribunal Constitucional (TC), al objeto de burlar el mecanismo de consenso que impuso la Constitución de la República que él mismo hizo aprobar y proclamó hace un año.

En el CNM el objeto era asegurarse el control personal de las decisiones del organismo, que en su composición actual comparte con su Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en el TC, como se supone que haría con el Tribunal Superior Electoral,  se trata de imponer a toda costa los jueces que le convengan a sus intereses personales, ya ni siquiera partidarios.

Con los presidentes de ambas cámaras legislativas, el procurador general y el aliado reformista que él mismo escogió para el CNM, el doctor Fernández tiene asegurada una clara mayoría, pero actúa como si desconfiara de la lealtad de alguno y buscara un poder personal decisorio en la integración de esos suprapoderes estatales y en la reestructuración de la Suprema Corte de Justicia.

En el caso del TC es público el interés de llevar a la presidencia del mismo al juez Luciano Pichardo, quien debe salir jubilado de la  Suprema Corte, por haber rebasado los 75 años de edad. Muchos se preguntan si éste jurisconsulto es el único que reúne condiciones para presidir el organismo, tanto que justifique hacerlo nacer con un certificado de ilegitimidad.

Alarma justificada.  Lo que termina por detonar una gran incertidumbre en el liderazgo de las organizaciones más activas de la sociedad civil, el empresariado y las iglesias, es que los nuevos tribunales podrían ser decisivos para el proyecto continuista que parece atrapar hasta la inteligencia del mandatario, llevándolo a una reflexión confesada sobre algo que vulnera el orden constitucional.

No son para nada inocentes las alarmas expresadas por dirigentes empresariales y sociales, como tampoco las de los obispos dominicanos, solos o en su conglomerado de la Conferencia Episcopal, quienes vienen enfatizando la necesidad de respetar las leyes y la Constitución de la República.

Lo que dijo el presidente del Consejo Nacional de la Empresa Privada, Manuel Diez, como la Fundación Institucionalidad y Justicia, la Asociación de Jóvenes Empresarios, Participación Ciudadana y otras entidades que integran una Coalición por una Justicia Transparente e Independiente, al igual que abogados constitucionalistas, es que la degradación de las leyes orgánicas, aprobándolas por simple mayoría porque no se dispuso de las dos terceras partes, es un golpe de Estado constitucional.

La desproporcionada reacción gubernamental, que distorsionó la esencia de las objeciones con acusaciones de tremendismo, ignorancia e intentos de intimidar a los poderes públicos, agravó los temores, lo que explica que en apenas horas todas las organizaciones empresariales reafirmaran que la inobservancia del artículo 112 de la Constitución “constituye una amenaza al orden institucional del país”.

La Coalición por la Justicia Independiente se manifestó en defensa del líder del empresariado, a quien se dirigió “el boche del Gobierno”.

Otra respuesta de la sociedad civil la constituyó una carta enviada el viernes al presidente Fernández, en la que 127 ciudadanos, en su mayoría dirigentes de instituciones sociales, empresarios y profesionales, le advierten que no hay espacio legítimo para una repostulación  y que “la ruptura del orden constitucional representaría un grave retroceso para la imagen de la nación en el ámbito del derecho internacional y de graves repercusiones a la luz de la Carta Democrática Interamericana”.

La reunión del Palacio.  En un esfuerzo por enderezar el rumbo, el Presidente de la nación convocó la noche del miércoles una reunión en el Palacio Nacional, en la que durante más de tres horas se debatió el conflicto derivado de la aprobación de las leyes orgánicas. Se invitó a una decena de juristas y a directores de periódicos “como observadores”.

Los informes confidenciales aseguran que aún allí, aparte de los funcionarios, hubo consenso de que para aprobar esas leyes se requiere dos terceras partes de los votos, aún si fueren observadas, y en la necesidad de deshacer el entuerto.

El doctor Juan Manuel Pellerano, maestro del constitucionalismo dominicano, habría sido patente cuando dijo que sólo hay que leer el artículo 112 de la Constitución. El director de Finjus, doctor Servio Tulio Castaños; el doctor Adriano Miguel Tejada y otros fueron terminantes. Y hasta el aliado Vincho Castillo dijo que ese no es un problema jurídico sino político.

Se barajaron dos salidas al embrollo: que el presidente de la Cámara de Diputados pida al Poder Ejecutivo la devolución de la Ley del CNM para volver a conocerla, lo que pareció difícil, pues implica una confesión de culpa, o que el Presidente la promulgue y de inmediato someta un proyecto de modificación para que sea legitimada aprobándola como lo decidan los dos tercios.

El dilema de Leonel.  Una cadena de relativización de la Constitución y varias leyes que se ha venido registrando en los últimos meses alcanza su punto más crítico cuando este domingo 27 el Presidente recibe en un acto masivo dos millones y medio de firmas pidiéndole que procure seguir rigiendo los destinos de la nación para que no se hunda el país, una expresión reiterada en la historia de la nación.

El acto y el activismo de altos funcionarios y decenas de senadores y diputados, incluyendo a uno de sus presidentes han concentrado la atención nacional.

En la opinión pública prevalece la esperanza de que la inteligencia y serenidad de Fernández le induzcan a rechazar un proyecto que pondría en tela de juicio la institucionalidad nacional, dadas las sabidas dificultades y escasa legitimidad para una nueva  modificación de la Constitución.

Pero hay una buena proporción de militantes y simpatizantes de su partido que creen que “sólo Leonel” les garantiza mantenerse en el poder.

Si el Presidente ha pasado de la reflexión que anunció el día 7 de marzo a una  decisión, no encontraría un mejor escenario que el acto multitudinario para explicarla, tanto si acepta como si “se sacrifica”. Él debe saber que tiene en vilo a su propio partido y a la sociedad dominicana.

Pero entre los analistas las apuestas se inclinan por considerar que no anunciará decisión este domingo, y que esperará lo más posible para ver cómo se mueve el escenario, tanto nacional como internacional. Tiene el límite del 10 de abril para cuando se acordó la reunión del Comité Central del PLD para elegir los precandidatos. Pero con dos millones y medio de firmas en su maletín, bien puede encontrar algún pretexto para otro aplazamiento.

A todo esto, se trata del proyecto personal del doctor Fernández, sin la participación en el acto de hoy de ningún organismo de su partido.

Apenas un par de senadores y dirigentes del PLD se han atrevido a contradecirlo, y aliados como Max Puig, quien esta semana rechazó claramente la repostulación a nombre de su Alianza por la Democracia, y el diputado  Pelegrín Castillo.

El PRD: la otra cara

Como si el continuismo del caudillismo y el providencialismo no generaran suficientes incertidumbres, ahí está la oposición representada en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) empeñada en el otro extremo de la cultura política dominicana, el de la anarquía y el arrebato para imponerse por encima del dictamen democrático.

La destitución del presidente de la Comisión Nacional Organizadora de la elección primaria que arrojó la candidatura presidencial de Hipólito Mejía para sustituirlo por uno de los perdedores y la amenaza de Miguel Vargas de auto proclamarse ganador, llevaron la garata a su punto más álgido, del que se salta a la división o se regresa al sentido común y el realismo político.

Una vez más el PRD desaprovecha la oportunidad de recuperar su antigua primacía y legitimarse como alternativa ante un gobierno en declive y un partido oficial anulado por un neocaudillismo.

Aunque debe acreditársele que ha mantenido la unidad en su representación en la Cámara de Diputados y sacó tiempo para elevar una instancia de inconstitucionalidad sobre la ley del Consejo Nacional de la Magistratura.

Al caer la semana había emergido una comisión mediadora integrada por el expresidente de Panamá Martín Torrijos, en su condición de presidente de la Internacional Socialista para América Latina, por el reputado abogado especialista en solución de conflictos Nelson Espinal Báez, y por el empresario Tony Rivera, que reúne la privilegiada condición de hermano de padre de  Vargas Maldonado y cuñado político de Hipólito Mejía, pues su hermana Janet es la esposa del hijo mayor del candidato.

 

La difícil reflexión del Presidente

Por Juan Bolívar Díaz
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Con el aplazamiento por tres semanas de la reunión que escogerá  los precandidatos presidenciales del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) revivió esta semana el movimiento que promueve la reelección del presidente Leonel Fernández cuando se le daba por muerto.

La declaración del mandatario de que reflexiona sobre esa posibilidad, la violación de la Constitución en la aprobación de la Ley Orgánica del Consejo de la Magistratura y otros acontecimientos alentaron los promotores del continuismo, aunque sigue sin verse la escalera que permita superar la prohibición de la reelección.

Sorpresivo aplazamiento.  El escenario estaba montado el lunes 14 de marzo para que la Comisión Política del PLD escogiera los precandidatos que recomendará para que sean escogidos por la reunión del máximo organismo partidario, el Comité Central, que estaba pautada para este domingo 20. Tal como se había anunciado, previamente el doctor Fernández se reunió con los seis aspirantes públicos a la nominación Y de allí pasaron a la sesión de la Comisión Política integrada por 25 dirigentes.

 Al final hubo dos sorpresas: el aplazamiento de la reunión del Comité Central para el 10 de abril, y la primera confesión pública del presidente Fernández de que contempla la posibilidad de buscar otro período, a pesar de la prohibición de la reelección consecutiva en la Constitución que  promovió y promulgó en enero del 2010.

El mandatario se puso al alcance de los reporteros cuando el secretario general Reinaldo Pared informaba los resultados del encuentro. A la pregunta de una reportera, sorprendió al decir que se enteraba por ella del anuncio de que 50 diputados se proponían presentar su precandidatura. Pero ante la insistencia de otro sobre si aceptaría una nominación, respondió: “permítanme reflexionar sobre eso”.

Llamó la atención que al otro día el mandatario visitara un barrio capitalino “para supervisar el asfaltado de  sus calles” para ser recibido con letreros impresos uniformemente sobre telas en los que se promovía su repostulación.

Como el moriviví.  Desde la semana anterior se había registrado una reactivación del movimiento que promueve la reelección, que desde febrero era considerado liquidado. No era la primera vez que se le daba por muerto desde que fue lanzado públicamente en junio del año pasado, por lo que puede asemejarse a la planta conocida como moriviví.

A finales de agosto declaraciones del vicepresidente Rafael Alburquerque, de Reinaldo Pared y de su principal promotor Félix Bautista parecieron liquidar el proyecto continuista, pero retomó fuerza a mediados de octubre cuando el doctor Vincho Castillo propuso agotar la vía del referendo para legitimar una reforma constitucional.

Mediaba el mes de diciembre cuando Félix Bautista dijo en Nueva York que se buscarían dos millones de firmas y se haría un acto público masivo para reclamar al doctor Fernández que acepte la repostulación. El 20 de diciembre, en un almuerzo con periodistas, el Presidente descartó que promoviera una nueva reforma constitucional, pero señaló también la vía del referendo como camino a su repostulación.

El 30 de diciembre  HOY desplegó el inicio de la recolección de firmas. Al caer febrero, empero, el movimiento parecía en declive después que el vicepresidente Alburquerque lanzara abiertamente su precandidatura. Se dijo que con auspicios del mandatario. Por su parte Almeyda y Pérez formalizaron sus aspiraciones en actos públicos masivos, mientras se generalizaba el reclamo de que se convocara a los organismos partidistas para calendarizar el proceso de elección del candidato.

Todo parecía definido cuando el 9 de marzo se anunció que 50 diputados se proponían presentar la precandidatura de Fernández.  Trascendió que más de una veintena de senadores se reunieron en un restaurante con el mismo propósito. Al día siguiente  que el mandatario anunció su reflexión, el presidente de la Cámara de Diputados, Abel Martínez, informó que ya están listas  las dos millones de firmas que le entregarán próximamente en un acto que tendría lugar en el Estadio Olímpico.

Relajación constitucional.  Algunos partidarios del continuismo admiten que la simple interpretación de algunos abogados no puede legitimar la candidatura del mandatario, entre ellos Vincho Castillo, quien replanteó esta semana la vía del referendo para llegar a la reforma constitucional, y temen que no será suficiente para inclinar en su favor la reflexión en que esté el mandatario. Entonces toma cuerpo la búsqueda de las dos millones de firmas y el referendo instituido en el artículo 210 de la Constitución.

Pero la vía de la consulta es compleja, porque supone primero la aprobación de “la ley que determinará todo lo relativo a su celebración” con “el voto de las dos terceras partes de los presentes en cada Cámara”. Ahí es donde cobra explicación la maniobra de esta semana cuando la Cámara de Diputados estableció el precedente de aprobar una ley orgánica por simple mayoría tras una observación presidencial siguiendo una serie de relación e interpretación constitucional que lleva varios capítulos, y al mismo tiempo otorga mayor poder al Presidente en la elección de los jueces del Tribunal Constitucional y el Tribunal Superior Electoral, ambos organismos claves para aprobar una conflictiva candidatura.

Los reeleccionistas no cuentan con dos tercios de los votos de los diputados ni para aprobar una conveniente ley de referendo, como no la consiguieron para la ley orgánica del Tribunal Constitucional sin el límite constitucional de 75 años aún pendiente de promulgación, esperándose una observación presidencial para modificarla con la simple mayoría absoluta. Sólo el Partido Revolucionario Dominicano tiene cinco diputados más del tercio y tampoco se cuenta con los danilistas más firmes.

La vía del referendo está llena de escollos. Aprobada la ley la JCE tendría que convocarlo, lo que implica una campaña electoral y el riesgo de no alcanzar la mayoría. En caso positivo entonces habría que aprobar una ley para convocar la reforma de la Constitución, lo que tomará tiempo, aunque otra interpretación presume que el referendo se sobrepone al mandato constitucional. En esa línea se inscribió el doctor Fernández cuando el 20 de diciembre dijo que no auspiciaría una reforma constitucional, pero señalando que “ahí está el referendo”.

La decisión de Leonel.  En la opinión pública, entre analistas políticos y hasta entre seguidores del presidente Fernández predomina el criterio de que los escollos siguen siendo muy fuertes para que pase el proyecto continuista. De ahí que quienes ponderan el talento político y la serenidad del mandatario creen que su reflexión lo llevará a rechazar la repostulación.

No faltan quienes esperan que el líder peledeísta aproveche el acto multitudinario que se prepara o la reunión del Comité Central para proclamar que se sacrifica para evitar incertidumbres en amplios sectores nacionales, incluyendo a empresarios, eclesiásticos y sociedad civil. Capitalizaría ese apoyo para influir en la elección del candidato del PLD y quedar como líder indiscutible de ese partido y de sectores conservadores.

La prolongación y profundización de la crisis post eleccionaria en el PRD es un factor que, como se esperaba, ha reanimado las huestes continuistas, que con una oposición debilitada y con poca legitimidad tendría menos posibilidad de encabezar un amplio frente anti-reeleccionista.

La situación económica nacional e internacional no favorecen las maniobras de dudoso carácter constitucional, pero el proceso de relajación institucional puesto en marcha hace temer lo peor.  Queda la esperanza de que la reflexión anunciada por el presidente Fernández sea profunda y le permita liberarse de la adicción al poder y el mesianismo que ha determinado que seis hombres hayan presidido la República en dos tercios de su existencia.-

No se ve el “bajadero”

Los analistas no acaban de visualizar el “bajadero” que pudiera utilizar el mandatario para legitimar una repostulación, teniendo de frente el artículo 124 de su propia Constitución que instituye que “el Presidente de la República será elegido cada cuatro años por voto directo y no podrá ser electo para el período constitucional siguiente”. Además del pacto político que viabilizó la aprobación de su carta magna.

Fuentes vinculadas al proyecto reeleccionista aseguran que el acto de proclama popular de la pre-candidatura del doctor Fernández sería efectuado antes de la reunión del Comité Central, que es donde la formalizarán. Esta semana se dijo que la avalan de antemano 95 de los más de 400 miembros del máximo organismo peledeísta.

Cuando en el almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio de esta semana  se le preguntó al ingeniero Freddy Pérez, uno de los más decididos líderes del proyecto continuista, por la escalera constitucional para bajar esa candidatura, respondió que varios abogados interpretan  que la prohibición no rige para este período gubernamental. No descarta que esa interpretación pueda predominar, aunque manifestó “respeto por los que tienen otras interpretaciones”.

Los promotores de  la postulación del presidente Fernández creen que la mayoría de los miembros del Comité Central darán respaldo a la propuesta y hubo un entusiasta partidario que llegó a asegurar que se producirá por aclamación, y que será un movimiento tan decidido y firme que no dará oportunidad a oposición. “Es más, los demás candidatos se retirarán”, aseguró. Y refiriéndose al más fuerte, Danilo Medina, consideró que no volverá a cruzarse en el camino de Leonel.

 

En abono del presidencialismo

Por Juan Bolívar Díaz
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En medio de la borrasca dejada por el discurso presidencial del 27 de febrero podría colarse de contrabando el nuevo esfuerzo gubernamental por abonar el recurrente presidencialismo que tanto ha castrado la institucionalidad democrática en los 167 años de la República Dominicana.

El presidente Leonel Fernández observó la ley orgánica del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) recién aprobada por el Congreso Nacional para reclamar un voto adicional, apenas un año después que la nueva Constitución incluyera al Procurador General como miembro del organismo encargado de elegir los jueces de la Suprema Corte de Justicia, y de los nuevos Tribunal Constitucional y Tribunal Superior Electoral.

Hasta la nueva Constitución el CNM estaba integrado sólo por siete miembros, el presidente de la República, los presidentes de las dos cámaras legislativas y un delegado adicional por cada una de ellas, y el presidente de la Suprema Corte de Justicia y un delegado adicional por la misma

Cuando los asambleístas constitucionalistas agregaron al Procurador General, un subalterno del presidente de la República, que es quien lo designa, era obvio que se fortalecía el presidencialismo, nada menos que en la integración de los máximos organismos de otro poder del Estado, el Judicial.

Pero el presidente Fernández no quedó conforme con ese poder  y con la observación de la ley pretende que en caso de empate en una decisión se le otorgue un voto adicional definitorio, algo absolutamente improcedente y en las actuales circunstancias innecesario.

En realidad el doctor Fernández tiene garantizada la mayoría absoluta de los votos del CNM para la reestructuración de la Suprema Corte y la elección de los jueces del Tribunal Constitucional y del Tribunal Superior Electoral. Cuenta, además del suyo, con el voto del Procurador, de los presidentes de ambas cámaras y del aliado reformista que es el representante adicional del Senado, para totalizar cinco de ocho. La oposición perredeísta sólo cuenta con el delgado adicional por la Cámara de Diputados, quedando todavía la posibilidad de obtener los dos de la Suprema Corte.

El abono al presidencialismo se plantea precisamente cuando desde diferentes instancias sociales se reclama que las próximas elecciones del CNM se hagan con amplitud democrática, amplio consenso y sin atender los intereses partidistas, condiciones que siempre deberían caracterizar la escogencia de los jueces, especialmente cuando se trata de la Suprema Corte y de los jueces responsables de dirimir los conflictos constitucionales y electorales.

Si el actual mandatario de cualquier forma ya tiene el control del CNM no se justifica que quiera instituir un voto adicional para el Poder Ejecutivo y en materia que tiene que ver con órganos a los cuales eventualmente tendría que rendir cuenta. Podría estar trabajando para facilitar decisiones en el CNM a su sucesor, sobre todo si es de otro partido.

La motivación es confusa pero el objetivo es abonar el presidencialismo en detrimento del Poder Judicial. Una demostración adicional de que el doctor Fernández se distancia en la sintonía con las aspiraciones nacionales de independencia de poderes y de fortaleza institucional. Ojalá que la oposición haga valer su peso en la Cámara de Diputados y rechace firmemente la pretensión presidencial, ya que al tratarse de una ley orgánica su aprobación requiere dos tercios de los votos.

Duros desafíos institucionales

Por Juan Bolívar Díaz
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El recién iniciado año 2011 comporta serios desafíos a la institucionalidad democrática, a la fortaleza de los partidos y a la estabilidad macroeconómica nacional, determinados por el proyecto continuista del presidente Leonel Fernández, llamado a poner a prueba la Constitución de la República proclamada hace un año.

Los desafíos comenzarán este mismo primer mes con la aprobación de la ley orgánica del Tribunal Constitucional  (TC) y la elección de sus jueces, así como los del Tribunal Superior Electoral (TSE) y la reestructuración de la Suprema Corte de Justicia (SCJ), en la que serán relevados por lo menos siete de sus dieciséis integrantes.

Mal augurio inicial.   La primera prueba al orden institucional la representa la aprobación por la Cámara de Diputados de la ley orgánica del nuevo TC instituido por la Constitución proclamada hace un año, ya avalada por el Senado.

Como mal augurio inicial se puede señalar la división hasta en el seno del Gobierno y de la SCJ por las facultades del órgano de control de la constitucionalidad que ya fueron objeto de intensas polémicas en el proceso de aprobación de la carta magna.

A la luz del artículo 277 se creyó zanjado el debate con ganancia para la comisión de expertos constitucionalistas que redactó tanto el proyecto de Constitución como el de ley orgánica del TC. Según el mismo, “Todas las decisiones judiciales que hayan adquirido la autoridad de la cosa irrevocablemente juzgada, especialmente las dictadas en ejercicio del control directo de la constitucionalidad por la Suprema Corte de Justicia, hasta el momento de la proclamación de la presente Constitución, no podrán ser examinadas por el Tribunal Constitucional y las posteriores estarán sujetas al procedimiento que determine la ley que rija la materia”.

En el proyecto de ley orgánica del TC enviado al Congreso por el Presidente Fernández se mantenía la supremacía del mismo sobre las decisiones de la Suprema Corte en materia de constitucionalidad, pero ya en el Senado se le modificó en sentido contrario, originando una polémica encabezada por los constitucionalistas redactores, uno de los cuales, Olivo Rodríguez Huerta, quien defendía la autonomía de la SCJ, reconoce que su planteamiento fue desechado.

Concentración de poderes

Otra prueba inmediata para la institucionalidad democrática quedará definida cuando este mismo mes, atendiendo al plazo constitucional de un año, se reúna el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) para elegir los jueces del Tribunal Constitucional y del Tribunal Superior Electoral y para sustituir a siete de los 16 que integran la Suprema Corte, quienes sobrepasan el límite de 75 años de edad. Y podrían ser más, ya que el organismo está facultado para evaluar el desempeño de los jueces supremos. Según el artículo 180 de la Constitución, las tres cuartas partes deben provenir de la carrera judicial. La presión del plazo podría ser un pretexto para sancochar una elección que pudo haber comenzado con más anticipación.

Los jueces de los tres organismos  podrían ser clave en la “interpretación constitucional” que avalaría la posibilidad de una repostulación del mandatario pese a la prohibición de la reelección. Ya en diciembre pasado, el influyente senador Félix Bautista dijo en discurso público en Nueva York que “ocho de los trece jueces que integrarán el TC favorecen la reelección del presidente”

Independientemente de que el doctor Fernández pueda o no aspirar a seguir en la presidencia de la nación tras su actual período, tendrá la posibilidad de concentrar el control de todos los poderes del Estado cuando reúna el CNM, lo que no abona en beneficio del fortalecimiento institucional de la nación.

Controlando ya el partido mayoritario, el Poder Legislativo, la Cámara de  Cuentas, la Junta Central Electoral, y una millonaria fundación personal, el mandatario podría agregarse los nuevos tribunales (Constitucional y Electoral),  y la Suprema Corte de Justicia, dependiendo de la selección y la voluntad que ejerza una concentración sin precedente en el régimen democrático.

El CNM está integrado por 8 miembros. Al presidente se suma el Procurador General, los presidentes de las dos cámaras legislativas y el representante en el Senado del aliado Partido Reformista, con los que reúne la mayoría absoluta, que pudiera ser más amplia aún, dependiendo de la voluntad del presidente de la SCJ y otro juez de la misma que también son parte del Consejo. Un diputado del opositor Partido Revolucionario Dominicano (PRD) será el octavo integrante.

De referendo y primarias.   La recolección de firmas para pedir un referendo que abra paso a la repostulación del presidente Leonel Fernández, en contradicción con el artículo 124 de su propia Constitución, que prohíbe la reelección presidencial, conlleva una carga grande de incertidumbres para la institucionalidad democrática nacional.

La cuestión es más delicada, puesto que el propio primer mandatario avaló el referendo en el almuerzo que sostuvo con un grupo de periodistas el 20 de diciembre pasado. Llamó la atención que entre los múltiples temas tratados fuera el de la reelección el que autorizara a ser publicado, afirmando que no propiciará una reforma constitucional para repostularse. Pero sugiriendo que pudiera bastar un referendo.

HOY lo citó diciendo que el referendo “es justamente la consulta al soberano, pero existe; no es cambiar la Constitución; no, cambiarla no. El referéndum está ahí”. Aunque justamente se encuentra instituido en el artículo 210 de la Constitución, no está concebido como un mecanismo supra constitucional. La consulta sería para ver si la mayoría ciudadana quiere una reforma de la constitución para permitir la reelección.

El mecanismo implicaría, primero, la aprobación de dos tercios de cada cámara legislativa, con lo que no cuenta el presidente en la de Diputados. En caso de lograrlo, vendría una campaña electoral y una votación. Y si gana la mayoría tendrían que convocar la Asamblea Revisora de la Constitución.

El complicado proceso implica riesgos institucionales y democráticos para el partido de gobierno, donde hay por lo menos una fuerte corriente alternativa representada en Danilo Medina y, desde luego, para la nación, incluyendo su estabilidad macroeconómica. Sería muy difícil salir adelante con ese proceso en un año de limitaciones presupuestarias y compromisos de reducir los déficits fiscales, incrementando las recaudaciones y el cobro de la energía. Difícilmente sobreviviría el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que ya en el 2010 tuvo que ser renegociado dos veces a causa de los excesos de gastos y de subsidios determinados por la campaña electoral.

El otro gran desafío a la institucionalidad democrática lo representan las elecciones primarias de los partidos mayoritarios. La primera, programada para el 6 de marzo, será la del PRD, la que, de resultar exitosa en el tiempo, las formalidades democráticas y la unidad interna lo fortalecerían como alternativa y dificultaría la opción continuista.

Si el PRD logra pasar la prueba presionaría al Partido de la Liberación Dominicana a guardar la democracia interna, cuidar más su unidad, y adelantar su elección primaria, lo que le restaría tiempo al complicado proceso del referendo y reforma constitucional. El fracaso del perredeísmo aumentaría la posibilidad de que se imponga una vez más el reeleccionismo, aún por encima de la Constitución.

¿Acuerdo inconstitucional?

El cambio en el proyecto de ley ha sido  denunciado como fruto de un acuerdo de último momento  del primer mandatario con el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Jorge Subero Isa, quien desde que se planteó el tema en la reforma constitucional se opuso enérgicamente, aduciendo que esa formulación auguraba “un choque de trenes” y un caos jurídico. Si así fuere, se le quiere enmendar sobreponiendo la ley a la Constitución, en lo que ya se denuncia como  violatorio de la Carta Magna.

La polémica ha dividido públicamente al Procurador General de la República y el Procurador Fiscal del Distrito Nacional, a abogados vinculados como el ex procurador Mariano Germán, y aliados políticos como el diputado Pelegrín Castillo de la nueva posición del presidente Fernández, respaldado por su consultor jurídico y el ministro de la Presidencia.

Con el límite constitucional del 26 de enero para establecer el nuevo tribunal, al cumplirse el año de proclamada la nueva Constitución, podría producirse un tranque, ya que la Cámara de Diputados no cuenta con los dos tercios de votos para ratificar lo aprobado por el Senado, y entre los que disienten no sólo se cuenta el bloque del opositor Partido Revolucionario Dominicano, con cuatro más de la tercera parte de los votos, sino también miembros del propio partido de gobierno y aliados.

Por la cultura presidencialista, hay quienes creen que predominará el “acuerdo Leonel-Subero”, que obedecería al interés del mandatario en quedar en buenas con la SCJ, la que también tiene voz disidente al respecto en su vicepresidente, Rafael Luciano Pichardo. Tampoco sería sorprendente que se viole el plazo constitucional, como ha ocurrido con las leyes orgánicas y la integración de los nuevos Consejo del Poder Judicial y Consejo Superior del Ministerio Público que debieron entrar en vigencia a los seis meses. Mientras tanto he ahí la primera incertidumbre institucional del año.

 

Sólo Leonel ganó; el 44% no eligió

Por Juan Bolívar Díaz
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Tal como se temía, el balance de las elecciones congresionales y municipales es devastador para la institucionalidad democrática nacional, al concentrar todos los poderes del Estado en manos del presidente Leonel Fernández, quien utilizó todos los recursos públicos a su alcance para afianzar un proyecto de larga dominación política.

El resultado electoral deja mal parada a una ineficiente oposición encarnada en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), prosigue la liquidación del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) afianzando el bipartidismo y deja con escasa representación a los restantes 23 partidos políticos.

Un solo ganador: Leonel.  Por más vueltas que se dé al resultado de los comicios del domingo 16, sólo se encuentra un ganador, el presidente Leonel Fernández, quien se lanzó con todo el poder del Estado a la campaña electoral hasta lograr su anhelada barrida en el Senado de la República, concentrando 31 de sus 32 escaños, con el otro en manos de un aliado y dejando fuera a la oposición perredeísta.

Con 105 de los 183 diputados, la fuerza del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en el Congreso será durante seis años de 136 curules. Si le suman los 4 de su aliado PRSC, totalizan 140, faltándole 4 para las dos terceras partes necesarias para decisiones importantes como modificar la Constitución de la República, si lo creen necesario para que el presidente Fernández pueda optar por otra reelección en el 2012, como se reclamó durante la reciente campaña electoral cuando él recorría pueblos y carreteras.

Esos 4 votos son insignificantes para cualquier gobierno dominicano. En 1998 el PLD sólo tenía un senador y 14 diputados y pretendió modificar la Constitución para poder reelegirse. Falló por un puñado de legisladores que no pudieron “convencer”. En el 2002, el Gobierno de Hipólito Mejía lo logró “conquistando” el apoyo de 12 peledeístas, que terminaron expulsados, y de las tres cuartas partes de 36 perredeístas que se habían opuesto.

 Las mayorías congresionales de ahora permitirán al presidente Fernández conformar “a su imagen y semejanza” los nuevos Tribunal Constitucional y Tribunal Electoral, la Junta Central Electoral y la Cámara de Cuentas, y tener el control total del Consejo Nacional de la Magistratura, lo que le garantiza también imponerse en la pendiente reestructuración de la Suprema Corte de Justicia.

También podrán modificar unilateralmente decenas de leyes que deben ser adecuadas al nuevo marco constitucional, además de que se garantiza proseguir la carrera de endeudamiento interno y externo y las reformas tributarias que precisará el Gobierno para cubrir su déficit fiscal. En resumen: el poder total.

Un nuevo mago político.  Para todos los analistas es claro que tal resultado fue posible por el uso y abuso de los recursos del Estado, sin la menor inhibición ni recato, pero merece crédito la eficiencia con que el Gobierno y el PLD planificaron y ejecutaron su barrida electoral, con una aplastante e inequitativa propaganda que incluyó  el monopolio de decenas de emisoras de radio y TV al concluir la campaña electoral.   La inversión y el gasto público fueron subordinados desde comienzo del año al interés político, lo mismo que los planes sociales del Gobierno, y se manipuló a gran parte del millón y medio de los beneficiarios de los subsidios estatales, los que en muchos casos eran llevados a votar, listados en mano con asombrosa rigurosidad.

Hasta los observadores internacionales preguntaron insistentemente las razones por las que el presidente Fernández se lanzó a las calles con todo el Gobierno, cuando se trataba de una elección de legisladores y munícipes. La única explicación es que el país asistía a la consagración definitiva de un nuevo mago político. El mensaje es obvio para todos los peledeístas: que no pueden desperdiciar su principal activo político, capaz de lograr una barrida electoral total pese al desfavorable escenario económico internacional.

Fernández queda no sólo como líder indiscutible del PLD, sino también de otros 13 partidos aliados electorales. Es cierto que su partido vio reducido el porcentaje de votos, del 46.35% en 2006, al 44.94 en  2008 y ahora al 40.82%. Pero sus aliados le aportaron 455,891 sufragios, el 25% del millón 804,727 votos que acumuló junto a sus aliados, para un 54.62%, en ascenso en relación al 52.31  de 2006 y al 53.83% de 2008. El escenario que se montó en Villa Juana para que  el doctor Fernández votara  fue simbólico del nacimiento de un nuevo líder providencial.

Creció abstención.  Es relevante que sólo el 54.02% de los empadronados participó en la elección de los legisladores, 2 puntos menos que el 56.23% de 2006. El 2.37% fueron anulados, muchos por haberse abstenido “votando por ninguno” o dejando la boleta sin marcar. Los votos válidos sumaron 3,304,224. Hace 4 años representaron 56.23%.

En otras palabras, el 46% de la población no hizo valer su voto, 44% ni siquiera asistió, 2 puntos más que en  2006. En los tres grandes conglomerados urbanos del país, Santo Domingo, DN y Santiago, los abstencionistas pasaron del 50 por ciento, pero hubo provincias como Independencia, Ocoa, Dajabón, Azua y Santiago Rodríguez donde los concurrentes pasaron del 70%.

El mapa de la abstención sugiere que los sectores de bajos ingresos tuvieron alta proporción de participación, estimulados por las dádivas que caracterizaron la campaña electoral hasta la jornada misma de votación, así como por el temor a perder los subsidios estatales. La participación fue menor en las provincias de fuertes clases medias, incluyendo a San Pedro, Monseñor Nouel, La Romana, La Vega y Peravia. El resultado electoral fue devastador para los partidos minoritarios que en su mayoría quedan reconocidos sólo por  haberse aliado a los dos grandes. Ninguno de los 5 que concurrieron solos logró alcanzar el 1% para obtener alguno de los 5 diputados por acumulación nacional de votos.

Tampoco serán atribuidos a los otros 19 pequeños, porque sus aliados, PLD y PRD, obtuvieron representación, pero contradictoriamente se les suman a éstos, gracias a la vocación acaparadora, excluyente y contradictoria que determinó la ley que los rige. Como consecuencia de la mayor concentración del voto en el bipartidismo, organizaciones políticas alternativas y candidatos de nuevo perfil vieron frustradas sus expectativas de representación en el Congreso, siendo relegados a las regidurías y a los cargos de los distritos municipales.

(Todos los resultados son exclusivamente en base a la boleta congresual).

El PRD no logró avanzar Es obvio que de cara a la alianza que encarna el PLD bajo el liderazgo de Leonel Fernández el PRD no logró “avanzar en el 2010 para triunfar en el 2012”, como se propuso. En la votación para el Congreso obtuvo 38.45%, casi similar al 38.57 de las presidenciales del 2008. Con el voto de sus aliados, que le aportaron 113, 789 votos, mejoró más de un punto, al pasar de 40.48 en el 2008 a 41.89% ahora.

Pero el haber quedado sin representación en el Senado por primera vez en su larga historia, configura un fuerte revés para el perredeísmo, que en consecuencia pierde escenario en el Congreso y verá reducida su influencia en el Consejo Nacional de la Magistratura con sólo uno de sus 8 integrantes.

En ese marco no se puede hablar de avance por haber incrementado sus diputados de 60 a 75, y las alcaldías de 52 a 57, incluyendo muchas importantes, si su principal contrincante también creció significativamente, de 24 a 31 senadores, de 96 a 105 diputados y de 67 a 92 alcaldes. Ambos partidos se nutrieron del PRSC que prosiguió su proceso de reducción, asimilado por el peledeísmo.

Es generalizado el criterio de que “el nuevo PRD” sufrió un serio tropiezo al no haber podido capitalizar el desgaste del Gobierno, por una ineficiente oposición determinada por el pacto de Miguel Vargas Maldonado con el presidente Leonel Fernández, que sólo benefició a éste. No lograron atraerse el voto de los insatisfechos, y lo peor parece haber sido la designación “de dedo” de gran proporción de sus candidatos, especialmente de los 32 para senadores fracasados. Es significativo que fueran derrotados su secretario general, Orlando Jorge Mera, en Santiago, y su secretaria de Organización, Geanilda Vásquez, para diputada en el DN. Los reformistas vieron reducida una vez más su cosecha electoral al obtener el 6% del sufragio, poquito más de la mitad del 10.96% de hace 4 años, aunque con incremento del 1.5% en relación a las presidenciales de 2008. Sólo consiguieron un senador, 3 diputados y 4 alcaldes en su propia boleta, y según estimados una docena más en la alianza con el PLD, aunque varios a medias.