Tanto se ha hablado y escrito de Freddy Beras Goico a raíz de su sentida transmutación que pareciera que queda poco por agregar sobre este espléndido ser humano cuya figura multifacética llenó medio siglo de la televisión y la sociedad dominicana, infiltrándose en nuestras almas para siempre.
Tuve el privilegio de haberlo conocido en su primera etapa cuando aún despuntaba, aunque ya era un gran cultor del humor, con esa vocación para hacer reír aún en los momentos más dramáticos. Justo hasta el estallido de la revolución constitucionalista en 1965 trabajamos juntos en Radio ABC en lo que intentaba ser un proyecto periodístico, junto a la colega Clara Leyla Alfonso. Cuando estalló la guerra, y sobre todo al momento de la invasión extranjera, Freddy no titubeó en determinar el sitio que le correspondía. Y fui de los que nos quedamos sorprendidos por el ímpetu y la determinación de aquel hombre del humor y el espectáculo.
Otra vez volvimos a trabajar bajo el mismo techo en el período 1968-69 cuando me tocó dirigir el departamento de prensa de Radio Cristal, y él comenzó a producir allí el Show de Noticias, junto a Cuquín Victoria y el inolvidable Milton Peláez. Esos tipos entraban a mi despacho al caer la tarde y me arrebataban las noticias del día para montar su espectáculo al caer la noche. Yo a veces no sabía si debía reír o llorar, pero disfrutaba sus ocurrencias y además ellos se inscribían en la defensa de los valores sociales, democráticos y libertarios.
Nunca más tuve el privilegio de trabajar cerca de Freddy y su banda de peligrosos humoristas, pero cuando nos veíamos el abrazo compendiaba la solidaridad que nos reciprocábamos, sobre todo porque con los años el impertérrito predicador, el luchador democrático, el hombre de infinita sensibilidad humana parecía superar al humorista.
La sociedad dominicana le ha rendido tributo al humanista que se nos acaba de marchar, por lo que sería redundante insistir en sus múltiples facetas. Yo quiero detenerme en lo que considero uno de sus mayores legados: su extraordinaria capacidad para persistir en la lucha por los valores sociales y comunitarios, su persistencia en reclamar, su decisión de no dejarse cansar.
Beras Goico nunca perdió la capacidad de asombro ni de indignación y aún consciente de lo difícil que es cambiar la sociedad, persistió hasta el hálito final en promover la solidaridad, el orden social, y el imperio de la ley, y encontraba una gran satisfacción en no dejarse vencer.
Los problemas de salud de los últimos años fueron minando sus energías físicas hasta perder la batalla de la vida, pero sus pujos espirituales lo hicieron trascender. Seguro que se marchó como había vivido, entre la risa y el llanto. Muerto de la risa porque nadie le pudo cansar, y llorando porque quería seguir en la batalla en la que, lo sabía, le echaríamos de menos.
Cuando supe que el cuerpo de Freddy le había flaqueado a su indomable espíritu, además de pensar en su compañera Pilar y en sus queridos hijos y nietos, me vino a la memoria el poema Reír Llorando de Juan de Dios Peza, quien evoca a los que enfermos de pesar, muertos de tedio, hacer reír como el actor suicida, sin encontrar para su mal remedio. La estrofa final parece haber sido escrita para la ocasión:
El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto
y también a llorar con carcajadas.