Diagnóstico de deterioro político e institucional

Por Juan Bolívar Díaz
http://hoy.com.do/image/article/792/460x390/0/E614BE7E-1C0A-4060-ADE3-374DEB0FFBCF.jpeg

La encuesta del 2012 sobre cultura política de la democracia en República Dominicana diagnostica un progresivo deterioro de la confianza de la ciudadanía en el sistema político y las instituciones estatales, situándose en los más bajos niveles entre 26 países del continente.

El estudio, que es parte del proyecto académico internacional “Barómetro de las Américas”, fundamenta las críticas que se hacen al sistema político dominicano, y los reclamos de reformas y rectificaciones de un pragmatismo salvaje que pone en riesgo la estabilidad política nacional.

Educación y desigualdad.  El capítulo dominicano del Barómetro de las Américas 2012, patrocinado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), y auspiciado por el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC), fue presentado esta semana por la socióloga y académica dominicana Rosario Espinal, profesora e investigadora de Temple University, Filadelfia.

Fue elaborado en base a una encuesta que abarcó a 1512 personas, realizada el año pasado por la firma Gallup. Esta es la quinta edición del estudio que se viene realizando cada dos años desde el 2004.

El Barómetro 2012 muestra que los países latinoamericanos tienen los niveles medios de desigualdad más altos del mundo, con relativa homogeneidad cuando se comparan los ingresos nacionales.

“Mediante un análisis de regresión lineal se evaluó cómo el género, la raza, la edad y el estatus urbano-rural afectan el nivel educativo de la población y el ingreso. Ratifica la educación como fundamento del desarrollo cuando establece que el nivel educativo de la madre tiene un impacto positivo en el nivel de ingreso personal.

Establece que en RD a mayor edad a partir de 35 años, se registra menor nivel educativo y que “tener la piel oscura y vivir en la zona rural también resulta en menor educación. Los hijos de madres de baja escolaridad no alcanzan a completar la escuela primaria, mientras los de madres con educación superior alcanzan un promedio de 14.2 años de escolaridad”.

Otro diagnóstico terrible.  Los resultados ratifican las debilidades políticas e institucionales dominicanas diagnosticadas en los últimos años en múltiples evaluaciones internacionales, como las del Foro Económico Mundial, Amnistía Internacional, Transparencia Internacional y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

También en este estudio el país queda entre los líderes en percepción de corrupción, en el sexto de 26 escalones, con 78.1 por ciento, 2.8 menos que en el 2004, pero 3.6 mayor que en el 2006.

En el tope aparece Colombia con 81.7, y le superan también Trinidad-Tobago, Argentina, Guyana y Panamá.

República Dominicana baja al octavo escalón en la proporción de personas que dijeron haber sido víctimas de corrupción.

Los peores resultados del Barómetro de las Américas para el país se registran en la percepción de que “el barrio está afectado por las pandillas, donde encabeza con 48.6 por ciento, y en la confianza en la Policía, que solo alcanza al 34.9 por ciento de la población, solo superado por Honduras y Trinidad-Tobago, que registran 28.7% y 32.8% respectivamente.

La esperanza de los dominicanos en prosperar en el país queda mal parada en la encuesta, con un 31.9 por ciento que manifiesta intención de irse a vivir a otra nación, solo superado por Haití, Jamaica y Guyana, que registran 58, 48 y 35 por ciento.

En valoración de la eficacia gubernamental, República Dominicana registra la sexta peor posición, con 40.7 por ciento, la séptima peor en apoyo al sistema político, en confianza en el Gobierno local y en el sistema de justicia, con 48.8, 45.5 y 45 por ciento, y la octava en evaluación de los gobiernos locales, con 47.5 por ciento.

La posición de derecha de la sociedad dominicana queda manifiesta al registrar el sexto escalón continental. Tal vez eso explica el liderazgo en el concepto de que “los hombres deberían tener prioridad para conseguir un trabajo”, aunque más de la tercera parte de los hogares son presididos por mujeres. Mientras es segundo en apoyo a la cuota de candidaturas femeninas.

Los mejores resultados.  En contradicción con su pobre evaluación de las instituciones estatales y políticas, los dominicanos manifiestan una alta participación en las actividades políticas, electorales y comunitarias, situándose entre las más elevadas del continente.

Son líderes regionales con 63.4 por ciento en simpatía con algún partido político. La participación electoral del 70.5 por ciento es alta para una nación donde el voto no es obligatorio.

República Dominicana ocupa el segundo lugar en entrevistados que dijeron haber tratado de convencer a otros para que votaran por alguna candidatura, con 31.6 por ciento, y el tercer lugar en porcentaje de las personas que dicen haber trabajado para partidos o candidatos, con 16.8 por ciento, superada solo por Surinam y Haití, ambas con 17.9 por ciento, mientras Chile, Canadá, México, Panamá y Perú quedan por debajo del 5 por ciento.

La alta participación política y electoral podría estar relacionada con el asistencialismo y el clientelismo, ya que el 31 por ciento de los entrevistados dijo tener, o alguien en su hogar, una tarjeta de los programas de subsidios sociales y el 24 por ciento dijo haber recibido ofertas clientelares en campañas electorales.

Sin embargo la participación en actividades comunitarias también es alta, la sexta mayor de los 26 países incluidos, con tasa de 32.9 por ciento.

Y en asistencia a reuniones municipales República Dominicana ocupa la tercera posición continental, después de Haití y Estados Unidos.

Alerta roja al sistema.  El progresivo deterioro de los indicadores de estabilidad y fortaleza política y democrática que presenta el capítulo dominicano del Barómetro de las Américas constituye una alerta roja para el liderazgo nacional que se muestra insensible ante las críticas y reclamos de la sociedad organizada y los medios de comunicación.

Ese nivel de insatisfacción y de escasa credibilidad en las instituciones del Estado viene siendo diagnosticado en encuestas, investigaciones y pronunciamientos nacionales, ante los  cuales el sistema partidario y los gobernantes reaccionan con indiferencia, cuando no con agresividad. Se solazan señalando la participación masiva en las campañas electorales, ignorando que está integrada en gran proporción por buscadores de favores y oportunidades y que hay una sociedad consciente que aspira a mejores estadios de institucionalidad democrática y gobernabilidad.

El clientelismo y el reparto llevado a niveles sin precedentes, con cerca de 800 mil personas en las nóminas y nominillas y en las pensiones del Gobierno central, las instituciones descentralizadas y los ayuntamientos, y casi 2 millones de tarjetas en diversos subsidios sociales han contribuido al mantenimiento de la estabilidad político-social, pero no logran revertir los niveles de pobreza ni han evitado el deterioro que registran los estudios y análisis sociales.

El sistema político se ha atribuido un nivel de vida que compite con el de sus colegas de naciones desarrolladas, con tasas irritantes de corrupción, mientras se ha negado sistemáticamente a acatar normativas como la del defensor del pueblo cuya ley orgánica acaba de cumplir 12 años.

Su pragmatismo e insensibilidad le ha impedido aprobar leyes como la de partidos políticos y regulación salarial y poner límites al despilfarro y la malversación de los fondos públicos.

Un progresivo deterioro. Lo más relevante del estudio sobre la cultura democrática dominicana es la progresiva reducción que registra en promedio de apoyo al sistema político, en apoyo a la democracia, en valoración de la eficacia gubernamental y de las instituciones fundamentales de la sociedad.

Es relevante que los medios de comunicación social y las iglesias Católica y evangélicas sean las únicas instituciones que alcanzan aprobación sobre el 60 por ciento, con un 72, 67 y 62 por ciento respectivamente. El Presidente de la nación, la Suprema Corte de Justicia, el Congreso Nacional, el sistema de justicia, la Policía Nacional y los partidos resultan quemados con puntuaciones que oscilan entre 47.7 y 32.3%.  Todas registran caída entre las encuestas de 2008 y  2012, en especial el Presidente, con 15 puntos menos,  la Policía con 12, Fuerzas Armadas 10, Junta Central Electoral 9, y Suprema Corte y Justicia que cayeron  en 8 puntos.

Entre  2006 y  2012 el apoyo a la democracia y al sistema político se redujo casi 9 puntos, pasando en el primero del 78.7 al 70 por ciento, y en el segundo del 57.6 al 48.8%. La valoración de la eficacia gubernamental disminuyó 15 puntos en el mismo período, de 55.8 a 40.7% y la evaluación de los gobiernos locales cayó 10 puntos. Y la convicción de que los partidos representan a los votantes se redujo más de 8 puntos, del 49.8 al 41.6 por ciento, entre las encuesta del 2008 y 2012.

 

Un alerta al sistema político

Por Juan Bolívar Díaz
http://hoy.com.do/image/article/581/460x390/0/2975B714-60D2-4EEF-9850-553DC14070F0.jpeg

La encuesta  sobre Cultura Política de la Democracia en República Dominicana 2010 publicada esta semana ha venido a ratificar las voces de alerta que se vienen expresando en el país sobre una creciente insatisfacción con la endeble democracia dominicana y muy especialmente con el sistema partidista.

El Barómetro de las Américas del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP) registra un declive en el país del apoyo a la democracia como sistema de gobierno y en la satisfacción con su funcionamiento, lo que “unido al declive en el apoyo al sistema político, señalan un malestar creciente con el funcionamiento de la democracia en la población dominicana”. Con reducción del 54 al 51 por ciento.

Todavía es considerablemente alta la lealtad de los dominicanos a los partidos políticos, ya que un 54% dijo simpatizar con alguno de ellos, pero es relevante una caída de 16 puntos en relación al 70% que había marcado en la medición del 2008 del Barómetro de las Américas. Es altamente significativo que los partidos políticos son la institución que menos confianza generan en la población nacional, con apenas un 33%, seguidos de la Policía, la Suprema Corte y el Congreso. Todas estas muy distantes de los medios de comunicación que tienen un nivel de confianza del 73%, seguidos por la Iglesia Católica, las Juntas de Vecinos y las iglesias evangélicas.

El apoyo al sistema político de redujo en el país “más de lo esperado”, colocándose en una posición relativamente baja en la comparación regional, ya que el porcentaje de la población dominicana que se coloca en la casilla de democracia estable se redujo del 38 al 25% entre el 2006 y 2010.

El país registra niveles muy por encima del promedio regional en renglones como percepción de inseguridad y de corrupción, pero donde resulta campeón indiscutible es en ofertas clientelistas durante las campañas electorales, con un 18%, pero superando al segundo, que es Argentina, casi en un cincuenta por ciento, mientras la gran mayoría quedó por debajo del 10%.

No hay dudas que estos resultados avalan las preocupaciones que se vienen expresando sobre la debilidad y vulnerabilidad de la democracia dominicana, frente a las cuales el liderazgo político reacciona argumentando que disfrutan de un amplio apoyo. Al presentar la encuesta del Barómetro de las Américas, la cientista social  Rosario Espinal  advirtió que la democracia dominicana se encuentra en una encrucijada, resaltando la urgencia de detener  la “avalancha de des-institucionalización que se registra en la nación dominicana al comienzo de este 2011”.

Las advertencias provienen de todos los frentes, incluyendo a autoridades como el presidente de la Junta Central Electoral, Roberto Rosario, quien al inaugurar un seminario internacional sobre partidos políticos, planteó la necesidad de reducir el costo de la democracia dominicana. O el ex presidente de la Cámara de Diputados Julio César Valentín, quien esta semana se quejó de los altísimos niveles de ingresos de los funcionarios públicos dominicanos contrastándolos con la pobreza del país.

Se vuelve a discutir sobre la necesidad de aprobar una Ley de Partidos Políticos que lleva más de una docena de  años de consensos y formulaciones diversas, que ha sido introducida al Congreso en unas siete ocasiones, sin que el sistema político termine de convencerse de la conveniencia de regulaciones para el fortalecimiento de los partidos mismos y de la democracia.

Muchos observadores se preguntan qué señal será la que están esperando los líderes políticos dominicanos para poner límites al deterioro institucional y democrático. La experiencia venezolana, por ejemplo, muestra que el sistema partidista fue fuerte y tuvo un gran apoyo de la población durante casi medio siglo, pero se derrumbó de repente, sin previo aviso, socavado por la corrupción, la malversación y por la erosión de las instituciones fundamentales del sistema democrático.