La inequidad de los salarios

Por Juan Bolívar Díaz
JUAN963

En las últimas semanas ha cobrado nuevos impulsos la vieja demanda nacional de revisar las escalas salariales que mantienen una enorme inequidad, que deviene en iniquidad, en la distribución del ingreso manifiesta en los salarios que percibe el 43 por ciento de los empleados formales dominicanos, de los cuales el 80 por ciento no alcanza el costo promedio de la canasta familiar, estimado en 21 mil 905 pesos, ni sobrepasan el límite de la pobreza estimado en 21 mil 493 pesos.

La inequidad es mayor en el sector público, donde el 45 por ciento de los 575 mil empleados estatales percibe el sueldo mínimo de 5 mil 117 pesos, lo mismo que el 82 por ciento de los pensionados del Estado sometidos a la indigencia, obligados al pluriempleo y empujados al picoteo y peores formas de degradación humana y corrupción.

El presidente Danilo Medina se ha inscrito relevantemente entre quienes estiman que el salario debe ser elevado, aunque su ministro de Industria y Comercio resaltó esta semana las “favorables condiciones” del salario nacional para la inversión extranjera. El mandatario ha llegado a proclamar que nadie puede vivir con 10 mil pesos mensuales, suma que duplica el mínimo estatal. El gobernador del Banco Central, legisladores y funcionarios se han sumado a los pronunciamientos en pro de la equidad salarial.

En el Estado la situación llega a extremos de iniquidad, ya que hay un enorme desorden, con funcionarios con sueldos y pensiones equivalentes hasta a 200 salarios mínimos. En los organismos autónomos y descentralizados son centenares los que ganan más que el Presidente de la República.

En el sector privado la inequidad es también grave. El economista Luis Vargas, un consultor del sector público y del privado, sostiene que de cada 100 pesos que produce el trabajo sólo 25 van a los empleados y 75 quedan en manos de los empleadores, cuando en el año 2000 las proporciones eran inversas. Desde luego, habrá que establecer la proporción que se abona a unos costos de producción agravados por la ineficiencia y precio de la electricidad y los impuestos a los combustibles, para sólo citar dos factores.

Como era de esperarse, estos pronunciamientos han incentivado a las centrales sindicales, las cuales esta semana emplazaron al director general de salarios a convocar el Comité Nacional de Salarios para revisar las escalas salariales, con una solicitud de incremento del 30 por ciento.

No hay dudas que el salario requiere una significativa revaloración, que supere la reposición de la inflación anual para que alguna vez se traduzca en mejoría de las condiciones de vida de los asalariados, pero no sólo en el sector privado sino también en el público.

Esa justicia pendiente obliga a una revisión profunda y conduce inexorablemente al pacto fiscal que dispuso la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo y que enarboló el presidente Medina en su discurso inaugural. Será fundamental para determinar de dónde saldrán los recursos para la justicia salarial del Estado y cómo se amortiguará el costo para una buena proporción de las empresas.

Puede resultar peligroso que la demagogia alimente expectativas más allá de las razonables, sin abocarse a discutir cómo financiar una mejor distribución del ingreso. Es obvio que el salario mínimo estatal debe llevarse siquiera a los 7 mil pesos que propone el Ministerio de Administración Pública en el proyecto de reglamento de la Ley de Salarios del Sector Estatal, en manos del Poder Ejecutivo desde comienzos del año.

La cuestión es más urgente ahora que está en elaboración el proyecto de ley de presupuesto para el próximo año. Si es puro aguaje, deberán afrontarse las consecuencias de aquí a los primeros meses del 2015.

 

La primera reivindicación

Por Juan Bolívar Díaz

Si se da crédito a lo dicho por el secretario general del Partido de la Liberación Dominicana, Reinaldo Pared Pérez, la primera reivindicación de los senadores que toman posesión mañana, 31 de ellos  de su mismo partido y el restante un aliado devoto que está consultando a la Virgen de La Altagracia si se juramenta en el cargo, podría ser elevarse el salario para corregir una distorsión.

Según lo dicho  por el presidente del Senado a la estelar periodista Esperanza Ceballos, los senadores sufren una grave injusticia que debe ser corregida, al ganar 50 mil pesos menos que los diputados. Trascendió que algunos querían corregirla al concluir la reciente legislatura.

Tal vez porque alguno advirtió el texto del artículo 140 de la flamante Constitución proclamada el 26 de enero pasado, el cual dice: “Ninguna institución pública o entidad autónoma que maneje fondos públicos establecerá normas o disposiciones tendentes a incrementar la remuneración o beneficios a sus incumbentes o directivos, sino para un período posterior al que fueron electos o designados. La inobservancia de esta disposición será sancionada de conformidad con la ley”.

Como se puede observar, ese texto no deja duda y seguro será invocado por algunos que, como Pared Pérez, fueron de los arquitectos de la flamante Constitución, y evitarían que se convierta en otro “simple pedazo de papel”, como las 37 precedentes. Aunque es extraño que el reputado abogado no se haya referido a ese “imprudente artículo”.

Así pues hasta prueba en contrario los legisladores no podrán aumentarse sus remuneraciones sin violar la Carta Magna. Aunque no se descarta que encuentren alguna forma de interpretarla, como que todavía no se ha aprobado la ley que sancione esa inobservancia.

Otra podría ser una indexación de la inflación de los últimos años, que según el léxico fiscal de actualidad no es un aumento. O simplemente aplicarlo a los beneficios adicionales de los senadores.

Parece cierto que en el sueldo formal los diputados reciben más que los senadores, 175 mil a 125 mil mensuales. Pero hay “reivindicaciones” que no disfrutan los primeros. Los senadores reciben además 50 mil como gasto de representación, 25 mil por viáticos, 25 mil para hospedaje, y con asistir a 8 sesiones y a 5 reuniones de comisiones cada mes redondearían otros 40 mil pesos. Y no es tan difícil, fíjense que sería 2 jornadas de trabajo al mes, sin horario fijo.

Así las cosas, los senadores tienen un ingreso nominal de 265 mil pesos al mes, aparte de las asignaciones de 289 mil pesos para pagar personal en su oficina central, 142,500 para empleados en su oficina provincial y 190 mil para pago de servicios. Todos esos renglones totalizan 886 mil 500 pesos mensuales.

Si se le suman los “fondos para asistencia social”, (Barrilito), que promedian 598 mil 750, en proporción a la población representada (el mínimo de 420 mil y máximo 900 mil pesos por mes), el senador promedio sale a un millón 785 mil 250 mensuales.

Pero todavía habría que sumarle lo que cuestan los choferes y personal policial y militar que sirve a cada uno de ellos, pagados también por el Senado, lo mismo que gastos de teléfonos, pasajes al exterior y una exoneración impositiva de un   vehículo cada dos años que la mayoría vende por cientos de miles de pesos.

Como los senadores quieren igualarse sus sueldos nominales con los diputados, podría ser justo que éstos a su vez quieran igualarse los demás ingresos, por ejemplo cambiar sus “cofrecitos sociales” de 50 mil por un barrilito promedio de 598 mil.

Todo eso en un país donde el 88 por ciento de los empleados formales ganan menos de 25 mil pesos al mes, sin ninguna otra compensación, y el 60 por ciento menos de 10 mil pesos.

Donde el salario de más de la mitad de los servidores públicos, incluyendo los municipales,  está en 5 mil pesos o menos. Donde hace dos años el presidente Fernández dispuso que las pensiones del Estado fueran elevadas a un mínimo de 5 mil pesos, que es lo que reciben millares de maestros, enfermeras y otros que sirvieron al país durante tres y cuatro décadas.

No hay dudas, los nuevos “representantes del pueblo” tienen una buena agenda para iniciar sus labores con reivindicaciones salariales. ¡Manos a la obra carajo!