Una de las peores iniquidades

 

 

Por Juan Bolívar Díazo2

Una de las peores iniquidades, de las tantas que se registran en el país, es que todavía no se disponga de agua potable en la mitad de las viviendas, lo que en los últimos meses se ha agravado alarmantemente a causa de la prolongada sequía y del descuido del gobierno en financiar el mantenimiento, reparación y ampliación de los sistemas de acueductos en las ciudades.

Nadie puede ignorar que la actual sequía tiene ya ribetes de gravedad, incluso para generar alarma, pues los expertos vaticinan que se podría extender por los tres o cuatro meses que quedan del período regular de lluvias para causar estragos hasta el año próximo, no solo en el consumo humano, sino también en la producción vegetal y animal, ya sometida a racionamiento, con registro de pérdidas considerables, especialmente en la región sur-suroeste.

La sequía del último año está secando las presas y dejando a altas proporciones de personas sin agua para el consumo doméstico, mientras una minoría de la población recibe y desperdicia gran parte del agua disponible en los acueductos o extraída del subsuelo. Con el absurdo de que a estos el agua les sale varias veces más barata que a gran parte de los que tienen que comprarla por camiones, tanques o latas. En todo su esplendor la cultura de la latita de la que escribimos en el semanario Firme hace exactamente 40 años.

Pero aún con pocas lluvias la situación no sería tan irritante si el 54 por ciento del agua que se coloca en los acueductos no se estuviera perdiendo a causa del desperdicio y las averías, como sostiene el director de la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo, Alejandro Montás, quien además denuncia que los privilegiados que disponen de agua dentro de sus viviendas pagan sumas irrisorias por el servicio, muchas veces menores que por la electricidad y hasta que por recogida de desperdicios.

El gobierno ha esperado demasiado para disponer medidas de emergencia, que todavía son tímidas, pero que han comenzado develando los absurdos de la gestión pública. Es que una alta proporción de los sistemas de agua, campos de pozos, plantas de tratamiento y hasta acueductos, están fuera de servicio por falta de mantenimiento.

Eso lo han reclamado públicamente no sólo el director de la CAASD, sino también el del Instituto Nacional de Aguas Potables y Alcantarillado y el del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos. La CAASD pidió para este año 4 mil millones de pesos, y sólo le asignaron 2 mil 500, lo que le ha imposibilitado invertir en mantenimiento. Montás dijo que tiene un déficit en sus niveles de distribución de 85 millones de galones por día. Pero al mismo tiempo está solicitando recursos para reparaciones que lo reducirían a solo 20 millones. Muchas de las bombas y plantas eléctricas que mueven campos de pozos requieren reparaciones o sustituciones. Con el agravante de que la precariedad que también afecta el servicio energético contribuye a reducir el suministro de agua.

Hace meses que el gobierno debió declarar una emergencia, como se ha hecho en Puerto Rico y Cuba, y suplir todos los fondos que requiere el mantenimiento y reparación de las fuentes acuíferas y los acueductos. Al igual que debe priorizar el pago de la energía que suplen las empresas generadoras.

El racionamiento de agua debe incluir no sólo a los lavadores “informales” de vehículos, como se ha informado, que en su mayoría usan latas de agua, sino también a las empresas formales que la gastan con mangueras y en grandes proporciones, y se debe prohibir el regado de jardines y llenado de piscinas hasta que se conjure el agravamiento de la iniquidad del suministro de agua. La experiencia aconseja también mayor inversión en pequeñas presas y reservorios de agua.

 

 

Es prioridad lo que se pide

Por Juan Bolívar Díaz
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Es probable que muchos vieran y escucharan esta semana por Teleantillas al  ingeniero Alejandro Montás, director de la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD) y no quedaran impresionados por los datos que aportó, dramáticos indicadores de nuestro nivel de pobreza, y de los absurdos de esta sociedad que se presume en la postmodernidad, y de esta capital que Leonel Fernández nos legó como el Nueva York chiquito, el pequeño Miami o el Mónaco del Caribe.

Montás, quien es miembro del Comité Central del partido que ha gobernado el país durante 12 de los últimos 16 años, planteó que apenas el 5 por ciento de la gran urbe dispone de alcantarillado sanitario, razón por la cual sus deshechos van a los ríos circundantes y contaminan todas las fuentes acuíferas el litoral marítimo y el subsuelo.

A esa contaminación hay que agregar la generada por el vertido de las plantas industriales y de los aceites de los vehículos y de las decenas de miles de plantas eléctricas que operamos hasta en los barrios más pobres, gracias a las cuales pueden sobrevivir igual número de  pequeñas y medianas empresas y paliarse los apagones. También permiten que muchos “olviden” lo doloroso que es depender del servicio energético público en esta postmodernidad que tanto nos enorgullece.

El director de la CAASD dijo que todavía cerca de un tercio de las viviendas de la urbe no disponen de agua potable. Y aquí fue optimista, ya que la última encuesta Enhogar de la Oficina Nacional de Estadística estableció que a nivel nacional esa carencia alcanza al 56%. Agregó que ya la ciudad necesita otro sistema de acueducto para satisfacer sus necesidades y que los apagones complican la situación, porque el 70%  del agua se genera con electricidad.

Para colmo señaló que el 54% del agua del acueducto se pierde por falta de racionalidad, fugas y averías. No se le puede criticar el haber olvidado decir que en muchos barrios pobres hay que comprar el agua por tanques o latas, por lo que les sale más cara que a los ricos, contaminación aparte.

Y no es que falten estudios sobre las necesidades de agua y alcantarillado sanitario de la capital y el costo de la inversión que requiere, sobre los mil millones de dólares, que él espera se haga en 20 años, lo que implica que esta modernidad va para largo.  Se requiere una red de 3,400 kilómetros de alcantarillas y acometidas para 500 mil viviendas estimadas en 612 millones de dólares, incluido un emisor submarino para verter las aguas sanitarias a 300-500 metros de la playa y a 30 metros de profundidad. El nuevo acueducto demanda 250 millones de dólares y no se sabe cuántos más para sustituir viejas tuberías de 6-8-12 pulgadas de diámetro por nuevas de 20 pulgadas.

No se agobien, porque falta una perla: para cumplir sus responsabilidades la CAASD requeriría un presupuesto anual de RD$5,000 millones, pero solo recibe RD$1,250 millones, que apenas le dan para pagar personal y gastos fijos, entre ellos 924 millones por la precaria energía con que opera el acueducto. Como consecuencia, ocho de las 12 plantas de tratamiento de las aguas del Gran Santo Domingo están dañadas y no hay con qué rehabilitarlas. Más o menos que a nivel nacional, donde están fuera de servicio 24 de 28 de esos sistemas, según declaró hace unos meses el director del INAPA.

Aunque muchos vivamos en una burbuja mágica, embrujados por la ostentación pública y privada, fascinado por el verbo elocuente de nuestros líderes constructores de palacios, elevados y metros, promotores de la malversación y la ostentación, esta gran urbe donde se concentra la inversión, es un tremendo espejo de la pobreza nacional.

Por eso es más absurdo que haya quienes pidan un aeropuerto para San Francisco de Macorís, a 45 minutos del de Licey al Medio, Santiago, y a una hora y cuarto del de Catey, Samaná.  Y que otros aboguen enfáticamente por una nueva carretera norte sur, aunque hiera la mayor fuente de agua del país, que costará más de 500 millones de dólares y que el ministro de Obras Públicas acaba de definir como turística y ecológica, en vez de mejorar vías ya existentes.

Necesitamos un gran exorcismo a la fastuosidad y altas dosis de racionalidad para establecer prioridades, para no comprar autos de lujo ni hacer una piscina antes de disponer de suficiente agua potable, electricidad, escuelas y atención  hospitalaria, además de alcantarillados sanitarios en un país que pretende vivir del turismo.