Aquella barrida electoral del PRD

Por Juan Bolívar Díaz
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Vale revisar los documentos y publicaciones referentes a las elecciones congresuales y municipales del 2002 para comprobar cómo el país gira continuamente sobre su propio eje, reproduciendo una y otra vez los mismos escenarios conflictivos, a menudo con rasgos de retroceso.

Hace 8 años el mapa electoral quedó con 29 provincias pintadas de blanco, dos de colorado y una de morado, en lo que conformó una barrida del partido gobernante, entonces el Revolucionario Dominicano (PRD). Este año la barrida peledeísta ha sido mayor, dejando al principal partido de oposición sin representación en el Senado y con sólo un  escaño al tercer partido del sistema que es a la vez su aliado.

Los estrechísimos resultados electorales con que esta vez se atribuyó la provincia de Pedernales al Partido de la Liberación Dominicana (PLD), con diferencia de apenas 14 votos y con denuncias de irregularidades  en la validación de votos que habían sido anulados, deja la duda de si hubo un despojo para excluir al PRD del Senado.

Eso estuvo a punto de ocurrir en el 2002 con el único senador obtenido por el PLD, José Tomás Pérez por el Distrito Nacional. El resultado era muy estrecho y al final la alianza que encarnó el PLD fue reconocida como ganadora por menos de un punto de diferencia sobre la que encabezó el PRD: 39.20 a 38.28 por ciento.

Todavía en la noche del sábado 18 de mayo los perredeístas insistían en que eran ganadores, tratando de dejar al PLD fuera del Senado. Me tocó ser parte, junto a Ramón Tejada Holguín y Javier Cabreja, de una comisión de Participación Ciudadana que acudió a la residencia del presidente del PRD Hatuey de Camps con los resultados del conteo rápido de la institución, donde los peledeístas ganaban la sindicatura y la senaduría del DN.

Desde el primer momento De Camps pareció ajeno a los intentos de arrebato y delante de nosotros llamó al presidente de la Junta Central Electoral, Ramón Morel Cerda, para decirle que “el partido no quiere nada que no haya ganado”. Llamaría al presidente Hipólito Mejía, quien estaba en España, para ponerlo al tanto de la situación, y lo mismo hizo con Peggy Cabral, candidata a síndica, donde nos remitió. Fuimos de inmediato donde la viuda Peña Gómez, a cuya memoria apelamos para convencerla de que reconocieran la voluntad popular, lo que procedió a hacer en la mañana del domingo junto a Fafa Taveras, el candidato a senador. Esa mediación no se hizo pública pero la reconocieron dirigentes del PLD y los candidatos ganadores.

Lo que sí fue público fue la misión que envió Participación Ciudadana a Santiago para reforzar a los dirigentes locales en el acompañamiento al PLD y a su candidato a senador Francisco Domínguez Brito en sus enérgicos reclamos de revisión de irregularidades. Se demostró que varias actas habían sido alteradas y fueron anuladas. No cambió el resultado pero quedó el precedente de revocación de actos fraudulentos. Aquellos acontecimientos vienen a la memoria en estos días de denuncias de irregularidades y fraudes, cuando aparecen peledeístas que ahora niegan derechos y gritan que nadie reclamaba cuando los intentos de arrebatos les perjudicaban.

Entonces como ahora muchos consideramos peligrosa aquella barrida y advertimos que podría desbordar el continuismo, como ocurriría poco después, aunque el presidente Mejía, como ahora el presidente Fernández, exhortó a sus seguidores desde Madrid a no ensoberbecerse con el triunfo. Cuando se anunció un recibimiento apoteósico tras su viaje a España y Marruecos, Mejía -al igual que Fernández ahora- tuvo el acierto de rechazarlo. Aunque dos meses después ya estaba modificando la Constitución para repostularse.

Participación Ciudadana, muchas otras organizaciones  y buena parte de los líderes de opinión hicimos campaña tratando de evitar aquel desbordamiento contra la institucionalidad democrática. Organizamos una vigilia nocturna ante el Congreso y asistimos a la sesión de la Asamblea Nacional que modificó la Constitución. Y si pudimos entrar a aquella sesión fue porque los diputados opositores Julio César Valentín y Pelegrín Castillo lo exigieron. Porque los perredeístas estaban decididos a impedir la entrada de las turbas de la sociedad civil. Ojalá no sigan las repeticiones.

 

Cómo poner en crisis la crisis

Por Juan Bolívar Díaz
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Algunos quedaron impactados con el planteamiento de que hay que poner en crisis la crisis, lo que en definitiva quiere decir que nos enfrentemos decididamente con el pesimismo que la alientan, convencidos de que hay más belleza que fealdad y más generosidad que maldad en todos los ámbitos humanos.

Hay que reconocer y agradecer las expresiones de aliento a esta consigna del 2010, particularmente las que provienen de jóvenes que están tratando de retomar las banderas de lucha, de resistir y combatir los factores que generan pesimismo, que es a ellos a quienes corresponde en primer lugar, porque son los portadores de nuevas energías, los renovadores de sueños, aquellos a los que no pueden pesar las utopías que en todas las épocas han empujado la rueda del progreso y la superación.

No faltan quienes se reafirman en el inmovilismo y la frustración, señalando el terrible nivel de violencia con que ha comenzado el año, que en el feriado de año nuevo congestionó a Patología Forense con 27 cadáveres. Que dos docenas de personas fueron muertas violentamente, y otras tantas en accidentes de tránsito. Que un juez de paz asesinó a un vecino que le recriminaba por maltratar a una mujer, que otro mató a una mujer de un balazo en un ojo porque le pedía dejar de disparar al aire, que un despechado lanzó al mar un niño de tres años porque la madre no le quería, que vimos los dos primeros feminicidios del año y los primeros muertos en intercambios de disparos, que un desequilibrado mató a tres personas, que otras tres fueron ejecutadas.

También pudimos ver que fue incautado el primer cargamento de drogas del año, 92 kilos de cocaína hallados bajo la cama de un simple pescador en Verón, mientras nuevas revelaciones del escándalo Figueroa Agosto magnifican el nivel de penetración del narcotráfico en los organismos de seguridad del Estado.

Pero ese negativo inicio de la segunda década del siglo, en vez de paralizar y desalentar debería más bien ser un incentivo para combatir, para convencer a los indiferentes de que hay que tender un muro de contención y empezar a revocar el deterioro. No hay excusa válida, todo el que esté preocupado por el deterioro tiene que determinar en qué puede contribuir a revertirlo.

Primero hay que hacer como la cristalina y linda jovencita Crystal Fiallo Scanlon, quien ha publicado sus diez sueños para el 2010, comenzando “porque hagamos esquina a la transparencia”, que los partidos devuelvan la cabeza a sus miembros para que generen ideas revolucionarias y recuerden su electorado, caminar por las calles sin miedo y hasta sueña “que todos despertemos”.

En segundo lugar tenemos que abandonar la actitud de simples quejas en las reuniones sociales, creyendo que con eso nos inmunizamos y remediamos el país. Es mejor aprovechar los encuentros para discutir lo que podemos hacer, cómo crear los instrumentos organizativos necesarios o a cuáles de los existentes debemos respaldar activamente.

Tercero, inundar los ambientes de propuestas sin importar su exitosa viabilidad ni la receptividad que tengan, porque de lo que se trata es de un aguacero de ideas que barra con gran parte de la inmundicia que nos rodea. Es decir encender siquiera una velita para iluminar la oscuridad que nos atenaza.

Cuarto, atender los llamados a movilización, para que no sean sólo unos pocos cientos o miles los que manifiesten su rebeldía ante la corrupción o reclamen transparencia y derechos de ciudadanía. Hay que crear las condiciones para que decenas de miles salgan a las calles a gritar basta ya y así meterle miedo a los abusadores que creen que sólo unos “ilusos iluminados” están inconformes con sus desmanes.

Quinto, que abandonemos el discurso de “yo ya no leo periódicos ni veo noticiarios por sanidad mental”. Esconder la cabeza como el avestruz es la peor inversión. Es que la sanidad social reclama que nos informemos de lo que pasa y que nos indignemos.

Hay muchas formas más de poner en crisis la crisis, como cumplir con las normas sociales y las leyes y no cerrar los ojos ante las violaciones sistemáticas. Hay que rechazarlas y militar en su restauración. Lo mismo que renovar los sueños de justicia social, de mejor distribución del ingreso y sobre todo de solidaridad humana y social.