Una campaña gris para tiempos grises

Por Juan Bolívar Díaz

A dos meses ya de los comicios presidenciales la campaña electoral pareciera encontrarse en un punto muerto, donde no se registran ni siquiera variaciones importantes en las numerosas encuestas que publican los medios de comunicación y los discursos giran obstinadamente sobre los mismos temas, prejuicios y preocupaciones.

Abúlica, aburrida y falta de imaginación hasta en los mensajes televisivos, algunos de los cuales parecen resucitados de las videotecas de los años setenta, la campaña electoral dominicana se repite hasta el cansancio, con economía de originalidad y abundancia de gasto hasta términos que escandalizan.

Cuando este jueves 16 se sumerja en la tenebrosidad de la medianoche quedará una novedad y es que al vencer el plazo para el registro de candidaturas, Milagros Ortiz Bosch tendrá contrincantes que la ayuden a resaltar su presencia de mujer íntegra y capaz en boleta con posibilidad de predominar.

Sociedad en tránsito

            Ya sin Juan Bosch ni José Francisco Peña Gómez, y con un Joaquín Balaguer que ya sólo es reminiscencias y nostalgias, la sociedad dominicana está en trance de renovación de un viejo liderazgo que ocupó todos los espacios, pero protagonizado por partidos también viejos, que persisten en largas y agotadoras campañas.

Ahora con un financiamiento estatal, que este año alcanzará a cerca de 250 millones de pesos (medio por ciento del presupuesto nacional), el partidarismo parece reafirmar los viejos vicios clientelistas que constriñen el espacio político y dificultan la emergencia de nuevas fuerzas y de candidaturas. Don César Estrella Sahdalá, quien salió de la Junta Central Electoral con una imagen impoluta, no logra registrar en las encuestas más del 1 por ciento de las preferencias. Tampoco lo consigue Ramón Almánzar, pese a su alto “average” en la producción de paros y protestas populares.

Sea porque esta sociedad no ha podido liberarse del espectro de los líderes que dominaron la política durante tantas décadas, o porque los nuevos han llegado sin brillo ni imaginación, la campaña electoral sigue tan insulsa como hace 6 meses, sin mayor novedad que el aumento de la contaminación visual en calles y carreteras.

Todo parece una reiteración, hasta las encuestas, que ahora publican cuatro diarios, además de Rumbo. Aunque en las últimas dos semanas se ha producido una novedad: el cabeza con cabeza en la carrera por la segunda posición del certamen, mientras tiende a reafirmarse el criterio de que “ninguno se va en la primera vuelta”, con lo que algunos se dan por satisfechos, mientras sueñan con una nueva estrategia que produzca el milagro de la multiplicación de los votos.

La semana pasada el diario Hoy publicó la secuencia de cinco encuestas de la firma Hamilton Beattie & Staff en la que se puede advertir los imperceptibles cambios en las preferencias que se han registrado en siete largos meses de campaña. Hipólito Mejía se mantiene a la cabeza con 3 puntos menos (de 49 a 46 por ciento); siempre lejos detrás Danilo Medina con 2 puntos más (de 23 a 25 por ciento); con Joaquín Balaguer pisándole los talones, con 4 puntos más que en septiembre (de 20 a 24 puntos).

Por suerte la población no ha tenido que lamentar en esta campaña el derramamiento de sangre, lo que para algunos no es más que otra expresión de las pocas pasiones que despiertan estos candidatos y partidos cada vez más empeñados en borrar todo rastro de diferenciación.

Dinero, mucho dinero

            Abundan las especulaciones sobre el costo que tendrá esta larga campaña que comenzó hace más de un año con el proceso de elección de los candidatos. Más allá del financiamiento estatal, están las recaudaciones entre los amigos empresarios, algunos de los cuales quieren cada vez mayores seguridades de que podrán contar con la amistad y las consideraciones del próximo presidente de la nación. Siempre hay un preferido, pero también un sustituto para cubrir las dos caras de la moneda, y por si esta cae de canto se “boronea” con un tercero, que no puede ser el “doctor”, porque a éste no se le puede desconsiderar con residuos.

Con frecuencia, en fuentes “generalmente bien informadas” se habla de las recaudaciones. Ya no solo los 80 millones recolectados en la cena dicembrina de Leonel, sino de los 60 conseguidos por Balaguer en Santiago, o de los 30 que un banquero ofreció juntar en una sola mesa, o de que al Guapo de gurabo le ofrecen tanto que está racionando las recaudaciones.

Nunca se sabrá cuanto en realidad cuesta una campaña electoral, porque aunque la ley electoral tiene algunas previsiones, nadie le da seguimiento y los partidos no confiesan sus gastos reales y muchos gastos quedan fuera de los libros. Hay también abundantes contribuciones en especie, como afiches y materiales, espacios en los medios de comunicación, vehículos, gorras, camisetas y otros medios de mercadeo.

Pero se puede hacer una aproximación tomándosele la palabra el titular de Finanzas del Partido Revolucionario Dominicano que recientemente dijo ante la Junta Central Electoral que esa organización precisaba de 250 millones de pesos para su campaña electoral. Claro que no especificó cuántos ya habían gastado, incluyendo el costo de la elección primaria.

Como el partido de gobierno gasta más del doble que los perredeistas, al menos en la publicidad a través de los periódicos y medios electrónicos que se puede medir, es posible que entre los tres grandes partidos se esté gastando cerca de mil millones de pesos en la actual campaña. Sin incluir los salarios, combustibles, y gastos de vehículos que corren por cuenta del gobierno, los municipios y el congreso. Ni las contribuciones de las miles de personas que se suman a las caravanas y otras actividades proselitistas.

Se sabe que una proporción considerable del presupuesto de los partidos se reserva para el último mes de la campaña, cuando se produce una competencia a billetazos limpios, parte de los cuales se destinará a la compra de cédulas, misma que podría ser devaluada si la JCE quisiera, con sólo dejar abierta la posibilidad de obtener un duplicado hasta el mismo día de la votación, lo que seguramente sería impugnado por algunos partidos “en aras de la limpieza del proceso”.

Entristece y apena

            Muchas personas se quejan en estos días de la rutina de esta insulsa campaña electoral, y dicen sentirse apenas y entristecidas por el pobre, reiterado y demagógico discurso de los candidatos. Echan de menos el lenguaje florido, el tono literario y las construcciones grandilocuentes del liderazgo en superación.

Hubo quienes quedaron desconcertados con la primera presentación de Danilo Medina y sobre todo con la segunda de Hipólito Mejía en la serie de entrevistas sobre los programas de gobierno de los candidatos de los partidos mayoritarios que se desarrolla en Uno más Uno, de Teleantillas. El tercero obviamente no puede exponerse por mucho rato a las cámaras de televisión y ni siquiera respondió la invitación a participar. La longitud de sus discursos se va reduciendo de los siete minutos máximos, y el domingo apenas duró un minuto hablando a una concentración en Los Alcarrizos, Distrito Nacional.

Los discursos y declaraciones de los candidatos parecen destinados en su mayor parte a hacerle propaganda al contrario, maraña en la que queda atrapado el mensaje propio, la propuesta, el programa, que hasta ahora sólo el perredeista ha puesto en blanco y negro. Los peledeistas trabajan arduamente en el suyo, mientras los reformistas alegan, con razón, que Balaguer no necesita programa, porque el suyo está a la vista de todos, en su casi cuarto de siglo de presidente.

La tristeza y la pena es mucho mayor cuando se lee que el candidato mayor es cargado para ponerlo o sacarlo de su automóvil, empeñado en un nuevo intento de salvataje de la nación, como si los 7 anteriores no hubiesen sido suficientes, y a sus 94 años y dentro de su mundo ya añejo de perenne oscuridad, donde tiene que imaginarse la mayoría de los rostros humanos y el rostro físico de ciudades y campos. Y dicen que el hombre vuelve y vuelve, desde luego en la segunda ronda, que es donde de verdad se medirá la capacidad de cambalache y negociación del sistema político nacional.

Nadie parece asombrarse de que por televisión se denuncie que a un posible presidente lo podrían matar sus propios médicos, dándole una sobredosis de medicamentos, aunque la cuestión ocupa la atención pública y grandes espacios en periódicos y medios electrónicos, llegándose a reclamar “una investigación del denunciado y pretendido atentado”, que dos días después se disipa con la misma alegría con que nació, cuando el aludido confiesa que lleva 20 años tomando ese fármaco. Si se miden los resultados la casa distribuidora podría recibir una factura por la promoción.

Al final del túnel       

            Pero no todo puede ser tan pesimista y oscuro. La luz se verá siempre al final del túnel. Y ahora más cuando la campaña entra en la recta final, con la cierre de inscripciones de candidatos. Al menos ya el PLD escogió a Amílcar Romero como su candidato vicepresidencial. El de Balaguer se sabrá hasta la medianoche del jueves cuando se acaba el tiempo. O dos horas antes.

Con el ingeniero Romero se especula si agrandará el disgusto de Balaguer con sus aliados del 96, o si será un puente de negociación para la segunda ronda, porque para la primera el no tiene votos propios que agregar. Eso partiendo de la división y las firmes preferencias del electorado que registran las encuestas, que por cierto dejan poco margen de indiferentes y abstencionistas.

Tal vez todo el país deba celebrar el final del plazo de registro de candidaturas. Por lo menos ya Milagros Ortiz Bosch no tendrá que aburrirse. Tiene competidores.