Un buen arranque

     Por Juan Bolívar Díaz

      El Presidente Leonel Fernández Reyna tuvo un buen arranque con un discurso de juramentación, considerado casi a unanimidad como conciliador y convocante a una nueva etapa de intercolaboración entre los poderes del Estado, el sistema partidario y la sociedad civil, revelador de una clara conciencia de las limitaciones con que se inicia el nuevo gobierno instalado el 16 de agosto recién pasado.

      Positiva aceptación ha tenido también la selección de su gabinete, integrado mayoritariamente por dirigentes de su Partido de la Liberación Dominicana (PLD), reforzado con colaboradores y aliados de su campaña electoral y algunos independientes de reputada capacidad en sus respectivas áreas.

      Al renovar las líneas básicas del programa que ofertó en la campaña electoral, que privilegia el compromiso de modernizar la socidad, mediante reformas institucionales y políticas y un nuevo estilo de gobernar, reforzó las expectativas de amplios sectores de que el régimen de Fernández marque el final de la era de Joaquín Balaguer y de su legado autocrático, basado en la compra de conciencias y el uso unipersonal del patrimonio nacional.

Discurso bien moderado

      El discurso pronunciado por el doctor Leonel Fernández, tras su juramentación y la del doctor Jaime David Fernández como vicepresidente de la República, se caracterizó por la moderación, la ausencia de triunfalismo y la apelación a todos los sectores nacionales a trabajar por el desarrollo del país, por la superación de la pobreza y la inserción en las corrientes internacionales de modernización.

      Los créditos al profesor Juan Bosch, su maestro y líder del PLD eran de elemental justicia y agradecimiento, los del doctor Joaquín Balaguer impuestos por las circunstancias de que a él debe, en gran parte, el haber ganado las elecciones de este año, y el otorgado al doctor José Francisco Peña Gómez, un gesto de nobleza que correspondía a la carta que el líder perredeísta le hizo publica en los diarios de esa mañana.

      Decir que la democracia dominicana pudo sobrevivir en igual medida gracias al doctor Balaguer y al profesor Bosch fue una evidente concesión al caudillo reformista, cuya colaboración puede ser ahora fundamental para el éxito del gobierno de Fernández. Afirmación obviamente contradictoria con otra pronunciada más adelante cuando se refirió al ascenso al poder de su partido como “una oportunidad que se le ha ofrecido a la sociedad dominicana para que la democracia se ejerza al margen de criterios autocráticos y de prácticas excluyentes”.

      Sin embargo, fue el único reconocimiento o concesión que el nuevo mandatario hizo al autócrata que gobernó el país por cerca de un cuarto de siglo, y que deja sus instituciones en profunda crisis, cuando no en abierta descomposición, y que en la última década auspició el descalabro y la quiebra de gran parte del patrimonio empresarial del Estado.

      Ciertamente que el discurso estuvo vacío de críticas fundamentales a la gestión gubernamental precedente, pero las circunstancias no permitían abrigar mayores expectativas al respecto, quedando tiempo por delante para que salgan a la luz pública mayores lacras que deberán ser objeto de la sanción siquiera verbal de los depositarios de la voluntad democrática y de cambio gubernamental que reclaman la mayoría de los dominicanos desde hace varias décadas.

Planteamientos positivos

      Muchos planteamientos positivos se pueden encontrar a lo largo de la pieza oratoria de Leonel Fernández, leída en un moderno telepronter, comenzando por el reconocimiento de que tras un largo proceso de transición democrática, de tres décadas y media, el proceso de consolidación requiere más que de personalidades, como las tres que acreditó, de instituciones fuertes, que coloquen a la nación en posibilidad de competir en el globalizado escenario mundial de finales de milenio. “El desafío al que nos enfrentamos como nación es el de cómo asimilarnos esos cambios a nuestras estructuras económicas, sociales y políticas sin que ello represente una amenaza a nuestra supervivencia como sociedad, sino por el contrario, un estímulo al progreso y la modernización”.

      Al referirse a los diversos programas de gobierno presentados por los competidores de la campaña electoral, Fernández llegó a la misma conclusión que muchos analistas en el sentido de que en ellos “hay más elementos en común que elementos de seperación”, tras proclamar que la gran tarea nacional no es de un solo partido, ni siquiera exclusivamente de las formaciones partidarias, sino de toda la sociedad.    

      Se preguntó entonces por qué no puede haber colaboración para sacar adelante proyectos comunes, señalando específicamente los de leyes de energía eléctrica y de privatización, y de los nuevos códigos de salud, educación y financiero-monetario, asi como la conformación definitiva del Consejo Nacional de la Magistratura para iniciar el saneamiento de la justicia.

      Aunque restó importancia al mínimo poder con que cuenta en el Congreso Nacional, el nuevo presidente planteó una estrecha colabotración entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, como forma de garantizar la gobernabilidad del país, dejando abierto su llamado al gobierno de unidad programática y a la cumbre política que planteó tras su triunfo electoral del 30 de junio.

Poca concretización

      Algunos analistas estiman que el discurso del doctor Fernández pecó de poco concreto, que más bien pareció una reiteración de los planteamientos de la campaña electoral, y que le faltó señalar más específicamente algunos cursos de acción inmediata. No es que sobraran las reiteraciones de políticas contra la corrupción, por la estabilidad macroeconómica y la reactivación de los sectores agropecuario e industrial, sino que faltaron más anuncios concretos como el de la conformación de una Comisión Presidencial Pro-Reforma del Estado, para iniciar el proceso de “una profunda reforma y modernización del Estado”. O como el anuncio de que instituirá de inmediato el desayuno gratuito en las escuelas públicas. No quedó claro si la universalización en la aplicación de la ley de servicio civil y carrera administrativa será tarea inmediata o si es un proyecto más de futuro. La misma duda queda sobre el nuevo sistema de control financiero del Estado a cargo de una Contraloría General con autonomía administrativa y presupuestaria.

      De cualquier forma el discurso quedó enriquecido con el señalamiento de las bases en que descansará el proyecto de desarrollo económico del nuevo régimen, sintetizados en estabilidad macroeconómica, reactivación productiva, cambios institucionales y equidad social con una reorientación del gasto público en orden a combatir la pobreza.

      Leonel Fernández concluyó su discurso pidiendo luz y sabiduría para cumplir su compromiso de conducir el país por “el nuevo camino” que prometió en la campaña electoral, con lo que dejó una nota de esperanza no solo en muchos de quienes le dieron el triunfo, sino en la colectividad general.

Un buen gabinete

      El gabinete escogido por el Presidente Fernández ha causado muy buena impresión, en sentido general, fundamentado en la casi totalidad de los miembros del Comité Político del PLD. Danilo Medina (Secretario de la Presidencia), Eduardo Selman (Secretario Técnico), Daniel Toribio (Finanzas), Temístocles Montás (CDE), Ligia Amado Melo (Educación), Euclides Gutiérrez (CORDE), Norge Botello (Interior y Policía), Frank Rodríguez (Agricultura), Erasmo Vásquez (Salud Pública), Félix Jiménez (Turismo), César Pina Toribio (Consultor Jurídico), Lidio Cadet, Ramón Ventura Camejo, Alenadrina Germán y Franklin Almeyda (secretarios sin cartera), integran la batería partidaria en el gobierno.

      Diandino Peña (secretario Administrativo de la Presidencia) y Abel Rodríguez del Orbe (Procurador General ) fueron de los estrechos colaboradores del doctor Fernández en la campaña electoral y podrían ser cartas de eficiencia, lo mismo que Luis Manuel Bonetti (Industria y Comercio) y Miguel Cocco ( Director de Aduanas), aunque estos dos últimos podrían ser   cuestionados, por representar intereses empresariales.

      De los aliados de la campaña electoral resaltan el secretario de Trabajo, Rafael Alburquerque, el de Obras Públicas Jimmy Durán, y el Coordinador Nacional de Lomé, Max Puig, especialistas acreditados y de notable honradez en sus respectivos campos de acción.

      Como independientes resaltan Eduardo Latorre, (Relaciones Exteriores) Juan Marichal (Deportes) y Miguel Guerrero, (director de Prensa) autoridades induscutibles en sus respectivas áreas. El primero, gran representante de la sociedad civil, con licenciatura en economía, maestría en relaciones internacionales y doctorado en ciencias políticas, credenciales pocas veces reunidas en un canciller de la República, además de una honestidad e integridad a toda prueba. El segundo una gloria deportiva y el tercero un veterano periodista con magníficas relaciones en los medios.

      Para la Secretaría de las Fuerzas Armadas, el Presidente Fernández escogió a uno de los generales de más vocación y acción política de las últimas generaciones el hasta entonces jefe de la Fuerza Aérea, mayor general Juan Bautista Rojas Tabar, lo que pudo estar motivado en agradecimiento personal, o en atención a una sugerencia del ex-presidente Balaguer, lo mismo que la ratificación de Minú Torres como directora de Pro-Comunidad.

El ocaso de Balaguer

      Más allá de las concesiones obligadas por el Pacto por la Democracia y las circunstancias, el 16 de agosto de 1996 marca el ocaso del extraordinario caudillo y autócrata Joaquín Balaguer, quien llegó a las 11 de la noche del día final de la gestión de gobierno derivada del último fraude electoral repartiendo a su antojo y conveniencia el patrimonio nacional. Todavía en la mañana del lunes 19 cientos de personas afanaban por legitimar ante la dirección general de Bienes Nacionales las concesiones graciosas que les hizo Balaguer en su eclipse como gobernante.

      Su legado, caracterizado por la ausencia de ética política, por el autoritarismo y la centralización, será difícil de superar, aunque imposible de repetir, porque él fue fruto de una época e hijo de circunstancias históricas irrepetibles, que permiten afirmar que muchas de sus prácticas “sólo Balaguer puede hacerlas”.

      Sólo él fue capaz de entronizar la compra de conciencia, la distribución del patrimonio público y la dádiva como forma de ganar adhesiones y lealtades, así como la intimidación y la represión por encima de las leyes y hasta de la Constitución de la República. El venció a casi todos sus contrincantes de la política partidaria, con sus buenas y malas artes, sumadas a un extraordinario talento y a una dedicación que sólo alguien sin familia propia y con 7 décadas en la administración pública, podría acumular.

      El doctor Balaguer pretende seguir marcando el curso de la nación en los años que le restan de vida, lo que dependerá en gran medida del desempeño que tenga Leonel Fernández, y sobre todo de la capacidad que desarrolle para ser consecuente, no ya con los compromisos de la campaña electoral, sino con los más profundos y permanentes que han sido su vida, su formación y trayectoria política.

      Por de pronto, los que adversaron el estilo de gobierno de Balaguer, los que lo confrontaron por convicción democrática y por anhelos de saltos al futuro, tienen razones para abrigar expectativas, siempre preparados para enfrentar todo nuevo intento por hacer renacer la manipulación autocrática como forma de gobierno. Balaguer podrá despedirse satisfecho por haberse impuesto a gran parte del liderazgo del país, pero no logró doblegar la voluntad democrática de la mayoría de los dominicanos. Venció pero no convenció, ni siquiera a muchos de los que por oportunismo jugaron el juego que la conciencia nacional rechazó.-