Un año de transición

Por Juan Bolívar Díaz

     La agenda política dominará ampliamente la atención de los dominicanos durante el año 1996 que comienza, cuando el gran reto de la nación será celebrar unos comicios presidenciales sin los traumas del pasado, para abrir nuevas diemensiones al ejercicio democrático.

   La campaña para las elecciones del 16 de mayo marcará la primera mitad del año y probablemente se extenderá hasta entrado julio, ante la perspectiva que apunta a una segunda ronda de votaciones, 45 dias después de la primera.

     Es casi seguro que la actividad política subordinará la económica, dado que los primeros meses del nuevo gobierno, muy probablemente llamado a surgir de la oposición al actual régimen, serán de definiciones y expectativas generalizadas

AñO DE TRANSICION

     Si bien las perspectivas no permiten vaticinar quién encabezará el gobierno a ser electo en mayo, apuntan con bastante claridad a inscribir el 1996 como un año de transición, en el que terminará una de las más largas carreras políticas de la etapa contemporánea a nivel mundial. Joaquín Balaguer entregará, el 16 de agosto, el poder que ha ejercido autocráticamente durante casi un cuarto de siglo, con dos intérvalos, a partir del 1960.

     Cualquiera que sea el sucesor, parece obvio que no podrá reproducir los mecanismos autocráticos de gobierno que han caracterizado el balaguerismo, dadas las expectativas de democratización que tienen hoy dia los dominicanos.

     Las habilidades políticas y las circunstancias que permitieron la larga vigencia de Balaguer en el ámbito político nacional llegaron a convertirlo en un mito, una leyenda imposible de repetir sobre todo cuando el sucesor no tendrá la larga experiencia en la administración pública que tenía el caudillo reformista cuando accedió al poder por primera vez vez en 1960. Tampoco se inscribirá en un período como el de la guerra fría cuando los intereses geopolíticos favorecían un gobernante de amplio respaldo militar y conservador a ultranza.

     Esos intereses más bien persiguen ahora un gobernante capaz de modernizar la estructura gubernamental e incertarla en la globalización económica y en los avances democráticos plasmados en la cartilla del mundo occidental y particularmente del continente.

     Las elecciones dominicanas serán seguidas muy de cerca por la opinión pública internacional, sobre todo después que culmine la transición iniciada en Haití con las elecciones de diciembre pasado y que han de llevar al poder a René Preval, en febrero próximo.

EL GRAN RETO

     El gran reto del año para los dominicanos será superar los traumas y tramposerías del pasado y celebrar unas elecciones sin serios cuestionamientos para dar paso a un gobierno de plena legitimidad democrática. Para una nación que apenas registra seis o siete elecciones libres en siglo y medio de historia, las de mayo venidero constituyen un verdadero desafío.

     Las posibilidades de una elección presidencial de significativa normalidad y legitimidad están basadas en un arbitraje electoral que se caracteriza por la independencia del poder y que inspira respeto en la opinión pública nacional. A ello hay que sumar la creciente conciencia en cada vez más amplios sectores de que el progreso del país pasa por la democratización.

     El alto empresariado, las iglesias, y las más diversas instituciones de la sociedad civil juegan con mas claridad y empeño que nunca al proceso democrático. Ni siquiera en los sectores militares hay beligerancia ni posibilidad de emergencia de grupos en capacidad de alterar el curso democrático nacional. Por el contrario, cada dia son más amplios los núcleos militares convencidos de que la estabilidad y el progreso nacional dependen de un juego democrático libre y sin máculas.

     Aún en los seguidores del doctor Balaguer existe la convicción de que con el final de la carrera política del caudillo culmina una etapa de la nación y comienza otra dominada por la transparencia en el ejercicio del poder y por la libertad de oferta y demanda tanto en el campo económico como en el político, en un mundo globalizado con nuevas dimensiones del concepto de soberanía nacional.

RIESGOS VISIBLES

   Aunque los factores de poder, nacionales e internacionales, apuntan hacia la elección libre y democrática, las reformas constitucionales de 1994 generan riesgos que deben ser tomados en cuenta, como el implicado en la votación mediante «colegios electorales cerrados» y la institución de la doble vuelta si ninguno de los candidatos obtiene más de la mitad de los votos en la primera votación.

     Aunque mediatizados, por sabia decisión de la Junta Central Electoral, los colegios electorales cerrados, una anacrónica modalidad que no existe hoy dia en ninguna de las casi doscientas naciones del mundo, están llamados a generar una significativa cuota de abstención o ausentismo electoral. Si el margen de la abstención es significativo, podría ser causa de alegatos postelectorales, especialmente si la diferencia entre los dos más votados resulta pequeña. El entusiasmo electoral y la disciplina de los dominicanos serán puestos a prueba en un sistema que reclamará una hora tope para que todos los ciudadanos y ciudadanas lleguen a las mesas de votación.

     La misma modalidad de la doble vuelta de votación, familiar en muchos países de Europa y ultimamente en América, es un sistema nuevo en el país, pendiente de demostrar hasta que punto legitima los gobernantes, como luego habrá de verse si facilita o dificulta la gobernabilidad de la nación.

     Ciertamente que la credibilidad que inspira la actual Junta Central Electoral es un factor altamente positivo, pero sigue pendiente todavía que los partidos políticos acepten la validez del padrón de electores, despuús de ser sometido a un minucioso proceso de depuración. Persisten aún las denuncias sobre el registro de extranjeros, particularmente de haitianos, lo que será utilizado por sectores políticos como arma de combate contra una de las principales fuerzas políticas.

LA CAMPAñA ELECTORAL

     De la limpieza de la campaña electoral, llamada a arrancar con fuerza tan pronto termine el período navideño, dependerá en gran medida el éxito de los comicios presidenciales de mayo. La circunstancia de que no habrá un presidente buscando la reelección deberá contribuir a su limpieza, pues tenderá a disminuir considerablemente el uso y abuso de los recursos del Estado para la prolongación en el poder, factor que ha viciado la mayoría de las elecciones en la historia de la República.

     Aunque las primeros escaramuzas de la campaña permiten temer que los factores étnicos y raciales volverán a estar presentes en la campaña, es relevante el reclamode la sociedad civil por un torneo en que predomine el debate de las propuestas de gobierno.

     La fortaleza que muestra la Junta Central Electoral podría constituirse en valladar a los desbordamientos de pasiones, con un arbitraje que no se limite al conteo de los votos, sino que imponga reglas de juego limpio

     La limpieza de la campaña será también un factor moderador del costo económico de las elecciones, no solo en cuanto al volumen de la inversión de los partidos en la búsqueda de los votos, sino especialmente en cuanto a mantener la confianza para que el país no sufra una parálisis económica, alentada siempre por la incertidumbre y la confrontación.

AL NUEVO MILENIO

     El gobierno que debe surgir de los votos del 16 de mayo se extenderá hasta el 16 de agosto del 2 mil, lo que quiere decir que llevará la nación al primer año del próximo siglo que será, a su vez, un nuevo milenio.

     De la forma en que transcurra la campaña electoral, del grado de legitimidad con que se constituya el gobierno y de la forma en que se maneje el Presidente Balaguer en los primeros 8 meses del año, dependerá en gran medida el arranque del nuevo régimen.

     Ese gobierno podría enfrentarse a un gran endeudamiento interno y a un déficit presupuestario, determinado por el afán de concluir una mayor cantidad de obras de la que soporta la capacidad de inversión del Estado, lo que trabaría su despegue y podría generar frustraciones.

     Cualquiera que sea el ganador de las elecciones, se enfrentará a amplias demandas insatisfechas, las que tendrá que manejar sin la mitificación y el autocratismo del Presidente Balaguer, lo que implicará este nuevo año serios desafíos a la democratización y la gobernabilidad de la nación

     Los indicadores apuntan a que 1996 estará dominado por los factores políticos. La autoestima y la capacidad de los dominicanos para organizar su vida en sociedad democrática estarán en juego, especialmente porque se estrenarán nuevos liderazgos, por lo menos en dos de los tres principales partidos nacionales.-