Toca a los perredeístas salvar el diálogo

Por Juan Bolívar Díaz

El diálogo político iniciado el 3 de marzo, tras la invitación del Presidente Leonel Fernández, requerirá de una gran paciencia y dedicación del liderazgo político, de los comunicadores sociales y los dirigentes de la Sociedad Civil para que no devenga en una nueva frustración y saque la nación del camino del enfrentamiento y de la crisis política.

Al iniciarse el diálogo la semana pasada, el Presidente Fernández despejó considerablemente el camino al precisar que la Asamblea Constituyente se realice en el 2001 y que los partidos incluyan los temas de la estabilidad democrática, para garantizar las elecciones del próximo año, y las reformas económicas y sociales pendientes, además de los conflictos de los últimos meses.

Ahora corresponde al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) tomar la iniciativa haciendo profesión pública de disposición a aprobar los préstamos concertados para reparar parte de los daños del huracán Georges y aprestándose a una discusión racional sobre las reformas arancelaria y fiscal, de la seguridad social y otras.

El diálogo será lento                      

               Toda la opinión pública tiene que asimilar la realidad de que el diálogo será lento, dado el nivel que alcanzó en el enfrentamiento entre poderes del Estado y entre los partidos desde la campaña electoral del año pasado. Nadie tiene que apresurarse ni desesperarse.

            Hay que prepararse para numerosas sesiones frustratorias, porque hasta el momento sólo el PRD ha propuesto alguna transacción, en la JCE y en la LMD, dos de los temas más álgidos de los últimos meses, y dado que la posición del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y su gobierno lucen demasiado dependientes de las del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), o mejor dicho de Joaquín Balaguer, quien juega con la posición más difícil.

            Balaguer buscaría a toda costa hacer difícil un entendimiento entre el PLD-gobierno y el PRD. De esa forma se mantiene como el factor decisivo al tiempo que desgasta a los otros dos, principales actores políticos nacionales. Incluso dirigentes reformistas advierten que la dependencia que manifiestan los dirigentes peledeistas fortalece a su partido y aumenta la beligerancia de su caudillo.

            No se advierte posibilidad alguna de que el partido de gobierno pueda cambiar su línea de acción, basada en mantener las mejores relaciones con Balaguer con miras a una repetición del Frente Patriótico en el año 2000. Muchos dirigentes de ese partido aceptan que sin un apoyo total del balaguerismo son muy reducidas sus posibilidades de retener el poder en los próximos comicios presidenciales.

            De cualquier forma, se advierte, un nuevo apoyo balaguerista al PLD en ssegunda vuelta electoral no tendrá el mismo efecto que en 1996, por tres factores básicos: no estará José Francisco Peña Gómez en la competencia y el veto racial de una importante franja poblacional; Balaguer no estará en la presidencia de la República, con todas las implicaciones que para él conllevaba; y la disolución de su magia quedaría más acentuada si su partido vuelve a ser descartado en una primera votación.

            Claro que ni el PRSC ni Balaguer tienen hoy día tanta fuerza como para no ser forzados a transacciones por parte de la opinión pública y especialmente si el PLD da algunas señales de querer negociar. El gobierno tiene sus propias presiones de orden nacional como internacional, frente a las cuales tiene que mostrar alguna receptividad. La puesta al día del pago del presupuesto de la Junta Central Electoral parece haberlo demostrado.

            De lo que no hay dudas es de que el proceso llevará su tiempo, y los comunicadores, periodistas y comentaristas, deben ser los primeros realistas, sin precipitar frustraciones, con falsas expectativas.

Responsabilidad del PRD

            Quien ahora está obligado a los mayores esfuerzos es el PRD, cuyos dirigentes deberían borrar de su lenguaje toda amenaza o idea de retirarse del diálogo, si es que no quieren cargar con la responsabilidad de su ruptura. Han ido creyendo que el asunto es un paseo o un juego, están perdidos. Peor si no se prepararon para resistir las provocaciones.

            Es obvio que el PRD ha sido la mayor víctima de los enfrentamientos desde que se conocieron los resultados de las elecciones congresionales y municipales de hace casi 10 meses. La alianza PLD-PRSC incentivó amplia y públicamente a Rafael Peguero Méndez para que desafiara la democracia interna que le negó la repostulación a la presidencia de la Cámara de Diputados, y le privó de la mayoría en ese organismo. Luego vinieron los atropellos en la Liga Municipal, incluida una violación de la institucionalidad democrática por parte del gobierno. Aparte lo de la Cámara de Cuentas y la ley de anticarrera judicial para lo cual no se buscó el consenso con el partido mayoritario de la oposición.

            También ha sido evidente que los perredeistas han sido los propulsores de transacciones, cuando buscaron negociar con el PLD y el PRSC en agosto pasado, al proponer ampliar el número de jueces de la JCE y cuando plantearon una comisión de árbitros para evitar la doble asamblea de la Liga municipal.

            Sin embargo, la dispersión del liderazgo perredeista, su prolongada campaña interna por la candidatura presidencial, la emotividad que caracteriza a algunos de sus voceros y su propensión a responder con el retiro, le han impedido al PRD quedar mejor parado, de cara a la opinión pública, en el enfrentamiento.

            Si el partido blanco vuelve a retirarse del diálogo, como ya habría considerado su presidente Enmanuel Esquea, según le atribuyó el diario Hoy en el fin de semana, cargará con un peso muy fuerte. Pues dará base a las afirmaciones de sus contradictores de que no quiere ni el diálogo ni la concertación y que basa su estrategia electoral en la simple obstrucción a la obra de gobierno del presidente Fernández.

            Con un nuevo retiro ratificaría una imagen de emotividad que los nuevos líderes perredeistas, como Esquea Guerrero, no se han cuidado de evadir, aún cuando en muchas ocasiones han tenido razón.

            EL PRD se retiró del diálogo con el gobierno y el PRSC en noviembre de 1997, cuando el conversatorio estaba muerto, por falta de interés gubernamental, según testimonios de los mediadores, incluidos los mismos de ahora. Cargó con el muerto y el gobierno le respondió el mismo día convocando el Diálogo Nacional, y lo colocó a la defensiva durante meses.

            A fines del año pasado sucedió lo mismo. Después de unas tres reuniones, el Cardenal López Rodríguez anunció que la Iglesia no se dejaría tomar de relajo y que volvería a mediar cuando los partidos dieran demostración de interés y presentaran transacciones. El PRD, que fue el único en presentar transacción, por lo menos en lo de la JCE, inmediatamente anunció su retiro y volvió a cargar con el muerto.

            Algo similar ocurrió cuando el Presidente de la República observó el proyecto de ley que otorgaba el nombre de Peña Gómez al aeropuerto Las Américas. Sin reparar que el asunto no era fundamental para la nación, el presidium perredeista propuso el retiro del Congreso Nacional, cosa que frenó -oportunamente- la Comisión Política del partido. También al finalizar el pasado Congreso, en julio del 1998, los legisladores del PRD se retiraron y luego tuvieron que volver apresuradamente para dificultar que la lianza PLD-PRSC hiciera mayores “diabluras legislativas”.

Despejado el Camino

            Al recibir a sus invitados del PRD y el PRSC en el Palacio Nacional la tarde del miércoles 3 de marzo, el Presidente Fernández despejó considerablemente el camino al diálogo. Sobre todo cuando precisó que su propuesta de Asamblea Constituyente es para el 2001, con lo que disipaba toda sospecha de que todavía estuviera acariciando la esperanza de poder buscar la reelección.

Hace tiempo que se esperaba tal precisión. Incluso desperdició el escenario de la Asamblea Nacional con lo que le hubiese dado más fuerza a su convocatoria. Pero con o sin retraso, la precisión quedó formulada, junto al reconocimiento de que el diálogo tiene que aterrizar en los conflictos coyunturales, conformen o no una crisis política.

Así el mandatario planteó que se tratara sobre los problemas de la Liga Municipal, la JCE, la Cámara de Diputados y la Cámara de Cuentas, además de la estabilidad democrática para garantizar los comicios del 2000 y las reformas económico-sociales.

Las precisiones presidenciales y las actitudes de los partidos permitieron que la primera sesión del nuevo diálogo fuera fructífera. La del viernes 5 tropezó con dificultades y pasarán varias más en ese tenor. La gran sorpresa fuera que se pusieran de acuerdo en cuestión de una o dos semanas.

Claro que la alianza PLD-PRSC tiene le ventaja de que son dos contra uno. Y así mientras el presidente Fernández admite que se discuta lo de la LMD, voceros reformsitas dicen que eso no está en juego. Pero es la realidad que tienen que reconocer racionalmente los perredeistas, si quieren contribuir a la distensión que reclama la nación y que conviene a ellos desde el punto de vista político y electoral.

A la ofensiva 

            En vez de mantenerse a la defensiva, debatiéndose entre miedos y reacciones emotivas, al PRD lo que le corresponde es colocarse a la ofensiva, tomando la palabra al Presidente Fernández y yendo más allá.

            Por ejemplo, debería comenzar por aprobar los proyectos de préstamo contratados para paliar los daños del huracán Georges. Por lo menos tres de los cuatro y plantear la reformulación del cuarto, objetado porque conlleva 60 millones de dólares (más de la mitad de los 105 millones de este) para balanza de pagos. Los otr4s tres proyectos, también contratados con organismos internacionales, suman 177 millones de dólares. Aún el cuarto se podría discutir y considerar. Pero por lo menos los otros tres.

            Los legisladores perredeistas deberían abocarse sin dilación a conocer los proyectos de reforma arancelario y fiscal, con generosidad y realismo y abrir un gran debate sobre la reforma de la seguridad social. Si llevaran tal agenda al diálogo, junto con el proyecto de código monetario y financiero y otros pendientes, obligarían al gobierno y al PRSC a manifestarse y transigir.

            Entre dirigentes perredeistas e importantes legisladores, incluyendo al presidente del Senado, ganan terreno la idea de tomar iniciativas. Los próximos días dirán si los perredeistas pueden aterrizar y ponerse de acuerdo. Ellos pueden hacer naufragar el diálogo y tmabién pueden salvarlo, obligando al frente bipartidario a negociar real y efectivamente.