Los alcances de la advertencia de Peña Gómez

Por Juan Bolívar Díaz

Antes de entrar al quirófano esta semana, para someterse a una nueva y delicada operación de cáncer, el doctor José Francisco Peña Gómez, líder del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), quiso dejar constancia de su preocupación por el futuro institucional de la nación, llegando a afirmar que preveía una grave crisis en el horizonte, después de la larga conversación que sostuvo el sábado 21 con el presidente Leonel Fernández.

La preocupación del líder político está originada en el interés de la mayoría de los legisladores reformistas y de buena parte de los perredeistas, por realizar aceleradamente una nueva reforma constitucional para, entre otros objetivos, prolongar el período de los legisladores y municipes hasta el año 2 mil. Y también en la respuesta de desconocer el congreso, esbozada por el propio presidente Fernández.

La alarma expresada por Peña Gómez replantea la fragilidad de la institucionalidad nacional, con un sistema partidario donde prima el más abierto oportunismo, y en el cual las consideraciones éticas son irrelevantes, lo que es un cuestionamiento permanente a los avances democráticos fruto de tres décadas y media de luchas políticas..

Peña Gómez alarmado    

      Peña Gómez dio su voz de alarma en una entrevista telefónica para el telediario Uno más Uno de Teleanillas el lunes, horas antes de internarse en el Memorial Sloane Kattering Cancer Center de Nueva York para ser operado el martes 24. La entrevista había sido gestionada para antes de la partida del dirigente político el sábado. El viernes fue aplazada para después de la operación. Pero el domingo, tras la conversación de dos horas entre Peña Gómez y el presidente Fernández, el perredeista decidió adelantarla para el lunes.

Comenzó por expresar su preocupación por el curso de la democracia dominicana, avistando en el horizonte una grave crisis política, originada en el proyecto de los senadores reformistas -que ya antes había reconocido que tenía simpatías entre perredeistas- para una reforma constitucional que gran parte de la opinión pública ha considerado precipitada.

Peña Gómez expresó su convicción de que la generalidad de los legisladores reformistas están de acuerdo con la prolongación del mandato constitucional de los congresistas y munícipes electos para el período 1994-98, y aseguró que “una buena parte de los perredeistas” se sumaría a ese propósito. A continuación reveló que cuando el sábado trató su preocupación con el Presidente de la República, éste le manifestó que no reconocería la extensión del período, lo que implicaría “un fujimorazo”.

Aludía a la decisión del presidente peruano Alberto Fujimori en 1991 cuando desconoció el Congreso y los órganos judiciales, en lo que se definió como un golpe de estado presidencial. La presión internacional le obligó poco después a convocar nuevas elecciones congresionales. Pero en el caso peruano, los legisladores no habían tenido una inciativa tan poco institucional como sería la de extender el período para el cual fueron electos, de corte claramente inconstitucional.

¿Advertencia o amenaza?

Es difícil establecer si la reacción del Presidente Fernández sería una advertencia o una amenaza a los legisladores opositores. Cabe más bien como lo primero, aunque en sectores gubernamentales se ha acariciado la esperanza de una brechita para salir de las dificultades que implica su absoluta minoría congresional.

No cabe el argumento, también atribuido al Presidente Fernández, de que el Congreso está desacreditado y por lo tanto puede prescindirse de él. Porque desacreditado ha estado también el Poder Ejecutivo y la Justicia, y nadie puede en base a ello tratar de desconocerlos, porque en la práctica sería un golpe de Estado. El descalabro en que el gobierno del PLD recibió la mayoría de las instituciones del Estado, no justifica para nada la concentración.

Como advertencia, es válida la afirmación que Peña Gómez atribuyó al Presidente de la nación. No hay ningún justificativo para que los legisladores pretendan extender su período. Ellos tienen un mandato de cuatro años, y nada podría justificar su alteración, ni para reducirlo ni para extenderlo. Independientemente de que se puedan o no adelantar reformas constitucionales que sí tienen legitimidad y hasta consenso.

El argumento de que la reforma constitucional de 1994 desconoció el mandato presidencial de 4 años para presidente y vicepresidente de la República carece de validez en el caso del Congreso. Aquello fue legitimado como forma de salir de una grave crisis política derivada del comprobado fraude electoral, que tenía al país al borde de una confrontación cuyas dimensiones todos temían. Además de que hubo consenso al respecto de todos los sectores políticos, incluyendo al Presidente Balaguer, a quien se le recortaba el período. Es más se ha demostrado (ver el libro Trauma Electoral) que la iniciativa partió precisamente del que luego apareció como perjudicado,como forma de quedarse en el poder por año y medio, luego extendido a dos años.

Terrible precedente

Una extensión en frío del período de los legisladores sería un terrible precedente y un retroceso mayúsculo en los tímidos avances institucionales que registra la nación. Si la única justificación fuera la ambición de los interesados y el que reunieran una mayoría del Congreso, lo mismo podría ocurrir en el futuro con otros legisladores y con un Poder Ejecutivo que tuviera mayoría congresional.

La idea es tan peregrina que parece de muy dificil materialización. Tendría de frente no sólo al gobierno y su partido, a quien perjudicaría directamente la prolongación, sino a casi toda la opinión pública y dividiría hasta a los propios partidos políticos. Es imposible que tal pretensión encuentre amplio respaldo partidario cuando en todas las organizaciones son muchos más quienes aspiran a una postulación y una curul congresional que los que ya las tienen.

El intento de prolongación legislativa se estrellaría irremisiblmente contra la realidad y sólo beneficiaría al Partido de la Liberación Dominicana, por el descrédito en que sumiría a los opositores, que quedarían como dirigentes carentes de principios y de respeto a la constitución y la soberanía popular.

En el caso del PRD ello sólo sería posible con la desaparición de Peña Gómez, quien ya tres veces ha expresado su radical oposición al denunciado propósito, tan vergonzante que ni sus autores se atreven a promoverlo abiertamente. Y aún en el escenario de la ausencia del líder, el PRD atravesaría por una profunda división, si “buena parte” de sus legisladores se embarcan en esa aventura. Hay en ese partido muchos dirigentes y militantes que no se prestarían a tal despropósito, y en sectores apartidarios que le son cercanos el asunto caería como una bomba de gases lacrimógenos en un salón cerrado.

Ausencia de ética politica

Más allá de la viabilidad o no del plan denunciado, el que Peña Gómez lo haya señalado en víspera de entrar al quirófano, y que haya llamado al Presidente Fernández a concertar un acuerdo con los líderes del PRD y del Partido Reformista, para impedirlo, apelando al propio Doctor Joaquín Balaguer, muestra las profundas debilidades del sistema partidario y concretamente del partido blanco, excesivamente dependiente de la integridad o las convicciones democráticas de un sólo líder.

La ausencia prolongada o definitiva de Peña Gómez en el liderazgo perredeista puede demostrar nuevamente la precaria base en que se sustenta la incipiente democracia dominicana, con un sistema partidario donde prima el oportunismo y donde la falta de ética ha sido magnificada como sinónimo de éxito, de habilidades y hasta de maestría política.

Parte del legado balaguerista es que la Constitución y las leyes se cumplen y respetan sólo cuando conviene, y que todas las artes son válidas en la política para llegar al poder, para mantenerse en el mismo y para prolongarlo. Muchos peledeistas asumieron ese credo a partir de 1994, por lo que justificaron hasta el despojo y el intercambio de senadurías y posteriormente la negociación y la alianza con quien fuere necesario. Fue la falta de ética lo que justificó anunciar un acuerdo a las 6 de la tarde y poner a la sociedad a firmar otro diferente a las 9 de la noche, como ocurrió en agosto de 1994 con el “Pacto por la Democracia” que originó la última reforma constitucional.

En todos los partidos hay dirigentes y militantes con concepción ética, que no han adjurado de los principios morales en la política. Pero la realidad parece indicar que predomina una casta de profesionales de la política o políticos por reducción, que buscan vivir de la cosa pública y hacer fortuna sin miramiento alguno. Como están a tiempo completo en esa actividad, llevan ventaja para imponserse frente a muchos que no viven de la política y creen que esta debe ser una actividad honorable.

Crisis acecha al PRD  

Al doctor Peña Gómez se le puede acusar de haber sido muy contemplativo con vividores de la política, o de no haberlos enfrentado e irradiado de su círculo, -lo que el maestro de la política Joaquín Balaguer parece haber demostrado como imposible- pero él mismo ha sido un muro de contención a lo largo de las tres décadas y media que lleva en la vida pública. Los prejuicios en su contra y la pasión de sus adversarios no han permitido que se le reconocieran muchos de sus méritos. Y la vida a veces es tan cruel que a lo mejor será precisa su desaparición para que algunos aquilaten sus aportes al proceso democrático nacional.

Si ello ocurriera en el corto plazo, sin duda el PRD sería sacudido por fuertes luchas internas, provocadas por el desbordamiento de pasiones y ambiciones y por la ausencia de un líder dominante con la paciencia y el desinterés demostrado por Peña Gómez. Lo del líder fuerte capaz de contener parece un sino de los partidos nacionales. Muchos creen que el PLD ya sin el fuerte liderazgo del profesor Juan Bosch nbo es el mismo de los años anteriores. Y la prueba del PRSC está pendiente para la desaparición del doctor Balaguer.

Si Peña Gómez queda eclipsado por el cáncer que padece y dadas las circunstancias de Balaguer y Bosch, más la reciente desaparición del licenciado Jacobo Majluta, el país tendría una súbida renovación total de su liderazgo, con fuertes repercusiones al interior del sistema político. Muchos se preguntan si el proceso democrático saldrá beneficiado o perjudicado de ese salto inesperado.

Por el momento la incertidumbre toca de lleno al perredeismo. Peña Gómez dijo el lunes que espera volver pronto a la lucha “en capacidad para continuar mi obra política”, pero reconoció que de ninguna forma ya no será el mismo, porque no podrá volver a someterse a la tanda de trabajo que lo caracterizó, porque “el estrés es enemigo del tipo de cáncer que padezco”. Dijo que en cualquier caso ya sabe que tendrá que llevar una vida más suave,menos agitada que hasta ahora.

Pocos meses después de su operación de octubre de 1994 en Cleveland, cuando le extirparon al cáncer del estómago y el páncreas, Peña Gómez reanudó sus actividades políticas normales y en la pasada campaña electoral trabajó entre 18 y 20 horas diarias, corriendo a marcha forzada por todo el país, volviendo a los mismos barrios y comunidades rurales donde había estado tantas veces. Nadie entiende por qué no utilizó más los medios de comunicación en su campaña electoral.

Sobreviviente exitoso de numerosas batallas y adversidades, desde su nacimiento mismo, nadie debe sorprenderse si José Francisco Peña Gómez vuelve a ponerle límite al cáncer que lo ataca y regresa en salud. Fuerza de voluntad y fe no le faltan a este político tan generoso que el lunes se despidió con reconocimientos y buenos augurios para el Presidente Leonel Fernández, su exitoso contrincante de su última batalla política. Su ausencia repercutiría en el curso inmediato de la política nacional.-