Por Juan Bolívar Díaz
Pasada la Semana Santa, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) entre en la recta final de su larga marcha para escoger su candidato presidencial para las elecciones del año próximo entre cinco aspirantes.
Las encuestas y las percepciones de la opinión pública dan como favorito al agrónomo Hipólito Mejía, pero las mayores interrogantes están en si el perredeismo podrá pasar la prueba de la unidad tras unas elecciones primarias de más de medio año, elemento del cual depende en alto grado el resultado de los comicios presidenciales.
Los competidores políticos encabezan los numerosos sectores que creen que el PRD se dividirá en el proceso de elección de su candidato, y hay quienes no ocultan que cuentan con ello para mejorar sus perspectivas de cara a los electores dentro de poco más de 13 meses.
Crece el grupismo
Como ya es habitual en el partido blanco, la actual campaña interna lleva ya un tiempo excesivo y hay quienes tienen sus dudas en cuanto a si podrá culminar el 16 de mayo próximo, segunda fecha fijada para la votación del universo de sus miembros. Originalmente se programó para el 26 de febrero, pero retrasos en el programa de revisión y apertura del registro de militantes (PRAMIL), obligaron al aplazamiento.
Durante una campaña que ya lleva más de 6 meses sería un milagro que no se desarrollara el grupismo, no solo en un partido político donde florecen las ambiciones de todo género, sino hasta en una comunidad religiosa. El tiempo acentúa las rivalidades y rozamientos y la inversión multimillonaria en pago de activistas, propaganda, viajes, vehículos, locales, brindis, y combustibles endurece los intereses de grupos y hace perder la serenidad, ecuanimidad y objetividad. De ahí que hasta el último en la carrera asegure que ganará, y quien le diga lo contrario se convierte automáticamente en sospechoso de estar comprometido con otro de los contendientes.
Las campañas internas de los perredeístas siempre han sido largas, especialmente desde 1981, cuando por primera vez involucraron a los militantes en la selección del candidato presidencial. Hasta entonces habían celebrado convenciones por delegados. Y aún así la de 1962 hubo de ser repetida para cambiar el candidato vicepresidencial Buenaventura Sánchez, vetado por el profesor Juan Bosch.
En la convención de 1977 los seguidores de Salvador Jorge Blanco titubearon y patalearon antes de aceptar que Antonio Guzmán fue electo por la mayoría de los delegados. Lo mismo ocurrió en 1981, cuando Jacobo Majluta y los suyos hasta intentaron asaltar el local de la Internacional Socialista donde se contaban los votos, pese a que Jorge Blanco ganó la nominación con el 57 por ciento.
El proceso más traumático en el calvario eleccionario perredeista fue el de finales de 1985, cuando la violencia interrumpió la elección en lo que fuera bautizado colmo “El concordazo”, aludiendo al nombre del hotel donde se produjo la violencia. Aquel capítulo selló la suerte del PRD en los comicios que se celebrarían medio año después y mediante los cuales el caudillo reformista Joaquín Balaguer recuperó el poder para quedarse por otros 10 años.
Todavía para los comicios congresionales y municipales el PRD confrontó serios problemas para elegir candidatos en numerosas provincias y municipios, incluyendo al decisivo Distrito Nacional que aloja la capital, con cerca de la tercera parte de los electores. Por igual una muy extensa campaña dividió las huestes perredeistas capitalinas entre los seguidores de Manuel Vargas Maldonado, Julio Maríñez y Eligio Jáquez. Y ni el arbitraje y la capacidad de persuasión de José Francisco Peña Gómez fueron suficientes para que el proceso pudiera culminar. El líder terminó auto-nominándose.
Esta vez el PRD no cuenta con un árbitro de las dimensiones de Peña Gómez, quien evitó la catástrofe en 1977, 1981 y el año pasado, aunque fue parte del conflicto del 1986.
Las largas campañas internas fueron legitimadas por Peña Gómez y otros perredeistas a partir de 1974, cuando su partido necesitaba ser reactivado tras haberse abstenido en las elecciones generales anteriores y rasgado profundamente por la partida de su primer gran líder, el profesor Bosch y parte de sus seguidores.
Esa legitimidad debió ser cuestionada profundamente por los traumas convencionales y más en 1998 cuando el PRD acababa de barrer en los comicios congresionales y municipales, ratificando su condición de partido mayoritario. Para elegir candidato no requería una reapertura del registro de militantes que según ellos rondaba el millón de personas.
El ojo del huracán
El registro de militantes, o el padrón de perredeistas es desde ya el ojo del huracán que podría sacudir nuevamente la estabilidad del partido blanco. Una refriega importante, aunque no termine en división, disminuirá las posibilidades del partido blanco en la doble vuelta electoral del 2000, para las cuales aunque corre a la cabeza, según encuestas y percepción general, tropieza con la posibilidad de otro frente electoral entre peledeistas y reformistas, similar al que le impidió volver al poder en 1996.
De hecho, ya el precandidato Rafael Suberví Bonilla ha formulado dos denuncias de enormes irregularidades en el padrón perredeista. Y otros precandidatos han advertido que sin confianza en ese instrumento no habrá elección de candidato. Es decir que se impondrá el arrebato y la dispersión del mayor y más duradero partido de la historia política nacional.
Lo peor no han sido las denuncias de Suberví Bonilla, sino el hecho de que no tenía razón para formularlas, puesto que fue la propia comisión revisora quien le suministró, lo mismo que a los otros precandidatos, los informes en los cuales se basaron su denuncia. Eso lo testimonió en el telediario Uno más Uno la senadora Milatgros Ortiz Bosch, quien presentó el informe que le suministraron a ella.
Por ejemplo, hace unos 10 días cuando Suberví denunció que el 32 por ciento de los inscritos en el padrón de su partido eran irregulares, estaba utilizando un informe del centro de cómputos sobre el resultado de inscripción en el PRAMIL. El mismo consigna que un 17.30 por ciento de los recién inscritos ya eran miembros del partido, equivalentes a 41 mil 950 de los 242 mil 489 que habían procesado y advierte que por lo tanto no se les vuelve a registrar.
Así mismo indica que la cédula del 19.06 por ciento de los nuevos procesados, equivalentes a 46 mil 222, no aparece en el padrón de la Junta Central Electoral, por lo cual no se les registra.
El informe del centro de cómputos indica que “después de la reciente depuración el Padrón del Partido quedó en unos 820,000 militantes. Se estima que al finalizar el PRAMIL se habrán inscrito unos 280,000 militantes nuevos, por lo que el Padrón definitivo del PRD contará con alrededor de 1,100,000 militantes”.
La pregunta obligada es qué buscaba Fello Suberví utilizando la transparencia del informe del centro de cómputos para denunciar que la tercera parte del padrón estaba afectado de irregularidades. ¿Eran fraudulentas todas esas inscripciones? ¿No sería que muchos fanáticos volvieron a inscribirse para estar seguros de aparecer en lis listados? Y en las cédulas no encontradas, no habrá errores de transcripción numérica y muchos que todavía no se han inscrito en el padrón de la Junta Central Electoral?
En cualquier caso ya el centro de cómputos había detectado el problema y había adoptado las medidas de lugar y lo había informado a los interesados. Sacarlo a luz pública sólo perjudicaba la imagen del partido. Lo presenta plagado de tramposos.
A lo mejor el ex-síndico y actual diputado Suberví Bonilla no actuaba de mala fe, sino sólo impulsado por la vocación perredeista de debatir en público hasta las más insignificantes diferencias. Pero en cualquier caso el asunto deja sedimentación y sombras sobre la capacidad y aptitud de ese partido para el sano ejercicio de la democracia interna.
Hipólito-Milagros
Las encuestas y la opinión de los observadores han coincidido en el proceso en señalar a Hipólito Mejía con una considerable ventaja entre los cinco aspirantes a la candidatura del PRD. En una de las investigaciones apareció a la cabeza Milagros Ortiz. La encuesta de Hamilton and Staff que el diario Hoy comenzó a publicar este lunes 5 de abril podría indicar el rumbo ya a sólo 6 semanas de la elección.
Se han barajado posibilidades de alianzas que hasta la fecha no han prosperado. Por lo menos la doctora Ortiz Bosch ha advertido que no participaría en alianzas para anular a ningún candidato, al no creerlo saludable a la democracia interna.
En círculos perredeístas se alienta la posibilidad de que en vez de disminuir la ventaja de Hipólito Mejía se acentúe como forma de evitar resultados estrechos que den pie a los alegatos y divisiones.
En segmentos perredeistas se promueve abiertamente una fórmula Hipólito-Milagros que a juicio de analistas y observadores tendría buena aceptación en el electorado, y promovería el voto femenino. Ortiz ganó la senaduría del DN el año pasado con más del 60 por ciento de los votos.
Pero más importante que los candidatos a elegir, para el PRD lo fundamental es evitar los enfrentamientos internos y nuevos desgarramientos, que podrían ser incentivados desde el exterior, especialmente por sectores con poder para ello. Dirigentes reformistas y peledeistas no ocultan que cuentan con graves conflictos en el PRD para una recomposición de sus perspectivas electorales.
Razones suficientes tienen para contar con esa posibilidad, sobre todo ahora cuando la política en el partido blanco, como en la generalidad, es cada vez más una competencia sin escrúpulos. Campea la ambición personal y se invierte el tiempo en amarres sin contenidos programáticos ni éticos. Como en todas las comunidades hay mucha gente bien intencionada y honesta, pero los otros están dedicados a tiempo completo y tienen una gran capacidad para imponerse. Y cuando no, para arrebatar.-