Por Juan Bolívar Díaz
Entrado el mes de junio y a menos de tres semanas para la tercera fecha en que ha sido programada la elección de su candidato presidencial, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) confronta lo que podría ser su mayor desafío institucional sin un solo líder capaz de aglutinarlo e imponer la autoridad y los principios.
Los perredeistas están conminados a elegir su candidato el próximo 20 de junio o pagarán caro el desenfreno de las ambiciones, ya que una semana después lo escogerá el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y pocos dudan que lo hará sin garatas ni enfrentamientos.
Después de 10 meses de intenso activismo y un gasto multimillonario por parte de cinco precandidatos, nadie está discutiendo en realidad quién será el elegido, porque uno de ellos ha acaparado las simpatías nacionales, como tampoco está centrada la atención en los errores reales o supuestos del padrón de electores, sino en un turbio reclamo de compensaciones por parte de quienes no han logrado suficiente respaldo de los electores.
La tercera es la vencida
Las diferencias en el PRD persisten y al parecer algunos quisieran un nuevo aplazamiento de la votación primaria con la esperanza de que nuevas circunstancias los pongan en posibilidades de mejor negociación. Pero hasta en el propio seno de la organización existe la convicción de que la elección del candidato tendrá que ser el domingo 20 del mes en curso.
Enmanuel Esquea y Salvador Jorge Blanco, presidente del PRD y miembro de la comisión organizadora de la convención nacional, figuran entre los más convencidos de que esta vez tiene vigencia la máxima popular de que “la tercera es la vencida”. De ahí que proclamaran el pasado fin de semana que la votación será en la fecha indicada “llueve, truene o ventee”. Los vientos hace tiempo que se sienten huracanados y hay razones históricas y coyunturales para creer que habrá truenos.
De acuerdo a la convocatoria del año pasado, la elección primaria del perredeismo debió efectarse el 27 de febrero pasado. Se aplazó para el 16 de mayo cuando sufrió una nueva suspensión, determinada por el interés de dar oportunidad a que se dilucidaran las denuncias sobre el padrón de electores y se hicieran los correctivos que correspondieran.
Desde hace días en el PRD se entiende que el padrón fue limpiado de los errores presentados por los precandidatos Rafael Suberví Bonilla y Hatuey de Camps. No eran significativos para cambiar en lo más mínimo el resultado de la consulta a la militancia. Pero era también una forma de eliminar pretextos. Aunque desde entonces el precandidato que al mismo tiempo es secretario general del partido desde hace 13 años ha alegado que en realidad el padrón está viciado de origen. En otras palabras que no se puede contar con ese instrumento para una elección normal. Sobre esa base se fundamenta la necesidad de “compensaciones”.
Pero el juego ha quedado totalmente al descubierto, aunque los interesados han hecho esfuerzo por disimularlo. Ni Suberví ni de Camps están reclamando que les garanticen su triunfo, sino que haya “proporcionalidad”, lo que quiere decir que le den algo, que los compensen. Una pregunta clave le fue formulada a uno de ellos recientemente: a quién quieres ayudar o proteger con tu reclamo de proporcionalidad. Otra pregunta: proporcionalidad aunque los perdedores saquen 5, 7 o 10 por ciento?
Las negociaciones
En las últimas dos semanas los planteamientos de negociaciones han estado a la orden del día entre los perredeistas. La generalidad se muestra dispuesta a sacrificar hasta principios con tal de mantener la unidad. Hay incluso quienes se manifiestan indignados por el “abierto chantaje” a que está sometido el partido, pero están dispuestos a hacer concesiones. Aunque algunos se muestran inflexibles en la defensa de los principios y de la institucionalidad partidista.
Entre estos últimos se cuenta el presidente del partido Enmanuel Esquea, quien tiene una razón adicional para ponerse fuerte: no está dispuesto a ser sacrificado en el altar de las ambiciones y el chantaje. Dice que la convocatoria fue para escoger un candidato presidencial y nada más. Que a los precandidatos no los eligió nadie sino que ellos mismos se postularon. Por lo que haber participado no les confiere mérito adicional. Se ha manifestado públicamente dispuesto a dejar la presidencia del partido, pero en virtud de la elección de las bases, tras la proclamación del candidato presidencial, como se acordó el año pasado.
Los que conocen a Enmanuel Esquea aseguran que por nada del mundo él va a regalar el puesto en que lo colocó José Francisco Peña Gómez poco antes de morir. El que lo dude solo tiene que leer la entrevista con Ruth Herrera publicada el domingo 30 de mayo en el Listín Diario (Página 6-A) con este título: “No voy a permitir que el PRD se retrotraiga a la época de las cavernas”.
Y ocurre que la presidencia del partido es uno de los premios de consolación que se han reclamado. Específicamente se atribuye a Hatuey de Camps, quien llegó a proclamar en el programa Aeromundo del 23 de mayo que la proporcionalidad era inevitable, porque “hay que reconocer que cualquiera de los precandidatos puede echarle un pelo al sancocho”. En otras palabras, que si no compensan nadie gana. Así de “democrático” se juega en el más antiguo de los partidos dominicanos.
La semana pasada circularon versiones de encuentros entre precandidatos y de frustración de otros. Se atribuyó a Hipólito Mejía haber dicho que estaba dispuesto a concesiones con tal de mantener la unidad del partido. Se ignora si ello implicaría sacrificar a Enmanuel Esquea de la presidencia del partido. En lo que Mejía no ha dejado duda es que no está dispuesto a correr el riesgo de incumplir el pacto que firmó con Milagros Ortiz Bosch que los compromete a cualquiera de ellos dos que gane a llevar al otro u otra a la candidatura vicepresidencial. Su equipo está convencido de que ella sería el mejor complemento a la fórmula presidencial de Mejía, por los votos extrapartidarios que aporta, por ser mujer, por su honestidad y crédito público. Sacrificarla sería un grave tropiezo.
Y es precisamente la candidatura vicepresidencial lo que insinuaron los integrantes del estado mayor de Suberví Bonilla como compensación para éste, lo que virtualmente deja el juego trancado. En el fin de semana se dijo que Fello Suberví había dado una nueva señal al preguntar si el quedaría en segundo lugar por qué dar la presidencia del partido a de Camps. Pero como ya se ha visto ese camino sigue cerrado.
Institucionalmente una comisión integrada por el expresidente Jorge Blanco, Peggy Cabral viuda Peña Gómez y Amaury Justo Duarte fue encargada de gestionar la firma de un acuerdo institucional el cual sería presentado a la Comisión Política y a los precandidatos a principios de esta semana. De cualquier forma, se duda que un texto complementario del reglamento de la convención sea lo que buscan algunos.
Fórmula transaccional
Un sector que promueve la renovación del PRD, cercano a Hipólito Mejía y Milagros Ortiz, y encabezado por el joven abogado y politólogo Guido Gómez Mazara se proponía presentar este martes ante la Comisión Política una fórmula que consideraban de transacción, basada en el aplazamiento de la elección del presidente y el secretario general del partido hasta después de los comicios presidenciales del próximo año, una reforma estatutaria que la paute y una elección inmediata de 8 vicepresidentes y 4 subsecretarios generales, afectados por el mandato estatutario de no dualidad de funciones. Es decir, ejecutivos del partido que debieron ser relevados cuando asumieron puestos congresionales.
Esa fórmula tendría la virtud de prolongar la vigencia de Hatuey de Camps en la secretaría general. Se basa en que este podría temer que una nueva votación semanas después de la elección del candidato presidencial lo barra de la posición. Pero no satisface sus actuales aspiraciones de presidir el partido. Tampoco se ve cómo podría compensar a Suberví Bonilla. Pero ese sector se cuenta entre quienes no admiten que se siga hipotecando el derecho de las bases partidarias a elegir sus dirigentes.
El principio de la proporcionalidad podría ser reivindicado institucionalmente si pudieran ponerse de acuerdo, por ejemplo, en que un precandidato que quede en segundo lugar por lo menos con un tercio de los votos, o siquiera 10 puntos menos que el ganador, pudiera ser considerado electo presidente de la organización por uno o dos años. Pero no en que algo tienen que recibir todos los perdedores.
En las primeras tres semanas de junio se decidirá la suerte del PRD. Aumenta la sensación de que la ciudadanía está harta de las peleas de los perredeistas y que observa atenta para cobrar transacciones vergonzosas o reparticiones inmorales, como las que algunos han pretendido sugiriendo hasta proporción de secretarías de Estado, considerando la administración pública como un botín.
Hay quienes piensan que el costo de uno o dos desprendimientos -ninguno de los que amenazan tiene fuerza para división profunda- será menor que seguir auspiciando la repartición como sistema político y un equilibrio de fuerzas ficticio que sólo serviría para prolongar eternamente el chantaje como forma de imposición. Y que en el caso de una victoria reproduciría el enfrentamiento partido-gobierno.
Si se ratifica la repartición, ahora bajo chantaje y mediante una fórmula que resulte grosera u ofensiva a los principios democráticos, el PRD acabará de perder la autoridad moral que le va quedando para encabezar un reordenamiento de la nación. Sobre esa base y porque los impugnadores no han podido convencer a la opinión pública interna o externa al perredeísmo, de que les asiste la razón, es que se debe imponer una solución institucional. –