Por Juan Bolívar Díaz
En un esfuerzo por calmar el enojo manifestado por los reformistas a partir del apresamiento y procesamiento por corrupción del ex-director del Instituto Agrario Dominicano, (IAD) Jaime Rodríguez Guzmán, funcionarios del gobierno y dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana plantearon precipitada y extemporáneamente la posibilidad de reeditar el Frente Patriótico que le dió el triunfo electoral hace justamente un año, con miras a los comicios congresionales y municipales de 1998.
Más que por defensa de Rodríguez Guzmán, que nunca ha sido un dirigente importante y ni siquiera un legislador del PRSC, las desproporcionadas protestas de la dirección partidaria y los bloques legislativos, tienen un carácter preventivo, para evitar que funcionarios gubernamentales y judiciales se entusiasmen con el respaldo popular que otorga la persecución de la corrupción y den nuevos pasos justicieros.
La posibilidad de una nueva alianza PLD-PRSC luce remota para 1998, cuando sus intereses políticos los tendrán en posiciones antagónicas. Hay muchas razones para que los reformistas no favorezcan una nueva alianza con el peledeismo y hasta para que las prefieran con sus eternos contrincantes del Partido Revolucionario Dominicano.
Propuesta precipitada
En términos políticos, aparte del retorno del presidente Leonel Fernández a la tribuna pública con cuatro discursos entre el martes y el domingo 29, lo más relevante de la semana última fue la precipitación de los dirigentes del PLD a programas de televisión para defender su gobierno. Y particularmente para buscar “desagraviar” a los reformistas “perseguidos” por el gobierno, proponiéndole un nuevo pacto electoral para el próximo mayo.
Por lo menos tres ministros del gobierno, el Secretario General del PLD, Lidio Cadet, el influyente ministro de la Presidencia, Danilo Medina, y el Comisionado para la Reforma Judicial Franklin Almeyda, coincidieron en plantear públicamente -algunos más de una vez- que están dispuestos a una reedición del Frente Patriótico para unir de nuevo los colores morado y colorado en las boletas electorales, ésta vez para la elección de senadores, diputados, síndicos y regidores, como lo hicieron en las últimas elecciones presidenciales.
El más cauto en sus declaraciones fue el hábil Secretario de la Presidencia, quien se limitó a decir que no descartan una nueva alianza con el PRSC. El Secretario General adelantó que su organización utilizará “todas las habilidades políticas” para lograr alianzas electorales, sin descartar, incluso al PRD.
El Comisionado para la Reforma Judicial fue más lejos: descartando toda posibilidad de acuerdo con el PRD, llegó a plantear que el aliado natural del partido gobernante será el PRSC. Precisó que de esa forma los reformistas reforzarían su liderazgo local con las sindicaturas y el PLD lograría una mayor presencia congresional “para avanzar en las reformas del Estado”. En otras palabras, sugirió que el interés peledeista estará en el Congreso, dejando la administración municipal, a los reformistas, que estarían más necesitados de empleos para sus militantes.
Respuesta reformista
La ofensiva peledeista de la semana pasada coincidió con la publicación de la encuesta Gallup para el diario Hoy y Rumbo que reveló un alarmante desgaste de la popularidad y la imagen del gobierno. Pareció una respuesta a los comunicados de la semana anterior de la alta dirección del PRSC y de sus bloques legislativos, en los que se daban por agredidos y acusaban al gobierno de desatar una persecución, recordándole el orígen de su poder.
Todavía después de las declaraciones de los voceros peledeístas, dirigentes y legisladores reformistas mantuvieron el enojo, sin que faltaran algunos como el vocero del PRSC en el Senado, Frank Martínez, que rechazara la posibilidad de una nueva alianza con el PLD.
Más cauteloso fue el presidente en funciones Donald Reid Cabral, quien no descartó una alianza con el PLD ni con nadie, aunque condicionándola a las circunstancias políticas. El, igual que el presidente del Senado Amable Aristy Castro, consideró muy prematuro referirse a posibles alianzas, faltando casi un año para los comicios. Sostuvo Reid Cabral que su partido “tiene que preocuparse primero por lo que produce beneficio para el país y lo que satisface a su militancia, para tomar las decisiones adecuadas en el momento adecuado”.
En otras palabras, los reformistas no parecieron en nada entuisiasmados con las propuestas peledeistas, aunque Danilo Medina había pedido que le comunicaran cualquier maltrato a reformistas, que tanto el partido como el gobierno estaban en disposición de rectificar cualquier conducta inadecuada.
Si alguna respuesta clara dieron los reformistas tras las propuestas del PLD, fue el retiro la tarde del jueves del bloque de diputados reformistas en protesta por las supuestas agresiones de que estaban siendo víctima su partido. Airados discursos precedieron la retirada de los diputados colorados, quienes dijeron no saber cuándo se reintegrarían a las sesiones.
Un enojo preventivo
En círculos políticos se advirtió que la exageración del enojo reformista por el arresto de Rodríguez Guzmán tenía un carácter preventivo. Para evitar que los peledeistas y los funcionarios judiciales tomaran velocidad en la reivindicación de la demanda popular de sanción para decenas de personeros del pasado régimen que hicieron fortunas, algunas de enormes montos, mediante todo género de tráfico y corrupción.
Un funcionario judicial llegó más lejos y reveló que posiblemente la algarabía reformista ya había logrado frutos, pues logró detener acciones judiciales que se contemplaban contra otros dos ex-ejecutivos de organismos estatales en el pasado régimen. La decisión de mandarlos a arrestar se habría tomado al mismo tiempo que la de Rodríguez Guzmán. Se cree que esos dos ex-administradores se movieron ante dirigentes reformistas y hasta frente a funcionarios del gobierno para que detuvieran los ímpetus de la fiscalía del Distrito Nacional, o por lo menos para que retrasaran la autorización de la fuerza pública para nuevos allanamientos y detenciones.
El tono dramático de las denuncias reformistas sorprendió a los peledeistas, sobre todo cuando se dijo que el enojo de Balaguer había llegado a su clímax, tras haber comenzado con las afirmaciones presidenciales recientes de que había recibido un país devastado. El estado de opinión revelado por la encuesta Gallup habría acabado de convencer a estrategas del PLD de la necesidad de tirarle la toalla o darle una tregua a los aliados del año pasado.
Un dirigente reformista comentó en privado que “los peledeístas todavía tienen mucho que aprender, a pesar de los pasos sabios que dieron entre 1994 y 1996. No han podido darse cuenta que Rodrìguez Guzmán no vale esa algarabía. El objetivo es detener nuevas incursiones de la justicia en las cuentas del pasado gobierno.” La táctica reformista conectaba, por otro lado, con los renovados ataques de Vincho Castillo al fiscal Guillermo Moreno, a quien ha llegado a satanizar con la acusación de “protector de narcotraficantes”, una injuria más de las tantas que destila el odio y la frustración del abogado que en 1978 se echó sobre sus hombros, junto a Balaguer y sus generales, la tarea de tratar de desconocer las elecciones generales.
Fuerzas antagónicas
El planteamiento de alianza entre el PLD y el PRSC para el próximo año pierde de vista, que a diferencia de 1994-96, en los comicios del próximo año esos dos partidos serán fuerzas antagónicas luchando por los mismos electores, uno tratando de lograr poder municipal y congresional del que está casi huérfano; y el otro, en esfuerzo por preservar el casi 50 por ciento de la decisión en esos poderes estatales.
En mayo, a dos años de las elecciones presidenciales del 2000, no conviene a los reformistas volver a juntarse con un partido en el gobierno que aspira a crecer electoralmente. Una campaña de alianza en las bases produciría confusión y el gobierno podría quedarse al final con una parte de la militancia, especialmente aquella acostumbrada a vivir a costa del Estado.
Por evitar esa confusión y un posible trasbase de militantes fue que los reformistas evadieron aceptar compartir el gobierno y comprometerse con la gestión del PLD, dando por concluído el pacto electoral el 30 de junio del año pasado. Lo hicieron conscientes de que tanto ellos como los peledeistas tienen dificultades para competir por el espacio electoral del PRD, y que no podían dejar a éste solo en la oposición.
Si el cálculo era válido antes de iniciarse el presente gobierno, con todas las expectativas que despertaba el carismático Presidente Leonel Fernández, debe suponérsele mayor validez ahora cuando una encuesta reconocida ha mostrado un descalabro en su popularidad, independientemente de las razones, objetivas o subjetivas que lo determinen.
PRSC: en otros cálculos
Hay indicios de que dentro del PRSC ya no es sólo el impetuoso Angel Lockward quien considera que la conveniencia de ellos sería una negociación con el PRD, para entre los dos dejar el mínimo espacio al PLD, mantenerlo frenado y retener entre los dos partidos tradicionales sus actuales cuotas congresionales y municipales. No se olvide que el PLD sólo tiene un senador de dudoso origen en 1994, diputados y ninguno de los 107 síndicos.
Los resultados de las dos vueltas electorales del año pasado indican que el PRD solo no le fue mal en términos provinciales, ni aún frente a la alianza de los otros dos en la segunda vuelta. En la primera ganó en 25 de las 30 provincias y en 92 de los 107 municipios. Y en la definitiva consiguió el triunfo en la mitad de las provincias. Eso quiere decir que frente a la misma alianza en 1998, dadas las perspectivas arrojadas por la encuesta Gallup, el PRSC tendría que cargar con el costo del gobierno frente aun gran opositor (en ese caso el PRD).
El cálculo de Balaguer parece ser que si alguna oportunidad le queda de volver al poder, o por lo menos de reivindicarse, radica en el fracaso del régimen del doctor Fernández, por lo que no haría nada que le de aliento en su segunda mitad. Todo lo contrario, buscará encerrarlo en la soledad del poder minoritario, con la táctica de no ahogarlo, pero sin dejarlo crecer.
Su táctica gana aliento en la incapacidad de peledeistas y perredeistas para concertar en lo más mínimo, pese a sus orígenes y afinidades liberales, lo que permitiría llegar a las presidenciales del 2000 con el espectro político nacional dividido en tres tercios, situación en la que los reformistas podrían aspirar a superar al PLD en primera vuelta y forzarlos a retribuir el apoyo en la segunda. Para el zorro político que es Balaguer no escapa que si fortalece al PLD, sus posibilidades de salir de la tercera posición en que cayó en 1996 son muy remotas. Porque es casi imposible que se de a costa del PRD.
El Frente Patriòtico
La ilusión de reeditar el Frente Patriótico puede ser costosa. Ese fue un parche político muy mal pegado. Tan mal que no pasó de la votación. No se trató de una oferta de gobierno al electorado. Ni menos de un proyecto. Simplemente un acuerdo por un día de votación, aunque para el PRSC conllevaba mucho más, una deuda de gratitud de quienes se beneficiaron de sus votos. Y en consecuencia, la impunidad frente a la enorme corrupción en la que están comprometidos. No fue por accidente que los primeros reformistas en plantear y promover la alianza fueron los más señalados como beneficiarios de la corrupción.
Sin Balaguer poder buscar otra reelección, con su partido en una lejana tercera posición desde las pimeras encuestas, los estrategas jugaron al triunfo del más débil de sus contrincantes. No podría procurar que fuera al poder el partido de mayor militancia y tradición nacional. Menos aún cuando su último presidente habìa sido vìctima de persecución judicial, junto a otros dirigentes, en base a cargos de corrupción, porque hubiese sido como tentar la venganza.
Cargar la responsabilidad de llevar al PRD de regreso al poder, y con un líder del arraigo de Peña Gómez, era imposible, no sólo por los antagonismos históricos, sino porque equivalía a ayudar al ascenso de quien tenia más posibilidad objetiva de dilatarse en el descenso. Como por las zonas más influyentes del PRD no pasaba ni remotamente la idea de una alianza con Balaguer, el Frente Patriotico encontró caldo de cultivo.
Pero todos los factores indican que para los comicios de 1998 y para los del 2 mil, las circunstancias son muy diferentes. Y ya son pocos los que descartan que los perredeístas hayan aprendido tanto como los peledeístas a jugar a las alianzas, por más oportunistas que puedan parecer, aunque conlleven renuncia a principios y reducción de objetivos.-