Por Juan Bolívar Díaz
Aunque en casi cuatro décadas de historia de los debates televisivos entre candidatos presidenciales se ha demostrado que predomina el hechizo de la imagen y la magia de la televisión por encima de los planteamientos programáticos, sería interesante y positivo que en la actual campaña electoral se produjera el primero de su género en el país. Debería contribuir a centrar el proselitismo en las propuestas, más que en las caravanas, mítines y ataques personales y partidarios.
En realidad, los debates por televisión son ya tradición en países desarrollados, de territorios grandes, donde las campañas electorales son mucho más cortas y los candidatos ya no pueden aspirar a tener contacto con la mayor parte de las poblaciones, por las distancias y los recursos que implica la movilización física.
Generalmente, los más interesados en el debate son los candidatos que debutan en la arena electoral o que corren en segundo y tercer lugar. Aquellos que son vistos con mayores posibilidades suelen calcular que se exponen a perder terreno, importantizando a sus contrincantes, y a cometer errores que pudieran restarle simpatías entre los electores. En el caso dominicano actual esa pudiera ser la circunstancia del doctor José Francisco Peña Gómez, a quien sus asesores le habrían recomendado evadir, en lo posible, comprometerse en un debate televisivo.
Las experiencias
Los debates televisivos entre candidatos toman cuenta a partir de los años sesenta, cuando ese medio de comunicación se expandía en la sociedad contemporánea, tras el inicio de su comercialización en la década anterior. Y como es natural, sería en Estados Unidos, país líder de la democracia y el que primero masificó la televisión, donde comenzaría a tomar cuerpo esa práctica política.
Cada vez que se habla de debate televisivo entre candidatos hay que recordar los protagonizados por John Kennedy y Richard Nixon en 1960. A partir de entonces el debate pauta las campañas electorales norteamericanas, atribuyéndosele mucha importancia en la toma de decisión por parte de los electores.
Los debates entre candidatos se realizan en naciones con la institución de la presidencia, y los más sonados han sido en Estados Unidos, Francia y España. En Francia se recuerda el sostenido entre Francois Miterrand y Valery Giscard, en 1974. Este ganó la elección. El último fue en 1995, entre Lionel Jospin y Jacques Chirac, quien resultó electo en segunda ronda. En España el debate apenas comienza a instituirse. En la última elección enfrentó al Presidente Felipe González y al candidato del Partido Popular, José Aznar. Hubo reelección.
En América Latina se recuerdan debates en Brasil, Argentina, Chile y recientemente México. Como se puede advertir se trata de países de enormes territorios y de democracias más arraigadas. Casi siempre los debates han sido entre los dos principales candidatos. Aunque en la última campaña norteamericana,en 1992, Ross Perot logró colarse junto al Presidente George Bush y el triunfador Bill Clinton. Collor de Mello, Leonel Brizola y Luis Da Silva integraron otra trilogía en Brasil, 1989. Y en México ocurrió lo mismo cuando en 1994 debatieron el ganador de los comicios Ernesto Zedillo, Cuahutémoc Cárdenas y Diego Fernández de Ceballos.
No se tiene memoria de que en países de incipiente democracia y relativo atraso socioeconómico, comparables con República Dominicana, se hayan producido debates televisvos entre los candidatos. Caso de los de América Central, o Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia. Aquí se refieren con frecuencia los debates del profesor Juan Bosch y el padre Láutico García en 1962, y el de Caonabo Javier con Eudocio Ravines en 1964. Empero ninguno califica como debate entre candidatos.
¿Cuestión de imagen?
Los teóricos de la publicidad política y de la comunicación han derrochado textos exponiendo sus conclusiones sobre los debates, especialmente en los Estados Unidos. La conclusión más generalizada es que la magia de la televisión y la imagen proyectada por los candidatos han predominado sobre los planteamientos programáticos.
Así se da por cierto que el Kennedy joven, bien parecido y de verbo grandilocuente, se tragó a un político tan experimentado como ya era entonces Nixon, antiguo legislador y con 8 años de vicepresidente. También que el pepillo, joven y bien peinado Collor de Mello, por demás promovido por el monstruo televisivo O’Globo, diera cuenta del veterano político que era Brizola; que Carlos Menem, arrojado y de eterna sonrisa se embolsillara a Eduardo Angeloz; y que el «nuevo Kennedy», Bill Clinton, sacara ventaja sobre el cansado George Bush.
La televisión, el medio de comunicación colectiva más espectacular, proyecta más los gestos, las apariencias físicas, los atractivos personales y hasta la elegancia del vestuario, que las ideas y los planteamientos programáticos, más propios de la comunicación escrita y hasta de la simplemente oral.
Los más interesados
Casi siempre los más interesados en los debates televisivos son aquellos candidatos jóvenes, debutantes, más necesitados de ganar proyección nacional frente a competidores de más presencia en arraigo en la lucha política. Es inmancable que quienes más insisten en el desafío son los que corren en segundo y tercer lugar. Suelen tener menos que preder y mucho que ganar, desde el mismo momento en que se les coloca al nivel de los veteranos y preferidos. Es como en un cuadrilátero, que cuando un campeón lleva ventaja evade todo lo posible al desafiante retador que con un solo golpe puede derribarlo. Mientras éste, a su vez, se expone lo más posible, buscando alcanzar al favorito.
Por eso en estos dias en España quien lleva la voz cantante en la demanda del debate es el Partido Socialista Obrero Español, ya que las encuestas colocan a su líder, el Presidente Felipe González, con una desventaja de entre 6.5 y 10.3 por ciento en relación al candidato del Partido Popular, José María Aznar. González ya no tiene mayor espacio que perder y, en cambio, podría imponerse como un estadista experimentado, de argumentación profunda y palabra fácil, frente al encogido Aznar.
Los próximos dias dirán si retador tiene mucho interés en el debate, como hace tres años, cuando las encuestas no le daban ventaja. Aunque la tradición, que ya se conforma en España, podría obligarlo a aceptar el desafío. Sobre todo cuando la campaña electoral apenas acaba de comenzar y las elecciones son el 3 de marzo, es decir, en menos de tres semanas.
¿Habrá debate aquí?
Dentro de la lógica expuesta, es natural que en la actual campaña electoral dominicana sea Leonel Fernández el más interesado en el debate televisivo, y en segundo lugar Jacinto Peynado, y que José F. Peña Gómez sea el más renuente, por lo menos mientras una encuesta independiente no lo baje a un segundo lugar en las preferencias de los electores.
Fernández, el más joven y más nuevo en la lucha política, tiene en común con Peynado el que ambos compiten por primera vez por la Presidencia de la República. En su estrategia deben insistir en disputarle el espacio a Peña, en colocarse como pares de un veterano tanto de la política nacional como de la internacional, favorecido por casi todas las encuestas de los últimos cinco años.
Circula la versión de que los asesores del candidato perredeista le han aconsejado que no se comprometa, al menos por el momento, con un debate televisivo, que espere a ver lo que dicen las encuestas de febrero y marzo. Que si saca mayor ventaja y se concentra la lucha por el segundo lugar entre los otros dos, debería dejar que estos peleen solos.
Se estima que al ser el más viejo y archiconocido, la imagen de Peña por televisión estaría en desventaja sobre la de los otros aspirantes. Más aún por ser negro, en un país donde los prejuicios raciales no matan, pero están lejos de batirse en retirada, especialmente en los núcleos urbanos y de clases medias y altas, que serían la mayor teleaudiencia.
Otros creen, y hay interesados en difundir esa consideración, que el candidato del PRD podría perderse por su afición a los largos discursos y a las frases lapidarias no siempre bien meditadas y fruto de su tendencia a dejarse llevar por las emociones. Hay en ese planteamiento una obvia subestimación de las cualidades de Peña, a quien le sobran experiencias de debates y discursos en los más altos círculos de la política internacional, y quien ha demostrado capacidad de control, sobre todo en momentos críticos y en las rectas finales de sus campañas electorales, aún cuando no era el candidato presidencial. Tendría ventajas en manejo de propuestas y en dominio de los problemas nacionales e internacionales, y en independencia al no tener que cuidarse de otros líderes de su partido.
Leonel y Jacinto son buenos conversadores. El primero lleva ventaja a los contrincantes en el manejo de la televisión, de la que incluso ha sido comentarista. Sus maneras suaves y su exposición pausada, pero fluída, podrían ayudarlo considerablemente. El segundo sería beneficiario de un lenguaje muy llano y franco, pero podría tener dificultades sobre todo para proyectar nuevas propuestas sin herir la susceptibilidad del caudillo de su partido.
Un paso adelante
Las posibilidades de que el debate se realice en esta campaña están aún indefinidas. Dependerá de lo que digan las encuestas en las próximas cinco o seis semanas. Pero sería un paso adelante en la maduración democrática que contribuiría a modernizar el estilo de campaña electoral que sigue predominando en el país, cambiando el mano a mano y cara a cara por la exposición televisiva.
Desde luego, el marco de referencia para el debate debe ser el de los países democráticos y desarrollados, donde ese acontecimiento no es convertido en circo para que corra la sangre política. Incluso podría ser dentro de un ambiente de cordialidad, como el que han protagonizado los tres principales candidatos cuando se han encontrado.
El pasado 30 de enero, en vísperas del Dia de la Juventud, los líderes de los organismos juveniles de los tres partidos mayoritarios, Fausto Liz, Arístides Fernández Zucco y Domingo Contreras, debatieron por Teleantillas sobre las ofertas de sus partidos a los jóvenes. Y se manjearon con elegancia, cortesia y hasta en ambiente de camaradería, lo que les ganó el reconocimiento de los productores del telediario Uno más Uno. Fernández, Peynado y Peña tienen más capacidad para hacerlo.
Un debate en tal ambiente, que contribuiría a civilizar las campañas electorales y a bajar las agresividades, sería altamente positivo. Dependerá en gran parte de las reglas que lo pauiten y de la capacidad y profesionalidad de quienes lo moderen y sean panelistas. Ya Teleantillas y dos de sus productores periodistas han sometido un proyecto detallado para el tentativo debate.
Mientras tanto, no hay que rechazar la propuesta de Peáa Gómez, de que primero debatan los técnicos en base a los programas de gobierno, para culminar con la confrontación de los candidatos. Este planteamiento en vez de contraponerse al del debate sólo entre los candidatos, lo promueve. Le deberían haber aceptado lo primero a condición de que venga lo segundo. Si es que en realidad los demás están tan convencidos de que les conviene el debate televisivo.-