Por Juan Bolívar Díaz
La juramentación del doctor Leonel Fernández como Presidente de la República este 16 de agosto representa una nueva oportunidad para superar la autocracia que ha regido la vida de la nación dominicana en gran parte de su historia, con perspectivas de una modernización de sus estructuras y una ejecución gubernamental que empuje el país hacia un desarrollo armónico, para lo cual tendrá que desplegar una enorme capacidad de concertación dadas las profundas divisiones en que se debate la sociedad.
El nuevo gobierno estará constituído casi en su totalidad por funcionarios salidos del Partido de la Liberación Dominicana y grupos que le fueron aliados en su lucha por el poder, pendiente la tarea de lograr una concertación con los dos grandes partidos tradicionales
que le permita una tregua de por lo menos algunos meses para proponer desde el Poder Ejecutivo las grandes metas en las que deberá fundar su éxito.
Aunque hasta estos últimos días el Presidente Joaquín Balaguer realiza esfuerzos por afianzar su dominio del escenario político, haciendo amarres y ganando lealtades mediante la repartición del patrimonio nacional, este 16 de agosto deberá marcar definitivamente el final de su larga carrera, sino por el esfuerzo y la colaboración de cuantos aspiran a una nación más democrática, al menos por efectos de la ley inexorable de la biología.
Leonel y el PLD
El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) llega al poder tras casi 23 años de su fundación, habiéndose mantenido como la opción alternativa a reformistas y perredeistas, fundando su discurso en la democratización del país, en la lucha contra el flagelo de la corrupción administrativa y en ejecutiorias gubernamentales que liberen a la nación de sus tradicionales ataduras, graves injusticias y debilidades institucionales.
Aunque ya sólo algunos de sus más fieles y abnegados militantes recuerdan el ideario de “liberación nacional” consagrado en el propio nombre del partido, de cualquier forma, debe esperarse un esfuerzo por hacer honor a su compromiso histórico, realizando una acción de gobierno que lo distancie de los partidos tradicionales y le abra perspectiva de afianzamiento como opción para los primeros años del próximo siglo. No obstante que algunos analistas vaticinan que sus recientes giros hacia posiciones conservadoras podrían constituirlo en la opción de relevo para importantes sectores que se han sentido representados por el liderazgo del doctor Balaguer y de su partido.
Pocos creen que el PLD podrá sancionar la enorme corrupción de los últimos años, dada la deuda contraída con sectores gubernamentales reformistas que le dieron en gran medida el triunfo electoral, pero podría compensar y arfianzarse si logra aislar, disminuir y reprimir en adelante el enriquecimiento ilícito, lo que según sus propios cálculos implicaría un aumento de los recursos disponibles para la acción gubernamental en miles de millones de pesos anuales.
La formación intelectual de Fernández, su firme caracter, apacible y reflexivo, y la limpieza de su proceso como político y profesional, inspiran respeto en la mayoría y confianza en los suyos de que podrá encarnar el nuevo tipo de gobernante que demandan las fuerzas más sanas de la nación. Con él ascenderá al poder una nueva generación de funcionarios forjados en la prédica moralista del profesor Juan Bosch, obligados a establecer un nuevo estilo de gobierno si quieren cerrar un largo capítulo de la vida nacional y abrirse perspectiva de continuar en el poder.
Para ello tendrán que eludir la tentación de transportar al gobierno el predicamento recientemente adoptado de que lo más importante era llegar al poder, para no traducirlo en que cualquier medio es válido para mantenerlo.
Con la sociedad civil
Para compensar su débil sustento partidario, el nuevo gobierno tendrá que concentrar esfuerzo en mantener el respaldo que ahora mismo le ofrece la sociedad civil, en sus diversos estamentos, labor siempre difícil debido a los intereses sectoriales derivados de su enorme diversidad, ya que ni en las iglesias, ni en el empresariado o en el estamento sindical hay unidad de expectativas, ni puede haberlas dadas las grandes desigualdades que caracterizan una nación con la mitad de la población bajo la línea de la pobreza y una parte considerable en la indigencia.
El mantenimiento del apoyo de la sociedad civil pasa necesariamente por la integración de un equipo de gobierno capaz y abierto a escuchar el palpitar de la nación, por una drástica reducción de la corrupción y por la eficiencia en la acción gubernamental, por lo menos en la que corresponde al ámbito del Poder Ejecutivo.
Una gran visión sobre el conjunto de la nación y sus fuerzas sociales, buscando un mayor espacio entre los que hacen opinión pública, sin sectarismos ni maniqueismos, puede ser el camino para reducir el márgen de maniobra de los dos grandes partidos que desde ya se disputan el ámbito de la oposición, y abrirse así mejores perspectivas para los cambios constitucionales y legislativos, especialmente para satisfacer necesidades como las nuevas leyes sobre energía eléctrica, carrera judicial, de privatización, monetaria y financiera, etc. Particular esfuerzo amerita la concertación para lograr la constitución del Consejo Nacional de la Magistratura y una buena elección de los jueces, comenzando por la Suprema Corte de Justicia.
Necesarios acuerdos
El hecho de que el Presidente electo no lograra la reunión cumbre que propuso para antes de su juramentación y de que el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) pactaran para controlar las cámaras legislativas y constituir el Consejo de la Magistratura, no puede desalentar los esfuerzos de concertación del nuevo mandatario y su gobierno. Más bien debe constituirse en un aprendizaje de las dificultades del ejercicio gubernamental. Y así pareció entenderlo el PLD cuando el lunes 12 acogió esos acuerdos, derivados de la distancia en que se ha colocado el caudillo reformista.
El error consistió en no haber percibido que ahora el interés de Balaguer no es fortalecer la independendencia del nuevo gobierno, pretendiendo al mismo tiempo regatearle al PRD su derecho a presidir la Cámara de Diputados, derivado del control sobre 58 de las 120 curules. Antes que una cumbre con los dos líderes de oposición sin tener en sus manos el Poder Ejecutivo, Leonel Fernández debió hacer con Peña Gómez lo mismo que hizo con Balaguer, buscarse un diálogo personal y hasta discreto y sólo después de alguna distensión, insistir en una reunión tripartita. Ese camino lo tiene abierto y sería peligroso no transitarlo. Peña Gómez ha manifestado publicamente su disposición al mismo.
Tal vez el listado de 22 proyectos de leyes propuesto por el PLD es demasiado ambicioso para un acuerdo inicial. A no ser que lo que se pretenda es una simple declaración de que tales iniciativas son procedentes, lo que no parece difícil, pues casi todos han figurado en los programas y planteamientos de la campaña electoral. Si se buscan acuerdos de fondo que concreten esos proyectos en leyes, el listado podría ser reducido a los proyectos pendientes en el Congreso Nacional, en algunos de los cuales las diferencias son menores, y en lo concerniente a la carrera judicial y la elección de los jueces. Dejando expreso el propósito de continuar posteriormente la concertación.
Hueso duro de roer
La reciente concertación PRSC-PRD ha vuelto a demostrar que el doctor Balaguer es un hueso duro de roer, que es un incansable manipulador de la política, y que no siente mayor compromiso frente al país ni frente al PLD con la constitución del nuevo gobierno. Y más aún, que seguirá manipulando los rencores entre peledeistas y perredeistas para mantenerse como árbitro intocable de la política.
El camino más expedito para reducir el espacio del doctor Balaguer es el acercamiento entre Leonel Fernández y Peña Gómez. Este ha dicho que acogió una gestión de encuentro promovida por amigos, que inexplicablemente fue relegada por el presidente electo para después de la juramentación. Aunque la iniciativa corresponde a los ganadores de la elección presidencial, al nuevo gobierno. Ese acercamiento dificultaría la acción opositora de Balaguer, haría más viable la constitución del Consejo de la Magistratura y obligaría a los reformistas a hacer concesiones. Mantener las pugnas con los perredeistas es dejarle toda la cancha a Balaguer para que arme el juego de acuerdo con sus irrenunciables intereses.
Por de pronto Balaguer deja un gobierno bastante atado al doctor Fernández. Todavía en la última semana seguía disponiendo a su antojo del patrimonio público, hasta el grado de anunciar el otorgamiento de casi doscientos millones de pesos al patronato de la Plaza de la Salud, en vez de pagar parte de la enorme deuda interna en que deja el gobierno. O siquiera pagar las facturas telefónicas de once instituciones del Estado con el servicio suspendido por acumulación de deudas. Mientras proseguía designando patronatos restándole poder de decisión al nuevo régimen.
Fernández no podría romper con Balaguer abruptamente. Con él tiene también que concertar, pero reduciendo sus lazos de dependencia, de manera que pueda deshacer algunos de los amarres que le dejan y ganar autonomía de vuelo desde las primeras acciones de su gobierno.. Una buena propuesta
El doctor Peña Gómez hizo un aporte importante este lunes 12 en una declaración escrita, al precisar los alcances del reciente acuerdo PRD-PRSC, especialmente al desmentir que hubiese pacto para prolongar el período de ejercicio de los actuales legisladores. También con las listas de candidatos del Acuerdo de Santo Domingo para presidir la Suprema Corte de Justicia y para escoger los demás jueces del organismo, proponiendo que el presidente sea electo por unanimidad de los integrantes del Consejo de la Magistratura. Entre los 26 juristas incluídos en las dos listas entregadas por el PRD y el Acuerdo de Santo Domingo, hay muchos que pudieran ser de consenso, y con el mismo espíritu podrían el PLD y el PRSC acogerlos, sin renunciar a su derecho de sumar otros nombres.
Corresponde al PLD y especialmente al nuevo presidente tomar la palabra a Peña Gómez, en su afirmación de que su acuerdo con el PRSC “no significa el acorralamiento del gobierno de Leonel Fernández, sino reconocimiento recíproco de la regla de las mayorías”. Y podría comenzar solicitando al PRSC que someta previamente su lista de candidatos a presidir e integrar la Suprema Corte, para, de ser posible escoger de ambas propuestas, sobre todo si, como en la del PRD, aparecen numerosas figuras ya sugeridas por organismos de la sociedad civil en el pasado reciente, algunas tan consensuales como el actual presidente de la Junta Central Electoral, doctor César Estrella Sahdalá.
Lo importante es que el gobierno arranque con espíritu conciliatorio para fortalecer el Poder Ejecutivo de cara a la mayoría que tiene la oposición tanto en el Congreso como en los municipios y eventualmente en el Consejo Nacional de la Magistratura. Pretender ampararse en el artículo 55 de la Constitución o gobernar por decreto, llevaría a una confrontación peligrosa que generaría nuevas crisis y frustraciones.
El nuevo gobierno comienza con un país cansado de un sistema partidario de confrontaciones, como de las ejecutorias autoritarias, que acaricia proyectos democráticos y consensos, que economicen energías para destinarlas a la acción positiva, que anhela una revaluación ética en todas las esferas tanto públicas como privadas, que sueña con políticas y políticos dedicados al quehacer constructivo, más allá de toda egolatría y sectarismo.-