Joaquín Balaguer pone en jaque al PLD, pero todavía debe demostrar que puede resurgir de sus cenizas

Por Juan Bolívar Díaz

            Con la selección de Jacinto Peynado como su candidato vicepresidencial, el doctor Joaquín Balaguer ratificó su condición de político racional, matándole el gallo en la funda al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que acababa de nominar al ingeniero agrónomo Amílcar Romero con la esperanza de utilizarlo como puente de atracción en la eventual segunda ronda electoral.

            El caudillo reformista cortó de cuajo cualquier impacto positivo que pudiera tener la candidatura vicepresidencial peledeista y se robó el espectáculo, sorprendiendo a la opinión pública al adoptar su decisión dos días antes de que concluyera el plazo para la inscripción de candidatos.

            A consecuencia de esa jugada, el Partido Reformista Social Cristiano y su candidato presidencial pudieran haber alcanzado su tasa más alta de aceptación popular en la extensa campaña electoral, hasta el punto de que muchos ya le atribuyen el segundo lugar en las preferencias electorales, pero habrá que ver si el anciano político puede mantenerse a la ofensiva hasta alcanzar la mitad de los votos.

Rey por dos días

            Más allá de su enorme capacidad de trabajo y de su voluntad de lucha, muchas cosas no le han salido bien al candidato presidencial del PLD Danilo Medina. La elección de Amílcar Romero como compañero de boleta parecía ser una buena decisión y de hecho logró algún impacto desde que se conoció la noche del domingo 12. Al día siguiente casi todos los organismos del partido oficial la ratificaron y la tarde del martes se produjo la proclama correspondiente.

            Después de unos días de desconcierto que obligó al candidato a pedir una semana adicional para escoger su compañero de boleta, y tras la negativa del doctor Jaime David Fernández a sacrificarse con una repostulación, Danilo Medina confiaba en que su decisión daría aliento a los suyos y fortalecería su candidatura.

            Romero es un profesional reconocido, con una buena imagen de eficiencia, honestidad y capacidad, cibaeño y proveniente del sector agropecuario, al igual que el puntero candidato perredeista Hipólito Mejía, por lo cual se esperaba que formara parte de una nueva ofensiva encaminada a descontar ventaja.

            Considerado como un amigo de la familia de Balaguer, Romero estaría llamado a convertirse en un puente que contribuyese a abrir paso al respaldo del caudillo reformista y su partido en la segunda vuelta, en la que siguen cifradas las esperanzas moradas de mantener el poder logrado con el concurso de los colorados hace 4 años.

            Aunque el “taponero peledeista” visitó al candidato reformista para conseguir su “autorización”, parece que el asunto agradó tan poco al caudillo que decidió mover sus propias piezas. Fue así como lanzó un caño de agua fría sobre el entusiasmo morado y a prima noche del martes 14 anunció la selección de Peynado, apenas tres horas después que Romero fuera proclamado. No dio tiempo a que se ponderara los aportes que éste haría a la boleta del partido oficial. Tampoco cumplió su ritual de esperar hasta el último momento para anunciar su compañero de boleta. De ahí en adelante todos los comentaristas coinciden en ponderar la decisión balaguerista, estimándola como jugada maestra.

Decisión de lucha

            La elección de Peynado, congelado en sus expectativas desde la traición de 1996 al respaldar desde la primera vuelta al candidato del PLD, sirvió para demostrar que Joaquín Balaguer está empeñado nuevamente en la lucha por el poder, pese a su precaria condición de salud, a sus casi 94 años.

            De nuevo primaba lo racional en las decisiones políticas balagueristas. Más allá de las impetuosidades, la independencia y hasta de la franqueza de Jacinto Peynado, el caudillo lo que necesitaba era un compañero de boleta que lo impulsara, mantuviera unido el partido y agitara el sentimiento de cuerpo de los reformistas. Eso no lo podía lograr nadie que no fuera reformista, por más votos que agregara, y dentro de ellos sólo aquel que había aparecido en segundo lugar, muy por encima del resto, en todas las encuestas de los últimos 5 años.

            No importa que Peynado hubiese dicho más de una vez que no le interesaba la candidatura vicepresidencial. Ni que hubiese protagonizado virtuales rebeliones ante el caudillo. El es el discípulo más aventajado, al menos en cuanto a aceptación popular. Balaguer lo necesitaba y ahí estaba.

            El empresario, que obtuvo simpatías en la anterior campaña electoral, por su desempeño y aún por la traición de que fue objeto, gana ahora como quiera. Por de pronto a él se atribuye en parte la gran reanimación que registran los colorados. Si llegaran a ganar las elecciones él sería corresponsable del éxito y quedaría en buena posición para heredar la presidencia y el partido.

            De paso, la elección de Balaguer aparece como un desagravio al subordinado a quien dio la espalda en 1996, cuando ni siquiera votó en la primera vuelta, y a quien dejó esperando en varias manifestaciones, especialmente en aquella de San Cristóbal, a la vista de todo l que tenía ojo para ver y cerebro para entender. El padre de Jacinto, Enrique Peynado, murió sin perdonar el agravio que consideró imperdonable en su viejo código del honor.

            Mientras tanto, sin mayores miramientos, utilizando a los hombres como ha hecho en toda su existencia, Joaquín Balaguer volvió a ser triunfador. Reivindicó a Peynado y reanimó a sus tropas, y de paso vio colocarse a uno de sus admiradores en la segunda boleta del partido a quien necesita vencer en la primera vuelta. Con todo y declaración de Amilcar Romero, tras su proclama, de que sigue siendo balaguerista.

            Visto el desarrollo de los acontecimientos y la euforia despertada entre los reformistas, es difícil que alguien pueda sostener que el candidato vicepresidencial peledeista se vaya a atraer votos colorados en proporción significativa. Como él no tiene partido y hasta hace poco nadie lo imaginaba de candidato, se supone que es otra jugada fallida del partido de gobierno.

            En cuanto a quitarle votos a Hipólito Mejía necesita demostración. Por lo menos en proporción significativa para amortiguar el golpe a la identidad del peledeismo que, por primera vez, ha tenido que apelar a alguien fuera del partido, buscando que le saquen las castañas del fuego en que lo consume la campaña electoral.

            Mientras Peynado es un hombre con imagen presidenciable, que logró mostrar una visión de Estado, agallas de gobernante, con una experiencia legislativa y en el manejo del clientelismo partidario, Romero es apenas un proyecto de político, pendiente de mostrar sus credenciales en un quehacer para el cual muchos profesionales no están preparados.

La hora de los hornos

            Mucho más de lo esperado, las candidaturas vicepresidenciales han puesto un poco de sazón y color a la insípida campaña electoral. Y ahora se entra en la hora de los hornos. Tras su jugada maestra, Balaguer se encuevó en su residencia y una semana después no había vuelto a salir a ningún acto. Su gran desafío ahora es demostrar que puede resistir los rigores de una campaña en la que se precisa mucho más que descongelar un candidato.

            Puede aparecer todavía ocupando el segundo lugar de las preferencias en alguna de las encuestas reconocidas. Debería haber crecido como para alcanzar o superar definitivamente la proporción de Danilo Medina. Pero en sus condiciones el techo de crecimiento es limitado. Por doquiera se escucha admiración a su impertérrita vocación política, a su insaciable ambición de poder, pero también la convicción de que este esfuerzo de modernidad y renovación nacional no puede concluir con la elección de un autócrata de 94 años sin exponer la nación al ridículo internacional.

            Balaguer tendrá que estar en buenas condiciones para recuperar la confianza del electorado y conseguir más de la mitad de los votos en unas elecciones en las que no controla ni el poder del Estado ni la Junta Central Electoral. Por de pronto tendrá que vencer al partido de gobierno, que por propia experiencia sabe que el control del presupuesto nacional agrega algunos puntos en la recta final de las campañas electorales.

            Ello sin el poder de oratoria que lo erguía sobre las masas, sin posibilidad de responder ante un panel de televisión, con una población mayoritariamente menor de 35 años, para suceder a un mandatario que podía haber sido su nieto, casi cargado para subir y bajar de una tarima política.

            Se beneficia el caudillo del mito que permea hasta a buena parte de sus críticos, muchos de los cuales ya lo ven nuevamente cruzando sobre su pecho la ambicionada banda tricolor. Lo favorece también la vulnerable posición del PLD que evadirá enfrentarlo, consciente de que perderían su favor para la segunda vuelta. A no ser que los oficialistas se convenzan del costo inconmensurable que para ellos tendría una caída en el primer asalto.

            Balaguer pudo correr sin encontrar zancadillas ni obstáculos mientras se le veía indefenso, en la tercera posición. De ahí su baja tasa de rechazo de los últimos meses. Ahora que comienza a amenazar a los otros competidores, tenderá a encontrar su justo nivel en el mercado electoral. Y tendrá que enfrentar los ataques y demostrar que está en aptitud para asumir el gobierno de este país para responder a sus expectativas comenzando el nuevo siglo y milenio.

            Y eso no podrá resolverlo Jacinto Peynado. Sólo Balaguer podrá y tendrá que hacerlo, sin que pueda apurar la carrera más allá de donde le dan sus cada vez más menguadas fuerzas.-