Impacto de la alianza del PRD y el PRI

Por Juan Bolívar Díaz

La alianza del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el Partido Revolucionario Independiente (PRI) proclamada el 26 de enero en la convención nacional priista es la culminación de un gran esfuerzo político que ha logrado conformar el mayor y más amplio frente electoral en la historia de la República.

Sumado el PRI, el Acuerdo de Santo Domingo (ASD), que sustenta la candidatura presidencial del doctor José Francisco Peña Gómez, integra diez partidos reconocidos por la Junta Central Electoral, otros cinco emergentes, y numerosos movimientos y grupos políticos que van desde la derecha a la izquierda del mosaico partidario.

En términos tácticos este amplio frente electoral aumenta las posibilidades presidenciales del doctor Peña Gómez, que ya en los comicios pasados, a pesar de las tramposerías y el abuso de poder en su contra, consiguió el respaldo de más de un millón y cuarto de ciudadanos y ciudadanas. Estratégicamente avala coherentemente los planteamientos de «gobierno compartido» que desde la pasada campaña electoral ha enarbolado el líder perredeista.

Positiva reconciliación

Lo que fraguó en la convención priista no fue simplemente un pacto electoral más, sino en esencia una hermosa reconciliación política probablemente inédita en la historia del país, caracterizada por el fraccionamiento de sus instituciones, por los odios y resquemores personales y grupales que tanto han retrasado la institucionalidad democrática.

Los abrazos y las lágrimas que abundaron en el escenario de la convención del PRI marcan una importante reconciliación en dos ramas de una misma familia con similares planteamientos políticos, como planteó Peña Gómez en su discurso en el acto, aunque cada una mantenga, al menos por el momento, su propia identidad y personalidad jurídica.

El compromiso es de llegar juntos al poder y de compartirlo, participando los líderes de ambos partidos en la planificación y gestión de gobierno, proyectándolo para más allá de la próxima contienda electoral, puesto que incluye integrar candidaturas comunes al congreso y los municipios.

El punto definitorio del pacto indica que «El PRD y el PRI constituirán una federación integrada por organismos colegiados co-dirigidos por el doctor José Francisco Peña Gómez y el licenciado Jacobo Majluta, la cual participará con candidaturas comunes en los próximos torneos electorales, a las que podrán optar todos los miembros de ambas organizaciones de acuerdo a sus méritos personales y políticos, así como a sus posibilidades reales de triunfo.»

Buen arreglo para el PRI

Si para Peña Gómez el pacto amplía sus posibilidades de triunfo en mayo próximo, para el PRI es una excelente negociación, no sólo tomando en cuenta los votos que se le contaron en las elecciones de 1994, 68 mil 910, sino muy especialmente la postración de salud en que se debate desde septiembre pasado su líder y fundador.

Irónicamente en el mismo mes del año anterior el líder perredeista enfrentó también una grave enfermedad, un cáncer que es lo que padece Majluta, según informes extraoficiales, ya que ni siquiera en la carta que dirigió a sus parciales ha especificado sus quebrantos. Y hay quienes temen que pueda estar muy desmejordo, dado el hecho de que fuera del estricto ambiente familiar no se ha dejado ver de nadie. En principio se había dicho que una comisión del PRI lo visitaría en su reclusión de Miami para recibir sus orientaciones para la convención. Al final todo quedó en una carta.

Con la sinceridad y la emotividad que le caracteriza, Peña Gómez no dejó de sugerir que sus respectivas graves enfermedades pudieron haber influido en la reconciliación. «Abatidos ambos por la tragedia personal, colocados ambos en una situación de impotencia física pasajera, convocados por Dios y por el pueblo que confía en nosotros a la reflexión, al examen de nuestras conductas….»

Aunque la reconciliación se materializó la semana pasada, ya desde 1993 era promovida por el doctor Peña Gómez y otros perredeistas y por los entonces dirigentes priistas José Ovalle y Tácito Perdomo, quienes promovieron y encaminaron tanteos para un pacto electoral que no se produjo en los comicios pasados y que pudo haber cambiado el curso político del país. Irónicamente, algunos de los dirigentes del PRI que más obstruyeron aquellas negociaciones, como el ingeniero Héctor Guzmán, fueron ahora puntales de la materialización del pacto.

Anhelos unitarios

El pacto PRD-PRI, que refuerza el amplio mosaico del ASD, está llamado a tener impacto sobre sectores independientes que durante años han planteado la necesidad de concertación entre los partidos, asociaciones, sindicatos y todo género de grupos de vocación democrática y progresista, como forma de superar la autocracia, reforzar las instituciones, modernizar y hacer avanzar la nación y trillar los caminos del desarrollo con una mejor distribución de los bienes.

En esos sectores existe la convicción de que la división del PRD en diciembre de 1973, cuando se fundó el Partido de la Liberación Dominicana, los fraccionamientos sufridos posteriormente por éste y la nueva fragmentación perredeista de 1989, cuando se separaron Peña Gómez y Majluta, sólo han servido, hasta ahora, para prolongar el neo-trujillismo, con sus expresiones de tramposería electoral y ejercicio autocrático del poder.

Fueron esos sectores los que promovieron el frente electoral en torno a Bosch en 1990, al que en diferentes momentos estuvieron prestos a participar los líderes del PRD y el PRI, y que no se materializó por la poca vocación conciliatoria del entonces candidato del PLD. Falta de capacidad para sumar que contribuyó a que perdiera el poder en 1963 y a que jamás pudiera recuperarlo, a pesar de sus extraordinarias virtudes.

Es obvio que no faltarán quienes duden de las motivaciones de esta alianza reconciliatoria y hasta quienes se burlen de ella considerándola extemporánea. Pero en el pueblo dominicano puede estar muy arraigado el refrán que procama que «más vale tarde que nunca». Y son muchos los que se alientan en los principios cristianos de la reconciliación, el perdón y el propósito de enmienda.

¿Cuánto suma el PRI?

Los contrincantes del ASD han coincidido en restar méritos a la alianza PRD-PRI, unos partiendo de la votación de Majluta en 1994 y de sus dificultades de salud, y otros atribuyéndose partes de los simpatizantes y militantes priistas. Y es posible que tanto el reformismo como el peledeismo reciban su cuota de los votos majlutistas. Pero dadas las características de la alianza y la forma en que la han asumido los dirigentes del PRI, el beneficiario neto y mayoritario está llamado a ser Peña Gómez.

La capacidad conciliatoria de Peña podría despertar admiración y respeto aún entre los majlutistas que militaron más ardientemente en el antiperredeismo. Partiendo de los cerca de 69 mil votos cosechados por Majluta en 1994, no hay razón para desestimar que el binomio Peña Gómez-Alvarez Bogaert reciba una mayoría.

En la historia moderna de las alianzas políticas dominicanas el mayor aporte de votos corresponde al Partido Unidad Democrática, con 53 mil 990 en 1994. En los comicios de 1982, el Partido Quisqueyano Demócrata aportó a Balaguer 35 mil 355 votos. La Estructura dio a Majluta 112 mil 617 votos en 1986, pero no cataloga como alianza, puesto que gran parte fueron votos del mismo PRD que, por luchas internas se expresaron en otra boleta. Y ese partido había sido fundado bajo el carisma del propio candidato presidencial perredeista.

Aportes decisivos

En las tres últimas elecciones generales los aportes, aún pequeños de los aliados políticos fueron decisivos o fundamentales en los resultados, especialmente en 1990, cuando los partidos Quisqueyano Demócrata, de Veteranos Civiles y La Estructura le sumaron a Balaguer justamente la diferencia que al final exhibió sobre Bosch. Esta fue de 30 mil 339 y el aporte tripartito de 30 mil 21 votos.

Ya en 1986 el PQD y los veteranos aportaron a Balaguer 21 mil 815 sufragios que fue cerca del 50 por ciento de los 46 mil 244 que lo separaron de Majluta. Y en 1994, los cinco partidos aliados con boleta propia, dieron al caudillo reformista 12 mil 119 votos, más de la mitad de los 22 mil 281 que le atribuyó el cómputo electoral por encima de Peña Gómez. Si para esos comicios el líder del PRD hubiese conseguido, como ahora, aliarse al MIUCA, se le habrían sumado 22 mil 548 votos, o sea 267 más que los que lo separó de Balaguer.

Pero aún en términos de votos nunca se sabe con exactitud cuánto suman los aliados, puesto que muchos ciudadanos y ciudadanas marcan la primera foto que encuentran del candidato preferido. Las alianzas también pueden restar a un contrincante, como ocurrió en 1994 cuando los 53 mil 990 votos de la UD valieron doble, porque de lo contrario, lo más probable es que hubiesen sido depositados por Balaguer.

Las alianzas suman también términos sicológicos, pues conforman idea de que quien suma muchos aliados es porque tiene posibilidades, y porque puede colocar a la defensiva a sus competidores, sobre todo si los demás van solos como parece que ocurrirá al PLD este año, o si van con pocos aliados, como pinta la situación del PRSC.-