Si Hipólito Mejía enmienda algunos errores podría repuntar antes de las elecciones

Por Juan Bolívar Díaz

            La generalidad de las encuestas publicadas desde enero pasado y la percepción generalizada en la opinión pública apuntan a que de la votación del 16 de mayo próximo no saldrá el próximo presidente dominicano, por lo que habría que celebrar una segunda ronda el 30 de junio.

            Hasta enero pasado se podía apostar a la posibilidad de que Hipólito Mejía, el candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) pudiese salir electo en la primera vuelta electoral, pero el fortalecimiento de la candidatura reformista del doctor Joaquín Balaguer con la adición de Jacinto Peynado, le robó espacio y simpatías.

            Sólo un desempeño extraordinario de Mejía en la recta final de la campaña iniciada esta semana, y una mayor eficacia de la maquinaria electoral perredeista dentro de una estrategia certera para atraerse votos de las clases medias, podría cambiar el curso de la

situación y economizarle al país la doble vuelta.

Fortaleza indiscutida

            Nadie discute ni ha discutido en serio a lo largo de la campaña que el candidato del PRD alcanzará la mayoría relativa en la primera vuelta. Ninguna de las encuestas acreditadas en el país le ha otorgado menos del 40 por ciento. Más bien se ha mantenido con un promedio sobre el 45 por ciento, tomando en cuenta los resultados de Gallup para Rumbo, Hamilton and Staff para Hoy y Penn and Schoen para El Siglo.

            Hasta diciembre las simpatías se expresaban en favor de Hipólito Mejía, entre 47 y 48 en Gallup, 46 y 49 en Hamilton y 51y 52 en Penn. Entonces había razones para considerar la posibilidad de una barrida en primera vuelta. Se llegó a hablar de una ”hipolitomanía”.

            Pero el cuadro comenzó a cambiar en enero, en un proceso que no ha cambiado de curso en todo el primer cuatrimestre. Descenso sistemático de las preferencias por Hipólito, aunque en promedio no han pasado de 3 a 4 puntos por encuesta, que por cierto se han distribuido entre sus dos contrincantes, con lo cual ninguno le ha podido descontar ventaja en términos considerables.

            La encuesta del diario Hoy es donde más ha reducido la ventaja de Mejía en lo que va de año, de 49 en noviembre, cayendo a 42 en enero, 43 en marzo y 40 en abril.

            En la de Rumbo de 47 en diciembre el perredeista va perdiendo un punto en cada una de las investigaciones de enero, febrero y marzo, para anclar entonces en 44 por ciento.

            Penn and Schoen, que en octubre llegó a registrarle el 52 por ciento de las preferencias electorales a Hipólito Mejía, lo redujo a 50 en enero, y a 44 por ciento en marzo y abril. Aunque esta encuestadora, en votación con papeleta en urna, le registró 47 por ciento en marzo y 46 en abril.

            Aunque ha mantenido la tendencia bajista, Mejía registra en las encuestas de este año un promedio de 42 por ciento en Hamilton, de 45 por ciento en Gallup y 47 por ciento en Penn and Schoen, sin contar los resultados de esta última en votación en urna, que elevarían su promedio en uno o dos puntos más.

Balaguer vs. Hipólito

               Si a algo debe atribuirse el ligero descenso de las preferencias por Hipólito Mejía, es al ascenso del candidato del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), a quien Gallup otorgaba apenas 16 por ciento en diciembre, 22 en enero y 23 en febrero para ascender hasta 26 en marzo. Como se ve en la serie de esa firma, Joaquín Balaguer creció un 125 por ciento en relación a su puntuación de fin de año. Hamilton lo llevó del 19 por ciento en noviembre, a 20 en enero, 24 en marzo y 26 en abril. Mientras Penn le atribuyó 22 por ciento en octubre, 20 en enero, 24 en marzo y 29 en abril.

            El candidato del Partido de la Liberación Dominicana cayó en las encuestas Gallup del 28 al 25 por ciento entre diciembre y marzo, perdiendo exactamente un punto cada mes. En las investigaciones de Hamilton Danilo Medina se ha mantenido oscilando ligeramente, pero sin avanzar nada, desde 26 en noviembre, a 27 en enero, a 25 en marzo y 26 por ciento de nuevo en abril. Y Penn le registra 23 por ciento en octubre, 27 en enero y vuelta a 23 por ciento en marzo, para marcar 25 por ciento en la última, en abril.

            Se puede advertir contundentemente en estas tres encuestas que Danilo Medina no ha podido avanzar en las preferencias electorales desde octubre del año pasado, cayendo en las series de Gallup y Hamilton, y ascendiendo 2 puntos en la de Penn and Schoen.

            Demostrado que es Balaguer el único beneficiario de los puntos descendidos por Hipólito Mejía, habría que convenir en que ha sacado ventaja de la complacencia perredeista, que busca ganar votos colorados en la casi segura segunda vuelta. Esa línea táctica parte de la convicción de que el enemigo a vencer es el PLD y que éste quedará en segundo lugar, lo que ha sido puesto en dudas en los últimos dos meses, tanto por las encuestas como por la convicción pública.

            Es posible que la espontaneidad discursiva de Hipólito Mejía, que si bien es atractiva para un porcentaje de la población, es su Talón de Aquiles para otra parte considerable, haya contribuido a su descenso en las preferencias marcadas por las encuestas. Pero también debe considerarse la posibilidad de que en sus porcentajes iniciales influyera el desconcierto de los reformistas, entusiamados a partir de mediados de febrero cuando se formó la candidatura Balaguer-Peynado.

Sólido candidato

            Hipólito Mejía ha demostrado, contrario a lo que opinan algunos comentaristas, que es un candidato de gran aceptación popular, ayudado, obviamente, por serlo del partido más antiguo y de más fiel militancia en la historia nacional. Para los militantes reformistas, en el poder durante 22 de los 36 años desde la fundación de su partido (61 por ciento de su existencia) ha sido fácil mantener la lealtad, por demás con un sólo líder

y caudillo.

            Los perredeistas han tenido que ser más fieles, pues sólo han estado en el poder durante 8 y medio de los 39 años que tiene su partido operando en el país, es decir que sólo han “disfrutado del poder” en el 21 por ciento de su período de lucha, habiendo pasado por tempestades como el golpe de estado de 1963, la revolución del 65, las terribles persecuciones del período postrevolucionario, las divisiones que determinaron las salidas de Juan Bosch y Jacobo Majluta y finalmente por las muertes precipitadas de Antonio Guzmán y José Francisco Peña Gómez. Además de las persecuciones contra el ex-presidente Salvador Jorge Blanco y algunos de sus colaboradores.

            El voto firme del candidato perredeísta se explica también en el margen de simpatías que ese partido mantiene en el electorado, probablemente derivado más de sus aportes al fortalecimiento del proceso democrático, desde el poder como en la oposición, que de sus gestiones gubernamentales.

               Mejía muestra sus debilidades, especialmente sus limitaciones para la conceptualización política y el discurso, tanto como su afición al espontaneismo de hechos como de palabras, que lo llevan a responder con rapidez chispeante, lo que obviamente ha ampliado el número de sus equívocos políticos.                                                                                          Para un segmento importante de la población, especialmente los de los sectores más instruidos, como los de las clases medias y medias altas, la conceptualización discursiva y el aplomo en las respuestas son muy importantes. Algo que el candidato perredeista ha pretendido ignorar.                   

            Lo mismo ocurre con su sencillez en el vestir y en el comportamiento social. A duras penas han convencido a don Hipólito de que tiene que hacer mayores concesiones a los sectores “de la sociedad”, que disfrutan el protocolo y exigen el buen vestir.

            Desde luego, las limitaciones de Mejía no son en absoluto serias para un buen ejercicio de gobierno. La mejor prueba podría ser don Antonio Guzmán, quien tampoco tenía conceptualización ni capacidad discursiva. E incluso las tenía menores cuando fue candidato, y según varias encuestas es el mejor mandatario que ha tenido la nación.

Cierto que al lado de Balaguer y Bosch en sus épocas, de Peña Gómez y de Leonel Fernández, hipólito Mejía es un boy-scout en materia de conceptualización política y discursos.

            Pero probablemente esas limitaciones no le permitan atraerse las simpatías que parecen faltarle para ganar en la primera vuelta. Aunque está por verse si el PRD desarrolla todas sus potencialidades en la recta final de la campaña. Hasta el momento más bien ha predominado la dispersión y la falta de cohesión en el trabajo electoral.

            Los perredeistas siguen proyectando la imagen de son una asociación de grupos que pelean por el patrimonio histórico del arraigo popular, con intereses sectoriales superpuestos. No es por accidente que tienen dos presidentes, dos delegados ante la Junta Central Electoral, como tres jefes de prensa y comunicaciones y no se sabe cuantas duplicidades más. Como el mantenimiento de la unidad, tras la larga campaña interna, tuvo su costo institucional para el partido, les ha resultado difícil cohesionarse y lograr mayor eficiencia.

            Sólo si superan esas limitaciones y su candidato hace algunas concesiones discursivas, tendrían posibilidad de algún repunte en las tres semanas restantes para la votación del 16 de mayo. De lo contrario, nadie despinta la segunda ronda el 30 de junio. Y entonces el espectro del 96 rondará sobre el perredeismo, aunque esta vez en condiciones menos desvantajosas.-