El Gobierno: ni tan malo como lo ven, ni tan bueno como quiso

Por Juan Bolívar Díaz

            Transcurridas las tres cuartas partes del gobierno del presidente Leonel Fernández y su Partido de la Li9beración Dominicana (PLD), el balance positivo es mayor del que la generalidad de la oposición está dispuesta a admitir, pero por debajo de las expectativas que generaba una organización política que se vendía como la única en capacidad de redimir la nación de sus males ancestrales.

            Obviamente que el origen del gobierno, cifrado en el “generoso apoyo” del ex-presidente Joaquín Balaguer y sus seguidores más comprometidos con las prácticas que el PLD decía combatir, conllevó límites de acción y ataduras de las que los jóvenes mandatarios no se han podido liberar.

            Ello y su inmensa capacidad para la pugnacidad los llevó por una ruta de enfrentamientos y descalificaciones que les hicieron perder demasiado tiempo, apareciendo como excluyentes y desperdiciando oportunidades de atraerse importantes sectores que les habrían ayudado a neutralizar los aires sectarios que han afectado su desarrollo como partido.

El último cuarto

            El gobierno inicia el lunes 16 de agosto su último cuarto en unas perspectivas políticas poco halagueñas, de acuerdo a la percepción de la opinión pública y las encuestas políticas. Hasta el punto que los tres años en el poder no le han permitido abrirse un espacio propio para mantenerlo y sus posibilidades siguen cifradas en que el anciano caudillo reformista vuelva a beneficiarlo en una eventual segunda ronda electoral.

            Son pocos los que creen que en los meses venideros pueda cambiar el balance, en medio de una campaña electoral que obligará al PLD a desarrollar su mayor capacidad de confrontación en su viejo empeño por descalificar e invalidar al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), cuya negación es parte de su origen.

            Las realizaciones económico-sociales de estos tres años registran limitaciones, equívocos y deficiencias, pero también muchos éxitos relativos, comparadas con los gobiernos anteriores, tanto de Balaguer, como los de Salvador Jorge Blanco y Antonio Guzmán.

            Pero donde radican sus mayores contradicciones es en el campo político: se desgastaron increíblemente en caminos equivocados, tratando de abrir brecha para una imposible reelección presidencial, apostando inútilmente al favor reformista para las elecciones congresionales y municipales del año pasado, y luego arrebatando al PRD el espacio que le dieron los electores, sin importar el precio ni el costo.

            El equipo de gobierno comenzó lanzando un paquete de reformas económicas tan irreal que no consiguió el apoyo de ningún sector político o económico, incluyendo al astuto Joaquín Balaguer que en nada se ha comprometido en favor de las realizaciones del presidente Fernández. Al igual que el PRD siempre guardó distancia de las reformas económicas propuestas, formando coro con los que se desligaban de nuevos impuestos.

            El gobierno peledeista quedó atrapado en una serie de contradicciones, especialmente en el hecho de que su principal punto de apoyo político de origen estaba llamado a buscar rápida distancia si pretendía algún día recuperar el papel protagónico que había jugado en la política nacional de las últimas tres décadas.

            El “desinterés” del apoyo reformista en 1996, se manifestó desde el principio en guardar su distancia. Por eso Balaguer no aceptó ni de juego la idea de asumir algunos ministerios, como se barajó en principio. Necesitaba mantener el diferencia. Mucho menos se iba a comprometer en un apoyo al gobierno de forma gratuita. No tenía nada que ganar por ese camino.

Importantes logros

            A pesar de la poca experiencia administrativa y ejecutiva del equipo dirigencial del PLD, sus éxitos son considerables, especialmente en haber logrado mantener la estabilidad macroeconómica heredada del último período, de dos años, de Balaguer, con un crecimiento promedio sobre el 7 por ciento, aunque pagando un costo en depreciación del peso y en altas tasas de intereses que han penalizado a los sectores productivos.

            La mejoría registrada en el servicio energético, en las recaudaciones fiscales y la administración pública (con niveles salariales equitativos), el inicio de la privatización y una mayor eficiencia en el ministerio público judicial, son también haberes que habrá de reconocérsele al gobierno del doctor Fernández.

            Sin embargo, sus dos logros emblemáticos son la dinámica política exterior, que insertó el país en los escenarios internacionales y rescató la calidad del servicio diplomático y la política de mejoramiento del transporte. Este gobierno pasará a la historia como el de las soluciones viales, por el promedio de sus inversiones en este sector, tan alto que ha conllevado un rechazo significativo restándole méritos, junto a la concentración y poca transparencia en la adjudicación de las obras y en la importación de 600 autobuses.

            Las cifras indican una mayor inversión en educación y salud pública, en relación al abandono de los últimos diez años de Balaguer, pero no en los términos necesarios para el desarrollo nacional, sin siquiera haber recuperado las proporciones registradas en los principios de la década del 80.

            Gracias a la apertura del Presidente Fernández, no así del partido en su conjunto, el gobierno contó con una serie de colaboradores fundamentales en algunos de los logros, como por ejemplo, Héctor Valdez Albizu, Eduardo Latorre, Antonio Isa Conde, Hamlet Hermann. Sin embargo, esa política no logró bajar en otros niveles de la Sociedad Civil, donde quedó más en un interés de cooptación que de dar participación.

Obvias deficiencias

            No son tantas como le atribuyen sus opositores, pero el gobierno registra graves deficiencias, las principales de las cuales pueden haber sido la concentración de la inversión en áreas urbanas, especialmente en el DN, la ausencia de políticas sociales (más allá del aumentado desayuno escolar) para combatir la pobreza galopante, y de efectivas providencias para incentivar a los sectores productivos en la transición de la apertura comercial.

            Es evidente que la corrupción administrativa se ha reducido considerablemente durante estos tres años, pero no en los términos que el PLD prometió, y su recurrencia a la compra de opositores en con Congreso y los municipios deslució los avances en la pulcritud administrativa. Vale señalar que la política de otorgamiento de las obras públicas ha seguido el mismo patrón que antes se criticaba y que tanto se presta a la acumulación rápida de riquezas, encareciendo la infraestructura.

            El presidente Fernández fue pieza clave en la conformación de la nueva Suprema Corte de Justicia, que tanto ha contribuido a cambiar el tercer poder del Estado, creando enormes expectativas. Pero las contradicciones e incoherencias le han diluido el mérito, pues su gobierno y partido han aparecido demasiado enfrentados a esos jueces, al punto de haber auspiciado una ley de contrareforma judicial , pese al rechazo de la opinión pública y casi toda la Sociedad Civil, cuya instancia de inconstitucionalidad fue aceptada por el máximo tribunal.

            Es probable que con el tiempo el gobierno de Leonel Fernández sea enjuiciado con más generosidad que en la actualidad. Pero al balance limitado contribuye las grandes expectativas que despertaron tanto el PLD en sus primeras dos décadas como su joven líder en la pasada campaña presidencial. Pero llegaron al poder con las alas recortadas por decisión propia en aras del favor de quien encarnaba lo que se había negado tan sistemáticamente: Joaquín Balaguer.

El gran fracaso

            El gran fracaso político de estos tres años de gobierno ha sido que habiendo optado casi desde el comienzo por el enfrentamiento al PRD, sólo ha logrado su fortalecimiento. Desaprovecharon la transición del liderazgo de José Francisco Peña Gómez, al pretender un apoyo incondicional que no se da en la política. Y que el PLD ni remotamente había merecido, dado el tipo de oposición que hizo a los gobiernos perredeistas.

            Moribundo el gran lider del PRD dio claras señales de querer una negociación. Pero los peledeistas no desaprovecharon titubeos para descalificar a su partido y a él mismo, casi tan furibundamente como en la campaña electoral de 1996. Luego apostaron a vencerlo en las urnas municipales y congresionales. Más tarde se fueron al despojo en la Cámara de Diputados y en la Liga Municipal y finalmente jugaron a su división en el proceso de elección de candidato presidencial.              

            Todo ello mientras hablaban de diálogo. Y no parecen tener criticidad suficiente para advertir que ese camino no les ha dado réditos. Están esperando que los perredeistas le firmen el “Pacto Histórico”, mientras lo descalifican por completo, lo mismo que a su candidato presidencial. Y han vuelto a hablar del caos, del atraso, de la falta de sosiego, del salto al vacío y el peligro que representa el PRD para la preservación de la nación, aunque todavía faltan más de 9 meses para las elecciones.

            Tal vez por lo fácil que le resultó ganar los comicios de 1996 con el apoyo de Balaguer, la política del PLD ha persistido en pretender que el PRD le va a resolver sus problemas, mientras lo descalifican y hostigan. Como si todos los días fueran de fiesta o todos los billetes salieran premiados. Y en esa política de incoherencia el PLD y el presidente Fernández han perdido demasiado tiempo, para llegar al final sin fuerzas propias suficientes para desprenderse del balaguerismo y ganar su propio juego.-