El 1999 comienza en medio de las esperanzas ciudadanas de que los políticos logren entenderse

Por Juan Bolívar Díaz

            Si algo quedó claro en los resúmenes y balances de fin de año y en las expectativas para 1999 es el deseo ciudadano de que el liderazgo político opte definitivamente por la concertación y cooperación para fortalecer la institucionalidad democrática y avanzar en las reformas económico-sociales que requiere la nación, junto al temor de que en este año preelectoral el enfrentamiento se profundice.

            Es generalizado el criterio de que la principal responsabilidad en la creación del clima que permita la concertación política está en manos del Poder Ejecutivo y particularmente del Presidente de la República, en su condición de primer líder de la nación.

Quien más se beneficiaría de esa concertación política sería el presidente Leonel Fernández, que de esa manera podría hacer más productivos sus últimos 20 meses de gobierno, concentrando su atención en asuntos básicos del desarrollo nacional y tallándose una imagen de estadista que le garantizaría consolidar un liderazgo político de largo plazo.

Clamor general

            El enfrentamiento entre los poderes del Estado y los principales partidos políticos dominó los análisis de fin de año de los periodistas, sociólogos y politólogos y de los líderes sociales, desde las instituciones cívicas y organismos no gubernamentales, hasta las iglesias.

            Fue generalizado el criterio de que el gobierno perdió demasiado tiempo en el enfrentamiento, tras negarse a aceptar la realidad impuesta por los resultados electorales de mayo del 1998, y que el Congreso fue lento en el conocimiento y aprobación de importantes proyectos de reformas que radican en sus escritorios desde hace meses.

            En la radio y la televisión, como en los diarios y revistas quedó la preocupación ciudadana de que la nación siga transitando el camino del enfrentamiento, temiéndose que se profundice con la disputa por el control de la Liga Municipal y que ya nadie pueda detenerla hasta el próximo torneo electoral. Sin garantía de que, cualquiera que sea su resultado, el clima estéril no se prolongue indefinidamente.

               Esas preocupaciones estuvieron presentes hasta en las tertulias familiares y en las oraciones de principio de año, donde invariablemente emergía el deseo de la ciudadanía de que el interés nacional sea tomado más en cuenta por los líderes políticos. Al mismo tiempo se registró cierto pesimismo, pues ni siquiera en medio de las fiestas navideñas bajó significativamente el clima de enfrentamiento.

Esperanza persistente

            Pese a los reiterados fracasos del año recién concluído en los tímidos intentos de concertación política, la ciudadanía y los medios de comunicación han persistido en manifestar esperanzas de que la situación cambie significativamente. Por eso sería que el diario Hoy interpretó, el 2 de enero, como una señal de buen inicio, el que líderes del PRD y el PRSC acudieran al Palacio Nacional a saludar al presidente en el jornada del año nuevo.

            No sólo hubo intercambios de abrazos y sonrisas, sino reiteraciones de buenos propósitos de concertar, por parte del presidente Fernández, del presidente del PRD, Enmanuel Esquea, del secretario general de la LMD, Julio Maríñez, del secretario de la Presidencia, Danilo Medina, del presidente del PRSC, Donald Reid Cabral y de legisladores.

            Sin embargo, una lectura a fondo de esos acontecimientos, tomándose en cuenta los propósitos tantas veces anunciados en el pasado reciente, indican que nada de eso es suficiente, que falta una firma voluntad política, que persiste el interés de descartarse, sino eliminarse, mutuamente.

            De parte de los voceros del PLD y su gobierno predomina el reclamo de que la oposición apruebe sus proyectos de reformas. En los perredeístas que el Ejecutivo les reconozca las mayorías que obtuvieron en los comicios del año pasado y no trabaje para comprarle o sonsacarle legisladores y funcionarios municipales.

Bases de partida

            En esos dos reclamos se encuentran, precisamente, las bases en que podrían descansar las conversaciones para una siquiera relativa concertación. Ninguno de los dos reclamos son desproporcionados ni gravosos para los respectivos contendientes políticos.

            No debería ser motivo de discusión que un partido y un gobierno tengan consideración por unas mayorías abrumadoras otorgadas por los electores, apenas unos meses atrás, en comicios transparentes. Conspirar para deshacerlas, sean con buenas o malas artes, implica la declaración de guerra, no una invitación al acuerdo y al arreglo.

            Por más justificaciones que se les quieran dar, la línea peledeísta de trabajar para anular las mayorías ganadas por los perredeistas, en cualquier parte del mundo excluye el consenso. Igual si fuere al revés, si los segundos se dedicaran a sonsacar militares y políticos, con buenas o malas artes, para desconocer el poder con que fue investido el PLD en 1996.

            En la política dominicana siempre ha existido esa tentación. De ahí que en los gobiernos perredeistas, el PLD pidiera reiteradas veces la renuncia de los presidentes Guzmán y Salvador Jorge Blanco.

            Del otro lado, los perredeístas no pueden negar la viabilidad de la generalidad de las reformas pendientes. Constan en sus programas de gobierno. Es que en realidad no ha habido mayores diferencias programáticas ni ideológicas entre esos dos partidos. Por lo menos en la última década. Obstruir las reformas arancelaria y fiscal, la creación de un verdadero régimen de seguridad social y otras políticas de combate a la pobreza, sería sancionable por los electores.

            Y es que esas reformas ya son reclamadas hasta por quienes se oponían a ellas hace poco. Persisten diferencias sobre los niveles de los aranceles o en cuanto a como se compensará fiscalmente el desmonte de estos. Y ahí hay un margen para la discusión, y hasta cierto nivel de consenso entre los mismos sectores empresariales. No es descartable que algunos perredeistas quisieran negociar con intereses empresariales reivindicaciones parciales, que en ese caso deberían denunciarse o hacerse transparentes.

El primer paso

            ¿A quién corresponde dar el primer paso? Al PRD aprobando las reformas y otros proyectos del gobierno, incluso el de reforma constitucional, o al PLD y su gobierno reconociendo que sus rivales ganaron legítimamente el control del Congreso y de los municipios?

            Que en última instancia el PLD tiene derecho a aliarse con los reformistas o con quienes quieran en aras de objetivos políticos, nadie debería discutirlo, si el Ejecutivo no necesitara la colaboración perredeistas desde el Congreso. Porque estos tienen también legítimo “derecho” político a rechazar lo que no les guste o no quieran aprobar, si no les importa la colaboración del Poder Ejecutivo.

            Son los legítimos resultados de las dos últimas elecciones los que obligan a una intercolaboración y concertación, por respeto a los electores que fueron los responsables de que el Poder Ejecutivo esté en unas manos y el Legislativo y Municipal en otras.

            El primer paso en la transacción corresponde al Ejecutivo. Primero porque está más encarnado en un liderato personal, el del Presidente de la República. Segundo, porque es tradicional y realmente el más fuerte. Tercero porque es la persona individual más responsable ante los electores del rumbo del Estado. Y cuarto porque es a quien mas beneficiaría la concertación.

            Pero si se quiere ser más flexible el primer paso puede ir paralelo. El gobierno lo ofrece si el PRD hace una declaración pública de compromiso con las reformas. Lo que no puede seguir pretendiendo el gobierno, porque no va para ningún lado, es que los perredeístas concerten con ellos mientras se juntan con los reformistas para sonsacarle legisladores o regidores a sus contrincantes. Con o sin compra, pero mucho más grave si implica ese método de corrupoción política, por demás condenado por la ley.

Conviene a LF

            A quien más conviene una concertación ahora es al Presidente Leonel Fernández. No debe darse el lujo de terminar su período sin haber mostrado capacidad para obtener colaboración en orden a objetivos nacionales básicos. Encaminar las reformas lo dejaría mejor situado para prolongar su liderazgo a largo plazo y mejorar sus posibilidades de un retorno en la subsiguiente elección presidencial.

            El tiene la materia prima política y personal fundamental para edificar un liderazgo perdurable, contra lo que conspira la incapacidad de concertación que se atribuye a su partido. Todavía mucha gente lo diferencia a él del sectarismo de que hacen gala otros líderes peledeistas.

            Si al concluir su gestión Fernández puede mostrar algunas cosas más trascendentes que soluciones viales de alto costo, tendrá más oportunidades de mantenerse como principal líder de su partido, y como reserva de Estado para dominicanos y dominicanas. Se afianzaría en la Sociedad Civil que ha estado a la cabeza en el reclamo de concertación y que ha criticado persistentemente que el gobierno no logra pasar en esa materia de la palabra a los hechos.

Por demás, el enfrentamiento con el PRD no le dio resultado en los comicios de mayo de 1998 y nada garantiza que ahora sí. Cuentan con que confrontar al perredeismo pueda dividirlo, pero hay quienes creen que produce el efecto contrario: obliga a posponer o reducir las tensiones internas para enfrentar al agresor externos.

Todavía muy recientemente el propio Presidente Fernández ha insistido con enfatizada sinceridad, entre amigos y relacionados, en la necesidad de la concertación. Algunos no logran entender las razones por las que no ha podido dar el primer paso concreto para lograrla.