Por Juan Bolívar Díaz
Tras regresar esta semana desu viaje de diez días por Europa y Nueva York, el presidente electo Leonel Fernández concentrará su atención en montar el armazón para su gobierno a iniciarse el 16 de agosto para lo cual tendrá que seleccionar unos 300 funcionarios que son la cúspide de la burocracia gubernamental, incluyendo las instituciones desentralizadas y las empresas estatales.
Entre las prioridades del doctor Leonel Fernández se encontrará una reunión con el Presidente Joaquín Balaguer, no para definir aspectos protocolares de la transición, sino para establecer el nivel de participación de su Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) en la nueva gestión gubernamental, tratando de frenar la precipitación que muestran los reformistas por irse a la oposición, lo que haría más difícil la gobernabilidad del país.
El nuevo presidente haría muy bien en procurar una reunión con el doctor José Francisco Peña Gómez , no solo buscando abrir reales posibilidades a su proyecto de “gobierno de unidad programática”, sino también para iniciar un acercamiento que lo lleve a una posición de equidistancia frente a las dos principales fuerzas políticas que le permita negociar la gobernabilidad con un período de gracia que deberá ser superior a los clásicos cien días.
Decisiones trascendentes
Aunque su viaje de diez días que lo llevó a Belgica, España, Francia y Nueva York implicó numerosas reuniones y un horario rígido, le habría permitido al doctor Fernández botar el golpe de la campaña electoral para ponerse las pilas con que deberá emprender su carrera de estadista, la cual tendrá un despegue bien difícil, dadas las debilidades congresionales y municipales de su partido y pendiente sobre él la sombra del más grande de los caudillos de nuestra historia, el doctor Balaguer, y de frente a un líder que consiguió casi el 50 por ciento del respaldo en las urnas, el doctor Peña Gómez.
La primera decisión importante que tendrá que adoptar el presidente peledeista es si formará un gobierno sólo en base a los cuadros de su partido, o si insistirá ante el PRSC y el PRD en la posibilidad de compartir la administración pública. En circunstancias normales ningún nuevo presidente tiene que estar preocupado porque otros partidos participen o no en su gobierno. Pero cuando tiene debilidades de gobernabilidad la cosa cambia.
Fernández tiene la opción adicional de buscarse colaboradores independientes, e incluso de ganar simpatías en la sociedad civil, llamando a algunos de sus mejores cuadros a desempeñar funciones guernamentales, que a lo mejor es lo que tenga que hacer. Podría también encontrar suficientes talentos en las filas de su partido y los grupos sociales que le dieron respaldo. Pero ese sería el camino mejor asfaltado para que los dos grandes partidos transiten rápidamente a la oposición, creándole mayores dificultades en los ámbitos legislativo, judicial y municipal.
Lo que le conviene al nuevo gobierno es contener el paso de los reformistas a la oposición, estableciendo el mejor clima de colaboración con los perredeistas. Lo primero es lo lógico y lo segundo lo difícil, dado el hecho del Frente Patriótico y de las heridas dejadas por una campaña electoral desgarradora. .
Compromiso reformista
Los principales dirigentes del PRSC siguen empeñados en dejar establecido su desinterés en formar parte del nuevo gobierno. Eso fue reiterado el lunes 22 de julio en una entrevista televisiva del doctor Víctor Gómez Bergés, quien llegó a denunciar que hay reformistas que se la están buscando con las nuevas autoridades, como si las mismas no fueran fruto de una alianza en la que el partido colorado puso la diferencia de votos que le dieron la victoria a los candidatos peledeistas.
Cierto que ambas partes dijeron que tal apoyo era desinteresado. Pero eso no le resta una responsabilidad a los reformistas de colaborar con los nuevos gobernantes, a quienes les resultaría bien cuesta arriba emprender solos el proyecto de gobierno, sin contar con el Congreso, los municipios ni la posibilidad de controlar por sí solos el Consejo Nacional de la Magistratura, del que dependerá la integración de la Suprema Corte de Justicia que a su vez escogerá los jueces.
Puede ser que al interés partidario de los reformistas le convenga desligarse desde el principio del nuevo régimen, contando con que éste cumpla con el compromiso de no realizar despidos masivos en la administración pública. Pero no luce que eso sea lo más conveniente a la gobernabilidad del país. En el PRSC parece predominar el temor a que el PLD pueda succionarle parte de sus cuadros y militancia, si mantienen por mucho tiempo cierta identidad.
El peligro para el doctor Leonel Fernández es que en una negociación con el Presidente Balaguer este aplique todas sus artes y pida demasiado en el nuevo régimen, como forma de compensar los riesgos de una alianza prolongada.
Acercamiento a Peña
En los sectores peledeistas más abiertos existe el criterio de que seria conveniente un acercamniento con Peña Gómez para abrir perspectivas de éxito al nuevo gobierno, habida cuenta de que hay más concidencias programáticas con los perredeistas que con los reformistas. Reconocen, empero, que todavía en su propio partido hay sectarismos antiperredeistas muy arraigados, además de que ahora se registra renuencia de los perededores a darle una mano a quienes salieron victoriosos de la dura campaña electoral recién concluída.
Desde la campaña electoral de 1990 sectores liberales vienen abogando por un consenso entre peledeistas y perredeistas como forma de garantizar avances democráticos. Peña Gómez fue siempre más abierto a ese camino, rechazado reiteradas veces por el profesor Juan Bosch. Debe presumirse que después de la negociación con los reformistas y la reducción de su líder histórico al PLD se le haría teóricamente más fácil comprender los beneficios de un posible acuerdo táctico con el PRD. Habría que ver ahora si los perredeistas estarían en la misma disposición, tras las heridas que dejó abierta la campaña electoral.
Las perspectivas de una colaboración perredeista a la administración del PLD son extremadamente remotas, para no decir que nulas. Pero Leonel Fernández puede discutir con Peña Gómez la “unidad programática”.Ello puede comenzar por identificar una serie de proyectos vitales para el desarrollo, en algunos de los cuales, como el de ley energética, hubo coincidencias entre las posiciones de ambos partidos cuando se debatió en la pasada legislatura. Está también el amplio espacio para las reformas políticas e institucionales.
Un camino para el acercamiento puede ser elegir un perredeista para presidir la Cámara de Diputados. El Senado tendría que quedar en manos del PRSC, ya que aunque quieran será imposible privarlo de la presidencia, a menos que se produzca la deserción de algún senador reformista, lo que luce improbable y hasta inconveniente, al menos para la legislatura a iniciarse con el nuevo período de gobierno. Ello implicaría que el PLD quedaría sin control de ninguna de las cámaras. Pero sería el costo inicial del gobierno de unidad programática. Si el PLD pacta con el PRSC para quitar la presidencia de la camara baja al PRD, a quien con sus aliados le faltan apenas tres votos para la mayoría, estaría matando en la cuna el propósito de unidad programática enunciado por el presidente electo. En tal caso, las posibilidades legislativas quedarían a expensas del partido colorado.
Otro factor de consenso
Otro factor que tiene el doctor Fernández para la negociación de consenso es la aplicación de la ley que otorga el 20 por ciento de las recaudaciones de Rentas Internas a los municipios, lo que por sí solo aumentaría considerablemente los recursos de los ayuntamientos, en manos del PRD y del PRSC. Con el perredeismo podría negociar una mayor atención financiera al cabildo capitalino, lo que en definitiva redundaría en beneficio de la mayor población del país y capital de la República. Intentar repetir la política balaguerista de estrangular económicamente a los cabildos para concentrar la inversión económica, conspiraría contra el propio programa del PLD y alentaría la oposición.
Hasta los reformistas criticarían al PLD lo que ellos hicieron durante los 22 años que gobernaron el país. De hecho, la semana pasada, tras una reunión con el Presidente Balaguer, los síndicos reformistas salieron del Palacio Nacional reclamando el cumplimiento de la ley que asigna los recursos financieros a los ayuntamientos. Los peledeistas no pueden contar con que la opinión pública les celebre la repetición de la concentración y las ilegalidades balagueristas. Ellos prometieron un nuevo camino de institucionalidad y desentralización.
Una visión mezquina pretendría que renunciando a la presidencia de las cámaras y otorgando mayores recursos a los ayuntamientos controlados por reformistas y perredeistas, el PLD estaría concediendo mucho y disminuyendo el ámbito de acción del Poder Ejecutivo. Pero ese puede ser un costo ineludible en la búsqueda de la gobernabilidad. Y era un problema visible que por demás fue discutido en la campaña electoral.
Conformar el gobierno
Las tareas que tiene por delante el presidente electo para las próximas tres semanas son verdaderamente ingentes y serán su prueba de fuego. Ninguna de las opciones a mano resultará de fácil ejecución. Incluso la selección de los profesionales y técnicos de su partido que asumirán funciones ejecutivas, puesto que ya hay muchos aspirantes a ocupar los cargos principales.
Están de por medio también los compromisos implícitos con los grupos de poder económico que le dieron respaldo y que aspiran a colocar algunos de los suyos en posiciones claves de la administración pública. Hay que sumar los funcionarios actuales, algunos de los cuales no ocultan su deseo de ser ratificados. Lo mismo en el ámbito civil que en el militar.
Como todo nuevo presidente, Fernández deberá extremar su olfato para escoger un equipo de altos funcionarios que inspire confianza, por su capacidad como por honradez, sobre todo a la luz del compromiso peledeista de ejercer un poder sin corrupción administrativa, meta difícil para cualquiera que asuma el poder en un país donde el cargo público es considerado como la oportunidad de prosperidad económica y ascenso social.
Al doctor Leonel Fernández hay que desearle suerte en el arranque de su gobierno. Tiene a su favor el amplio consenso nacional en la aspiración de fortalecimiento institucional y democrático, que sobrepasa el interés partidario. Requerirá grandes dosis de generosidad y comprensión de la opinión pública, pero sobre todo de sus más cercanos colaboradores personales y compañeros de partido.-