Por Juan Bolívar Díaz
Con casi dos meses en el debate del proyecto de Presupuesto para el año que discurre y de las reformas fiscales que le acompañan, y sin perspectivas de un pronto acuerdo entre el gobierno y la oposición, la política dominicana vuelve a mostrar su extrema circularidad, las dificultades para la concertación, y la escasez de principios que la rigen..
A medidas que pasan los días los intereses partidarios, con miras a los comicios congresionales y municipales del próximo año, y la recomposición del liderazgo político para las elecciones presidenciales del 2 mil, parecen reducir más las posibilidades de acuerdos gobierno-oposición.
Lamentablemente para la nación, las perspectivas apuntan a que el gobierno del doctor Leonel Fernández, por su debilidad congénita, podría quedar en un régimen de transición, carente de la fuerza precisa para los grandes cambios que requiere el país de cara a la modernización y a la inserción en el difícil escenario internacional de fin del siglo y milenio. Aunque tiene la opción de refugiarse en una ejecutoria eficiente, con extremas racionalidad y prioridades, agotando el recurso de recostarse más en la sociedad civil, como forma de neutralizar la presión opositora.
Nuevo comienzo
En el curso de esta semana (se dice que el miércoles 22), el Presidente Leonel Fernández convocará una legislatura extraordinaria para que el Congreso conozca el proyecto reformulado de presupuesto y de reformas fiscales. Aunque se ha avanzado mucho en el debate y las negociaciones con sectores empresariales, en cuanto al Congreso será como un volver a empezar.
Ni siquiera las generosas concesiones hechas por el equipo gubernamental al gran empresariado aglutinado en el Consejo Nacional de la Empresa Privada -CONEP- parecen haber abierto expectativas de acuerdo en torno al paquete presupuestario y fiscal. Las críticas al congreso del nuevo presidente del máximo organismo empresarial, Celso Marranzini, más que ganarle adeptos, parecen haber tenido el efecto contrario. Algunos mal pensados llegan a creer que se buscaba herir el amor propio de los legisladores para que rechacen el presupuesto y reduzcan aún más el alcance de las reformas.
En la última semana fue notorio que reformistas y perredeistas coinciden cada vez más en que el presupuesto y las reformas deben ser separados y el lunes 20 El Nacional hizo pública la versión de que, incluso, están de acuerdo en rechazar el incremento del Itebis, una posición que luce radical y mezquina, comparable a la que reformistas y peledeistas implementaron frente a los proyectos económicos del gobierno de Salvador Jorge Blanco. El que el PLD fuera cerrado en el pasado, no justifica su reedición en el presente, al menos para los que piensan en el interés nacional y en la gobernabilidad del país, y que lógicamente rechazan tal retaliación política.
Los voceros congresionales opositores han coincidido también en el propósito de elevar más allá de los l,400 pesos mensuales, (sugieren 2 mil), los salarios del sector público, y aumentar las asignaciones a la Junta Central Electoral, el Poder Judicial y la Universidad Autónoma de Santo Domingo, lo que agrava las contradicciones si al mismo tiempo rechazan los incrementos en los gravámenes.
El anterior presupuesto
Una corriente de opinión pro-gubernamental parece haber sustentado el criterio de que el gobierno no debería reintroducir su proyecto al Congreso, hasta no tener un compromiso de aprobación, para evitar el revés de nuevas modificaciones. La desventaja de tal táctica es que el gobierno quedaría en defecto, al no cumplir el mandato constitucional que le obliga a presentar el proyecto de ley de ingresos y gastos públicos al Congreso, dado que el envíado en víspera de Navidad, ha sido reformado por el propio régimen que lo sacó de las manos del Senado. Por demás, los opositores se refugiarían en el pretexto de que mientras no se presente la nueva pieza, no puede haber consenso en torno a ella.
Otra táctica del gobierno podría ser restarle importancia a la aprobación rápida del presupuesto y gobernar con el del año anterior, lo que no sería nada nuevo en la historia reciente del país. Tiene la desventaja de que no dispondría del aumento del Itebis, y de los impuestos a las bebidas y el tabaco, lo que implica más de dos mil millones depesos menos de lo presupuestado.
En tal opción tendría que hacer los mayores esfuerzos por una recaudación más eficiente de los impuestos actuales para aumentar sus ingresos y poder ganar crédito aplicando por decreto el incremento salarial a los empleados del Estado, como hizo con los altos funcionarios. Ya está ganando autoridad moral al realizar pequeños ajustes en los precios de los combustibles, reconociendo que ya está bajando el precio del petróleo. Lo ganó también al promulgar la reforma legal que destina el 4 por ciento de los ingresos fiscales ordinarios a los municipios.
Separados pero continuos
Otro camino es el de la propuesta formulada la semana pasada por el Movimiento Cívico Participación Ciudadana, que propuso una negociación gobierno-líderes políticos-congreso para conocer el presupuesto y las reformas “en momentos separados pero continuos”, aceptando la separación pero bajo el compromiso de que el Congreso decida sobre el total en un plazo fijo, no mayor de dos meses.
De esa forma el gobierno evitaría el revés de que le separaran el presupuesto de las reformas, contra su voluntad, lo que de ninguna forma garantizaría la aprobación del primero ni un rápido despacho de las segundas. En realidad la única explicación racional de la atadura de los dos asuntos es tratar de evitar que los legisladores den largas al conocimiento de las reformas fiscales, como han hecho con otros proyectos que llevan años en la agenda legislativa.
Otro aspecto de la propuesta de Participación Ciudadana es que los técnicos del gobierno y los de los partidos y el congreso revistan de total diafanidad lo concerniente tanto a los ingresos como a las necesidades presupuestales del gobierno, lo que daría mayor fuerza moral a los proyectos gubernamentales.
Definición de Balaguer
Dada la delicada situación determinada por la postración de salud del líder perredeísta José Francisco Peña Gómez, la única salida por una disposición vertical del liderazgo parece estar en manos del doctor Joaquín Balaguer, a quien el gobierno debería convencer que traduzca a la práctica sus promesas de colaboración.
Sin embargo, mientras sus seguidores agudizan sus disensiones con los propósitos gubernamentales, ignorando el compromiso moral contraído con el efímero Frente Patriótico, el caudillo reformista se reiteró el domingo 19 como “sordo y mudo”, cuando los periodistas le pidieron definiciones frente a los asuntos coyunturales, prometiendo que hablaría sobre ellos “oportunamente”.
Parece cierto que una orden de Balaguer todavía puede producir que los reformistas del congreso se contradigan y hasta dejen colgando a los perredeístas en los consensos que han alcanzado sus respectivas comisiones evaluatorias del paquete gubernamental. Pero Balaguer puede muy bien refugiarse en las posiciones de su partido para seguir sordo y mudo, además de ciego. A estas alturas del debate parece que sólo actuaría en beneficio de la posición del gobierno, a cambio de cosas tan importantes como aparecer en el papel del “chapulín colorado”. Para eso, o le tienen que dar mucho, o el gobierno sufrir mayores reveses en el torneo presupuestario.
Mientras tanto, hay indicios de que el viejo zorro político sigue manteniendo expectativas en el gobierno de que él puede salir a escena en el momento menos esperado. Con ello logra que el Procurador General Abel Rodríguez del Orbe advierta que no van a lograr su objetivo los que quieren echar a pelear el gobierno con el doctor Balaguer. Y éste puede darse el lujo de reiterarse por encima de la ley y desdeñar los intentos del juez de instrucción por interrogarlo en torno a quienes fueron los asesinos de Orlando Martínez, que el confesó conocer, en la famosa pagína en blanco de sus memorias. Esas expectativas le permitirán, entre otras cosas, mantener un mayor general de guardaspaldas, aunque el presidente de la nación ande con un general simple.
Dura realidad política
Mientras el debate presupuestario luce sin fin y los bancos vendían el dólar hasta a 14.40 pesos el lunes 20, los estrategas gubernamentales y el país deben enfrentarse a la dura realidad de que la gobernabilidad con cambios importantes es difícil para un gobierno de tan escasa base congresional y partidaria, fruto de un pacto puramente electoral, que no implicó compromisos programáticos, y que se sustentó en el apoyo de un político sin tregua ni descanso como Joaquín Balaguer.
Por razones ideológicas, programáticas y hasta generacionales, es del perredeísmo que debía esperarse mayor disposición a colaborar en las reformas, pero por el origen del gobierno, es al reformismo-balaguerismo que deben reclamarlo los peledeistas.
Aunque ambos partidos se empeñaron en advertir que el Frente Patriótico era puramente electoral y que terminaba con la votación del 30 de junio pasado, era justo esperar que al menos en los primeros meses el reformismo se mostrara generoso con el gobierno del que fue arquitecto fundamental. Pero la ley de la conveniencia partidaria es la que está rigiendo plenamente en el mercado político nacional. Y los peledeístas, que se negaron a acatarla durante muchos años, en el último tramo se adscribieron a la misma y la legitimaron.
Los próximos comicios
La penosa postración de Peña Gómez, sólo amortiguada en parte por su lucha incesante por la vida, agrega factores que por el momento apuntan en beneficio de las sinuosidades de Balaguer. Por de pronto, el licenciado FernandoAlvarez Bogaert y su vicepresidente José Osvaldo Leger, aparecen en un franco acercamiento a su viejo líder, mientras en el perredeísmo se despiertan mayores protagonismos, en previsiones sucesoriales, que comportan nuevas dificultades para el consenso intrapartidario y en torno al gobierno.
La triste perspectiva del líder perredeísta determina también la propuesta de una alianza electoral de los dos partidos mayoritarios, con que el ex-presidente Jorge Blanco acaba de relanzarse en el cuadro político, y que de tomar cuerpo vendría a ratificar la escasez de principios ideológicos y programáticos que rige la política nacional.
Tal propuesta, original del inquieto dirigente reformista Angel Lockward, sólo beneficia en lo inmediato al partido de Balaguer, que sigue apareciendo como el sol insustituíble de la política dominicana. Aunque a mediano plazo podría fortalecer las posibilidades del partido de gobierno en los comicios congresionales y municipales, si logra recuperar su anterior papel de polo opuesto de los agrupamientos partidarios tradicionales. A quien menos beneficiaría sería al PRD que quedaría sin discurso político frente al reformismo y el peledeismo, y tendría entonces que resignarse a un tercio de los puestos electivos. A menos que el gobierno resulte un desastre.
Parecería lógico estimar que al perredeismo y sus aliados lo que le convendría es dejar que el reformismo se dispute sus votos con el PLD y jugar al fortalecimiento como opción diferenciada, tratando de recomponer su liderazgo, reestructurando sus cuadros y preparándose para enfrentar el desafío de una muy posible ausencia de su líder, por lo menos de las lides electorales. Tal recomposición será bien difícil en la medida en que se desaten las ambiciones, como ya parece estar ocurriendo. Numerosos perredeístas ya gastan abundante dinero en promoción para puestos electivos en Santo Domingo, Santiago y otras demarcaciones, y otros preparan ya su lanzamiento tras la candidatura presidencial para el 2 mil..
Más significativo todavía es que Jorge Blanco haya validado la propuesta de Lockward, en la misma entrevista en que ratificaba que su condena fue fruto de la persecución política. Es decir, que aboga por una alianza con sus persecutores. Caso insólito que demuestra la orfandad de principios de la política nacional y la caja de sorpresa en que se ha convertido el quehacer que Juan Pablo Duarte estimó como el más digno, después de la filosofía, de ocupar las mentes humanas.-