El escenario en que se relanza SJB

Por Juan Bolívar Díaz 

      El relanzamiento politico del ex-presidente Salvador Jorge Blanco, manifiesto en sus declaraciones de la semana pasada, cuando participó en tres diferentes programas de televisión, figura entre los acontecimientos novedosos de lo que va del año, caracterizado hasta ahora por la circularidad en torno al proyecto de presupuesto y de reformas fiscales.

      Aunque el mismo Jorge Blanco dijo que por el momento a lo que aspira es a convertirse en un ente de moderación, o de mediación en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), afectado desde ya por el grave estado de salud de su líder José Francisco Peña Gómez, su propuesta, formal y repetida, de alianza con el Partido Reformista Social Cristiano para las elecciones municipales de 1998, parece ser más bien un factor de confrontación.

      Si en los próximos meses el doctor Peña Gómez no puede volver a ejercer a plenitud su liderazgo, como se teme, el PRD atravesará por una de sus más críticas situaciones en sus casi seis décadas de existencia, ya que por primera vez no tendría un dirigente dominante, lo que conllevará intensas luchas por el liderazgo y especialmente con miras a la candidatura presidencial para el primer año del próximo siglo y milenio.

 

El relanzamiento

      Tres entrevistas formales en televisión en el curso de una semana, después de años sin ofrecer ninguna, no dejan dudas de que el doctor Jorge Blanco ha iniciado su relanzamiento en la política nacional. Ningún analista puede dejar de vincular esa acción con la enfermedad que mantiene postrado al doctor Peña Gómez, con graves dificultades para seguir ejerciendo el gran liderazgo ganado en su partido a fuerza de trabajo persistente a lo largo de casi cuatro décadas.

      Tal como él mismo precisó, Jorge Blanco no ha perdido sus derechos políticos a causa de la condena pronunciada en su contra por un cuestionado juez de primera instancia, en un proceso más político que moralizante y jurídico. Eso sólo ocurriría cuando se agoten sus recursos legales en la máxima instancia que él escoja.

      Sin embargo, el hecho de que esté pendiente de apelación una condena de 20 años de cárcel y fuertes indemnizaciones, bajo cargos de corrupción administrativa, no deja de ser un lastre para el ejercicio del liderazgo político, especialmente si ha pasado una década de pasivo silencio, casi mendigando una amnistía, en vez de reclamar firmemente la justicia denegada por los tribunales.

      Un regreso triunfal para Jorge Blanco será bien difícil. Lo mismo que para el ex-presidente venezolano Carlos Andrés Pérez, aunque el coraje con que éste último se defendió siempre de las acusaciones en su contra, le ganaron admiración, lo que explica que millares de venezolanos estén dispuestos a acompañarlo en la lucha por reivindicar su nombre y liderazgo. Con todo será casi imposible que logre reconquistar el predominio en su partido, Acción Democrática, que lo expulsó de sus filas.

      El ex-presidente perredeista no ha pasado por la afrenta de la expulsión partidaria, pero aún sigue a expensas de los tribunales y del uso político de las acusaciones que pesan en su contra, mientras muchos de los que fueron sus seguidores en la estructura partidaria tienen nuevos compromisos o han desarrollado sus propias expectativas que difícilmente arriesgarían para jugar el billete de un ex-presidente responsabilizado en el partido como causante de la pérdida del poder, y cuestionado en la opinión pública por la corrupción que se atribuye a su régimen y por haber generado el retorno al predominio político del doctor Joaquín Balaguer.

El fuerte liderazgo

      Desde su fundación durante el exilio anti-trujillista, en 1939, el PRD ha sido un partido de fuertes liderazgos, a menudo con rasgos caudillistas, ejercido hasta 1973 por el profesor Juan Bosch, y a partir de entonces por el doctor Peña Gómez. Es cierto que este segundo implicó una evolución democrática, con mayor grado de amplitud y tolerancia a la disensión y mucho menores recelos a liderazgos alternativos.

      De ahí que bajo la égida de Peña Gómez, el PRD viera desarrollarse los liderazgos de los difuntos Antonio Guzmán y Jacobo Majluta, y el del propio Jorge Blanco. Los prejuicios raciales, ideológicos y sociales que afectaron la carrera política del líder máximo, más el tremendo realismo político de que siempre hizo gala, entre optros factores, auspiciaron esa multiplicidad de dirigentes.

      Fueron muy pocos los analistas que previeron la supervivencia y hasta el fortalecimiento del PRD tras la salida de su primer líder histórico, por decisión personal, en 1973. Más aún, cuando estuvo acompañada de la fundación de un nuevo partido, el de la Liberación Dominicana. Antonio Guzmán y Jacobo Majluta contribuyeron a la supervivencia. Pero no hay dudas de que lo determinante fue el liderazgo que ya acumulaba Peña Gómez, tanto dentro como fuera del partido, en el paìs y en el exterior.

      La plataforma de Peña Gómez fue la revolución constitucionalista de 1965, y el período 1966-70, cuando le tocó encabezar el perredeísmo, mientras Bosch se recluía en España, en aquellos años de terrible persecución y confrontación derivados de la guerra civil, la intervención norteamericana y el retorno al poder del doctor Balaguer. Entonces, a diferencia de la actual coyuntura, el PRD no tenía sustituto posible, y generó un nuevo liderazgo fuerte, que lo mantuvo como alternativa a las fuerzas más conservadoras.

Muchos aspirantes

      En la segunda mitad de los años noventa, las circuntancias políticas han cambiado significativamente. El PRD pasó por 8 años en el poder del que salió en pésimas condiciones y que no pudo recuperar en 10 años ni siquiera con Peña Gómez, que alcanzó votaciones históricas en las últimas dos elecciones, cuando había tres claras opciones.

      Algunas ventajas tiene que tener Jorge Blanco en el escenario perredeísta, dada su condición de ex-presidente de la República, que representó grandes expectativas políticas. Pero sus circunstancias, y la multiplicidad de nuevos aspirantes, le harían bien difícil encarnar un liderazgo exitoso.

      Por de pronto hay cuatro perredeístas a quienes se les atribuye aspiración a la candidatura presidencial inmediata, Rafael Suberví Bonilla, Hipólito Mejía, Ramón Alburquerque y Tony Raful. Mientras otros como Hatuey de Camps, Milagros Otiz Bosch y Hugo Tolentino son considerados aptos para buscarla.Hay quienes creen que dentro de unos meses la lista crecerá.

      Se teme que algunos ya estén dedicando importantes recursos para amarrar compromisos de la militancia y pueda resurgir la lucha grupal -tendencias le llamaban- que contribuyó a las fracturas, ineficiencias y degeneraciones del partido blanco a su paso por el poder y que finalmente provocó la división que originó el Partido Revolucionario Independiente. Las ambiciones desenfrenadas, prematuramente destapadas, pocas veces contribuyen a la fortaleza de las instituciones. Por lo menos siete ya suenan para la candidatura perredeista a la sindicatura del Distrito Nacional. Entre ellos Julio Maríñez, Tomás Hernández Alberto, Amaury Justo Duarte, José del Carmen Marcano, Delfín Santana, Jacobo Fernández y Pedro Franco Badía.

Propuesta conflictiva

      Es posible que el ex-presidente Jorge Blanco, desde una posición no beligerante, pudiera ser uno de los factores de contención que necesitará el PRD en la etapa en que se encuentra. Sobre todo si está consciente de lo difícil que le resultaría optar con éxito por la candidatura presidencial, al menos para un próximo torneo electoral. Pero la propuesta de alianza con el partido de Balaguer con la que acompañó su relanzamiento, no le ayuda.

      En primer lugar, tal propuesta tiende a socavar la identidad de los perredeístas, haciendo depender su éxito de la fuerza de su contrincante histórico, en lo que sería una reedición del Frente Patriótico y una justificación de la posición del Partido de la Liberación Dominicana en 1996, que ellos combatieron como degeneración política y traición. Y en segundo lugar, tiende a crear un conflicto interno, porque muchos perredeístas la rechazarán, mientras otros por lo menos la calificarán de inoportuna o prematura. Ambas cosas ya comenzó a ocurrir.

      Y aunque pueda parecer un rasgo de honestidad política, tampoco ayuda al arbitraje de Jorge Blanco su afirmación de que Balaguer ganó limpiamente las elecciones de 1986, lo contratio de lo que ha sostenido desde entonces el grueso de los dirigentes del partido, incluyendo al doctor Peña Gómez.

      Finalmente, el ex-mandatario tropezará con la natural desconfianza y las suspicacias, de dirigentes que temerían que el papel de mediador pudiera ser un primer escalón para tratar de reconstruir el liderazgo perdido o para inclinar la balanza en favor de quien considere más positivo para sus planes de mediano y largo plazo..

Alianza innecesaria

      Lo que menos necesita el PRD en el escenario en que lo coloca la enfermedad de Peña Gómez es renegar de su identidad y de principios políticos para repartirse los ayuntamientos del país con el PRSC. Diluir la mística partidaria en momentos de crisis de liderazgo podría ser un camino a la disolución. Pero sobre todo a la pérdida de respaldo del electorado liberal, de ese 48.75 por ciento que votó por sus candidatos el 30 de junio pasado.

      Aún frente a la alianza PLD-PRSC la votación obtenida por los perredeistas y sus aliados implica casi la mitad del electorado. Por separado, el 16 de mayo, su votación implicó el triunfo en 93 de 107 municipios, es decir el 90 por ciento de los puestos municipales. La propuesta implicaría aspirar tan sólo al 50 por ciento, asumiendo que una tal alianza deje de nuevo sin síndicos al PLD.

      En términos legislativos, el PRD hubiese tenido un éxito sin precedente si los comicios del 16 de mayo hubiesen implicado el Congreso. Ganó en 24 de las 29 provincias y en el Distrito Nacional. Y esas cifras de votos le habrían dado cerca del 60 por ciento de los diputados.

      Con tal récord, los perredeístas en vez de pensar en una alianza que reedite los traumas del Frente Patriótico, por algunos síndicos más o menos, deberían estar trabajando por hacer un buen papel en los municipios, por reafirmarse en el electorado que le ha sido fiel, y dejar que reformistas y peledeistas se disputen el electorado que marcó el éxito del Frente Patriótico.

      La nueva alianza, propuesta originalmente por el dirigente reformista Angel Lockward, beneficiaría ampliamente al partido en el poder, que polarizaría, y reivindicado su pacto de 1996, podría recuperar votos en sectores antibalagueristas. En ese nivel no le puede ir peor que en los comicios de 1996, cuando no ganó un solo municipio.

      La alianza en el nivel municipal peca de otra debilidad y es que ya para los comicios de 1998 podría tener más peso el prestigio de los candidatos que las alianzas en que se funden sus aspiraciones. Un acuerdo PRD-PRSC para candidatos comunes tendería a atar las boletas a las aspiraciones de los dirigentes locales, no siempre los más aceptados fuera de los ámbitos partidarios.

      Muchos factores cambiarán para las elecciones próximas, las congresionales y municipales de 1998 y las presidenciales del 2,000, pero hay uno que los líderes políticos deberían ir tomando en cuenta desde ya: que si no están Balaguer, Bosch ni Peña Gómez en las boletas, como dificilmente ocurra, aquí disminuirá el voto negativo. Y todos los cargos habrá que ganárselo por méritos personales o por lo menos partidarios.

      Eso y las reformas electorales propuestas al Congreso Nacional por la Junta Central Electoral, que incluyen distritos de representación legislativa y municipal, tenderán a reducir el protagonismo partidario y a fortalecer el voto de la ciudadanía.-