Por Juan Bolívar Díaz
Los resultados de la última encuesta Gallup para el diario Hoy y Rumbo confirman la percepción de los analistas políticos de que el gobierno registra un envejecimiento prematuro y grave pérdida de su popularidad, con una aprobacion de apenas el 37 por ciento, a un año de su victoria electoral y a diez meses de iniciado, en términos tan dramáticos que dos terceras partes de la población cree que “las cosas van por mal camino”, y el 72 por ciento entiende que la economía del país está mal o muy mal.
El diagnóstico es tan generalizadamente pesimista que hay quienes creen que en vez de dedicarse a la celebración de su triunfo electoral del 30 de junio del año pasado, en una manifestación anunciada para el domingo, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) debería concentrar sus energías en discutir planes de relanzamiento tanto a nivel político como económico-social.
No hay razón para creer que el deterioro de la imagen del gobierno es irreversible, sobre todo si se tiene en cuenta la dispersión e incoherencia de la oposición. Pero el régimen del presidente Leonel Fernández luce atrapado entre las enormes expectativas de la población y las limitaciones que le imponen su origen, especialmente la alianza promovida por el sector más corrompido del Partido Reformista Social Crstiano que buscaba impunidad, así como la fuerte oposición de los dos partidos mayoritarios.
Encuesta abrumadora
Los resultados arrojados por la encuesta Gallup de la primera semana de este mes (diario Hoy, lunes 23 de junio) no podían ser más abrumadores para el gobierno y preocupantes para quienes pongan el interés nacional por delante de las pasiones partidarias. Es que confirmaron los análisis más pesimistas y rígidos sobre la gestión del gobierno peledeista. No es que se esperara un balance positivo, pero de ninguna forma tan devastador.
Según la investigación, el 67 por ciento de la población cree que “las cosas van por mal camino”, casi 20 puntos más que en la encuesta anterior (principios de marzo), cuando el balance era positivo, ya que el 48.4 por ciento estimaba que la nación iba en buen camino, contra el 47.8 por ciento que optaba por la opinión contraria. Ahora sólo el 30 por ciento considera que “las cosas van por buen camino.”
Es significativoy más preocupante que el de los jóvenes (entre 25 y 39 años) sea, por edad, el grupo que ve las cosas en peores términos, al arrojar un 70 por ciento con visión de que la nación va por mal camino. Por clases sociales, son naturalmente los pobres los que encabezan el pesimismo, con 68 por ciento. Por sexo, las mujeres con el 70 por ciento y por regiones, el Este del país con 72 por ciento.
Situación económica
“La cosa” podría ser algo muy genérico para muchos dominicanos y dominicanas. Pero la investigación incluyó una pregunta específica sobre la marcha de la economía, con resultado todavía más abrumador: ¿Cómo calificaría las condiciones en que está ahora la economía del país? El 55.2 por ciento estimó mal, y el16.5 por ciento la consideraba muy mal, para un total del 71.7 por ciento. Sólo el 5 por ciento la califica de buena y el 20 por ciento en término medio.
Los campesinos, las mujeres, los adultos entre 40 y 54 años y los pobres son los grupos que encabezan el pesimismo en la forma de evaluar la economía nacional.
Sin embargo, parece que hay esperanzas de que la situación mejore, ya que sólo el 50 por ciento cree que al final del período de gobierno la situación económica estará peor, aunque esa tasa supera en casi 30 por ciento el resultado de la encuesta de marzo. El 31 por ciento cree que la economía mejorará.
Esta percepción sobre la marcha de la economía choca frontalmente con las estadísticas del Banco Central que registran un crecimiento del 5 por ciento en el primer trimestre del año, con inflación moderada de un solo dígito, proyectada al año, un crecimiento de las ventas del 21 por ciento, y relativa estabilidad cambiaria. En realidad, ni siquiera los economistas más radicales de oposición han advertido un deterioro que justifique el balance al respecto de la encuesta.
Más allá del marxismo, todas las escuelas de análisis reconocen la importancia del factor económico en el estado de la opinión pública. ¿Será que son muy optimistas las estadísticas del Banco Central, o que en esta politizada nación el peso de lo político está por encima de lo económico?
Trasbase de ingredientes
Si bien puede discutirse si la situación económica justifica un estado de opinión tan negativo, no ocurre lo mismo con la política. Ahí el balance es atormentador, y no sólo por la gestión gubernamental, sino por la posición de los partidos de oposición, del Congreso Nacional, por el deterioro registrado en la Junta Central Electoral y en el Poder Judicial.
Como la República Dominicana “es un país tan especial”, nadie puede negar la posibilidad de que se esté dando un trasbase de la percepción de crisis política y de gobernabilidad a una crisis económica que no ha sido puesta de manifiesto en las estadísticas.
Ni denunciada por los analistas económicos extraños al gobierno.Y no es que no se estén evidenciando limitaciones económicas, como la reducción en la inversión pública, sino que no se justifica una percepción tan negativa como la que se manifiesta en los corrillos y en la encuesta Gallup.
Cualquier ortodoxo del análisis social dirá que la prueba de que los factores económicos están por encima de los políticos es que con abudancia de dinero se superan las precariedades y la satisfación de necesidades y el ahorro superan las frustraciones. El padre José Luis Alemán dice que el asunto es que ya el gobierno no es tan determinante en lo económico. De ser cierto, cualquiera puede preguntarse por qué lo político pesa tanto en el país.
Indicadores políticos
La parte de la encuesta Gallup que publica esta edición de Rumbo, parece confirmar el peso del factor político en la evaluación global de la gestión del gobierno, ya que el 53 por ciento lo considera entre malo y pésimo, y sólo un 37 por ciento manifiesta aprobación. Esos porcentajes podrían estar expresando la condición minoritaria del gobierno desde el momento en que los reformistas se desligaron del mismo y en la medida en que se producen confrontaciones entre los aliados del Frente Patriótico ganador de los comicios de hace un año.
Desde luego, esos resultados, muestran una drástica caída de la aprobación que, en marzo, cuando ya había comenzado el distanciamiento PLD-PRSC, rondaba por la mitad de la población. Eso podría significar que también entre los independientes, el gobierno ha perdido popularidad. Ese deterioro que ya habíamos advertido hace dos semanas, no ha sido revertido y en la última quincena se registran otros factores negativos como la magnificación de las protestas sociales por los propios voceros oficialistas.
Aunque se han registrado numerosas protestas, ninguna ha tenido características masivas ni han implicado graves alteraciones del orden. Al menos para justificar la militarización y registros de vehículos, ni la afirmación del Secretario de las Fuerzas Armadas de que el orden será mantenido a cualquier precio. Ni siquiera la advertencia de Lidio Cadet de que el gobierno no se dejará acorralar. Mucho menos el llamado del secretario de Interior y Policía, Norge Botello, a que los militantes del partido de gobierno se conviertan en delatores de agitadores sociales o políticos.
El inútil desalojo de vendedores ambulantes, con tantos fracasos en los últimos años, reeditado en las últimas dos semanas, las denuncias de asomo de corrupción, el desaire a los sindicalistas cuando ningún funcionario importante recibió el pliego de demandas que llevaron el 14 de junio hasta el Palacio Nacional, y la persistencia de contradicciones en altos niveles ejecutivos, tampoco se inscriben entre los aciertos necesarios para revertir la tendencia al deterioro de la imagen del gobierno.
Un gobierno atrapado
Hay quienes estiman que el deterioro de la imagen del gobierno no se debe básicamente a lo que ha hecho, sino a lo que no ha podido hacer, por su orígen atado al régimen balaguerista agotado, por su condición minoritaria y por la fuerte oposición de los grandes partidos. Encontró el país devastado, como proclamó el presidente Fernández hace poco. Pero no ha podido cobrar significativamente el costo a los autores del descalabro. La deuda interna y externa y el deterioro de las instituciones y empresas estatales le atan las manos.
Hay consenso en que las expectativas de la población eran muy superiores a las posibilidades de cambio, tanto en el orden económico, como en el político y en el legislativo. Con dificultades para multiplicar los panes y los peces, tampoco ha podido sumninistrar el circo político a costa de quienes depradaron el Estado.
El gobierno luce como atrapado entre las demandas y expectativas de la ciudadanía y la capacidad de reacción de sus aliados de hace un año, que defienden corporativamente a todos sus miembros, aún a los involucrados en las raterías más vulgares, como las de la usurpación de terrenos estatales.
Los actos de mayor aprobación a la gestión peledeista están vinculados a la justicia esperada. Por ejemplo, la destitución del general Juan B. Rojas Tabar como secretario de las
fuerzas armadas, en medio de la ofensiva por el esclarecimiento de la desaparición de Narciso González. También el apresamiento de los implicados en el asesinato de Orlando Martínez, y ahora el arresto del ex-director del Instituto Agrario Dominicano, Jaime Rodrìguez Guzmán.
En cada caso ha habido fuerte reacción pública y consejos privados de “dejar las aguas tranquilas, porque el doctor Balaguer está bien enojado”. Y entonces los estrategas gubernamentales parecen dudar si seguir adelante o volver sobre sus pasos. El resultado es que no se satisface las expectativas y se agrietan las relaciones con los reformistas.
Para estos últimos, la distancia del gobierno es cuestión estratégicas para preservar el partido, lo que pasará por una prueba en las elecciones del próximo año, las que indicarán las perspectivas para las presidenciales del año 2 mil. Si los reformistas no hacen oposición ahora, si no ponen distancia, quedarán a expensas del gobierno para los comicios congresionales y municipales, con perspectivas de ver reducido el 45 por ciento del congreso y los municipios que detentan, y sin rumbo claro para el intento de volver al poder en el primer año del próximo siglo y milenio. Su estrategia ha sido evitar la confrontación, pero también debilitar el gobierno.
El PRD en lo suyo
Si las relaciones han sido malas en los diez meses entre quienes orquestaron el triunfo electoral de hace un año, no hay razones objetivas para esperar que fuesen mejores entre el Partido Revolucionario Dominicano y el gobierno. Más aún si se tiene en cuenta la histórica rivalidad entre el PLD y el PRD, más alentada siempre por el primero.
Y si la situación no es más tensa para el gobierno, se debe en parte a que en las filas perredeístas hay un claro desconcierto como consecuencia del declive de la salud de su lider José Francisco Peña Gómez, y la proximidad de unas elecciones congresionales y municipales, lo que ha desatado ambiciones grandes y pequeñas, que al decir de uno de los aspirantes, el síndico Rafael Suberví, ponen en peligro hasta la unidad del partido.
El problema fundamental del país es político. Determinado por la división en tres fuerzas que por el momento no han mostrado capacidad para concertar mínimamente, y con la menor de ellas en el gobierno. Con tantas demandas y expectativas acumuladas, el resultado no ha podido ser otro que frustración. Tal es el ambiente que se respira.
Fiesta de la victoria
En el cuadro político en que llega al primer aniversario de su victoria, el PLD haría mejor si concentra sus energías en analizar fríamente la situación y tratar de abrirse puertas de escape a su atrapamiento, que en celebraciones triunfalistas. No es que pueda ni deba despreciar alguna demostración de respaldo que puede motorizar. Es que precisa mucho más que eso.
Por de pronto ya ha comenzado recientemente a analizar las relaciones partido-gobierno, con un seminario de dos días y un posterior encuentro de dirigentes nacionales. Para esta semana está abocado a analizar sus relaciones con los reformistas. Requerirán mucho talento, y sobre todo tranquilidad de ánimo y coherencia interna para salir del empantanamiento temprano en que ha caído el gobierno.
Las contradicciones son bien fuertes y la situación política imprevisible. Al fin y al cabo en las celebraciones de la victoria estarán ausentes los reformistas, que fueron parte fundamental del éxito político del 30 de junio de 1997. Ese día se originó un gobierno minoritario aunque con el 51 por ciento del voto.-