El fallido intento de adecentar la dirección del Congreso

Por Juan Bolívar Díaz

      La funcion legislativa como profesión y autoreivindicación de la actividad política salió fortalecida de las negociaciones entre los partidos Revolucionario Dominicano (PRD) y Reformista Social Cristiano (PRSC) para la constitución de los bufetes directivos de las cámaras integrantes del Congreso Nacional el pasado fin de semana.

      Dirigentes de ambos partidos maniobraron para mantener a los señores Amable Aristy Castro y Rafael Peguero Méndez al frente del Senado y la Cámara de Diputados, el primero por cuarto período consecutivo y el otro para un segundo.

      La negociación individual, al margen de los procedimientos democráticos, hizo asomar una crisis en el PRD cuando la totalidad de sus senadores se declararon en rebelión, reclamando una “dirección congresional comprometida con los cambios, la modernización, con las reformas y con el reclamado saneamiento de la vida legislativa”.

Reelección anunciada

      La reelección de Aristy Castro y Peguero Méndez estaba anunciada hace tiempo. Hay quienes sostienen que ellos trabajaron incansablemente para mantenerse en el puesto, no en función de la agenda legislativa nacional, ni preocupados porque el gobierno central se rija por un presupuesto o no. Lo de ellos es la autoreivindicación personal y de sus colegas legisladores y sobre esa piedra edifican su reino.

      Bajo sus presidencias en las cámaras, los legisladores han alcanzado sus mayores cotas reivindicativas. Decenas de nuevos cargos fueron creados para satisfacer necesidades partidarias, por vía de las asesorías o de las funciones administrativas. Y el Poder Legislativo se llenó de gloria aumentando considerablemente sus gastos, como signo de una cierta “independencia y dignidad”, aunque a la hora de discutir el presupuesto, el gobierno con sólo el 10 por ciento de las curules lograra dejar a la nación sin presupuesto para 1997.

      Un diputado, por ejemplo, ha alcanzado ingresos de 76 mil 492 pesos mensuales, sumados de sus 57 mil 860 de sueldo, 5 mil 400 de viáticos, 11 mil 38 de gastos de representación, y 2 mil 194 de dietas. Asista o no a su trabajo, y hay quienes no van nunca o sólo una vez por semana, y cobran esos ingresos, solo superados en la administración pública por el Presidente de la nación.

      A esos ingresos habría que sumar otras reivindicaciones, que incluyen viajes al exterior con gastos adicionales pagados, exoneraciones de automóviles, y una flexible gama de canongías más o menos legitimadas, como el empleo de familiares y amigos en otros ámbitos estatales, pasaportes diplomáticos, contratos para construcciones públicas, acceso al suministro al Estado, y etcétera. Sin contar con el tráfico cada vez mayor para impulsar o congelar proyectos de leyes, del cual se hacen cómplice los ejecutivos del Estado como los líderes y representantes del sector privado.

     Si asisten o no, si honran o deshonran la función, si representan o no algún segmento del electorado, no está en la preocupación de quienes han lidereado las cámaras. Lo importante es que la tropa esté contenta y al comienzo de cada año legislativo puedan pasarse las facturas correspondientes, aunque numerosos proyectos importantes hayan quedado en los archivos o en manos de las infuncionales comisiones de estudios.

Expresiones descarnadas

      Amable Aristy y Peguero Méndez son expresiones descarnadas del clientelismo político que practican abiertamente. Cultivan lo que algunos han definido como una especie de sindicalismo legislativo. Ambos provienen de “sectores humildes de la población”. Uno de la punta este, el otro del lejano suroeste. Los dos reclaman espacio para un liderazgo alternativo.

      Aunque provenientes de partidos históricamente enfrentados, ellos representan el punto de avenencia, la capacidad y la habilidad para coincidir en las reivindicaciones personales y de sus amigos, ya del sindicatio legislativo, o de la región o el pueblo. Lo demostraron sobradamente con la solidaridad con que promovieron a sus respectivos protegidos en las deliberaciones del Consejo Nacional de la Magistratura para elegir los jueces de la Suprema Corte de Justicia.

      Aristy y Peguero por momento parecen desafiar las líneas de sus partidos, pero tienen respetable capacidad para nadar y guardar la ropa, para componer y recomponer entuertos y para mantener libres flujos en los entornos de los grandes líderes, ante quienes nadie les gana en humildad y promesas de fidelidad.

      Un viejo militante de la política los definía el día de su reelección como justa expresión del promedio de la política nacional y de una matrícula congresional, que no representa a nadie puesto que en la gran mayoría no fueron electos por méritos propios, ni siquiera a conciencia del elector, sino como consecuencia de boletas de arrastre, donde ni siquiera se puede leer los nombres de los candidatos. La política como profesión y escalera de ascenso social y económico, no como ejercicio de representación ni actividad de servicio a la comunidad. Mucho menos como disciplina intelectual digna de ocupar las mentes humanas.

Oportunidad desaprovechada

      El acuerdo del año pasado entre reformistas y perredeístas para apoyarse en la presidencia de las cámaras legislativas preveía que para este año se alternarían. Es decir, que los reformistas psarían a presidir la Cámara de Diputados y los perredeístas el Senado. De esa forma tanto Aristy Castro como Peguero Méndez hubiesen quedado desplazados de las poltronas presidenciales.

      De acuerdo a la declaración de rebeldía de los 11 senadores perredeístas todavía el lunes 11 de agosto la Comisión de los Cinco ampliada en reunión con el doctor José Francisco Peña Gómez, acordó mantener la línea de negociación fundada en la alternabilidad de las presidencias de las cámaras, para abrir una renovación en ambas.

      Sin embargo, el secretario general del PRD, licenciado Hatuey de Camps, cual llanero solitario, va a negociar con el ex-presidente Balaguer y en vez de plantearle el cumplimiento del acuerdo de 1996, le pregunta cuál de las cámaras prefería controlar. Según crónica de Ivonne Ferreras en el diario Hoy del 15 de agosto, De camps manifestó que Balaguer le dio cuenta de que tenía un conato de sublevación.Por lo que prefería que las cosas quedaran como el año anterior, Senado para los reformistas y la Cámara baja para los perredeistas.

      Era la lógica balaguerista. No se debe cambiar de caballo cuando se está vadeando un río. Amable aristy había pasado tres años al frente del Senado, incluso en los días turbulentos de 1994, y cuando la reforma constitucional, y había demostrado una fidelidad total al caudillo en las cosas que a éste le importan.

      Para los perredeístas carecía de lógica, ya que Peguero no tenía tantos méritos acumulados, ni Peña Gómez era tan caudillo como Balaguer, y persistía en un lenguaje de cambios y modernización, mientras en la mayoría del liderazgo del partido se hablaba abiertamente de la necesidad de un relevo en el liderago del Congreso, acorde con los vuelos del líder del partido y en sintonía con los reclamos de la sociedad.

Una nueva conducta

      Para muchos dirigentes y legisladores perredeístas era hora de mejorar la imagen del liderazgo congresional y de sanear la actividad legislativa. “El pueblo dominicano exige y clama una nueva conducta. Una nueva ética debe presidir nuestras vidas personales e institucionales”, se proclama en la carta que los 11 senadores del PRD dirigieron a Peña Gómez expresando su rebeldía el 14 de agosto.

      Se refirieron a los proyectos no conocidos por el Congreso para concluir en que ello es “consecuencia de la falta de una dirección legislativa comprometida con el verdadero desarrollo nacional y con los mejores intereses del país. Las instituciones legislativas tienen que ser democratizadas. La vida legislativa tiene que ser transparente.”

      Para ahorrar especulaciones sobre, la imagen de los legisladores. Es el propio bloque de senadores perredeístas que plantea que “el ambiente legislativo debe ser rodeado de las facilidades propias a una labor de calidad y para una eficiente producción, sin prebendas reprochables que no guardan relación positiva con los anhelos de la ciudadanía. Las direcciones de los partidos políticos del país han debido promover y garantizar que los bufetes directivos de las Cámaras guarden consonancia con estas aspiraciones de la sociedad dominicana.”. La última oración de la carta, en la que no se diferencia entre una y otra cámara, no deja ninguna duda: “Como Usted estamos contestes que el país merece una mejor dirección del Congreso Nacional”.

      Puede ser que más de uno de los suscribientes estuviera motivado por expectativas personales de presidir el Senado. Pero debería creerse que no puede ser una motivación generalizada, capaz de motorizar una rebelión con planteamientos tan contundentes que salpican la función legislativa en general.

Balaguer invencible

      Leyendo el relato de Hatuey de Camps sobre sus conversaciones con Balaguer se llega a la conclusión de que el caudillo reformista no tiene contendientes en el política nacional. Es invencible por su extraordinaria capacidad para comerle el cerebro a sus contrincantes e imponer su voluntad. Imagínense que el secretario general perredeísta tomó en consideración que Balaguer le dijo que dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana le habían ofertado apoyo para otorgarle el control de ambas cámaras legislativas.

      No se debe descartar que algunos peledeístas hayan pensado en tal rendimiento. Aunque debe creerse que quienes toman decisiones prefieran las cámaras repartidas entre los dos partidos de oposición. Pero en última instancia, se supone que de lo que trataba de Camps con Balaguer era del cumplimiento de un acuerdo del año pasado que mandaba la alternabilidad en la presidencia de las cámaras legislativas. Una generosa oferta peledeísta, que tal vez nunca se produjo, contribuyó a cambiar el contenido de un pacto entre reformistas y perredeístas. O tal vez es que desde el principio de Camps se contaba entre quienes preferían que Aristy Castro y Peguero Méndez siguieran presidiendo el Congreso.

      Mientras tanto, Balaguer le impuso la marcha al PRD, una vez más, y de paso le metió un Caballo de Troya. Por de pronto generó una rebelión que afecta la imagen del líder perredeísta y siembra incertidumbres y divisiones en el seno del mayor partido nacional. En aras de un presidente de los diputados que cuando se debatió el frustrado proyecto de presupuesto de 1994 parecía del PLD, y durante las deliberaciones públicas del Consejo de la Magistratura, parecía coincidir más con los reformistas Aristy Castro y Francisco Félix, que con la perrredeísta Milagros Ortiz Bosch. –