La manzana de la discordia

Por Juan Bolívar Díaz

      El otorgamiento al caudillo reformista Joaquín Balaguer del título de “Gran Propulsor de la Democratica, del Desarrollo Económico, de la Estabilidad Política y de la Paz Social en la República Dominicana, por parte del Senado de la República, se constituyó en un escándalo político hiriente para la sensibilidad de amplios sectores de la nación que han pagado las consecuencias del autoritarismo del homenajeado.

      Si la iniciativa hubiese sido ejecutada por los beneficiarios del extraordinario líder político, habría sido hasta comprensible, pero lo escandaloso lo puso el respaldo del bloque senatorial del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) que, junto a su líder José Francisco Peña Gómez, ha sido la última y repetida víctima de los arrebatos antidemocráticos balagueristas.

      El apoyo perredeísta a la iniciativa reformista en loor de su líder se inscribe en el pragmatismo del Frente Patriótico y del encuentro de reconciliación de abril pasado y corresponde a una política que sino procura una alianza con el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), por lo menos trata de evitar que vuelva a pactar con el Partido de la Liberación Dominicana (PLD.

Errada resolución  

      La iniciativa partió del senador reformista por Santiago, Eduardo Estrella Virella y fue aprobada por el voto de 23 de los 24 senadores presentes en la sesión del 2 de septiembre. Sólo el representante por Barahona, José González Espinosa, un antiguo perseguido político del régimen de los 12 años de Balaguer, y quien preside el Partido de los Trabajadores Dominicanos, se abstuvo de apoyar la moción, aunque tampoco le hizo oposición. La senadora por el Distrito Nacional, Milagros Ortiz Bosch , que rara vez falta a las sesiones, estuvo ausente, se dijo que para no tener que contradecir la línea de su partido, o hacerse cómplice del despropósito.

      Tocó al senador Ramón Alburquerque, quien pocos días atrás encabezó el cuestionamiento a la falta de principios en la elección de los bufetes directivos del Congreso, defender por parte de los perredeístas el otorgamiento del título que inviste a Balaguer como un virtual padre de la democracia dominicana. Argumentó que la figura de Balaguer nunca podrá ser descartada ni ignorada, lo cual es rigurosamente cierto. Pero aparentemente no pudo señalar los méritos justificativos del honor específico.

      Nadie puede ignorar la genialidad política de Joaquín Balaguer, su enorme astucia y su capacidad para imponerse al liderazgo de su tiempo y al pueblo dominicano, con cualquier tipo de artes. Como polìtico de tan larga vigencia, como pocos en la historia humana, tiene que despertar admiración y gratitud en los suyos, en quienes comparten sus valores y sobre todo en los beneficiarios de su acción de gobierno. Pero es injustificado que sus opositores, víctimas incluso de sus malas artes antidemocráticas, le confieran virtudes de las que ni él mismo ha presumido.

      Si lo que se quería era rendir un tributo al caudillo al cumplir 91 años de existencia, podría reconocérsele su obra material, su afán por mejorar el entorno urbano nacional, por edificar grandes obras, independientemente de su valor, utilidad y prioridad. Fue lo que hizo el Ayuntamiento del Distrito Nacional, casi al mismo tiempo. Una propuesta de los regidores reformistas José Sánchez y Polibio Díaz, aprobada por la Sala Capitular del AND declara a Balaguer como “Ciudadano Meritísimo de la Ciudad de Santo Domingo de Guzmàn, Primada de América, en reconocimiento a su obra literaria y material, especialmente por la restauración de la zona colonial.

¿Táctica perredeísta?

      Hay quienes creen que la aprobación al título de gran propulsor de la democracia se inscribe dentro de una táctica del PRD para cortar distancia con el caudillo y sus seguidores, “por lo menos” para impedir que vuelvan a volcarse en respaldo del PLD, no sólo en los comicios congresionales y municipales del año próximo, sino sobre todo en los presidenciales del 2 mil.

      En sectores perredeístas se cree que ese partido pecó de inflexible en la pasada campaña electoral, cuando siguió enfatizando su tradicional anti-balaguerismo, y que esto contribuyó a que Balaguer metiera toda su fuerza en la canasta morada del PLD. Si aquello fue un error, la línea de ahora puede conducir a otro, especialmente si se hiere, innecesariamente, la sensibilidad de grandes núcleos nacionales.

      Por cierto que al doctor Balaguer parece que no le convencen tan fácilmente los elogios y reconocimientos vacíos o exagerados. El de ahora ha recordado aquel tributo del doctor Peña Gómez cuando la tardecita del 10 de agosto de 1994, al anunciar junto al caudillo los acuerdos que ponían fin a la crisis post-electoral se desparramó en elogios al mismo. Cuatro horas después Balaguer, ayudado por el PLD, lo ponía a firmar otro pacto, el que a la postre le cerró el camino a la presidencia al establecer la mayoría absoluta para la elección presidencial y de paso extendió en 6 meses su gobierno ilegítimo y el plazo para las nuevas elecciones.  

A cambio de nada

      La concesión del título de Propulsor de la Democracia por parte de los perredeístas contradice la historia del caudillo reformista y resta validez a una larga lista de acusaciones del propio PRD, incluyendo las del fraude electoral de 1994, sin que en sí mismo garantice ningún beneficio tangente. Desligitima especialmente las críticas al Frente Patriótico protagonizado por el PLD el año pasado.

      Resulta obvio que los perredeístas transitan el mismo camino del peledeísmo, al buscarse el favor de Balaguer. Se inscribe en el acto del 2 de junio de 1996, cuando en el Palacio de los Deportes el PLD pretendió borrar de un tajo la historia, declarando al caudillo como parte del “camino bueno”. Pero al menos los peledeístas lo hicieron a cambio de cosas tangibles, cuando ya habían comprometido el respaldo reformista a su búsqueda del poder. Para entonces ya habían recibido amplio respaldo de votos y de financiamiento desde la primera vuelta electoral.

      La táctica perredeísta puede justificarse en cuanto no ataque ahora a Balaguer y los suyos, ya que sus contradicciones lo llevan a distanciarse por sí mismo del PLD, a no ser que quiera ratificar la tercera posición para su partido.Y aún si el PRSC se aliara a los peledeístas para los comicios del próximo año, el PRD quedaría sólo con todo el espacio de la oposición y podrìa agenciarse si no la mayorìa absoluta del Congreso, al menos una mayoría relativa como partido.

      El error es tan obvio que sólo ha servido para agudizar contradicciones en el seno mismo del perredeísmo, donde sectores y voceros no han podido evadir la expresión de su disgusto. Y el mismo Peña Gómez ha tenido que contradecirse, primero al justificar la concesión del título, y posteriomente, manifestándose en rechazo de honores y reconocimientos a líderes políticos en vida, explicando que él mismo ha rechazado varios, incluída una condecoración que le ofreció el gobierno.

¿Lo recibirá Balaguer? 

      La resolución del Senado incluye una sesión conjunta en el salón de la Asamblea Nacional para entregar a Balaguer el título de gran demócrata, desarrollista y pacificador. Hay quienes apuestan a que el caudillo no asistirá y que si acepta el galardón enviará a cualquiera a reicibrlo en su nombre, ya que él no se ha distinguido por la persecución de honores, sino por la búsqueda insaciable del poder.

      Otros creen que en su recta final, a Joaquín Balaguer no le falta nada para quedar consagrado como el gran pragmático de la política nacional, vencedor de varias generaciones de contrincantes. Y que podría acudir para estrujar el galardón en el rostro de cuantos le han cuestionado su condición de autócrata, su colaboración ideològica y ejecutiva con la tiranía de Trujillo y su persecución hasta la muerte de millares de jóvenes que lo desafiaron.

      En el pasado reciente balaguer ha despreciado numerosos homenajes, tal vez convencido de que no los necesita, porque ha logrado todas las satisfaciones políticas que podía ambicionar, incluso la de seguir siendo árbirto de la polìtica nacional, y ahora objeto de reverencias de sus antiguos opositores, a los 91 años y luego de más de dos décadas de haber quedado ciego.

Honor injustificado

      Aunque la Oficina Nacional de Planificación ha dicho recientemente que el 60 por ciento de este país que Balaguer gobernó durante casi un cuarto de siglo vive bajo niveles de pobreza, podrìa discutirse si el caudillo merece el título de Gran Promotor del Desarrollo Económico. Sobre todo porque mucha gente confunde desarrollo con edificación material e ignora que en un cuarto de siglo la mayoría de los países de la región progresaron más que la República Dominicana. Pese a ello, tal distinción no ofendería.

      Lo que resulta ofensivo es el título de Gran Promotor de la Democracia, para un político que fundamentó su carrera en el servicio a la peor tiranía del contiknente, a la que sirvió durante 31 años, y de la que fue uno de sus principales ideólogos, supliendo incluso las carencias en esa materia de su jefe.

      Desaparecido Trujillo, Balaguer intentó permanecer en el poder por métodos tan antidemocráticos que incluyeron el autogolpe de Estado. Sólo tras su fracaso y cuando el país estaba a punto de bañarse en sangre, consintió en marcharse, para regresar luego sobre el lomo de una intervención militar extranjera. Con el apoyo irrestricto de la fuerza extranjera y del poder militar nativo fundó su reinado de doce años.

      Durante ese período protagonizó dos reelecciones sin opositores reales, con niveles de represión que impidieron la participación del principal partido de oposición, precisamente el PRD. En un tercer intento de prolongación a la fuerza, fracasó y cuando no pudo anular las elecciones, enfrentado a gran parte de la nación y aislado en el exterior, entregó el poder, alterando los resultados electorales para mantener el control del Senado y de la justicia.

      La convicción antidemocrática y la poca compasión de Balaguer fueron tan notables que entregó el gobierno en agosto de 1978, dejando a cientos de opositores en las cárceles y con miles de exiliados, aún sabiendo que sus opositores tenían el compromiso de borrar esas ignominias. No fue capaz de asirse a una bandera democrática, ni siquiera arrebatándosela a sus contradictores.

      De retorno al poder en l986, cuando la situación política había cambiado considerablemente, Balaguer se adaptó a las circunstancias en cuanto a la vigencia de los derechos polìticos. Ya no tenía que perseguir sistemáticamente los partidos, los sindicatos ni los clubes culturales. Pero las elecciones de 1990 y 1994 repitieron su vocación por el poder a la fuerza, mediante la manipulación electoral y el abuso de los recursos del Estado.

Ningún esfuerzo

      Entre las capacidades extraordinarias de Balaguer se cuenta su flexibilidad para adaptarse a las circunstancias. Y se puede decir que hizo notables jugadas al respecto en los últimos años de gobierno. Pero su gestión no incluye esfuerzos ni iniciativas para el fortalecimiento de las instituciones ni para el afianzamiento de la democracia.

      Por el contrario, instrumentó las fuerzas armadas, hasta convertir sus oficiales en cuadros partidarios, puso en vigencia la ración del boa como forma de hacer polìtica, concentrò todo el poder en el Ejecutivo, manejando solo, sin consultar a nadie, todo el presupuesto nacional. Degradó la justicia y doblegó el Poder Legislativo. Y compró a todos los opositores que quisieran vendérsele, mientras instauraba una política generalizada de clientelismos y dádivas.

      En tantos años de gobierno el caudillo reformista jamás tomó una iniciativa propia de reforma polìtica e institucional para afianzar la participación del pueblo en la gestión de su destino, que se supone es la esencia de la democracia, y como ni siquiera respetó su derecho a elegir libremente, no se entiende cómo puede merecer el galardón de “Gran Promotor de la Democracia”

      Pero es que él mismo jamás ha teorizado sobre la democracia. Por el contrario, en su obra abundan los justificativos de la cohersión y el autoritarismo. El nació y se desarrolló en esa escuela, y cosechó tantos beneficios y éxitos que en ella va a morir. Probablemente se esté riendo de la ocurrencia de los senadores, recordando que nadie escribió más páginas loando a Trujillo que él, y que fue él mismo quien trasladó al Panteón Nacional los restos del primer dictador dominicano, del Pedro Santana persecutor de los fundadores de la República, para colocarlo en el mismo pedestal de Juan Pablo Duarte.

      El hombre que guardó silencio cuando siendo presidente asesinaron a las Hermanas Mirabal, que no hizo nada para evitar el asesinato colectivo de los ajusticiadores del tirano, mientras seguía en la presidencia, el que justificó el asesinato de miles de opositores en su gobierno de 12 años, y a quien tuvieron que reducirle a la mitad su último período presidencial, por las tramperías que caracterizaron su “elección”, no puede ser gran propulsor de la democracia.

      Tal título sólo se explica en la decadencia de los principios y la incoherencia que caracteriza hoy día la polìtica dominicana.-