Por Juan Bolívar Díaz
Si algo ha caracterizado el panorama político dominicano de las últimas semanas es la confusión y las contradicciones tanto en el seno de los partidos políticos como en los ámbitos gubernamentales, mientras la sociedad asiste perpleja e impotente al espectáculo de sus líderes, cada vez más imbuídos de un pragmatismo político que no respeta los más elementales principios éticos.
La falta de coherencia en el gobierno es tal que un discurso del presidente Leonel Fernández a la nación, radiotelevisado y publicado textualmente en los diarios ha sido motivo de diversas interpretaciones de parte de funcionarios y líderes de su propio partido, y ni hablar de periodistas y comentaristas políticos.
En la oposición el cuadro no puede ser más confuso. Nadie podía asegurar en el fin de semana pasado cuántos legisladores perredeistas y reformistas están bailando la música que tocan estrategas gubernamentales. Nadie presume tampoco que estén movidos por coincidencias ideológicas o programáticas, y la impresión general es que una parte de los congresistas, especialmente de los que concluyen este mes, simplemente se la “están buscando” a cualquier costo, incentivados por recursos estatales.
Alivio pasajero
La noche del miércoles 29 de julio fueron muchos los ciudadanos que suspiraron aliviados creyendo que el discurso pronunciado por el Presidente Leonel Fernández liquidaba los afanes por garantizarse una reforma constitucional que eliminara la prohibición de la reelección presidencial.
La generalidad de los analistas han venido insistiendo en que por métodos democráticos y sin un consenso con los demás partidos mayoritarios, o mediante la compra de medio congreso, es imposible cambiar la correlación de fuerzas legislativas para hacer viable la reforma de la Carta Magna en los términos deseados por el gobierno y sectores de su partido.
El discurso del doctor Leonel Fernández levantaba la esperanza de que el gobierno se abocara a la búsqueda de consenso legislativo y aceptase las dificultades del camino reeleccionista para no seguir perdiendo el tiempo en lo que para muchos es un imposible, a no ser con un alto costo para la institucionalidad democrática, mediante la compra de conciencia, que equivale a corrupción doble, y mayores dificultades de gobernabilidad.
Parece que el deseo de ver un aterrizaje presidencial en la realidad política, agravada para él tras el resultado de los comicios de mayo último, llevó a muchos, incluso notables figuras del comentario y el análisis político, y a dirigentes de todos los sectores sociales, a interpretar que el mandatario renunciaba definitivamente a la búsqueda de una reelección.
Caño de agua fría
Correspondió al asesor presidencial Carlos Dore lanzar el caño de agua fría al día siguiente del discurso para corregir a medio mundo del periodismo y la interpretación: El presidente Leonel Fernández no había renunciado a la reelección, simplemente había aplazado cualquier expectativa al respecto.
La verdad es que la lectura tranquila del texto del discurso presidencial no daba pávulo a la interpretación que se le dió. Contenía una apasionada defensa de la reelección, al proclamar que “no comparto la satanización que se ha pretendido hacer sobre el tema de la relección. Tales elaboraciones las considero hijas de la hipocresía o de la conveniencia”.
Con esa consideración. Fernández olvidaba toda la tradición de rechazo a la reelección, sembrada en los sectores democráticos en gran medida por el profesor Juan Bosch, líder histórico de su Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que por cierto hace apenas tres años adoptó el “boshismo como ideología”. Se le olvidaba la Constitución de 1963, auspiciada por el presidente Bosch, en la que se prohibía la relección por siempre, no como ahora por dos períodos seguidos, tanto para el presidente como para el vicepresidente de la República.
El PLD también había sostenido un discurso anti-reeleccionista y en 1994 firmó el pacto sobre las reformas constitucionales y políticas, que incluía prohibir la reelección, fruto del consenso auspiciado por la Fundación Siglo 21.
En el actual Congreso
Tras numerosas consideraciones discutibles sobre la reelección, el Presidente Fernández pareció reconocer que para restablecerla se requiere un consenso político que actualmente no existe. Sobre todo cuando dijo que “no sustituyamos la realidad por ficción. No nos ofusquemos y no ofusquemos la conciencia de los demás con elaboraciones verbales que sólo sirven para defender intereses egoístas y no para velar por el bien de la nación”.
Fue entonces cuando proclamó: “En mi caso particular, no pretendo bajo ninguna circunstancia perder la oportunidad de realizar un pacto histórico con el Partido Revolucionario Dominicano y con el Partido Reformista Social Cristiano, que asegure la prosperidad y el progreso de nuestro pueblo en el futuro, por una reforma a la Constitución hecha por el actual Congreso que viabilice la reelección”.
Ciertamente la renuncia fue a hacerla en “el actual congreso”, como habría de precisar Carlos Dore tras salir del despacho presidencial al día siguiente. Pero un marco ambivalente indujo el error interpretativo, del que varios días después muchos no salen, queriendo culpar al asesor presidencial por su aclaración.
¿Con qué fuerza?
En realidad ni en este ni en el próximo Congreso el Presidente Fernández y su partido podrán modificar la Constitución sin un consenso que involucre a las tres grandes fuerzas que se reparten el Poder Legislativo. Ni siquiera sumándose todos los del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), dado que para ello se requiere las dos terceras partes de los integrantes de la Asamblea Nacional, hasta ahora 150 y que desde lel 16 de agosto serán 179.
No se entiende cuál es el aval del. “renunciamiento” del presidente Fernández, cuyo partido apenas tiene 15 legisladores, equivalentes al 10 por ciento de la Asamblea Nacional. En el próximo Congreso su proporción ascenderá al 30, todavía menos de la mitad del 67 por ciento necesario para toda reforma constitucional.
Desde luego, se puede acariciar la ilusión de que el doctor Joaquín Balaguer y todos los legisladores de su partido van a facilitarle la reelección a Fernández y el PLD para consagrarse en el tercer lugar, puesto que en tal caso el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) se reafirmaría como oposición y mantendría su fuerza. En otras palabras que todos los reformistas, por cariño al presidente y “coherencia reeleccionista” se van a suicidar políticamente.
Pero ni sumando a todos los reformistas en este o en el próximo Congreso es posible la ilusión peledeista. En ambos se requeriría “consquistar” a 18 perredeistas ahora, y a 48 en el próximo. Se afirma que la incentivada rebelión del diputado Refael Peguero Méndez garantizaba 8 o 10 de los salientes, y algunos menos de los nuevos. Por supuesto con generosos “reconocimientos” para todos.
“Solidaridad Nacional”
Si alguien quería mayor confusión, la aportó el ex-presidente Balaguer en su ya acostumbrada rueda de prensa dominical del Cementerio Cristo Redentor, cuando formuló nuevas revelaciones sobre su sonado encuentro del mes pasado con el Presidente Fernández.
Dijo el caudillo que el mandatario le rechazó una propuesta de pacto de “solidaridad nacional” entre las tres fuerzas políticas mayoritarias. Balaguer sostuvo que propuso “un pacto de las tres fuerzas para el problema relacionado con la reelección, para el problema relacionado con la creación de nuevas cargas impositivas y con el problema de la concordia nacional en general”. Pero que Fernández no lo creyó oportuno y lo rechazó.
El líder reformista no creyó necesario entrar en detalles de su propuesta, al referirse por segunda vez a aquella “misteriosa” entrevista de la que el gobierno ha evitado hablar. Pero tal vez en una “tercera entrega” de Balaguer se pueda conocer la totalidad de lo conversado, si es que el Presidente no se adelanta y ofrece su versión.
Mientras Balaguer seguía lanzando caños de agua fría sobre las cabezas de los estrategas gubernamentales, algunos de sus partidarios en el Congreso, especialmente el presidente del Senado, Amable Aristy Castro, seguía pareciendo más interesado que los mismos peledeistas en la reforma ahora de la Constitución.
Panorama confuso
En la misma línea de confusión se inscribió al concluir la semana pasada el senador del PLD Bautista Rojas, a quien Hoy le atribuyó el sábado haber dicho que en el curso de la primera semana de agosto se comenzaría el proceso para la reforma constitucional, en tanto dirigentes del PLD como Danilo Medina, Lidio Cadet y José Tomás Pérez parecían más bien comenzando a aterrizar o preparando el camino para una alternativa a la repostulación de Fernández.
Sin embargo, en los corrillos políticos cercanos al Congreso se insistía el lunes 2 de agosto en la posibilidad de iniciar ahora la reforma constitucional, lo que fue demandado por televisión el domingo por el doctor Marino Vinicio Castillo, influyente funcionario gubernamental y aliado político del partido de gobierno. Se argumentaba que los legisladores peledeístas podrían respaldarla, pese al compromiso del presidente Fernández frente a la nación la semana pasada. Ello dejaría en el suelo la credibilidad del doctor Fernández como presidente y como líder peledeista.
Por igual se insistía en la disposición del PLD de dar respaldo a Peguero Méndez en su intento de continuar en la presidencia de la Cámara de Diputados, lo que de tener éxito supondría un grave tropiezo para el PRD, pero también un recrudecimiento de su confrontación con el gobierno y un serio tropiezo al “pacto histórico” del que habló el presidente Fernández hace una semana.
La constituyente
Si algún resquicio queda para una reforma constitucional a la medida de las aspiraciones reeleccionistas, habría que buscarlo en una Asamblea Constituyente por elección directa, en la que tanto el PLD como el PRD tienen compromiso programático y reclamada por diversas instancias de la Sociedad Civil. Pero para viabilizarla se requiere una previa reforma constitucional por el Congreso, lo que remite nuevamente al necesario consenso entre las tres fuerzas mayoritarias, o entre las dos primeras, por lo menos.
Más difícil será ese consenso en la medida en que se coloque como prioridad el tema de la reelección, sabiendo que el PRD la rechazó en las únicas tres ocasiones en que ha gobernado el país, y la mantiene en su lema partidario desde su fundación hace 59 años.
A menos de dos semanas para completar la mitad del actual período constitucional, todo parece indicar que es urgente un esclarecimiento del panorama político, a ver si la nación se concentra en la agenda legislativa señalada por el Presidente Fernández como fundamento de su pacto histórico con el PRD y el PRSC, que por causa de la confusión reinante ha quedado en segundo plano.-